Un minishot sobre Shaka y sus pensamientos. Antes de que se inicie la guerra contra Hades.
¡Espero que os guste...y que no os ralle demasiado!


Nirvāṇa

La tarde se cernía delicadamente sobre el bosque. Los rayos de sol incidían y se colaban entre las ramas, haciendo refulgir las doradas hojas que cubrían el suelo.

Una hoja de álamo blanco se movía en el aire mecida por el suave viento otoñal. De color amarillo, unos ojos azules seguían su errante vuelo. Finalmente, se depositó a los pies del joven.

Shaka se agachó y recogió la hoja por el tallo. La movió entre sus dedos, haciéndola girar.
—Tu tiempo ha llegado ya— musitó el caballero, hipnotizado por el movimiento.

Alzó la vista para contemplar el sendero que se abría ante él. La alameda que se extendía a los lados del arroyo se elevaba más de veinte metros por encima del suelo. El otoño había amarilleado por completo las delicadas hojas, y éstas habían iniciado su viaje final, para que en primavera nacieran nuevas hojas verdes.

—Ohm mani padme hum.

La oración reverberó suavemente entre el follaje caído, buceó entre las aguas del arroyo y se elevó hacia el cielo azul.

El caballero extendió su mano, con la hoja aún en su mano. Una fuerte brisa, inusualmente cálida, la elevó hacia el aire, perdiéndose entre el resto de hojas que habían decidido acompañarla en su último viaje. Cerró los ojos.

—Volverás a la tierra que te creó, y formarás parte de ella. Para que tu cuerpo alimente a los de alrededor y así puedan brotar nuevas esperanzas la próxima primavera. Nada es en vano. Ni la muerte. Aunque digan que es el fin de la vida, no pueden estar más equivocados. Es el comienzo de otras vidas, quizás las allegadas, quizás la de nuestros amigos que nos sobrevivan. Y sabrán aprovechar cada minúscula parte de nuestro cuerpo para que les de fuerzas en los tiempos que nos avecinan. Cuando mi sangre retorne al mar, cuando mi cuerpo se mezcle con el suelo, sólo así entenderé que nosotros pertenecemos a la tierra. Y mi alma alcanzará el Nirvana, cerrando así el ciclo. El ciclo de mi vida. No más reencarnaciones.

El cabello rubio de Shaka se meció con el viento de estremecimiento. Por unos segundos, el bosque se oscureció al paso de una pequeña nube. Pero al despejarse, los rayos de sol cobraron fuerza y alcanzaron al caballero de Virgo, que permanecía de pie, con los ojos cerrados. El mala dorado que llevaba enroscado en su muñeca se escurrió hacia la mano que previamente había acogido a la hoja.

Avanzó por el camino, hasta llegar a un claro del bosque. Allí, se sentó y tocó la primera esfera áurea.

Fue pasando las 108 cuentas una a una, murmurando plegarias al viento, al bosque, al agua, al cielo, a sus amigos, a sus conocidos, a su diosa. Una plegaria por los que seguían vivos, otra para los que ya no estaban. Y una más por los que vendrían a ocupar sus puestos en el futuro.

Porque Shaka sabía lo que iba a suceder. Y esa certeza, aunque por momentos le hacía estremecerse, le daba fuerzas para afrontar lo que estaba por venir.


Sé que es un minishot bastante profundo, pero le debía uno a Shaka de Virgo...y a mi Shaka personal :)
El mala es el rosario budista de 108 cuentas.
Al principio el escenario iba a ser con los sales gemelos, pero como Budha murió entre ellos, preferí utilizar los álamos o chopos blancos, porque esta escena la sitúo antes de la Guerra Santa. Además, los chopos en otoño cubren todo el suelo con hojas doradas, y quería darle ese ambiente más cálido.

¡Muchas gracias por leerlo!