Hola... (me escondo) Se que prometi volver, pero... ustedes saben, la escuela, la casa, el dinero, el internet, la falta de inspiracion.
Pero bueno, aqui traigo una idea algo rara, exsitirà Adrinette, claro, pero estaba enfocado en Nathloe, espero les guste. (NCF: ESTA HISTORIA SE AMBIENTA EN UN UNIVESRO ALTERNO)
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Quand je t'ai connu, je ne pensais pas que j'allais T'AIMER AUTANT et je T'AIME bien plus que tu ne peux le penser (Cuando te conocí, no pensé que iba a AMARTE TANTO y te AMO más de lo que puedas imaginar)
André Bourgeois miraba a través de la ventana de su despacho mientras su mente recordaba lo sucedido ahí hace cuatro años.
-"¡¿Qué crees que harás cuando el dinero que te lleves se acabe?!"- El alcalde golpeó furiosamente en su escritorio de caoba con su puño; mirando a su única hija que le devolvía la mirada furibunda.
La cual estaba en frente de el con una maleta a sus pies, con el teléfono en la mano y una bolsa que contenía un puñado de euros que agitaba furiosamente.
-"¡No lo sé! ¡Me preocuparé cuando eso pase!"- Chloè Bourgeois fulminaba con la mirada a su padre.- "¡Me estas obligando a hacer algo que no quiero!"
-"¡Te haré hacer lo que me venga en gana, eres mi hija, y como tal harás lo que se pida! ¡Te encargarás del hotel y consecutivamente tomarás tu lugar como política¡ ¡Después te casarás con el hombre que tu madre elija y apruebe!"
-"¡No porque madre fue quien dijo eso lo aceptaré, ¡ENTIENDELO! ¡Esa mujer nos abandonó y ahora que vuelve para quien sabe por qué, tú le lames los pies! ¡Y ni creas que yo me humillaré de esa manera! ¡A diferencia de ti tengo orgullo y dignidad!"
El sonido de una bofetada llenó la estancia. Chloè tenía la mirada fija en la pared de la derecha, tocó su mejilla roja. Lentamente volvió su mirada a su padre.
Lo observó sin habla, nunca se había atrevido a tocarla.
Su padre mantenía la barbilla en alto y la miraba con bastante furia.
-"A mí no me vuelvas a hablar así. Que te ame no significa que no te pueda escarmentar."
-Alcalde- la voz del mayordomo sacó de sus pensamientos a André.
-¿Que sucede?
-La encontramos.
Eso hizo sonreír de manera cínica al alcalde de Paris.
-¿Y bien?
-Nunca creerá donde está.
Eso hizo fruncir el ceño al hombre.
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En otro lugar.
-Muy bien, ¿quién hizo la tarea?
Varias manitas se alzaron durante un segundo antes de que la rubia maestra sonriera amablemente.
-Veo que la mayoría lo hizo, eso está muy bien, se ganaron un premio.-luego se dirigió a las cuatro personitas que no la habían alzado.-Alan, Myrela, Hugo, Esmeralda ¿Puedo saber la causa de su falta al trabajo?
Ocho pares de ojos la miraron con culpa.
-Mamá siempre esta con el señor de la barba fea y tía Bere no me deja ver tele.-respondió Hugo triste.
-Papá siempre está en el trabajo y aunque quiere no puede estar conmigo.-Myrela no sonreía, pero se veían sus ojos acuosos.
-Se me olvidó decirle a mamá y a papá.-dijo Alan.
-No quise hacerka-la mirada de Esmeralda era la más arrepentida.
Los ojos azules de la maestra no mostraron ira o enojo.
Todos los niños la miraban, pero ella solo sonrió cálidamente.
-No se preocupen, pero cuando vengan por ustedes, pasen a sus padres. ¿De acuerdo?-al ver el rostro asustado de los niños, se rio-Tranquilos, no les pasará nada.
La sonrisa que le devolvieron indicaba que confiaban plenamente en su maestra.
En ese momento el timbre del recreo sonó. Los niños salieron corriendo con sus alimentos para comer y a jugar. Todos menos una.
Para cuando la maestra se dio cuenta de la presencia de una niña, ésta estaba a sus pies.
No importaba cuanto la miraba, para Chloè Bourgeois era la niña más bonita que había visto.
