A/N: Este es mi primer fic en este fandom, espero que lo disfrutéis leyéndolo tanto como yo escribiéndolo. Se tratará de un fic que mezclará humor con sexo, será por tanto un smut atípico porque aspiro a humanizar el sexo bdsm y aquello que lo rodea; una antítesis de Grey. Por otro lado tengo un fanon muy fuerte de Regina siendo fan de Remy y Linguini de la película Ratatouille. Quería agradecerle a mi beta todo el trabajo que ha hecho, gracias.

Descargo: Nada salvo la idea me pertenece.

Cuando la suerte llame a tu puerta, abre

Regina apenas disponía de tiempo libre. Regina quería ese tiempo para disfrutar de las dos cosas que más le gustaban: la repostería y el bondage. Sin embargo sus horas se llenaban de tareas para el ayuntamiento, reuniones como madre y unos minutos al final del día para leer Repostería en el hogar.

La alcaldesa tenía todos los libros publicados hasta el momento del Chef Linguini, además de haber asistido a una masterclass del mismísimo autor francés. Incluso habría prohibido a Henry acercarse al estante de los libros en la cocina por la simple razón de que Regina había logrado que Linguini tocara uno, aunque jamás lo hubiera firmado. Ahora, los objetivos en la vida de la morena eran simples: a) atender al estreno en vivo del programa de cocina del chef dentro de siete meses, en Paris, b) más tiempo.

Por supuesto como madre Regina debía dedicar tiempo a su hijo. Así, con el paso de los años y las obligaciones pasó de tener dos grandes pasiones: el bondage y la repostería, a una gran pasión: la repostería. Y con ese mismo paso de los años la necesidad que tenía Regina saciar esa necesidad aumentó. Y el bondage quedo así apartado dejando los postres cómo único interés en ella.

Sin embargo a veces, persiguiendo nuestro sueño nos damos de bruces con algo que no queríamos, algo que ni siquiera sabíamos que necesitábamos. A veces la suerte llama a nuestra puerta y ¿qué vamos a hacer si no darle la bienvenida? Pues precisamente esto es lo que le ocurrió a la alcaldesa de Storybrooke.

Así que aquí se encontraba, en La Capa del Superheroe, la tienda de cómics de Storybrooke con su hijo. Justo unas horas antes de que dicha suerte picara a su puerta.

La tienda olía a cerrado, las estanterías acumulaban polvo. Sinceramente la alcaldesa no entendía como no había denunciado el lugar por insalubre. Aún con todo, Henry disfrutaba cada minuto ahí dentro, sólo por su hijo les dejaría permanecer abiertos un mes más. Se oyó el correteo de un niño por los pasillos y ella pudo relajarse mirando vinilos. Aunque el ratito de paz acabó pronto.

-¿Te acuerdas cuando lograste que me firmara, mamá? –su hijo tironeaba de la falda mientras le mostraba una libreta con el dibujo de Lobezno.

-¿Cómo iba a olvidarlo Henry? –Regina mostró orgullo y recordó el viaje que ambos hicieron a Disneyland cuando Henry tenía apenas cuatro años. Tanto él como ella lo habían pasado en grande pero Regina estaba decidida a hacerlo mejor para su hijo, así que compró una libreta e hizo de todos los personajes de Disney firmaran en ella. Sin embargo, mientras cenaban en el Hostal La Dama & El Vagabundo su hijo se mostró decaído; quiero que me firme Lobezno. Su madre se inventó una firma cuando el chico dormía esa misma noche.

-Yo me llevaré esto –la alcaldesa sacó un disco de Sade loves rock -¿Nos llevamos tu libreta también? –y a pesar de los años, el cariño de esta madre a su hijo era inconmensurable.

-Huh, no mamá, ¡pero el cómic sí!

Antes de la estantería Marvel superhéroes había dos vitrinas de figuritas de Disney y una mesa llena de libros sobre estos. Henry vio cómo su madre miraba más de lo necesario uno de Linguini.

-Va mamá, ¡que es hacía allí! –pero la impaciencia del chico si tenía límites.

