El mundo y los personajes de Digimon no me pertenece. Esta historia nació para fines de entretenimiento y no busco lucrar con ella.


El fantasma del Apocalipsis

Prólogo


Nadie sabe cómo ocurrió, en realidad. Puede haber sido por el reordenamiento de los datos tras la derrota del enemigo en el mundo que mencionaron. Un virus que se apropió de la información y se reorganizó… Quizás uno agonizante que necesitaba de la energía de otro ser… —explicó un digimon con aspecto de gnomo —Es algo que nunca había sucedido

Las Bestias Sagradas no participaron en la batalla —terció otro— El hecho de que vencieran al enemigo se debió a intervención humana.

Los humanos son criaturas impredecibles, complejas y poderosas. Nosotros lo hemos visto una vez —aseguró una voz femenina, casi con nostalgia— Hace mucho, mucho, tiempo. Sin esos humanos, no estaríamos aquí en este momento.

Los cinco presentes se quedaron en silencio ante las últimas palabras. Era cierto. Ellos habían tenido una oportunidad... No, no sólo ellos. Su mundo había tenido una segunda oportunidad gracias a la intervención de los seres humanos.

Tres de ellos removieron en sus pensamientos los rostros infantiles que recordaban con claridad perfecta. ¿Cuánto tiempo habría pasado para ellos? Tal vez ni siquiera se parecían a los niños que recordaban.

¿Entonces, qué es lo que haremos? —dudó una voz, inquieta y preocupada— Esto puede arriesgar nuestro mundo y los demás que son iguales a este. Especialmente el que dio origen a todo, el de los humanos.

Tendremos que llamarlos, nuevamente —afirmó otra, con convicción. Y un deje de tristeza, casi confundido con otro de añoranza se filtró en sus palabras.

Han tenido que pasar tanto la última vez. Casi no sobreviven a la última batalla y prometimos que… —aseveró una tercera, con inquietud. Su voz se perdió antes de que la frase pudiese completarse— ¿Estás seguro de que será necesario?

Uno de los digimon pequeños levantó la cabeza de su libro inmediatamente, prestando nuevamente atención a la plática y olvidando revisar los caracteres que se plasmaban en las hojas que tenía delante de sí. Sus ojos negros refulgían de alegría ante la posibilidad dicha por aquel al que quería como un hijo.

Su compañero, siempre más disperso y distraído, pareció comprender —por vez primera, sin necesidad de explicaciones— lo que estaba sucediendo y quiso evitar alegrarse, pero no pudo. También le hacia feliz pensar que volverían a verlos.

Podemos contactarnos con las Bestias Sagradas que protegen aquel sitio. Estoy seguro de que intentaran resolver el problema a su modo antes que nada —tras sus palabras, hizo una pequeña pausa— Sin embargo, no podemos dejarlos al margen, tampoco. Ese es su mundo, Ophanimon. Si ellos no están dispuestos a salvarlo… ¿quién más lo hará?

(***)


Primer Arco

Mundos que colisionan


Capítulo 1: "Cuando una puerta se abre"


—Aquí tienes un poco de agua, Hikari —susurró Taichi.

Apenada, la menor de los hermanos no levantó la mirada mientras aceptaba lo que le ofrecía su hermano mayor.

Tailmon estaba en silencio absoluto y había estado en esa forma desde que su amiga había despertado. Claro, no era agradable ver que Hikari estaba llorando mientras dormía pero el hecho de que gritase antes de despertar la había preocupado mucho más de lo que podía describir.

—Gracias, niisan —murmuró ella

—¿Te encuentras bien? —insistió él, sin dejar de mirarla.

Se forzó así misma a levantar el rostro y sonreírle a Taichi— Sí. Sólo fue una pesadilla.

—Hace años no las tenías —le recordó su hermano mayor, con aire preocupado— ¿Quieres hablar sobre ello?

Aunque hubiese querido, no pretendía molestarlo a él bajo ningún concepto. Además, no es que ya no tuviese pesadillas. Lo que ocurría, era que las que hasta entonces tenía nunca eran tan aterradoras.

—No recuerdo que fue lo que pasó —susurró ella, en voz baja. Hubo un pequeño silencio antes de que volviese a hablar— No me hagas pensar en ello

Con el ceño fruncido, Taichi compartió una mirada con la compañera digital de su hermana. Tailmon negó con el rostro, como pidiéndole que no contradijera a la muchacha y luego deseó que el mayor de los Yagami la entendiese. No tenía caso buscar una discusión porque eso sólo lo haría peor para ella.

—Está bien, Hikari —masculló él, ligeramente inquieto— Pero por favor, no te guardes lo que te hace daño, ¿de acuerdo?

La joven de ojos cobrizos asintió con la cabeza, con aire ausente.

Su hermano la contempló con preocupación antes de que Tailmon le hiciese un gesto sencillo para que las dejase solas. Un Taichi aprehensivo era lo que Hikari menos necesitaba en un momento así. De todas las cosas que detestaba la pequeña Yagami, una de las peores era hacer sentir mal a su hermano. Era irónico, porque en ese instante, lo que a Taichi más le dolía era que su hermana no tuviese la suficiente confianza en él para decirle que es lo que le inquietaba.

Tailmon se decía, a veces, que ese par de hermanos era demasiado similar para su propio bienestar.

—Dejaré la luz encendida —avisó Taichi, antes de cerrar la puerta tras de sí.

Sólo cuando el mayor desapareció del cuarto, Hikari se permitió liberar un poco del aire que estaba sosteniendo.

Su habitación se sentía inesperadamente solitaria ahora que él se había marchado.

Hacia años que no compartía el dormitorio con su hermano aunque, a veces, se dirigía hacia el cuarto de Taichi y le pedía que la dejase quedarse en la litera superior, como ocurría antaño. La presencia del mayor era suficiente para hacerla sentir segura, en general. Además, hasta el año pasado, Taichi era el único que disponía de un equipo de computación en su habitación —más amplia que la de ella— y eso la había empujado a estar allí más veces de las planeadas.

Su tío Yuuto le había regalado una computadora portátil el año anterior. Un regalo que pretendía compensar años de ausencia, supuso, en su vida. La vida de su sobrina, una persona a la que, prácticamente, desconocía.

Al menos, pensó, su madre había querido no perder contacto con su consanguíneo y había aceptado la visita después de aquella pelea lejana. Hikari no sabía la razón y sospechaba que no debía opinar al respecto. Sin embargo, la idea de que ella y Taichi pudiesen terminar llevándose como su madre y su tío, francamente le disgustaba.

Por suerte, Taichi era un sol. Nunca dejaría que algo lastimase a su hermano adorado y siempre evitaría que las peleas los distanciasen. Era imposible no discutir con Taichi, siendo que ella también tenía una vena Yagami que era terca... Pero jamás al nivel de no hablarse por más de diez minutos. A lo máximo que habían llegado, fue a media hora.

—Gracias, niisan —suspiró, sin dirigirse a nadie en particular.

—Hikari —masculló Tailmon y se acercó hacia el lugar donde se encontraba su compañera— ¿Qué es lo que va mal?

Los ojos cobrizos resplandecían cristalinos bajo la luz del velador.

No .

Se cubrió el rostro con las manos, antes de suspirar. La sensación de opresión no se despegaba de su corazón.

—Tranquila —dijo la digimon felina, disimulando la punzada de inquietud que la sacudía por completo— No pienses en ello.

