«Marionette»
Todito aquí es de Sui Ishida.
Summary:
Le agrada su juguete y lamentablemente él no puede dejar de serlo. Eto/Kaneki.
#Notasquetodosaman(?):
Amo a Eto con todo mi corazón y la estoy shippeando demasiado con Kaneki. Amo los personajes que se odian y se manipulan, los villanos son los mejores amantes. Y Eto está loca. Yes.
—o—
Ella lo empuja.
Incluso si aquello se ve absurdo, él no puede evitar sorprenderse. ¿Quién lo diría? Que una chica tan pequeña pudiera mover de esa manera a un chico de piel albina y ojos ardientes. Pero sí, ella puede. Y entonces lo muerde, lame su cuello y su flemático cuerpo se une al suyo. Lo está torturando y lo sabe; lo disfruta. Y de alguna manera retorcida él también lo hace. Un beso, de esos humedos que comparten, sin respirar porque aún no se aguantan y un gemido ahogado en lo profundo de su garganta. Despacio, despacio y muy lento, con los dedos colándose debajo de la ropa y la mentira jugando en la punta de sus lenguas.
Se quema, se quema y es como estar en el infierno, lo cual probablemente sea una buena definición considerando la multitud de pecados que cuelgan de sus labios. Sabe que Kaneki se congela, que la está odiando. No es tan importante. A ninguno de los dos les interesa, quizás a ella menos que a él. Sus vendajes caen al suelo y se esparcen como sangre albina, sus dedos despeinan su cabello multicolor y no lo deja de mirar a los ojos en ningun momento. Kaneki jadea, como un cachorro herido. Y Eto sonríe, como un duendecillo cruel. Le agrada su juguete y lamentablemente él no puede dejar de serlo.
—Lo prometiste, Kaneki —murmura en su oído, muerde el lóbulo de su oreja, suave, pero de todos modos sangra y sus ojos la contemplan caer, sin hacer amago alguno de beberla—. Dijiste que jugarías a quererme.
—Esto no es un juego. No lo es.
—¡Pues lo es para mi! —chilla, alejándose y contemplándolo con ojos fogosos. Muerte y vida, coqueteando. O peleando, porque hay diferentes maneras de pelear—. ¡Para mi es el juego más divertido del mundo!
Su risa se desprende mezclándose con el aire, furiosas campanillas agitando sus tímpanos. Ella no lo quiere y él tampoco, pero no puede evitar desearlo, creyendo que tal vez eso es el amor.
—Tú no me importas —lo lastima, las palabras de Eto son armas y ella es una asesina. Su lengua deslizándose sobre su labio inferior—, nunca me has importado. No eres irrepetible, necesario, indispensable. Podría dejarte ir en cualquier momento.
Yo no necesito a nadie.
—Pero no lo haré, me gusta jugar contigo —admite, riéndose una vez más. La odia y la desea, aunque eso no vaya a cambiar nada—. ¿No te diviertes? ¿No es esto tan divertido, mi dulce Kaneki?
Dulce, dulce, dulce, aunque ella sea tan amarga como el vinagre. Las campanillas lo persiguen cuando resbala al suelo pero como un ángel salvador Eto lo abraza una vez más. Fuerte y fría, con el cabello marino y los ojos de la muerte. Etérea, infinita, horrible, perversa.
Perfecta.