Con los dos artículos en mano se dirigieron a la caja. Allí pagaron y Henry dejó su mochila en el suelo, por supuesto el chico tenía planes hasta la Z. Una vez fuera dejó que su inocencia hiciera el resto.

-Mamá espera que me he dejado la mochila.

-Vamos Henry, espero allá –señaló el bar de la abuelita.

Y claro, el chico fue a comprarle la figura de Remy con lo poco que tenía. De puntillas puso la figurita en el mostrador y esperó con impaciencia.

-¿Esto?

-Sí, por favor –la excitación era evidente, Al McWiggin, el vendedor pensó que era tierno. -¿Puede ser para regalar?-

-Claro, hijo. Mira, serán 10$.

Henry tragó, no tenía más que siete dólares. Decidido, tomo de su bolsillo los billetes arrugados y los dejó sobre el mostrador. Mientras el hombre contaba el dinero Henry se llevó las manos a la nuca para desatar el colgante de Hulk que portaba encima y lo dejó sobre el mostrador.

-Cóbreme de aquí, por favor señor.

-Chico, aquí tan sólo hay siete dólares –el hombre se esforzó en no sonar rencoroso.

-Sí, tiene razón señor: siete dólares y un colgante que vale cinco. ¿Es suficiente? –El dependiente contó de nuevo las monedas. Una a una. Las pasaba de un lado del mostrador al otro con un dedo. Y cuando acabó puso su grasiento índice sobre el colgante de Henry para llevarlo al lado de las monedas contabilizadas.

- ¿Cinco dólares dices?

-Sí, me lo regaló mi madre cuando salimos el cine de verla, ¿sabe señor?

-Siguen siendo siete dólares.

-Sí señor, son siete dólares y un colgante de cinco. Me debe usted dos dólares.

-No hijo, no te debo nada, y vete antes que me arrepienta de este trueque tan infantil.

Así fue como Henry logró un regalo para su madre y un rasguño para su corazón. Toda magia tiene un precio, incluso la más pura y familiar como esta.

Clinc clinc.

La puerta se abrió y tras ella entró corriendo el hijo de la alcaldesa. Fue directo donde su madre tomaba un té chai negro. Estaba sentada en la mesa más cercana al ventanal. El vestido de Regina quedaba recogido bajo sus muslos, la americana beige enmarcaba su pecho y torso. Bajo el vestido, en el esternón se podían apreciar unas arrugas. Nadie sabía que era, pero Henry tenía por seguro que eso era la conchita que él había recogido en el lago de Storybrooke hacía unos meses, cuando cumplió los diez.

-¿Me has pedido un batido de fresa? –abrió su mochila para sacar un paquetito y un panfleto.

-¿Henry? –el tono de su madre se tornó severo.

-Mira, siempre compras cosas y te preocupas por mí y he pensado que… -el chico se llevó la mano al cuello buscando un colgante que ya no estaba – ¡ábrelo!

Con sumo cuidado Regina despegó el celo, rasgo con las uñas la apertura y sacó el objeto. El pecho se le hincho de amor y quizás le temblaron un poco las manos.

-Por favor, si es… -cogió aire porque apenas podía respirar- ¡REMY! –efectivamente, Regina era la fan número uno de tanto la película como de la historia real de Remy y Ratatouille.

-No, no, espera mamá, lee esto –y tendió el panfleto.

Vale por una hora en el centro cívico cada viernes a las 7 PM.

-Mira, es que yo no sabía qué hacer y a ver- Regina rompió a reír, feliz. -¡Mamá, joder!

-¡Henry!

-Mamá, he hablado con Gold y bueno, es que no tienes tiempo para ti y a ver, o sea…

Su madre le tendió el batido para beber y poder calmarse. Estiró la mano para acariciarle el hombro. Lo que Regina no sabía era que justo en ese momento estaba abriéndole la puerta a la suerte, la cual acababa de picar con ese pedazo de papel de parte de su hijo.