Desde que habían vencido a BelialVamdemon había transcurrido más de un año y la puerta digital que intercomunicaba dos mundos había sido abierta de manera, aparentemente, definitiva. Eran tiempos de relativa paz. Cientos de niños (tal vez no tantos) habían recibido sus compañeros digitales en ese tiempo récord y su amiga incluso había tenido la oportunidad de hacer que sus padres visiten el Digimundo en agosto del año anterior. Salvo unos cuantos digimon rebeldes por la incipiente unión con los humanos, nada especialmente grave había sucedido.

—Vuelve a dormir —prosiguió, con dulzura— En la mañana, todo lo verás con mejor luz.

A Tailmon le inquietaba que ese sueño de su compañera indicase que algo estaba a punto de cambiar.

(***)

Despertó pensando que algo malo estaba por ocurrir. Despertó sintiendo que se ahogaba en algún lugar oscuro que amenazaba con evitar que lograse llenar sus pulmones con aire limpio. Despertó aterrado ante un temor que no sabía de donde provenía. Despertó con el corazón palpitándole como si hubiese estado en una maratón, como si hubiese estado corriendo para alejarse.

No fue una sensación agradable, tampoco, la que lo invadió cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad reinante en la habitación. Las sombras que allí estaban parecían querer indicarle que aun no era el momento de iniciar su día.

Sin embargo, el malestar se desvaneció lentamente cuando escuchó un suspiro, suave y apenas audible, rompiendo con el silencio.

—¿Kouichi? —inquirió, intentando visualizar la figura de su hermano mayor en las tinieblas —¿Ocurre algo?

Era un fin de semana y tenía permiso para pasarlo en casa de su madre, algo que ocurría habitualmente desde hacia meses.

Cualquier sensación de temor se habría disipado por la preocupación que inundó su corazón de una sola vez. No podía ver la expresión de su gemelo, pero dudaba que eso fuera necesario. Kouji entendía que, probablemente, su hermano había tenido una pesadilla. No estaba seguro de si pudiesen compartir algo de esa índole, algo tan íntimo como las pesadillas, aunque había oído en alguna parte que muchos gemelos sueñan con lo mismo.

Sinceramente, esperaba que eso no les sucediese a ellos.

El mayor de los gemelos se sobresaltó y parpadeó en su dirección, pese a que todo estaba a oscuras— ¿Te desperté, Kouji?

El menor reprimió los deseos de rodar los ojos, aunque se sintió aliviado de la oscuridad que lo amparaba cuando cedió al impulso. Su hermano jamás lo exasperaba al nivel de Takuya, algo probablemente imposible en alguien más que no fuese su castaño amigo, pero sin dudas —a veces— se acercaba bastante.

No —dijo, de inmediato— Además, yo hice una pregunta primero

—No pasa nada —fue la replica que recibió y que esperaba de antemano— Es sólo que tuve un sueño muy extraño.

—¿Una pesadilla? —dudó Kouji—¿Sobre el Mundo Digital…?

Su hermano tenía pesadillas con una facilidad que lo pasmaba, a veces.

—No lo sé.

Sabía que esos sueños se relacionaban con aquellos días en los que se dejó invadir con la oscuridad de su corazón, pero rara vez podía ver algo más allá de eso. Cuando Kouichi soñaba con Duskmon, eso si le inquietaba, porque sus maneras de despertar en esas ocasiones estaban lejos de ser tranquilas. Kouji sabía que soñaba con eso cuando se agitaba al dormir y su grito ahogado se alzaba contra la barrera del silencio.

No obstante, esos sueños habían perdido frecuencia con el correr de los días. Pese a todo, seguía sin comprender porque él parecía aferrarse a esos recuerdos dolorosos…

Ellos habían dejado atrás ese pasado que los había llevado a conocerse.

De todas formas, estaba claro que para su hermano mayor, aun había algo inquietante en la idea de haberse perdido en las tinieblas.

No lo entenderías —le dijo Kouichi una vez, mientras él le hacia esa misma pregunta— Créeme, yo tampoco lo entiendo. Sólo sucede… No es agradable soñar con ello, tú sabes.

Kouji también tenía pesadillas con algunos sucesos del Mundo Digital, por supuesto. Algunas eran terriblemente reales, porque podía sentir esa conocida opresión en su pecho que le resultaba familiar. Y la mayoría de ellos se dedicaban a recordarle que casi había perdido a su hermano gemelo en esa última batalla.

Aun le pesaba la idea de que, si eso hubiese sucedido, sólo habría conocido a Kouichi para volver a perderlo. La posibilidad lo aterraba, continuaba paralizandolo de un modo que le preocupaba absurdamente.

Sino hubiese sido porque llegaron a tiempo a ese hospital…

No te tortures más —aconsejó Takuya, en uno de esos brotes de sabiduría que a Kouji no dejaban de parecerle extraños— Sólo piensa en que ya todo quedó atrás.

Era un alivio saber que pese a la terquedad y orgullo de Kanbara, podía contar con él sin importar el lugar y el tiempo.

Suspiró. No dijo nada por unos minutos y sabía que Kouichi no le pediría que lo hiciera, aunque lo necesitara.

—No pienses en ello —susurró finalmente, con la voz perdiéndose en el mutismo— Hoy veremos a los demás, así que será un día largo. Vuelve a dormir, niisan. Tienes que descansar.

Lo alivió escuchar su risa, porque le ayudaba a distraerse de su propia pesadilla. Las imágenes habían comenzado a perder sentido e ignoraba si la recordaría en la mañana. Esperaba que no.

—Tú también, Kouji.

(***)

Junpei bostezó sonoramente, cansado. Había olvidado apagar su despertador... Siempre lo olvidaba. Y no podía dormir una vez que se despertaba.

Llevaba despierto más tiempo del que había pensado y sus sueños no habían sido precisamente epítome de la tranquilidad. No podía precisar de qué trataban, pero sabía que cinco rostros familiares habían estado en ellos. Supuso que jugar videojuegos sanguinarios había contribuido a que recordase ciertos eventos del pasado que tenía en común con sus más cercanos amigos. Y todo se había torcido a partir de allí.

Eso le ocurría por haber apostado contra Kenta —su compañero de pupitre— que llegaría al último nivel antes de que él acabase con el juego. Era especialmente competitivo cuando sabía que podía lograrlo y no había intentado cambiar el hecho. El juego no había sido la excepción. Kenta había renunciado después de las dos de la mañana pero Junpei llegó hasta el final, sólo un par de horas después.

De todas formas, había ganado.

Quizás había estado gran parte de la noche despierto, pero había funcionado su plan.

Llevaba el cabello despeinado cuando ingresó a la sala. Su pijama seguía siendo parte de su atuendo y el bostezo, de su saludo.

Una mujer paseaba por el living, con una cartera y estaba guardando cosas en ella. Su madre, supuso, estaba por salir a trabajar. Hacia poco había conseguido un empleo como secretaría de alguien… él no lo recordaba exactamente de quien o en donde, pero se dio cuenta de que eso era algo bueno. Ella había perdido su empleo anterior pocos meses antes y no le gustaba quedarse en la casa haciendo nada.

—Junpei —regañó su madre, con dulzura— No deberías dormir tan poco. Es necesario descansar ocho horas para tener buena salud…

Sabía que él había estado despierto hasta pasadas las cinco, pero no el muchacho no preguntó porqué. Siempre suponía que su madre era una especie de adivina, o que su sexto sentido era muy desarrollado.