Myrela Ferrec miró a la profesora con sus ojos color azul eléctrico, casi idénticos a los de Chloè, junto con ese pelo rojizo que le recordaba a alguien, pero no sabía a quien.
Su ropa daba a entender que quien la vistiera tenía un buen gusto. Portaba un vestido de distintos colores con líneas horizontales entre los cuales destacaban los colores rojo, azul rey, blanco y café claro, que le recordaban vagamente a ella misma en sus días de escuela.
-Myrela, ¿Quién te viste?
-Nadie, yo misma elegí este conjunto y una amiga de papi me lo hizo.
-¿En serio? ¡Que lindo!
Se dio cuenta de que la niña no quería salir. Con disimulo levantó la vista para ver la causa y no encontró nada. Preocupada por la niña, Chloè se agachó a la altura de la pequeña y le habló suavemente
-¿Sucede algo? ¿No quieres salir?
La pequeña no dijo nada; se acercó a la maestra y le tocó el cabello a su maestra, la cual la tenía en una media coleta.
-Su cabello es como el de mami.
La mención de la madre sacó de órbita a Chloè.
Apenas estaba empezando con ese grupo así que no conocía bien la historia de cada uno.
Pero por parte de la pequeña que tenía a su lado sabía que la madre no vivía con ella ni el padre. La madre los dejó por algo, aunque ella no se metió en la situación; mientras el padre entró en una especie de shock por el abandono, su hija fue cuidada por la amiga del padre.
Un recuerdo brilló en la mente de la ojiazul. Una pequeña niña rubia sostenía entre sus brazos un peluche en forma de oso mientras miraba a la entrada del hotel en donde vivía, mientras una adulta se marchaba sin voltear la vista.
-¿Te recuerda a ella?
La pequeña solo asintió con la cabeza sin dejar de acariciar el cabello de Chloè.
La timidez de Myrela cautivó a Chloè. Le tomó las manos y las juntó frente a su rostro.
-¿Quieres salir a los juegos conmigo?
Salieron juntas del salón mientras Chloè trataba de recordar como trabajaba Myrela.
Casi siempre estaba sola, tenía un cuaderno grande y horizontal de un color blanco casi inmaculado.
-Myrela, cuando tienes ese cuaderno tuyo en tus manos ¿Qué haces allí?
La pequeña no miró a la maestra, la única muestra que dio de haberla escuchado fue un ligero apretón en la mano derecha.
-¿No quieres decirme?
-Y-Y-Yo… escribo.
Chloè le sonrió, dándole a entender que siguiera.
-Creí que dibujabas como lo demás.
-No.-la respuesta de Myrela fue firme, y no había ni una pizca de duda.
Eso sorprendió a la rubia.
-¿No te gusta dibujar?
-Papa siempre esta dibujando, nunca podemos estar juntos, él está todo el día encerrado en su "refugio" que se encuentra arriba de su habitación. Y cuando tiene que irse, me deja con la Tía Ari.
-¿La Tía Ari es hermana de tu papá?-Chloè supuso que Myrela aún no sabía decir el nombre de su tía, así que lo dejó estar.
La pequeña negó con la cabeza.
-Es amiga de mi papá. Yo creé el diseño de mi vestido y ella lo hizo.
Por la cabeza de Chloè pasó la imagen de una chica de cabello corto azulado sujeto en dos coletas que amaba hacer ropa. Sacudió su cabeza olvidando ese recuerdo. Nada ganaba regresando a esos días, por esa época fue en verdad una maldita bastarda. De todas maneras, eso fue hace mucho tiempo.
-De cualquier forma, ¿no te gusta dibujar porque eso es lo que te distancia de tu papá?
La pequeña asintió y de inmediato Chloè sintió la tristeza de la niña.
Sonó el timbre de fin de recreo y todos los niños regresaron a su salón.
Chloè se la pasó todo lo que quedaba de la mañana pensando en lo sucedido con su alumna.
Estaba observando la planeación que había hecho para la semana, decidiendo si debía hablar con el padre de Myrela o no, cuando una voz detrás de ella le hizo alzar su cara de su planeación.
-¿No sabes qué hacer con tu planeación?
Se encontró cara a cara con Sam Raincomprix. Su mejor amigo desde la secundaria, quien se encontraba fabuloso con su uniforme de policía, con la placa brillando majestuosamente en el pecho.
