Disclaimer:

Hola! Uff! Cuánto tiempo sin escribir por aquí, pero no podía dejar pasar la oportunidad de estrenar la sección de SS! Bueno, esta serie de historias están basadas en mi el re-make de Street Sharks (SS Genetic Wars) el cual desarrollo básicamente en cómic. La história está algo cambiada, la ambientación es más adulta (no tan infantil), el diseño es distinto y está ambientada en una Fission City pre y post la Guerra Genética.

Podeis encontrar más información acerca del re-make en mi página de Deviantart : .com/

#01

Nunca tuve madera de líder; ni tampoco quise tenerla. Simplemente creía que no la necesitaba, que alguien ya daba las órdenes por mi y si la gente de mi alrededor decidía obedecerlas era porque lo creían correcto o porque les obligaban a ello. Yo nunca quise obligar a nada y mucho menos pretender que mis acciones siempre fueran correctas. Pero hubo tiempos de cambios, y lo que yo quisiera poco tenía que ver con lo que debía hacer; de pronto me di cuenta de que la voluntad no vale nada en tiempos de guerra. Fue el deber lo que me obligó a levantar la cabeza cuando el resto no lo hizo, aunque eso pudiera llegar a destruirme.

Hola, soy John Bolton, y ésta es sólo una parte de mi historia.

Supongo que mucha gente aseguraría que el color de la vida depende de los ojos que la observan. Des de mi posición de científico siempre me ha parecido una soberana estupidez; pues os aseguro que el cambio cromático de un globo ocular a otro no tienen nada que ver con lo desgraciado o feliz que seas. Aún y así, ahora puedo aseguraros que nadie – ni quién dijo esa frase por primera vez, ni yo mismo – había visto la vida des de los ojos de un tiburón. A pesar de que las diferencias a simple vista son ínfimas – aún sigo calzando mis inseparables iris de color café – el conjunto en sí es, si más no, curioso. Soy capaz de ver más, de intuir mucho más de lo que observo y de ir más allá en lo que veo. Capaz de percibir el aura – si así puedo llamarlo – de los que me rodean, los sentimientos dejan de ser tabús para mi: su miedo, su histeria, sus dudas… son las emociones que percibo con más facilidad. Emociones que me permiten analizar y predecir en milésimas cual será su próxima conducta, su próximo comportamiento. Su próximo paso en falso, si lo preferís. Cosas de un depredador, supongo.

Debo añadir que dicha capacidad resultó inquietante, tanto para mi cómo para el resto de mis hermanos. Después de nuestra mutación cada uno tuvo que enfrentarse a su nueva identidad con sus propios medios, pues cada uno pareció recibir una debilidad – o una virtud – distinta, pero sólo por el hecho de ser tiburones compartimos muchas otras y, aseguro, no fue fácil hacerse a ellas.

La hiperactividad típica de los escualos y, por ende, la falta de sueño nos confundían. Aún recuerdo que Streex pasó semanas durmiendo a deshoras, incapaz de recuperar la percepción del tiempo y de saber cuándo amanecía y cuando se ponía el sol. Se paseaba histérico de un lado a otro del sótano en el que nos alojamos durante los primeros meses, como si fuera un león enjaulado. Recuerdo haberle oído gritar de agonía en más de una ocasión, quejándose por no poder parar, por no poder descansar, por sentir la necesidad imperiosa de moverse, correr. Aseguraba que la respiración se le aceleraba si se quedaba quieto; y eso le mataba.

Jab , esa parte, la llevó mucho mejor. A causa de sus constantes salidas nocturnas y su habilidad para trasnochar cuándo aún era humano, supo canalizar su hiperactividad hacia la agresividad. Eso sí fue un problema…Fue imposible tratar con él las primeras semanas. Se encerró, sólo salía para comer y le costó volver a hablar. Recuerdo sentarme junto a él durante horas, esperando que me dirigiera la palabra en algún momento, preguntando, indagando, incluso provocando…Soy consciente de que para él acostumbrarse a su aspecto le resultó mucho más duro que a los demás, y su carácter – ya de por si problemático – no le ayudó en nada. Necesitó encontrarse en una situación límite, en una emergencia que le obligó a reaccionar y salir de esa pequeña burbuja de odio y rencor en la que se había encerrado a sí mismo. Una emergencia que nos mantuvo a todos en vilo: Slamu.

Un día cualquiera, simplemente empezó a vomitar. Al principio pensé que podía deberse a los nervios de la situación, a la tensión a la que se había visto sometido con nuestra mutación, nuestra fuga, búsqueda y captura y posterior encierro en el sótano de la tienda de Bends. Creí que simplemente era una reacción a todo lo que le estaba ocurriendo. Pero la cosa se volvió más problemática cuándo enfermó. Su estómago no aceptaba nada y su nuevo metabolismo necesitaba ingerir grandes cantidades de alimentos. El apetito era constante y el hambre fuerte – durante los primeros días todos sufrimos una necesidad imperiosa y casi enfermiza de comer a todas horas, poco a poco y cada uno a su manera, logramos controlarlo – pero él no. Al final acabó en cama y yo me destrocé los nervios y me devané los sesos tratando de buscar una solución.

Reconozco que fueron momentos difíciles; demasiado, tal vez. Me sentía el único pilar derecho de toda la familia, tenía mis hombros a punto de derrumbarse por todo el peso que estaba soportando en aquellos momentos; un peso que nunca quise y que nunca antes tuve que llevar. A pesar de haber sido siempre el hermano mayor nunca me caractericé por ser un tipo familiar, yo tenía mi vida y mis hermanos la suya y hacía mucho tiempo que habían dejado de necesitar mi ayuda y consejo – si es que alguna vez lo necesitaron.