—Estoy bien, mamá —afirmó, mientras se esforzaba por ocultar la flor que se escondía detrás de su espalda— Ya verás que bien me siento —pausó—... ¡mira!

Como había señalado hacia el extremo opuesto con aire sorprendido, la señora Shibayama se había apresurado para encontrar aquello que su hijo le había indicado. Frunció el ceño al no encontrar nada sobre la pared color durazno y volvió los ojos, sólo para encontrar una pequeña flor esperandola sobre la mesa.

Junpei se había sentado, con la sonrisa bailandole en los labios.

Rió— Sabía que tendrías vocación de mago —aseguró la autora de sus días.

—Lo sé —anunció divertido, mientras tomaba su desayuno con tranquilidad— Mamá, hoy no vendré temprano, ¿de acuerdo? Tal vez quede con alguno de los chicos.

Takuya había dicho que, tal vez y sólo tal vez, harían algun tipo de campamento. No esperaba que lo cumpliese ese día, pero con lo impredecible que era ese chico, mejor estar preparados. Además, estaba seguro que Izumi y Tomoki se asegurarían de hacer todo lo posible para cumplir ese plan. Kouji seguro fingiría protestar y con Kouichi era díficil estar seguro. Probablemente, también aceptaría.

Él no quería discordar con sus amigos.

—¿Tienes que salir? —inquirió su madre, que ya se encaminaba hacia la puerta.

—Sí, veré a Izumi y a los demás —avisó, tocandose la nuca con aire distraído— Ya sabes, a mis amigos…

Cuando la señora Shibayama abandonó su hogar, la sonrisa de alegría no había abandonado sus labios. Estaba orgullosa de cómo había cambiado Junpei gracias a esos misteriosos amigos que, parecía, había sacado de una galera.

(***)

—¿Qué es lo que pasa, Takeru? —inquirió Patamon, desperezandose con lentitud— ¿Estás nervioso por lo de hoy?

El joven Takaishi negó con el rostro y abandonó el lápiz sobre la mesa. Solía escribir palabras sueltas que llegaban a su mente. Las reservaba para su futuro proyecto: escribir sus aventuras en el Mundo Digital. Aunque había iniciado como una broma de su madre el año anterior, pensó que sería agradable mantener esos recuerdos de alguna forma. ¿Qué mejor que la escritura? Dudaba hallar algo más gratificante que ello. Aunque, debía decirlo, distaba mucho de ser bueno.

La memoria podía ser muy frágil, y los recuerdos podían perderse como las pisadas sobre la arena que se pierden cuando son arrastradas por las olas.

—He tenido una extraña sensación al despertarme —aseguró, luego de terminar su desayuno— De hecho, no he dormido bien, en absoluto.

Patamon frunció el ceño mientras se colocaba sobre la cabeza de su compañero.

—¿Qué es lo que te está molestando? —insistió Patamon, con aire preocupado.

—No es nada —afirmó— Además, tener una mala noche no significa que todo irá mal, ¿no te parece? Vamos, que hoy tenemos mucho que hacer… ¿sabes?

El optimismo brillaba en sus ojos azules como el sol resplandecía en el cielo. Por eso había sido elegido para encarnar la esperanza.

—¿Está nerviosa tu mamá?

—No —negó el muchacho, sonriente—, a ella no la ponen nerviosa las cámaras. Sólo mi papá y mi hermano.

—Takeru —lo medio regañó el digimon.

—Hablo en serio —dijo él, sin dejar de sonreír— Aunque me alegro que eso está cambiando.

—Como si no hubiera sido tu idea, para empezar —se burló el digimon.

El hermano menor de Yamato, soltó un suspiro con exagerado dramatismo— Sólo les di un pequeño empujón para que estuvieran, más tiempo, juntos.

Patamon se rió, divertido. Entonces, miró a su compañero con un deje de inquietud— ¿A que hora debemos ir a casa de Koushiro?

—¿Qué es lo que pasa, Patamon? ¿Estás nervioso por lo de hoy? —inquirió el muchacho, divertido.

Su amigo rodó los ojos y el joven Takaishi le acarició la cabeza, para tranquilizarlo.

Por supuesto, él ya sabía la respuesta.

(***)

Había tardado más tiempo del que pensaba en salir del cuarto. Pero es que quería verse presentable en el desayuno. Y a ninguno de sus padres —especialmente a su madre— le habría gustado verla con el piyama a esas horas de la mañana.

Tendría que controlarse mejor para la próxima o, finalmente, dormiría toda la mañana. No le gustaba la perspectiva, porque sentía que era una manera sencilla de perder horas de luz.

—¡Ciao, Paolo! —escuchó que decía su madre y parpadeó, extrañada.

Habían llegado a Japón dos años atrás y rara vez escuchaba a su madre hablando en italiano. A excepción de cuando hablaba por telefono, claro. Izumi sabía que sus progenitores no tenían problema alguno con los idiomas y aunque su madre tuviese ascendencia italiana, su japones era perfecto porque había llegado al país del sol naciente cuando era muy pequeña.

Tampoco le había ocurrido lo mismo que a ella. Había estado menos tiempo que sus progenitores en Italia, pero de tanto en tanto, alguna palabra de ese origen se entremezclaba en su japones.

Se detuvo un minuto y vio que su madre dejaba el celular a un lado, sobre el mantel blanco que adornaba la mesa.

Caminó, procurando no hacer demasiado ruido, hasta llegar junto a ella.

—¿Estás son horas de levantarte, Orimoto Izumi? —espetó la autora de sus días.

La aludida sonrió. —Lo siento, me quedé hasta tarde platicando con Ruki—chan y…

La mujer se rió, inmediatamente. Los dientes perfectos, con los que se podría hacer propaganda aparecieron al instante— Lo sé. No deberías acostumbrarte a dormir hasta tarde porque cuando regreses a clases, no podrás seguir el ritmo…

Lo que ocurría realmente, era que estaba feliz de ver que su hija parecía haber dejado atrás sus problemas para llevarse bien con las personas.

Ruki—chan era una de las muchachas que antes habían apartado a su primógenita de su lado por las diferencias que existían entre ellas. En Italia, Izumi jamás había tenido problemas para encontrar amigos pero tampoco había tenido a nadie que le hiciese frente antes.

Sus hermanos le decían que Izumi tenía la sangre caliente de la familia y que su carácter podía ser un problema si ella no lo controlaba.

Sin embargo, y aunque al principio fue un problema, parecía que su preciosa niña había terminado por controlar su temperamento.

—No te preocupes, mamá —replicó ella, restandole importancia— No me acostumbraré. ¿Dónde está papá?

—Fue a trabajar. Sabes que no le gusta hacer esperar a sus clientes, aunque estos últimos deseen concertar una cita a las nueve de la mañana.

Como era avocatto*, uno muy dedicado y que recientemente había logrado inaugurar su propio buffet profesional, estaba muy atareado. Sus colegas los habían recomendado en algunos lugares y afortunadamente, todo estaba saliendo bien. A su padre siempre le habían gustado las leyes así que le fascinaba dedicarse a ello, desde su propio lugar.

Asintió para si misma antes de tomar un poco del desayuno… ¿seguía siendo desayuno, cierto? que tenía delante de ella.

—Deberías cortarte el cabello —aseveró la mujer, con los ojos examinando la cabellera rubia de su hija.