-Hace un mes fue tu cumpleaños y no pude dártelo. Yo hablé con la abuelMary Margaret –no hacía más que atropellarse, apretaba sus nudillos haciendo que los huesos crujieran -y me ayudó a hablar con Gold porque él lleva los alquileres del centro cívico de Storybrooke y –

-Respira y no hables mal…

-Y él me enseñó el registro y el horario y no entendí nada. Bueno, total, que los viernes hay un hueco porque ahora Mary Margaret no irá a dar clases para premamás, yo se lo pedí ¿sabes? –y sería mentir si dijera que Regina no se sintió emocionada por el gesto –Y ahora irá los martes al medio día, así la abuelita dará clase de tiro al plato en los jardines y dejará libre esa hora, además se moría de ganas ¿sabes? –Rebuscó entre los papelajos en su mochila, la cual sostenía en su regazo- Toma esto –tendió un sobre con los bordes doblados y la apertura rasgada- Gold se reunirá contigo el próximo miércoles a las tres de la tarde, así podrás ver cómo es el lugar. Estás en la zona de cocinas, fui con la abuela, creo que te gustará.

-Henry esto es… -Regina no tenía palabras, y Regina siempre tenía palabras –Gracias hijo –y no supo que más añadir.

Pasaron la tarde discutiendo sobre la palabrota que había dicho Henry. Luego cambiaron a hablar sobre cómo iban a pagar eso, por supuesto el chico daba por sentado que los Mills dinero tenían. Después de charlar del regalo, los superhéroes y los deberes se fueron casa.

Y el miércoles llegó. Esa mañana la alcaldesa se vistió con una camisa gris de corte ajustado, unos pantalones de traje de tiro alto y un cinturón rojo. Optó por un maquillaje discreto. Un abrigo oscuro y un bolso elegante, como ella. Desayunó un bol de fruta y un yogur 0%. Henry apenas habló, sólo le dio un beso en la mejilla y salió escopeteado al colegio.

La mañana de Regina transcurrió sin sorpresas. Aunque, eso sí, intercambió 176 mensajes de móvil con Kathryn Nolan. No iba a acompañarla, pero eso estaba bien. Regina nunca había tenido amistades cercanas.

Después de su ensalada cesar se dirigió al centro cívico donde Gold la esperaba. El sitio ocupaba las dos primeras plantas de un edificio tres bloques más al sur de la torre del reloj. Tanto el suelo como las paredes de la recepción y los despachos eran de madera. Había tres salas acomodadas para conferencias y charlas. Una sala preparada para pintura y cerámica, por lo que se podía apreciar del suelo de plástico. Al principio del pasillo de la segunda planta había dos cocinas, una más bien grande. Esa era la de Regina. La sala tenía una encimera en el medio cerca de la pared, con una pizarra detrás, una mesa junto a la encimera y tres hornos al final. Para los alumnos había dos filas de encimeras de acero.

Gold explicó sin muchos detalles el funcionamiento del lugar

-Dispondrás de una hora y media cada viernes, de siete a ocho y media. El alquiler de la sala se le cobrará mensualmente a usted como particular. Cualquier material dañado tendrá que ser repuesto y la fianza se la cobraremos hoy mismo. –la voz del señor Gold era firme y suave, a Regina no le sorprendía. El hombre se paseó hasta la mesa y tendió un documento. –Firme aquí –pasó la página- aquí –volvió a pasar por los documentos hasta encontrar dos huecos en blanco –aquí y aquí por favor Mills.

Tras las firmas Gold se apartó con discreción hacía el pasillo –Recuerde que las llaves las tendrá que pedir cada viernes en recepción. Dicho esto dejo que disfrute su regalo señora alcaldesa.

Regina pasó las yemas por el acero de las encimeras. Se acercó al ventanal que iba de punta a punta de la sala y sonrió a su reflejo, ni ella reconocía esa expresión de paz en su rostro.

-Todo irá bien –se dijo a sí misma.

Y así iba a ser, todo iba a irle bien. Y ese iba a ser su problema. Nos hacemos a la idea que mucho malo es insoportable, que no sabremos manejarlo. Nadie nos ha contado que mucho bueno también puede desbordarnos y sin duda, tampoco sabemos manejarlo.

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A/N: y comentad, por favor :)