Esta história la tenía en otra cuenta de FF. Pero he decidido borrarla y juntarme las dos cuentas. Realmente no se que hacía yo con dos xD.

Y como ya sabeis derechos a JK.

Dicho esto, espero que disfruteis.

Prólogo

–Mi-mi señor… –empezó a hablar un hombre de mediana edad, haciendo una exagerada reverencia –la he-hemos perdi-perdido –balbuceó temeroso por la reacción que tomaría su líder al conocer el fracaso de la misión que se le había sido asignada.

El hombre que tenía enfrente, de cabellos dorados y larga túnica de color azul oscuro por fin se digno a mirar a su súbdito. Una mueca de desagrado se dibujó en su rostro, haciendo temblar al pobre diablo que tenía postrado a sus pies –Realmente no creía que fueras tan inútil Dylis… –dijo con su voz rasgada, aterradoramente calmada. Dylis se estremeció al ver que lo apuntaba con su varita –No soporto los fracasos –y tras esas palabras dijo con voz potente –¡Crucio!

El hombre se retorció como una culebra, gritando y suplicando, víctima del más doloroso de los castigos. Cuando su señor retiró la maldición no tubo fuerzas ni para levantarse. Jadeaba audiblemente, empapado en sudor y lágrimas.

–¿Dónde está Martha? –preguntó en tono lóbrego.

–S-se re-r-resistió mi se-señor, y Hendel, el…

El oscuro hechicero chasqueó la lengua, claramente molesto. Dylis, temiendo por un nuevo castigo por parte de su soberano se encogió todavía más si era posible mientras temblaba incontrolablemente.

–No quiero ningún error más. Esta vez he sido benevolente, la próxima no tendrás esa suerte. Quiero que la encuentres y la traigas ante mí. ¿Entendido? –gritó enfurecido.

–Po-por su-supues-to mi señor –respondió entre jadeos.

–Dile a los demás que se presenten ante mí de inmediato –siseó.

Una vez su siervo hubo salido de la enorme estancia, se dejó caer pesadamente en su sillón negro de piel de dragón. Agitó suavemente la varita y unas chispas salieron disparadas en dirección a la chimenea, aumentando considerablemente el fuego.

Ese no era el resultado que él quería, todo había salido del revés por culpa de la ineptitud de sus vasallos. Él había dado una orden clara y concisa, y el desgraciado de Hendel lo había desobedecido. No necesitaba a insubordinados e indisciplinados, su palabra era ley y si no podían acatar una sencilla orden, eran inservibles.

Un par de golpes secos resonaron en la enorme sala. Era la hora de amaestrar a sus canes.

–Adelante –habló con voz fuerte y clara.

Unas treinta personas ataviadas en túnicas oscuras entraron con paso apresurado, colocándose en formación y guardando un silencio sepulcral.

Cuando pudieron apreciar el semblante de su líder, más de uno tembló imperceptiblemente. Todos los presentes sabían lo ocurrido, diez de ellos habían sido enviados a un trabajo, pero habían fallado. Su señor debía estar muy disgustado, y eso… les daba pánico. Nadie quería ser el objeto con el que su señor se desquitara.

–La misión de hoy ha sido un completo fracaso –su voz hizo eco, produciendo vellos erizados y escalofríos entre los hombres y mujeres presentes –No solo han fallado en la sencilla tarea de traer ante mí a dos personas, sino que me han desobedecido matando a una de ellas. ¡La desobediencia es intolerable! –gritó, perdiendo la compostura por primera vez.

Se podía apreciar la incomodidad y el terror que habitaba en esos momentos en la estancia. Pudo apreciar como los diez encargados de realizar la misión empalidecían considerablemente y más de uno había empezado a sudar abundantemente. Patéticos.

–Hendel –llamó. De inmediato un hombre corpulento dio un paso vacilante al tiempo que agachaba la cabeza y escondía la cara entre sus rizos azabache. –Me has fallado Hendel… –volvía a hablar con ese tono tan calmado que no presagiaba nada bueno. –Has demostrado una rebeldía inusitada. Has desobedecido una orden directa. Has puesto en entredicho mi supremacía y has actuado como un perro anárquico –El aludido se amedrentó, su expresión era de pánico, gotas de sudor se escurrían por su cara hasta precipitarse sobre sus inmaculados zapatos negros.

Vio como el hombre enfrente de sí alzaba la varita y cerró los ojos, sabiéndose acabado. Pudo escuchar como pronunciaba la maldición asesina y después de un resplandor verde, cayó muerto al suelo acompañado de un ruido sordo.

Después de unos segundos en los cuales el silencio era el protagonista, el hechicero de cabello dorado se dirigió a los presentes –Que esto sirva de advertencia para los demás. No toleraré más errores ni nihilismos en mi ascensión al poder. Podéis retiraros –dio media vuelta y se dirigió de nuevo a su distinguido sillón, pero antes de llegar y antes de que todos hubieran salido, volvió a hablar con voz neutra –Que alguien se lleve a esa rata de aquí.

Una vez se quedó completamente solo, se acercó a la chimenea y observó danzar al fuego. El rostro de una mujer se apareció en su mente. Lo observaba con la decepción gravada en sus facciones, y los ojos le miraban por primera vez sin calor, sin ese afecto y admiración de antaño.

Se masajeó las sienes, incapaz de seguir pensando en ella, ya que corría el riesgo de perder su rumbo. El destino así lo había querido. Había sido una pérdida por el bien mayor y como tal, seguiría con sus planes sin mirar atrás.

¿Quién creeis que es el protagonista de éste Prólogo? ;)

Por cierto unas amigas y yo tenemos una página en Facebook dedicada a la pareja Severus Hermione, estais tod s invitados a pasaros :D se llama Adictas al Sevmione.

¡Nos leemos!