Solo él había aceptado su decisión de educar a niños de preescolar. Algo que ni ella se imaginaria estar haciendo a los 25 años.
Cuando abandonó su casa a los 19 años, decidió no volver jamás, el regreso de su madre cambió muchas cosas, principalmente en ella. Las cosas se complicaron, su madre era tan egoísta, vanidosa y maldita como ella lo fue antaño, y Chloè odiaba a su madre; le hizo darse cuenta de que tenía que cambiar, pero su madre no permitió ni darse una oportunidad, amaba que ella fuera su saco de box. Los insultos, los golpes y el querer dominar todo de su vida, la enloquecieron, además de destrozar su confianza hasta ser inexistente. Tenía que irse. Y la gota que derramó el vaso fue cuando le dijo que se casaría con un amigo de su madre para "mejorar la imagen del hotel".
Algo que Chloè ni nadie se creyó. Solo buscaba mejorar SU propia imagen.
No pudo más, tomó un puñado de dinero y se dirigió a la puerta, pero al final decidió despedirse de su padre, había sido el único además de Adrien en apoyarla, de modo que se dirigió al despacho de su padre, toco la puerta y cuando le dio permiso de entrar, anunció a su padre que se iría, su padre la golpeó. Fue la primera vez que lo hizo, pero Chloè decidió una nueva ley en su vida: Siempre existe una primera vez.
Cuando se hubo marchado llamó a Sam para darle a conocerla noticia, él también tenía muchos problemas en su casa de modo que decidió acompañarla a donde el viento la llevara, que resultó ser en un pequeño pueblo llamado Saint-Benoît-du-Sault, a 278 kilómetros de Paris. Amaba Paris, no iba a alejarse demasiado, pero se aseguraron de ser un lugar en donde nadie creyera que estaría, ¿Y qué mejor lugar que un lugar fundado alrededor de una abadía?
Ella empezó a estudiar educación en una universidad que se encontraba cerca de allí, y Sam se especializó en la seguridad al igual que su padre.
Pronto, consiguió un trabajo cerca de donde viven ella y Sam.
La rubia movió su cabeza de un lado a otro, decidida a alejar esos pensamientos. Sonrió a Sam y dejó caer los papeles en su escritorio.
-Debemos aceptar que esto es complicado.
-¿Te recuerda a ti?
Chloè miró por la ventana como los padres venía a recoger a sus hijos. Su silencio le dijo todo a Sam.
-Sabes que no debemos mezclar vida personal con la profesional.
Chloè le dio una triste sonrisa.
-Lo sé.
La rubia se paró del escritorio y se acercó más a la ventana. Una ventaja de ese salón es que se encontraba al frente de la puerta de entrada del colegio, donde podía ver quien entraba y salía.
-Adivina quién es el padre de la chica que te trae como loca.
-¿Quien?
Chloè estaba interesada en el nombre, si Sam lo mencionó significaba que lo conocía. Ambos.
Recorrió con la mirada lo que su vista alcanzaba a observar, cuando observó que en la entrada de la biblioteca se encontraba Myrela sentada en el suelo mirando con anhelo la estancia de los libros.
Sin pensarlo realmente, salió de su salón y se dirigió a la pequeña peliroja.
Cuando la pequeña se dio cuenta de la profesora, esta se sentó a su lado.
-¿Qué haces aquí?
-O…Observo los libros.
-¿También esperas que venga alguien?
Mientras las chicas hablaban, Sam salió para unírseles y observo que en la entrada de la escuela se encontraba un hombre pelirrojo buscando con la mirada a todas partes.
Con una sonrisa, Sam se acercó al hombre.
-¿Busca a alguien?
El pelirrojo detuvo su búsqueda mientras contemplaba al hombre frente a él.
-Eres…pelirrojo.
La sonrisa de Sam se anchó.
-Efectivamente. Bueno, no ha respondida a mi pregunta.
-¿Eh? ¡Ah, sí! Busco a mi hija, es una pequeña pelirroja como yo. Se llama Myrela.
Sam parecía el gato de Cheshire.
-Claro, se encuentra con su profesora en la sala de biblioteca.- Y prosiguió a explicar cómo llegar-. Derecho y al lado del salón de la profesora Andrea, no se preocupa si no la encuentra, tiene el nombre de la profesora en la puerta.