Izumi sujetó un mechón de su cabello e hizo un asentimiento con la cabeza. Pronto iba a llegarle a media espalda y no tenía intenciones de dejarlo crecer mucho más. Quería que sus amigos la viesen con ese cambio, porque pensaba que eso cumpliría su meta. Algún día, había prometido, sería una dama elegante. Un pensamiento levantó las comisuras de sus labios.

La sonrisa en su rostro no pasó desapercibida por su acompañante.

—¿Hoy debes reunirte con tus amigos, no es así? —observó, perspicaz la autora de sus días— Por eso estás tan contenta.

—Hoy veré a Takuya, Kouji, Kouichi, Junpei y Tomoki —repitió Izumi, con una sonrisa fácil y resplandeciente— Ha sido un tiempo desde la última vez

—¿Cuánto hace? —cuestionó, distraídamente.

Izumi frunció los labios, haciendo memoria— Creo que la última vez fue en mi cumpleaños… Oh, bueno, a Kouichi—kun lo vi luego pero… Hace tiempo que no estamos todos juntos. ¡Ahora se acerca el cumpleaños de Takuya! —festejó, riendo— Siempre se resentirá porque soy mayor que él.

(***)

—Le aseguro que cuidaré que Iori regrese a tiempo, Fumiko-san —aseguró Miyako, sonriendo— Sólo debemos reunirnos por lo que sucederá con…

La madre del menor de los elegidos, sonrió en respuesta. —Lo sé. Les deseo mucha suerte con eso a ellos dos.

—Han sido meses de preparación, y por fin todo parece estar tranquilizandose… Aunque no ha sido fácil, como usted sabrá —explicó la heredera del amor y la pureza.

—Me alegro que después de lo que pasó el año pasado, todo este mejor. A Iori le preocupaba mucho…

Miyako sonrió, con intenciones de calmarla— Todos estamos muy nerviosos, pero suponemos que todo saldrá bien. Es más, siquiera es necesaria esta reunión pero es una cábala —rió— Si estamos juntos, las cosas salen mejor.

Fumiko estaba conmovida de aquella amistad que unía a su hijo con tantos otros niños. Iori había crecido antes de tiempo, con vivir la muerte de su padre a la escasa edad de seis años. Nunca, hasta la llegada de Miyako a ese edificio, como a su vida, él había podido hacer muchos amigos. Hasta que ella y los demás elegidos (con sus digimon, por supuesto) llegaron su único hijo había sido muy solitario.

—Sí —sonrió la mujer— No me importa que Iori se ausente un poco. Chikara tampoco se opondrá y no le molesta que llegue tarde. Sus clases de kendo están por terminar. ¿Quieres pasar?

Negó con el rostro, aun tenía que hacer unas compras. Conociendo a los digimon, estarían hambrientos y era su deber, uno auto-asignado, conseguir algo para que comiesen. Además, tenía que convencer a Momoe que la cubriera en el mercado y eso iba a tomarle tiempo.

—A Iori le preocupa más sobre el cumpleaños de su abuelo.

Fumiko sonrió —Chikara no es muy entusiasta con su cumpleaños. Estará bien.

—¿Miyako?

La joven de cabello color lila se volvió hacia el menor de todos los elegidos.

—Hola, Iori. Feliz cumpleaños, Hida-san.

El hombre sonrió abiertamente y la obligó a darle un abrazo. Le pellizcó las mejillas como si ella fuese la homenajeada y le dio una sonrisa antes de entrar a la casa. Miyako pensó que Chikara no debía tener la edad que aparentaba... ¡Parecía más pequeño que su nieto!

—¿Ya es hora de irnos? —inquirió el pequeño. Ella negó.

—Pasaré por ti en una hora, ¿está bien? Puedes arreglar con tu abuelo y ya verás que llegaras a tiempo, ¿sí?

—Está bien, Miyako.

(***)

—Sí, he hablado con Mimi. Llegó hace un par de días y se ha quedado en casa de Sora… —hizo una pausa y contempló a su interlocutor— ¿Ha estado tranquilo hasta ahora tu verano, Jou? —dudó Koushiro, mientras acomodaba su computadora sobre sus rodillas, en gesto que lo acompañaba desde que era niño.

En el sofá contiguo, estaban sus tres acompañantes. Los tres eran completamente distintos y dos de ellos estaban conformados por datos informáticos.

Jou se acomodó en el sillón mientras intentaba escaparse del agarre de Gomamon.

—Sí. Lamento haber llegado tan pronto —se disculpó Kido, por cuarta vez— Mi hermano Shin quería que condujese por mí cuenta y sólo puedo hacerlo si me supervisan.

Gomamon, que estaba prendido de la espalda de su compañero, rió —A Jou le molesta que alguien lo miré cuando conduce, entonces todo es peor. Es gracioso viajar con Shin porque los dos discuten mucho.

Koushiro se permitió una sonrisa divertida. Sonaba muy Kido ese comportamiento. Jou protestó por las palabras, pero terminó riendo y confirmando que los dichos de su compañero eran reales.

—¿Estás nervioso por lo de hoy? —preguntó el mayor, de pronto— Anoche no podía dormir. Sé que es tonto pero…

—No lo es —contradijo el pelirrojo— Tentomon y yo estuvimos platicando toda la noche.

—Koushiro-han y yo no podíamos dormir —aseguró el digimon insecto, que había estado en silencio—... Por miedo de que algo fuese a salir mal.

—Sí, a mí también me preocupa. Hemos preparado esto durante meses pero aun así… Es difícil calcular la reacción que tendrá esta noticia. No todos pueden tener la misma comprensión que los niños.

—Por eso tuvimos que pedirles a todos los que tienen digimon consigo en el mundo real que actúen con cuidado y sean precavidos. Aun hay mucho que hacer... —suspiró el antiguo portador del conocimiento.

—Me siento un poco extraño —aseguró el mayor, rompiendo el silencio nuevamente.

Los dos compartieron una sonrisa de comprensión.

—Me pasa igual —confesó el menor de los dos— No seremos más…

—¿Alguien quiere algo de beber? —dudó Yoshie Izumi, con una sonrisa llena de dulzura. Llevaba en sus manos una bandeja y Koushiro sonrió a su madre, sin poder evitarlo— Aquí traigo bocadillos.

(***)

—Llegaré tarde, lo siento —se disculpó nuevamente Yamato— Sí, prometo que estaré allí. Es sólo que… Surgió algo importante, Akira.

Sora Takenouchi se cruzó de brazos, para cubrirse de una inesperada brisa que la alcanzó. Su novio parecía estar teniendo una conversación con uno de sus compañeros del grupo así que decidió no interrumpirlos.

Mimi se había quedado viendo unos zapatos en el escaparate que estaba cerca de ellos y le pidió que le avisase cuando podían proseguir con su camino. Sora vaciló en acompañarla y quedó a mitad de camino. Se mantuvo un poco alejada, contemplando a los transeúntes.

Era viernes. Un día propicio para salir de la rutina en las vacaciones de verano que habían comenzado un par de semanas atrás.

Había muchos niños en las calles, algunos jovenes y pocos adultos. Aun no habían pasado más de dos horas del medio día, por lo que parecía curioso que hubieran tantas personas.

—Sí —la voz de Yamato volvió a romper el hilo de sus pensamientos— Ya lo hice. Tengo la canción. Disculpame con Takeshi y… ¿qué? —esbozó una media sonrisa— Está bien. Avisale a Yutaka que puede retrasarse está vez.

La antigua elegida del amor apreció el perfil del muchacho y luego volvió la mirada hacia el cielo. Era un lindo día y no hacia demasiado calor.

