Título: Una sombra persistente
Claim: Ushiromiya Natsuhi, Yasu
Notas: Spoilers hasta el EP7.
Rating: T
Género: Family
Tabla de retos: Abecedario
Tema: 74. Sueño


El sonido de las gaviotas cantando armoniza con el mar, trayendo un ambiente pacífico y añorable, en el cual la mansión Ushiromiya se encuentra envuelto, cual si fuera una cuna con un maravilloso paisaje. Natsuhi puede ver a su familia en el edificio, una desconocida niña corriendo por los pasillos y a su esposo, persiguiéndola como si tuvieran la misma edad, el rostro contraído por la emoción. Su familia, se dice, dejándose envolver también por el momento, por el ensueño que siempre esperó desde que se casó. Sin embargo, el momento dura apenas lo que un parpadeo y el silencio armónico se rompe al estallar un potente llanto, que parece resonar en su cabeza y en los vidrios de la mansión casi como si buscara romperlos.

Ese llanto, un llanto poderoso, taladra sus oídos y resuena en su cerebro, logrando que se lleve las manos hacia la cabeza, en espera de detener lo que parece un temblor en su interior. Los ojos le arden y amenazan con salirse de sus órbitas, para cuando se lleva las manos hacia ellos, se da cuenta de que están inyectados en sangre, misma que pinta sus dedos de rojo y las palmas también. El llanto parece incontrolable, el desconocido bebé sigue llorando como si alguien lo torturara, como si alguien desgajara sus pequeños miembros uno por uno. Natsuhi quiere que se calle, que el mundo antes brillante vuelva a ser el mismo, no uno estático y sangriento nada más estallar el llanto.

El cielo rojo es su guía conforme avanza a trompicones buscando la fuente de tal berrido y los objetos se desdibujan por su percepción alterada, volviéndose sombras siniestras en la oscuridad. La mujer se adentra en el bosque dejando atrás la escena maravillosa e inexplicable que hasta hace unos momentos la ha arrullado y pronto encuentra la causa de todo su dolor, de aquella terrible pena que amenaza con destrozarla en cualquier segundo.

Un bebé, un bebé horrible y con el rostro deformado, oculto bajo una pequeña mata de cabello rubio que pretende emular al de su esposo, tan impuro de su sangre. Un bebé que se ha introducido en su apacible vida sólo para corroer todo a su alrededor, alterar el mundo que construyó para sí y su marido, para un futuro hijo de la familia. No se calla, nunca se calla. El fin del bosque está cerca y Natsuhi se resuelve a terminar con eso de una vez por todas, tomando al deforme infante entre sus brazos, que parece haber sufrido todo tipo de golpes, causas principales de su deformidad.

La solitaria figura que es Natsuhi avanza entre sombras de árboles que parecen reír con voz siniestra al agitarse al viento, el bebé yace en sus brazos, protegido de un posible intento de escape, que nunca llega pese a que la mujer se acerca a un acantilado, anhelante por fin de libertad. Sonríe con calma cuando alza el pequeño bulto hacia el aire, casi como ofreciéndoselo a dioses desconocidos y cuando lo suelta, el rostro hasta ahora deforme pero inocente se convierte en otro, diabólico y mayor, que la fulmina con los ojos llenos de odio.

—¡Me voy a vengar de ti! —exclama con voz distorsionada, al tiempo que el cuerpo gira en caída libre, riendo con verdadera maldad—. ¡Me voy a vengar de ti, madre!

El grito se pierde en la oscuridad y sigue resonando aún cuando Natsuhi se levanta de golpe de la cama, el rostro sudoroso tras haber vivido la misma pesadilla de siempre, que la hace entornarse en busca de su esposo, sólo para encontrarlo profundamente dormido y ajeno a sus temores. Rokkenjima permanece en total tranquilidad en esas noches, ningún llanto llega a escucharse para romper el silencio y con el su vida, pero aún así Natsuhi espera y observa, con concentrada calma, todo a su alrededor, hasta cerciorarse, como siempre hace, de que ha sido un sueño.

Después de todo, ella se ha deshecho del bebé. Y aunque éste venga a atormentarla en sueños, cada vez que llega la mañana, con sus deslumbrantes rayos solares, ella sabe que ha ganado la partida y que nunca habrá venganza, sólo el eco ilusorio de su propia culpabilidad.