-El hombre pelirrojo se sintió cohibido.
-Eh…Gracias.
Y se fue.
Sam no podía dejar de sonreír.
-Oh, Chloè hoy me darás una gran paliza, pero te aseguro que merecerá la pena.
Chloè abrió la biblioteca y dejó entrar a Myrela, la cuela estaba dando saltitos de la emoción.
La rubia sonreía ante la emoción de la pequeña. Le recordaba a un pasado feliz, o lo más feliz que podía estar en su momento.
-¿Qué te gustaría leer?
La pequeña abrió los ojos con asombro.
-¿Me leerá algo?
-Si eso deseas, pero si no, tú puedes hacerlo.
Chloè le extendió la mano para que Myrela la tomara.
Myrela miró fijamente la mano que le ofrecían.
Era un poco más grande que la de su Tía Ari, pero se veía suave, y que no le haría daño.
Alzó la mano para tocarla, pero en el último minuto dudó.
En la cabeza de la pequeña destelló un recuerdo:
"Mamá está recostada en el sillón, mirando el techo y papá no está.
Tengo hambre.
Me acerco a mami y le sacudo el brazo.
Mami me golpea en la cara.
"¡No estorbes!"
No sé por qué me golpea. Solo tengo hambre. Papá nunca se entera del golpe, mami es linda conmigo cuando papá está cerca, no quiero que papi se vaya."
Agachó la cabeza, juntó sus manos en el pecho y miró de soslayo a la profesora frente a ella.
-Señorita Chloè…
-¿Dime?
-¿Puedo confiar en usted?
-Claro.
La pequeña pelirroja alzó la cabeza para observar a su profesora.
Y lo que vio la convenció.
Chloè no se había movido de su lugar en ningún momento. Seguía teniendo la mano extendida hacia Myrela. Y en su rostro se encontraba la sonrisa más dulce, cálida y cariñosa que había recibido Myrela en su vida.
Sin dudarlo, no solo tomó su mano, sin que le abrazó con todas sus fuerzas. Escondió su rostro en le pecho de la profesora para que no viera sus ojos acusos.
-No me deja sola, profesora.
Al principio Chloè se sorprendió por la efusividad de Myrela, pero rápidamente se recompuso y la apretó con su cuerpo fuertemente.
-Nunca…
Una vez pasado el momento, ambas ojiazules se vieron a los ojos y sonrieron.
Luego, observaron el aula.
-¿No crees que esta salón debería tener un cambio?-preguntó Chloè.
-Tal vez un poco más pintura.-Myrela miraba hacia el techo, las paredes y la puerta-. Podría ponerse un dibujo de unos fénix, lechuzas y otros animales para que se sienta como en un ambiente en el que puedan mezclar los libros y la lectura, le puedo preguntar a papi si puede venir a hablar con usted.
-¿Puede?
-A veces no puede salir ni a comer cuando hago de comer. Así que como sola la mayoría de las veces.
La ira de Chloè empezó a emerger.
La pequeña sin saber nada, se asomó fuera del salón y vio a su papa acercarse al salón, una gran sonrisa asomo por el rostro de Myrela.
-¡PAPI!
Salió corriendo en dirección a su padre cerrando la puerta en el camino.
Chloè estaba que echaba humo de la cabeza, estaba segura de que le diría un par de cosas al padre, pero era una profesional.
-No mezclar trabajo con personal… No mezclar trabajo con personal… No mezclar trabajo con personal…
Estaba recitando su mantra cuando le llegó a los oídos la voz del padre.
-No siento por llegar tarde, estaba trabajando.
Chloè abrió la puerta de una patada, su ira se sentía desde la entrada de la puerta.
Sus ojos buscaban enloquecidos al culpable de su ira y cuando lo encontró la ira desapareció.
Frente a ella se encontraba un hombre pelirrojo con Myrela en sus brazos, que saltó en su lugar por el sonido de la puerta azotándose en la pared.
Hacía años que no lo había visto, y por lo visto, el tiempo lo había hecho madurar, y para bien.
Su cabello estaba un poco más largo de cuando estaba en la secundaria, pero a diferencia de este, no lo parecía ver como un niño, sino como un hombre, uno muy apuesto.