Pronto llegarían a casa de Koushiro y entonces podrían estar tranquilos… O tal vez no. Tenían suficientes motivos para estar nerviosos.

—¿Puedo salir ya, Sora? —dudó Piyomon, desde su bolso de tenis.

Chist —la calló la pelirroja y suspiró, antes de mirar disimuladamente a las personas que pasaban por allí— Estamos en la calle. Tu quisiste venir en mi bolso.

—Es muy incómodo —se quejó su compañera, nuevamente.

Sora vio que Mimi se acercaba hacia ella cargando con un enorme bolso rosa. Sin embargo, era obvio que en él, Tachikawa no guardaba más que sus objetos de siempre. A veces pensaba que todas esas cosas innecesarias en las carteras de Mimi, eran imprescindibles para ella. Las llevaba a todas partes. Si Piyomon hubiese querido, si hubiese sido más razonable, podría haber ido al Digimundo como hicieron Gabumon y Palmon. Así, no tendría que estar incómoda. En casa de Koushiro, tranquilamente, podrían abrir una puerta al Digimundo y traerlos de regreso.

Sin embargo, su amiga y compañera había insistido en estar con ella.

—Ya llegaremos, Piyo —era peor que una niña caprichosa— Te avisaré cuando puedas salir.

(***)

—¡Hey! ¡Ichijouji! —chilló Daisuke al reconocer a su mejor amigo saliendo de la estación.

Ken ladeó el rostro y divisó a su compañero de la digievolución DNA en el otro lado de la calle, agitando los brazos para llamar su atención. Motomiya tenía una voz realmente potente y parecía siempre tener una energía inagotable.

Tal vez por eso había logrado romper sus barreras y volverse su mejor amigo.

Tuvo cuidado que nadie chocase contra su mochila, donde estaba Minomon, y corrió al encuentro de sus compañeros. Daisuke no estaba solo. Con él se encontraban Taichi y la pequeña Hikari Yagami. El primero, igual de sonriente que su mejor amigo y la segunda… Extrañamente ausente.

Los dos hermanos le sonrieron cuando lo vieron y Daisuke rodeó su cuello con uno de sus brazos.

—¡Pensé que llegarías tarde, Ken! Hoy no es día para retrasos —fue el efusivo saludo del hermano de Jun.

Escuchó un resoplido y una risa entre dientes, pero no se giró para comprobar quien había sido. Estaba seguro que fueron obra de Taichi.

—Tuve que salir más tarde de casa —se explicó el recién llegado— Lamento haberlos hecho esperar.

—Sólo disculpate conmigo y con Hikari —se mofó Taichi, con los brazos detrás de la nuca— Daisuke acaba de llegar.

—¡Taichi-san! —protestó Motomiya, reaccionando al instante.

Se rieron al mismo tiempo pero Ken no pudo evitar dirigirle una mirada a la silenciosa chica que los acompañaba cuando se calmaron. Incluso en con su risa presente, Hikari parecía distante. Como sino estuviese verdaderamente allí.

(***)

—¿No la has visto, Tomoki? —insistió su hermano, por tercera vez.

El menor de los hermanos se permitió fruncir el ceño, ante la repetitiva pregunta— ¿Quieres que te ayude a buscarla?

Yutaka Himi dejó de revisar el espacio que había entre el sofá y el suelo, incorporandose rápidamente. Sus ojos, del mismo color y la misma forma que los de su hermano, lo escrudiñaron con sospecha.

—Sabes donde está mi agenda, ¿si o no? —repitió la cuestión

Tomoki negó con el rostro— Sólo te ofrezco mi ayuda —protestó, regresando su atención a la televisión— Siempre tienes un problema con todo lo que digo

El mayor resopló y luego se acercó hacia donde estaba su hermano, suavizando totalmente su expresión. Con destreza, le quitó el enorme sobrero que le cubría la cabeza y lo despeinó, cariñosamente.

—Lamento desquitarme contigo, es sólo que en esa libreta tenía los telefonos del hombre que quería contratarnos —soltó un suspiro, cansino— Akira, Yamato y Takeshi van a matarme

Su hermano pertenecía a una banda musical. Eso era algo que jamás habría esperado y algo que le decía cuan poco conocía de Yutaka.

Por suerte, había aprendido a acercarse un poco más hacia él. No le gustaba tener secretos con su hermano… Aunque, de hecho, sí los tenía.

Tomoki ladeó el rostro, para contemplar la expresión culpable de su hermano mayor. —¿Te fijaste en el dormitorio de mamá? —preguntó, ofreciendole una nueva opción— Sabes que papá deja las cosas siempre por aquí, y tal vez ella lo llevó todo para allá… Por cierto ¿Cuál de todos es Yamato?

—El rubio… Oh, no lo conoces —dijo el mayor— Él vive en Odaiba, y su padre trabaja en una productora. Nos conocimos gracias al tío de Akira… él jamás ha venido todavía. Solemos ir para allá, porque es menor que nosotros…

Antes de que pudiera decir algo, Yutaka había desaparecido.

Tomoki sonrió, y olvidó momentáneamente los problemas de su hermano cuando le dirigió una mirada al reloj. Sin poder evitarlo, se sentía ansioso. Iba a encontrarse con sus compañeros de lucha en muy poco tiempo.

Tal vez sus relaciones con Teppei y Katsuharu, esos dos niños que solían molestarlo, se habían consolidado como una gran amistad. Pero lo cierto era que nada se comparaba con lo que lo unía a Takuya, Izumi, Junpei, Kouji y Kouichi. Quizás porque habían luchado y crecido juntos en demasiado tiempo, quizás porque habían arriesgado sus vidas en el mismo camino o porque le habían enseñado a él un poco de todo en ese viaje que compartieron.

Volvió a mirar el reloj.

Solían reunirse con frecuencia en verano pero era cierto que la última vez que los había visto había sido cerca de dos meses. Inexplicablemente, se sentía ansioso. Quería decirles a los demás que había encontrado a Chiaki y Teruo, que sería genial volver a encontrarse. Quería asegurarse que no había nada de que preocuparse.

(***)

—¿A qué hora comienza el programa? —dudó Mimi, mientras acomodaba su cabello. Palmon contempló a los elegidos con impaciencia, esperando la misma respuesta que su compañera.

—No falta mucho —aseguró Koushiro, mientras encendía el televisor con Tentomon siguiendo sus movimientos— Pero no sabemos hasta cuando comienza la entrevista.

Los digimon se miraron unos a otros, impacientes. Ellos eran, probablemente, los más ansiosos de la reunión. No es como si los niños no lo estuviesen, pero parecían haberse calmado ahora que estaban todos juntos.

Upamon se acomodó en los brazos de Iori. Poromon estaba deseando que Miyako dejase de apretarlo con sus manos y Chibimon se posaba en los hombros de Daisuke para mayor comodidad. Minomon parecía dormir calmadamente sobre las piernas de Ken.

En otra situación, sus protectores y camaradas virtuales probablemente se habrían marchado para jugar pero no esa oportunidad. Habrían permanecido en el espacio virtual donde vivían, más libres y menos inquietos.

Gomamon no se apartó de su lugar, junto a Jou y Tailmon se alejó levemente de Hikari, pero sin apartar sus ojos de ella.

—Todos estarán muy ansiosos. Apuesto que no habrá demasiado tiempo de espera —afirmó Taichi, agradeciendo a Yoshie Izumi por lo que había ofrecido— Kou, debemos elegir otro lugar para reunirnos. Tus padres querrán echarnos si seguimos ocupando espacio.

