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"Melancólico"
Luego de un tiempo, las relaciones y la vida se van evaporando cada vez que se ve la misma madera de años atrás; al igual que, bajo el umbral de la puerta, un joven de cabellos rubios ya desteñidos por los diecisiete años de edad. Los labios maduran y el rostro comienza a tomar un olor masculino, igual que sus hombros anchos y su espalda ya fornida; y aunque la música signifique en esos momentos todo para él, su vista no podía evitar girarse a observar como la puerta frente a su habitación se veía corrompida, prohibida y lejana. Era la misma sinfonía desde la niñez; la saboreaba de memoria.
Primero se escuchaba a la madera del suelo rezongar por los pasos calmados y lentos, con altanería y seguros; los cabellos rubios se movían cortos y suaves. Y él se quedaba esperando, como su hermana con sus manos ocupadas y ensimismada en su propio mundo, cruzaba aquella puerta de un color marrón antiguo y él, un solo espectador de la vida, tan sólo se despedía en silencio desde su lugar, como siempre solía hacerlo. Observando a través de aquellas gafas oscuras, como el tiempo corría por su lado acompañándolo; y como todo lo vivido se quedaba atrás en su desgastada niñez. ¿Y es que acaso no lo recordaba? Parte de un sinfín de especulaciones y comentarios se habían disipado, y él sin esperar nada, se dedicó a dejar ir todo lo que una vez existió. Y aún seguía sin comprender, como es que se veía tan lejana y difícil. Como si existiese entre ellos dos un abismo que imperturbable, simplemente no lo dejaba avanzar.
Quizás por esa razón el Strider era una simple sombra o un espectador en aquellos pasillos de escuela y casa, donde buscaba encontrar algo. Cuando los murmullos no se hayaban, tan sólo podía mirar como se alejaba con personas que no parecían cambiar, hasta que los años cayeron y aquel cabello rubio corto se hacía cada vez más largo. Las razones se caían a pedazos y se convertían en un vaporoso rumor de la vida, nada más el paso del tiempo le indicaba al muchacho, como seguía sin insistir en acercarse a alguien que no quería ser quizás, tocado. Y aun así, por recuerdos vertiginosos y nebulosos; creía conocerla, como si alguna vez hubiesen compartido juntos tanto tiempo. ¿Es acaso el tiempo, envidioso? Y entonces, en una noche, caminando por aquel mismo pasillo, se aventuró tras ella. –Eh, Rose.- Tanteó su largo cabello, ella ni se inmutó, mientras sostenía sus libros. Entonces, la vio marchar una vez más.
Y quedó enmudecido, inmóvil en su interior; sin poder hacer nada.
La imagen de aquella larga cabellera alejarse, perduró por bastante tiempo sin volver a hacer lo mismo. La conocía.
Lo sabía.
Después de un tiempo, la vislumbró entrar por la puerta de su propia habitación.
Era una extraña relación.
-Tu cabello.- Corto, viejo, de antaño; melancólico.
-Está bien, Strider.-
Y el nexo existía. Lo sabía. Vio la mueca inmóvil de sus labios negros y como aquella misma cabellera, ahora, se encontraba como años atrás donde se crearon recuerdos que ahora no tienen importancia, y a pesar de todo; es melancólico.
¿Es aquí, cuando dices no? Es complicado.
Nada más que decir, pequeño one-shot.
Gracias.
Golia.