Llevaba una camiseta color verde claro, haciendo resaltar su cabello, unos jeans obscuros y sujetado a la cintura un suéter color marrón, era obvio que no le interesaba la moda.
Cuando devolvió la vista al hombre sus ojos mostraban sorpresa, haciendo que Chloè se tensara.
¿La había reconocido?
Nathaniel Kurtzberg nunca tuvo que buscar una mujer, aunque suene engreído, él sabía de los cambios que sufriría su cuerpo durante la preparatoria, pero nada lo preparó cuando ingresó a la Universidad a los 19, las mujeres se atraían a él como polillas a la luz, su cuerpo había sufrido cambios. Y muy notorios. Había aganado musculatura, además de sujetar el cabello en media coleta, hacerse unas cuantas perforaciones en la oreja derecha y ser un poco más lanzado. Claro que gracias a su novia que posteriormente se convirtió en su esposa… No, Exesposa.
Cuando conoció a Celene creyó que el amor le había sonreído. La única mujer que había amado además de su madre solo lo veía como un amigo. De modo que estaba descartada.
Ella era muy dulce, de un hermoso cabello rubio y de unos ojos azules que le recordaban a la chica que le hizo la vida imposible durante la secundaria. Pero Celene era completamente diferente a Chloè Bourgeois. Siempre creyó que los rubios le arrebataban todo lo que quería, pero esa chica siempre pensaba en los demás antes que los otros, buscaba manera de poder ayudarlos.
Nathaniel no pensó volver a enamorarse, pero la conoció, gracias a ella se volvió más abierto con las personas, y más coqueto. Solo hubo un problema durante su relación, y era que ella adoraba maquillarse. Algo a lo que Nathaniel nunca le prestó atención, ni le recriminó.
Por ello, cuando esa mujer salió del salón, por un momento creyó ver a esa mujer que amó alguna vez.
Sin embargo, algo estaba diferente. Celene no tenía unos ojos tan azules, como si fuera el mar, su rostro no le transmitía la sensación de pasar sus dedos por su rostro, su cabello era suavemente ondeado por el viento haciéndola parecer una ninfa de las que le solicitaban dibujar, aun con esa alborotada media coleta se veía irresistible.
Tenía puesto un vestido veraniego de color rosado ligero, unas sandalias verdes y alrededor de su mano se encontraba una pulsera en forma de mariposa. Se veía encantadora.
-Nunca esperé encontrarte en este lugar…
La voz de la mujer era aún más dulce que lo que jamás pensó. Era melodiosa, era… ¿Cómo lo conocía?
-¿Te conozco de algún lado?
Chloè se destensó y sopesó las opciones, ¿Qué probabilidad hay de que Nathaniel Kurtzberg apareciera en su escuela? ¡Y peor aun, como padre de su alumna! Algo bueno era que no la había reconocido.
Antes de que pudiera decidirse, Myrela abrió la boca.
-Ella es mi maestra, la señorita Chloè Raincomprix.
El apellido le sonaba de algún lado a Nathaniel, pero no lograba recordar de dónde. Lo único que recordaba era que así se llamaba el policía del pueblo. Supuso que era la esposa del policía.
Chloè le sonrió cariñosamente a Myrela, aunque por dentro estaba gritando a todo pulmón.
-¿Usted no me reconoce?-le preguntó a Nathaniel en un tono respetuoso.
-Discúlpeme, pero lo siento.
-Papi, la maestra quiere pintar la biblioteca y te sugerí, ¿Crees poder hacerlo?
Nathaniel estaba sorprendido, pero le sonrió a su hija.
-Primero hay que hablarlo con la directora y la maestra interesadas, ¿no te parece?
-Supongo.-Myrela se había desilusionado, esperaba pasar un tiempo con su papá en la escuela, pero al levantar la mirada vio a su maestra mirar fijamente a su , ¿Me puedes bajar?
Nathaniel estaba oficialmente pasmado, nunca su hija le había pedido que la bajara cuando éste la cargaba, ni siquiera cuando su madre biológica le extendía los brazos para abrazarla.
-Cla..Claro.
Cuando la bajo, observó fascinado que se acercaba corriendo a la mujer rubia que tanto lo extrañaba.