No podía estar más cerca de la realidad. Doce niños elegidos, doce digimon compañeros y la sala de los Izumi se veía aun más pequeña de lo que podría considerarse lógico. Casi no podían moverse. El espacio libre era inversamente proporcional a la cantidad de personas que poblaban la habitación.

El aludido sonrió— Los dos sabemos que eso jamás ocurrirá

—Tus padres tienen mucha paciencia —afirmó Miyako, sin soltar a su compañero— Mi madre no soporta que haya demasiado ruido en casa.

—Eso es porque tu vives allí —aseveró Motomiya y la aludida le dio un codazo.

—Por cierto, gracias por la comida, Miyako —susurró Gabumon con aire apenado. A su lado, estaba el compañero de Taichi.

—¡Ese es un digimon con buenos modales! —exclamó Inoue mientras que Daisuke buscaba recuperar el aire.

Agumon siguió comiendo como si nada de lo que ocurriese le afectase. Taichi rió de su actitud y negó con el rostro.

Sus demás compañeros estaban sentados con sus compañeros humanos, o en algún sitio cerca de ellos.

—No puedo creer que esto sucederá —afirmó Sora, y Piyomon levantó la vista para mirarla— Es tan extraño.

—Tranquila —dijo Takeru, con Patamon descansando entre sus brazos— Mamá sabe lo que hace. Y tu papá es un genio dando explicaciones… Lo harán bien.

—¿Alguien puede creerlo? —dudó Jou, en voz alta.

Los mayores compartieron una significativa mirada.

Hace un par de años, lo que estaba a punto de suceder era impensable. De hecho, hasta el año anterior se veía muy difícil lograr ese avance. Pero lo que estaba por ocurrir era más grande que ellos y su relación con el digimundo.

—¿Por qué no comienza? —preguntó, impaciente, Mimi.

—Aun falta un poco —susurró Yamato, ligeramente exasperado— ¿no recuerdan el horario?

—He soñado con esos dígitos —aseguró Taichi, riendo— Imposible no dejar de pensar en ellos. Agumon, no puedes hablar y tragar al mismo tiempo —avisó a su compañero.

Sólo cuando apareció la imagen que mostraba dos rostros familiares en la pantalla, las carcajadas se perdieron en el aire. Cualquier otro asunto ajeno a ese, fue olvidado de manera absoluta.

(***)

—¡Te prometo que no llegaré tarde! —gritó Takuya, incorporandose violentamente sobre la cama.

Escuchó la risa infantil de Shinya resonando como si estuviese a su lado y frunció el ceño a la pared de su habitación, que se le apareció delante de su mirada. No supo porque esperaba ver una figura de cabello rubio y unos imponentes ojos verdes… No azules, no… ¿Eran verdes o azules? Supuso que alguna extraña gama entre ellos. Había tenido la impresión de que Izumi era quien le hablaba y amenazaba con asesinarlo muy dolorosamente si llegaba tarde a su encuentro.

—¿Otra vez pesadillas, oniichan? —dijo el pequeño.

Takuya restregó sus ojos, intentando apartar la imagen de su mente— ¿Qué haces en mi habitación, Shinya?

El menor de los hermanos, se encogió de hombros—Papá me pidió que viniera con la pelota de futbol porque iremos al parque, ¿quieres venir a jugar?

—¿Tan temprano? —dudó, somnoliento— Sabía que a papá le gustaba el futbol pero esto es exagerado.

—Pero si son más de las dos de la tarde, Takuya —anunció su hermano menor, con fingida indiferencia.

—¿¡Qué!? —exclamó el aludido y saltó de su cama, para dirigirse hacia la ventana de la habitación.

Corrió las cortinas a toda velocidad, pasando al lado de su hermano y esquivandolo exitosamente. La luz radiante del sol golpeó su rostro, sin piedad.

—¿Por qué tardas tanto, Shinya…? —dudó la voz de Hiroaki Kanbara y su rostro apareció detrás de la puerta— Parece que se despertó el bello durmiente.

—Buenos días, papá —saludó Takuya y bostezó largamente— ¿Van a jugar, entonces?

—Sí. Tu madre te llamó dos veces para que fueras a almorzar y una vez más porque le dijiste que hoy tenías que reunirte con tus amigos. Será mejor que vayas y comas algo antes de irte.

Volvió a bostezar, antes de hacer un asentimiento y caminó hacia la sala. Su padre y su hermano comenzaron a idear cosas para hacer a sus espaldas. Si hubiese estado libre, se habría unido a ellos sin dudarlo. Parecía que eso buscaban esos dos, molestarlo, porque proponían todas las actividades que le gustaban.

Hizo caso omiso de ellos, como pudo, y aprovechandose de su somnolencia para bostezar e interrumpirlos de vez en cuando.

La televisión estaba encendida, pero eso no fue lo que le llamó la atención. Tampoco el programa ni sus invitados, aunque una voz femenina llenaba el aire en ausencia de todo sonido.

A Takuya le pareció extraño que su madre le estuviese prestando tanta atención a ese programa. Cuando Yuriko lo vio llegar, sin embargo, se apresuró para darle algo de comer.

—Deberías dormir menos, Kanbara Takuya —regañó— Desperdicias el día si duermes tantas horas.

Asintió, antes de ladear el rostro para mirar la pantalla. —¿Qué es esto?

Chist —lo hizo callar, Yuriko— Quiero escuchar…

En la pantalla, Takuya divisó la figura de una mujer de cabellos castaños y ojos azules. No la había visto nunca, así que dudaba que fuese actriz.

—"Quizás sea difícil de comprender en un principio" —advirtió una voz femenina, tras beber un sorbo de agua y abandonar el vaso nuevamente en la pequeña mesa que tenía delante— "Takenouchi-san le ha dedicado más de cuatro años a esta investigación. Él ha estado contribuyendo periódicamente a todas las averiguaciones y exploraciones que el gobierno ha solicitado. Puede explicar el concepto mucho mejor que yo"

La cámara enfocó al hombre que estaba sentado justo al lado de la mujer de corto cabello castaño.

—"Haruhiko Takenouchi, el profesor de antropología de la universidad de Kyoto ¿no es así?"

Takuya contempló horrorizado la imagen tras las palabras que pronunció el entrevistador. ¿Antropología? ¿No era de los que estudiaban a los seres humanos? ¿Por qué su madre estaba tan interesada en la entrevista que le estaban haciendo a un profesor de antropología?

Gimió para sus adentros, sin poder evitar un mohín que divirtió a su hermano menor y decidió que tendría que acabar antes su almuerzo, porque lo que menos le interesaba era escuchar una charla sobre antropología, sea lo que eso fuese, en sus vacaciones de verano.

(***)

—Bien, al fin la encontré —festejó Yutaka, moviendo una pequeña libreta de color verde— ¡Mamá! ¡Me voy! —anunció.

—¿No puedes esperar un poco así llevas a Tomoki?

—No te preocupes, mamá —dijo el pequeño, interrumpiendo cualquier respuesta del mayor— Takuya vendrá por mí.

Yutaka Himi frunció el ceño— Si no se me hiciera tarde, te acompañaría —avisó, un poco receloso.

Tomoki sonrió, contemplando su expresión disgustada— Puedo ir con Takuya. Él no tiene ningún problema en pasar por mí.