De pronto me vi sumergido en un mundo que desconocía. La desaparición de nuestro padre me empujó a adquirir – a la fuerza – su rol, y no estaba preparado para ello. Yo no estaba preparado para dar órdenes y mis hermanos tampoco querían cumplirlas. Estaba perdido, desubicado y completamente desesperado.

Algo empezó a agolparse en mi interior. Me pesaba, me molestaba y hasta me dolía. Todos aquellos nuevos sentidos - que yo había logrado controlar a la perfección y que habían sido causa de la perdición de mis hermanos - me atacaron de golpe. Recuerdo haber estado una semana sin dormir. Tampoco lo necesité. Slamu estaba tirado en la cama y yo – con mi carrera de física y bioquímica – me sentía incapaz de poder ayudarle. Entré en un estado de sopor hiper alertado. Despierto, atento, controlando las puertas y salidas, y los movimientos. Los movimientos de todo lo que me rodeaba. A causa del stress que estaba sufriendo en aquellos momentos mis sensores se dispararon; seguía los movimientos de Bends por la tienda, justo encima de mi. Los de él, los de los clientes que entraban y salían, un poco más allá el de los coches y transeúntes de la calle, animales, bicicletas…nada se me escapaba, cualquier tipo de gesto, torsión o golpe que emanase vibración en el suelo era detectado por mi radar y canalizado de manera directa y exasperante a mi cerebro. Mi sistema nervioso no supo controlarlo, me sentía incapaz de filtrarlo y mucho menos de gestionar tanta información a la vez. Me recuerdo ahí, sentado, rígido tras días de no dormir y con la vista clavada al frente mientras seguía los pasos de cientos de personas que hacían sus vidas encima de mi. Streex se paseaba por la habitación cómo había estado haciendo las últimas semanas, de un lado a otro, continuamente, sin detenerse y había adquirido el extraño tic nervioso de sacar y esconder constantemente sus uñas retráctiles; ese silbido me mataba, me estaba torturando. Ese sonido se mezcló con sus pasos, con los de Bends, con los de la otra gente, con el rugir de los motores, con otras vibraciones que percibía…todo se me hizo incontrolable y estallé.

Fue casi de repente y sin aviso previo, Streex recibió un puñetazo en el costado de su cara. Se tambaleó y permaneció apoyado en uno de los muebles, observándome, con los músculos en tensión y las garras clavadas en la madera detrás de sí. No dijo nada. Recuerdo el dolor de cabeza y el de mi puño palpitando por el golpe. Me derrumbé de nuevo en el mismo asiento y empecé a gritar rodeando mi cabeza con ambas manos.

Simplemente no podía con eso. Estuve tratando de esconderlo todo: mis propios males, mis instintos, mis sentidos, mis incomodidades… mi yo tiburón. Lo había reprimido todo para tratar de solucionar todo aquello que atormentaba a mis hermanos pequeños: la hiperactividad de Streex, la rabia y la pérdida del habla de Jab, la enfermedad de Slamu…todo. Me había volcado tanto en ellos que había olvidado por completo que ya no era humano y que yo también tenía mis propios problemas internos a los que adaptarme. Esa anulación de mis sentidos durante tantas semanas pareció florecer de golpe con el stress que me provocó la situación.

Grité todo lo que pude. Rogando que mis sensores se apagasen o que pudieran desconectarse cómo si de un radar corriente se tratara. Pero no había manera. Las vibraciones seguían golpeándome la cabeza cómo bloques de hierro, los olores de toda la casa se me acumulaban entregándome más información, mi corazón empezó a latir más rápido pidiéndome actividad. Movimiento. Hambre. Sonidos. Olores. Movimientos otra vez…

-Es la carne - la voz de Jab retumbó en mis oídos y, por un momento, mi sensor se apagó. Silencio. Calma. Por fin. Abrí los ojos, relajado. Lo repitió otra vez. - La carne es su problema… -su voz me sonaba tan cercana y a la vez tan distante…tantas semanas sin escucharle se me habían hecho eternas y esa frase pareció devolverme a la serenidad anterior.

En algún momento de mi desesperada y encarnizada lucha interior, Jab había aparecido en la sala. Calmado, con el deje de indiferencia que le caracterizaba, permanecía apoyado en la puerta. No preguntó, no dijo nada más. Se marchó a su encierro de nuevo.

Todos caímos en la cuenta. La variante de tiburón en la que mi hermano Slamu había sido mutado no era carnívora. Perdidos por nuestro frenesí a la hora de alimentarnos y cayendo en ávido tópico acerca de la alimentación de los escualos no nos percatamos de ello y Slamu había estado tratando de ingerir carne cómo solía hacerlo cuando aún era humano. Su cuerpo se la rechazó intoxicándole. Mi hermano pequeño, hábil carnívoro durante la mayor parte de su vida – humana – tuvo que volverse vegetariano para poder sobrevivir.

Es extraño cómo ahora, después de tantos años, recuerdo todas estas escenas con una enorme sonrisa en mi cara; escenas caóticas, momentos tensos, dolorosos en su mayoría – tanto física como psíquicamente – y de gran importancia en nuestras vidas. El inicio de un viaje, de una nueva vida. Un inicio escabroso y difícil que nos descubrió partes de nosotros que ni siquiera sabíamos conocer; que no queríamos conocer.

Nunca quise ser un líder, pero sé que puedo serlo y, lo más importante aún: debo serlo. Seguiré levantando la cabeza, aunque eso pueda llegar a destruirme.


Seguiré actualizando ;-)

Kska's OUT!