-Myrela
La mujer extendió los brazos para recibir a la pequeña, y, en contra de todo lo que pensó, su hija se abalanzo a los brazos de la mujer, se llamaba ¿Chloè?
Un momento ¿Chloè? ¿Cómo Chloè…?
Y de pronto, recordó. Sam Raincomprix, el mejor amigo de Chloè Bourgeois.
-¿Chloè?
La aludida alzó la mirada con Myrela en brazos.
Y le dedicó la sonrisa más rota y desolada que jamás vio Nathaniel.
-Hola.
La pequeña miró a su profesora y luego a su papi. Frunció el ceño.
-¿Que le hiciste a la profesora?-le pregunto a su papá.
Su padre cambio su mirada a una dura.
-Myrela, baja en este mismo instante, ella es peligrosa.
Myrela no entendía nada.
-¿Por qué lo es? Ella es buena.
La risa cruel de su padre la asustó. Se acercó más a su profesora. La cual lo notó de inmediato. Chloè se irguió en toda su plenitud. Primero eran sus alumnos,
-Nathaniel, estas asustando a tu hija, compórtate.
-¡¿Yo, comportarme?!
-Sí, tú, ¿tendré que llamar a la policía?
-¡Adelante, ¡Llama a tu amadísimo esposo¡
Chloè no entendía que pasaba por la cabeza de Nathaniel, ¿De quién rayos hablaba?
Y luego se acordó de como la presentó Myrela.
-Nathaniel, Mi apellido no es Raincomprix, es Bourgeois.
-Claaaaro y yo no soy su padre.-el sarcasmo inundaba las palabras de Nath.
Chloè estaba harta.
-¡BASTA!-. Y, como por arte de magia, Nathaniel se calló.-Escúchame bien, Kurtzberg. No vuelvas a decir algo así, tu hija está aquí ¡por dios!, ¡ten un poco de decencia! Y si sigues así, voy a llevarme a tu hija hasta que te calmes. Y estoy en mi derecho de intervenir si veo algún problema, ella es mi alumna, así que te me callas, te calmas y hablamos civilizadamente. Y no te lo estoy digiriendo.
Y antes de que Nathaniel pueda hacer algo, Chloè pasó a su lado y se metió en un salón. Sin mirar atrás.
Cuando escuchó la puerta cerrarse, Nathaniel volvió en sí, se recargó en la pared y se deslizó lentamente hasta el suelo.
¿Qué mierda le había pasado? ¿Cómo pudo perder el control así? Apretó sus rodillas a su pecho, recargó su cabeza en sus brazos, que los cruzó frente a él.
¿Ahora que iba a hacer?
-Vaya que fue fiera la batalla.
Nathaniel alzó la cabeza lentamente, y se encontró con el hombre que lo había ayudado a encontrar a su hija.
-Disculpe, ¿usted es…?
-Ah, disculpa mis modales, me llamo Sam, Sam Raincomprix. Y vengo a hablar con usted con respecto a la señorita Chloè.
Nathaniel estaba seguro que estaba soñando. Esto no podía estar pasándole.
Sam se sentó a su lado, para ser le policía de un pequeño pueblo, vestía elegantemente, tal y como lo recordaba.
-Chloè no es una mala persona.-susurró Sam.
Nathaniel bufó.
-Contrario a lo que piensas de ella, no es mala, cuando llegamos aquí….
-¿Crees que me interesa tú historia de amor con la mimada esa?-Nathaniel no sabía por qué no quería escuchar eso, pero de que no quería, no quería.-. Además, ¿qué hacen aquí? ¿No deberían estar en una fiesta grande con lujos?
-Nop. Ella y yo nos escapamos de esa vida.
-¿Insinúas que Chloè Bourgeois decidió trabajar en lugar de tener la vida solucionada?
Nathaniel no podía creer eso. Aunque lo acabara de ver hace menos de cinco minutos.
-Es tu decisión, pero piénsalo bien, conozco a Chloè y si dijo que no te entregará a tu hija hasta que te calmes, hazlo.
La mención tan marcada de la rubia enfurruñó a Nathaniel. Pero cerró los ojos, suspiro largo y hondo, y se levantó.
-Estoy listo.
uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
¡Y listo! espero tenet la continuaciòn para el siguiente lunes.
!Hasta entonces!