El mayor de los hermanos frunció el ceño aun más. No sabía si ese chico, Takuya, debía caerle bien o mal. No le gustaba que su hermano tomase tanta confianza con desconocidos que se había cruzado por accidente en su camino. Pero, lo que en verdad le disgustaba, era la forma en la que Tomoki hablaba de él.

—Este es el reportaje que te decía, de las criaturas que aparecieron —avisó el señor Himi, ignorando la charla, señalando la pantalla del televisor y mirando a su esposa— El de los digimon.

Al escuchar la última palabra, los sentidos de Tomoki se pusieron en alerta y su rostro viró rápidamente en dirección al punto señalado por su padre. El menor agudizó sus oídos, para no perder ningún detalle.

Un hombre, que parecía haber sido presentado al público, estaba hablando sobre algo.

—"Sí, ese soy yo. Aunque me he alejado un poco de mis deberes en la universidad en este último tiempo" —sonrió el hombre— "He trabajado con Takaishi-san desde hace un par de años para poder explicarle a las personas que son los digimon, que hacen y que tenemos que ver con ellos."

—¿Takaishi? —dudó Yutaka, repitiendo el nombre de la mujer que aparecía en la pantalla.

Dio unos pasos hacia atrás y se volvió ligeramente, para poder apreciar —igual que el resto de su familia— la imagen que se proyectaba en el monitor del televisor.

—"Imagino que ha sido difícil para usted. Se han dicho muchas cosas sobre los digimon desde que se han dado a conocer"

—"Gracias a mi equipo, he tenido mucha ayuda. Sin embargo, no ha sido un camino fácil. los digimon no habían tenido que compartir su mundo con nadie antes y los seres humanos somos curiosos por naturaleza. Es una combinación complicada"

Tomoki ladeó el rostro para contemplar a su hermano, que hasta entonces parecía que estaba apurado, y lo encontró contemplando la pantalla de la televisión con el ceño fruncido.

—¿La conoces? —cuestionó, sin ser capaz de ocultar su curiosidad.

Le intrigaba esa señora por el simple hecho de encontrarse hablando de los digimon. No podía concebir la idea de que alguien pudiese estar transmitiendo, en directo, esa preciosa información.

Él mismo, aunque su familia lo desconocía, había tenido un contacto directo con esas criaturas.

—Creo que ese apellido me suena familiar, aunque… —susurró Yukata, sin dirigirse a nadie en particular.

—¿No se te hacia tarde para el ensayo, hijo? —le recordó su madre.

Yutaka parpadeó, negando con el rostro para despejar su mente y sonrió. —Sí, ¡Adiós!

Cuando se marchó, Tomoki regresó sus ojos hacia el noticiario.


La señora Takaishi, Natsuko —si no se equivocaba— había cedido la palabra otra vez. Él no había podido escuchar lo que respondió, pero decidió que no se perdería de más datos. Tendría que hablarle de ello a sus amigos. Era un hombre quien hablaba ahora, mucho más grande que ella y con una voz que al niño, le recordaba a uno de sus aburridos profesores.

Sin embargo, por el énfasis en sus palabras, era notorio que el tema le resultaba interesante.

—"Aun tenemos que familiarizarnos con todo esto. Digame, entonces estás criaturas, los digimon, ¿qué son exactamente?" —inquirió el periodista.

—"Son formas de vida artificial, creados por bits y piezas perdidas de datos de computadoras, que viven dentro de los aparatos electrónicos que posean memorias no volátiles" —replicó el hombre con firmeza envidiable— "Hay varios tipos o razas. Cada especie es diferente y hay varios subtipos de digimon. Cada uno tiene sus propias características diferenciales aunque anatómicamente sean idénticos si pertenecen a una misma raza"

La mujer a su lado, mantuvo el semblante sereno y asintió, confirmando los dichos de su colega.

—"Hay de muchos tipos, con diferentes atributos y funciones. Incluso varian en niveles y su línea evolutiva no es simplemente lineal. Los datos pueden organizarse en muchas maneras"

—"¿Y a que se refiere con Mundo Digital, en este contexto?"

—"Ese es su mundo. Un mundo que no es este pero que se halla interconectado gracias a las redes de computadores que poseemos. Es un plano paralelo que los Digimon han podido transformar con su intervención. Y, esencialmente, está compuesto por datos."

Takuya dejó caer el vaso que estaba sosteniendo, sin notarlo y Yuriko contempló al muchacho de casi trece años con una profunda mirada de confusión cuando escuchó el ruido que generó aquella simple acción.

Los ojos del mayor de los hermanos Kanbara se habían abierto y su mandíbula amenazaba con caer directamente hacia el suelo.

—¿Takuya? —dudó la mujer, sin poder comprender lo ocurrido.

Quiso regañar a su hijo por su imprudencia pero fue incapaz de hacerlo cuando vio que él se acercaba, como autómata, hacia el televisor. Parecía encontrarse en estado de shock —o algo por el estilo— cuando se quedó allí, sin decir absolutamente nada.

—¿Están hablando sobre…? —escuchó que decía, pero se interrumpió así mismo a mitad de la frase.

En el aparato encendido, se mostraba nuevamente el rostro de una mujer de cabellos castaños y ojos azules.

Yuriko frunció el ceño, sin entender que le sucedía a su primogénito.


Los entrevistadores continuaban insistiendo sobre la información que tenían a su disposición. La muchacha no comprendía como ninguno de sus amigos le hubiese hablado sobre los digimon. Decididamente, ellos estarían igual de perdidos de lo que ella misma se encontraba. Parpadeó, dejando atrás esas inquietantes dudas y volvió su atención a la periodista.

—"Es sabido que numerosos digimon han aparecido en este último tiempo"

—"Sí, los niños en escuelas primarias han recibido un compañero digital. En su mayoría, se encuentran en el nivel más bajo o en la etapa infantil. Se espera, sin embargo, que dentro de poco tiempo comiencen a llegar más seres virtuales a este mundo"

—"¿A cada ser humano le corresponde un compañero digimon?"

—"No sabríamos decirle a ciencia cierta" —respondió, esta vez, Natsuko— "Pero suponemos que así es"

—"Ahora, podríamos hablar sobre la restricción del gobierno. ¿Qué ha ocurrido con ello?"

—"Los digimon son seres desconocidos. En general, se le teme a lo desconocido. Es comprensible que haya dudas al respecto pero Natsuko y yo, junto a todos los investigadores que se han sumado a nuestro proyecto, intentamos demostrar que los digimon no tienen que ser enemigos"

—"Hay algunos muy agresivos según nuestros informes" —afirmó otro periodista, más escéptico.

—"Algunos de ellos ven a los humanos como invasores. Y nos temen. Creo que no podemos acusarlos sólo a ellos cuando hay muchos humanos que son hostiles también. Como ya dije, se le teme a lo desconocido"

—"¿Los digimon han tenido que ver con los acontecimientos de 1999 y 2002, no es así?"

—"Así es. Nuestros mundo se acercaron demasiado en esas oportunidades y pudimos atravesar la barrera que separa ambos mundos"

Izumi Orimoto frunció el ceño, todavía confundida.

Ella había estado siguiendo toda la información disponible sobre lo sucedido en el año 2002 porque ella misma se había visto involucrada en los últimos acontecimientos. Sin embargo, era tan extraño escuchar que alguien mencionara a los digimon fuera de su círculo de amigos.

