El silencio era total

El silencio era total. El sol brillaba en lo alto, traspasando con su luz las hojas de los altos bambúes que allí había, dando en derredor varios reflejos de luces verdes. No había brisa, no habían animales aullando, solo el silencio profundo.

Un joven de unos 12 años se encontraba con los ojos cerrados, sin hacer el más mínimo movimiento, concentrando todo su ser. En sus manos brillaba la hoja de una espada samurai. Se encontraba apacible y concentrado, sin haber advertido a la sombra que se ocultaba tras los arbustos contemplándolo con ansias.

Fue cuando el joven abre de golpe sus ojos, da un salto alto y mueve una vez su espada. Aterriza en el suelo y seguidamente, varios troncos da bambú caen a su alrededor. El joven sonrió con gusto. Tampoco logró advertir el grito ahogado de aquella figura que se hallaba tras los arbustos, el cual tenía un tronco encima. El joven ninja se levanta y guarda su espada.

Aquel joven ninja se llamaba Garu. Era un buen peleador, y manejaba la espada a la perfección. Siempre vestía su traje de ninja negro con un corazón rojo en el pecho, y su pelo amarrado en dos coletas. Siempre iba al bosque Sooga para practicar. Garu tenía una misión en mente, que siempre le inquietaba de forma agobiante: debía devolver el nombre de su familia a donde pertenece, ya que fueron rebajados por una familia de policías peleadores de Artes Marciales. Lo curioso de todo aquello era que su amigo Abyo era el último descendiente de aquella familia. Aún así, Garu se sentía eufórico al ver que él era mejor ninja de lo que Abyo era en Artes Marciales.

Una cosa que le gustaba del bosque Sooga era que siempre estaba tranquilo y era perfecto para entrenar. Pero siempre se equivocaba con respecto a algo, o mejor dicho, con respecto a alguien. Garu sintió como una pequeña brisa alborotó sus cabellos. Abrió los ojos sorprendido y notó como la brisa aumentaba y la tierra comenzó a temblar. Con un grito, se voltea de golpe y abre sus ojos del espanto al notar lo que era; vio como dos pelotas negras sobre una cabeza se acercaban a toda velocidad. Garu entró en pánico, y lo único que se le ocurrió hacer era correr.

¿Qué demonios hacía ella aquí?

Garu siguió corriendo. Su perseguidora, Pucca, una niña de 10 años, lo seguía de cerca. Pucca amaba a Garu, y siempre iba detrás de él, pero Garu no la soportaba, y siempre tenía que huir de esa extraña niña, que, por alguna razón desconocida, era buena peleando Kung-Fu, y Garu lo reconocía cada vez que ella demostraba su agresivo amor por él.

Garu siguió corriendo hasta que divisaron desde una colina al pueblo Sooga. Garu corrió y corrió, y todos en el pueblo se lo quedaban mirando. Finalmente, se detuvo apoyándose en un árbol para poder respirar. Pero no tuvo mucho tiempo. Sintió como alguien, de golpe, lo tiró contra el tronco del árbol. Garu trató de recomponerse, pero no lo logró, sintiendo como alguien le oprimía duramente sus labios. No aguantó aquella extraña y repugnante sensación, y cuando aquella presión se desvaneció, cayó al suelo con los ojos fuertemente cerrados y la cara roja.

Ching: vaya Pucca, ese beso fue fugaz!

Abyo: si, pero Garu es tan débil que ni lo resistió, jaja!

Pucca sonrió con orgullo. Notó que Garu se volvía a mover, abriendo sus ojos y viéndola con sorpresa. Pucca se le montó encima y lo volvió a besar. Garu no aguantó más y la empujó. Pucca quedó sorprendida con su cara roja. Se iba a lanzar de nuevo contra el joven ninja, pero éste fue más rápido, y saltó, haciendo que la niña se chocara contra el tronco. Fue cuando los tres cocineros aparecieron en la escena. Llevaban bolsas con verduras para el restaurante.

Jang Toong: Pucca, otra vez estás detrás del joven Garu? – la niña se los quedó mirando algo confundida.

Woo Wuh: no me digas que volvieron a hacer una persecución por todo el lugar?

Ho-oh: Ah…Pucca, sabemos que quieres mucho a Garu, pero, nunca te preguntaste si él te quiere a ti? – Pucca parecía no entender muy bien lo que le trataban de decir.

Abyo: es cierto! Siempre te la pasas detrás de Garu para besarlo, y le das regalos y cosas, pero él no te quiere Pucca! – chilló por un golpe que Ching le dio en la cabeza.

Ching: lo que Abyo trata de decir, Pucca, es que deberías preguntarle a Garu que le pareces tú.

Pucca bajó la cabeza con su cara roja, estaba confundida. No entendía nada. Lo único que ella sabía era que ella quería a Garu, que lo buscaba y lo besaba para demostrarle su amor. Pero seguía sin entender lo que sus amigos trataban de decirle. Garu estaba mirándolos a todos también algo confundido, pero sabía de lo que hablaban. En realidad, si le molestaba ver como esa niña le interrumpía todo lo que hacía, persiguiéndole y molestándolo, y sobre todo, dándole brutales golpes, y besándolo, cosa que le desagradaba totalmente.

Pucca se veía algo triste y enojada. Se paró, miró a todos, y luego, se volteó a ver a Garu, quien se asustó por lo que ella podría hacer. Pucca se le acercó un poco, y con gestos, le preguntó si él sentía algo por ella. Garu no sabía como reaccionar, aquella pregunta lo tomó por completa sorpresa. Fue cuando se irguió y, lentamente, negó con la cabeza, bajando la cabeza en señal de disculpas.

Pucca se sorprendió y retrocedió un poco. Su cara se puso aún más roja. Tapó su rostro con sus manos por unos momentos.

Jang Toong: Pucca…

Ching: Pucca, estás bien?

Cuando Pucca subió su rostro, todos se sorprendieron: sus ojos estaban totalmente llenos de lágrimas. Pucca no le dio tiempo de nada a nadie, sino que salió corriendo a toda velocidad fuera del pueblo Sooga.

Ho-oh: pobre Pucca…

Garu no reaccionó de ninguna forma. Quizás, por fin, pudo quitarse a aquella niña de encima. Se encaminó hacia el restaurante chino, siendo observado por todos.

Abyo: que tonto es Garu!

En el bosque, Pucca se detuvo en un claro. Su rostro estaba bañado en lágrimas, sus ojos estaban irritados de tanto llorar, y lanzaba pequeños gemidos de dolor. Aparte del dolor que sentía en su interior, sólo tenía un pensamiento en mente: si el joven ninja no la quería cerca, lo único que ella podría ser es no volver a acercarse a él…nunca….