Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "Bienvenidos a Storybrooke".

Disclaimmer: Nada relativo a la serie OUAT me pertenece, todo es de la ABC.


VENGANZA.


La nieve caía lentamente sobre el bosque creando un manto blanco sobre la helada hierba que agradecía que la cubriera, que pudiera esperar el calor bajo aquella superficie que la guarecía. Los animales descansaban en sus casas, algunos invernaban esperando tiempos mejores donde los árboles florecerían, la nieve se derretiría, los pájaros volverían y cantarían y el bosque volviera a estar lleno de vida. Esperando el momento cuando la muerte abandonara aquél lugar llevándose consigo toda aquella frialdad.

Killian Jones, recién nombrado Hook, miraba todo ese vacío, toda esa frialdad, sintiéndose identificado con el bosque en aquel estado. Miraba fijamente su muñón con rabia, pero ni siquiera pensaba por un momento en la pérdida de su mano, en el cosquilleo que sentía, en cómo sentía el fantasma de sus dedos todavía ahí, como si aún pudiera moverlos, cómo si todo fuera un simple espejismo y sus huesos, músculos, piel, articulaciones, todo siguiera allí. No. Todo el odio estaba provocado por el vacío que su corazón había creado. De hecho, consideraba que ya ni si quiera tenía corazón, sí, tenía el órgano que todavía le hacía seguir viviendo pero ya no era un corazón porque ya no tenía ninguna razón por la que latir segundo tras otro, nadie a quién ser entregado.

Apoyado en el árbol mientras la nieve caía sobre él como si fuera parte del paisaje pensó en el culpable de que tuviera un muñón y de que careciera de corazón, un solo hombre, un cobarde, alguien que había arruinado su vida y pretendía arruinársela a los demás. El esposo de su amada. El culpable de su vacío. Su enemigo. Él. El recién nombrado Ser Oscuro; capaz de matar a su propia esposa, a la madre de su hijo, a la que en su momento llegó a amar. Killian Jones dudaba que ese monstruo pudiera amar, no cómo él había amado a Milah, por supuesto. Creía que él sólo había estado obsesionado por aquella mujer y, cuando vio que ella ya no le soportaba más, se había marchado. Dejándolo solo, harta de su cobardía.

Killian la entendía, por supuesto, a él le provocaban repugnancia los cobardes y, cuando Milah le contó lo que su esposo había hecho para no luchar en la guerra, no podía evitar sentir pena de un ser tan insignificante y carente de valor. Para él, la cobardía era algo inhumano, algo de lo que avergonzarse, algo por lo que esconderse.

Miró el cielo nocturno, cada vez más oscuro, pensando que debería volver a casa y encender la chimenea para entrar en calor. Sin embargo, aquel calor jamás llegaría a calentarlo, no como el calor de Milah había hecho. Aquella frialdad, por el contrario, penetrando su piel y congelando hasta sus huesos, era bienvenida, enfriaba poco a poco toda la sangre que corría por sus venas provocándole un extraño sentimiento de paz, de tranquilidad, le hacía estar en comunión con su órgano latente y su mente. Calmaba el dolor. Le sedaba. Y eso era más que bienvenido.

Todo era bienvenido, todo lo que pudiera calmar el dolor que pronto mutaría en el más profundo odio. Antes de que mutara y explotara en un febril sentimiento de venganza, de vengar a su amada. Cuando lo hiciera, podría reunirse con ella pero, antes, se llevaría con él al Cocodrilo.

Lo juraba con su juramento de pirata. Lo juraba por su nombre: Killian Jones. Lo juraba por su garfio.


FIN.