No debían estar hablando de las mismas criaturas. Era imposible, intolerable e incluso… ¿Cómo lo habían descubierto? ¡Sí nadie parecía haber notado la existencia de Lucemon! Era un secreto muy bien guardado entre ella y sus cinco compañeros.

Necesitaba saber más, así que le pidió a su madre que hiciera silencio. Tal vez fue demasiado brusca pero se encargó de corregirse y le sonrió, para que comprendiera que necesitaba escuchar lo que se hablaba en el programa.

Se acercó hacia la televisión y llevó una de sus manos hacia su rostro, reclinandose sobre la palma. Aun no podía creer lo que estaba escuchando.


—"¿Con los atentados que existieron en todo el mundo, usted se arriesga a afirmar que no son peligrosos para la humanidad? Son un arma destructora en si mismos"

—"También lo es el hombre" —contradijo Haruhiko-san, con el ceño fruncido— "Y ya se ha demostrado que muchos de esos acontecimientos tuvieron con ver con la intervención humana. Los digimon no tienen medios por si sólos para abrir la barrera entre dos mundos."

Junpei frunció el ceño, confundido. Lucemon si había tenido sus medios para romper la distancia que separaba esos mundos. ¡Lo había hecho, incluso! Tenía que decir que era realmente absurdo negar ese hecho.

Sin embargo, había pasado más de un año de todo aquello y jamás había escuchado nada que hiciera referencia a eso hechos. Sólo una mención de fallas electricas en la ciudad de Shibuya. Ni siquiera el milagro de Kouichi, afortunadamente, había tenido tal trascendencia.

¿Cómo era posible que, en ese momento, estuviesen hablando de su mundo digital? Sí, suyo y de sus amigos, que habían llegado a considerar ese lugar como un segundo hogar.

—"Entonces está de acuerdo con que ellos se muestren en la vía pública"

—"Los digimon a los que usted se refiere han permanecido todo este tiempo en el mundo digital y muchos de los que poseen compañeros digitales han podido mantenerlos bajo control. Los que se encuentran en nuestro mundo son compañeros de niños humanos y se encuentran en etapa infantil."

¿Quién era ese hombre y cómo era posible que supiese tanto de los digimon? Resultaba hasta absurdo. Impaciente, corrió a buscar su teléfono celular. Sus amigos tenían que saber sobre ello, ¡diablos! debería haberles mandado un mensaje mientras durase la entrevista, no después de que ya había concluido el reportaje. O cuando se encontraba por terminar.


—"Una última cuestión,¿Qué sabe usted de los llamados niños elegidos, Takenouchi-san?" —dudó una quinta voz, que hasta entonces no había intervenido

Kouji Minamoto frunció el ceño tras escuchar esa última pregunta. Su expresión no había variado ni un instante en todo lo que duró aquella inusual entrevista. ¡Ni siquiera sabía porque Kouichi había sintonizado ese canal! Ya dudaba de que se tratase de azar, porque jamás un programa de televisión había sido tan oportuno. ¿Niños elegidos había dicho? ¿Se refería acaso…?

—No debe estar hablando de nosotros —escuchó la voz de Kouichi, que parecía haber adivinado sus pensamientos, y sonrió de lado.

Su hermano era del tipo silencioso. Rara vez alguien notaba cuando se marchaba, porque sus pisadas parecían ser inaudibles. Kouji suponía que era causado por la similitud con la oscuridad, en algún punto. Kouichi se deslizaba, como lo hacia la oscuridad, sin hacer notar su presencia.

Como en un atardecer, cuando todos estaban admirando como el sol se perdía en el horizonte, nadie notaba la llegada de la noche hasta que las sombras lo cubrían todo.

—¿Cómo estás tan seguro? —inquirió.

—Se nos llamaba guerreros legendarios, en honor a los digispirits —afirmó, con tranquilidad y un deje de nostalgia palpitando bajo el tono de su voz— Incluso entre los digimon se nos conocía con ese nombre, ¿recuerdas? Dudo mucho que Bokomon haya cambiado ese detalle al escribir el libro que les prometió realizar.

—¿Crees que existan los niños elegidos? —dudó.

Su madre regresaba por la tarde ya que trabajaba durante toda la jornada diurna. Por eso podían hablar con libertad sobre lo que estaban viendo en la televisión.

Kouichi se encogió de hombros— Quien sabe cuantos años han pasado desde la última vez que estuvimos allí… Es probable que Ophanimon haya contactado con otros niños…

—Sí —murmuró el menor de los gemelos, sujetando el celular dentro de su bolsillo— Pero me parece muy extraño.

—También a mí. Aunque lo que me pregunto es si la publicidad es buena para el Mundo Digital. ¿Cómo se enteraron que existía, después de todo? ¿Quiénes son ellos, en realidad?

El sonido de un celular rompió el mutismo que había nacido tras las palabras de Kouichi y Kouji levantó el móvil, para ver el mensaje que había llegado a su telefono. La sensación de deja vu lo atrapó durante apenas un segundo. En la pantalla, lo vio. Era el mismo símbolo que tantas veces había visto en el pasado.

Por supuesto, reconocería aquella voz con los ojos cerrados. —Minamoto Kouji, Kimura Kouichi, ¿quieren comenzar o no? El juego que decidirá su futuro ha dado inicio.

(***)


N/A: ¡Hola!

Sí, lo sé. Debería alejarme de los fics largos y complicados pero es que no pude controlarme. La idea estaba rondando mi cabeza desde hace un tiempo largo. Tampoco es que podía despegarme de mis niños de Adventure, así que opté por escribir esto: un crossover. ¿Tiene sentido? Algunas ideas extrañas de mi mente que se mezclan en esto. No se dice mucho, pero se aclarara todo conforme avancen los capítulos.

Bien, tengo una pequeña fijación por hacer que Hikari sueñe cosas extrañas en mis historias. Lo admito, no puedo evitarlo. Ah, también por el fin del mundo.

Aclaraciones varias:

*avocatto significa abogado. Me gusta como suena y por eso lo incluí.

1. En la línea de tiempo, este "prólogo" transcurre en el año 2004, aproximadamente a mediados de julio. Cómo no sé oficialmente en que año ocurren los sucesos de Frontier consideré que como Junpei tiene doce durante su aventura y nació en 1990 -según digimon wiki- es posible que ocurriese en el 2002. Sino, bueno así es en este fic. No se han cumplido dos años de lo que sucedió en 02 porque esta concluyó el último día de diciembre de ese año.

2. Uno de los integrantes de Teen Age Wolves se llama Yutaka, según tengo entendido, igual que el hermano de Tomoki en el doblaje. ¿Coindicencia? Probablemente, pero ha sido más bien mi excusa para mostrar lo pequeño que es el mundo xD

3. (Editado) Para unificar criterios utilizaré los nombres originales de los personajes (salvo unas excepciones muy puntuales) ya que a lo largo de los capítulos había comenzado a mezclar los nombres japoneses con los latinos y no me convencía el resultado porque la realidad es que me gustan más los primeros. Algunos no cambian (como Sora, Mimi, Takuya, etc), pero otros pueden ser confusos.

Adventure/02

Taichi Yagami (Tai)

Yamato Ishida (Matt)

Koushiro Izumi (Izzy)

Hikari Yagami (Kari)

Takeru Takaishi (TK)

Miyako Inoue (Yolei)

Daisuke Motomiya (Davis)

Iori Hida (Cody)

Frontier

Junpei Shibayama (JP)

Tomoki Himi (Tommy)

Izumi Orimoto (Zoe)

¡Hasta la próxima!