En la inmensidad del desierto cuatro figuras avanzaban lentamente. Era de noche y el inclemente sol se había ocultado hacia ya cuatro horas.

El guía se había mostrado sorprendido cuando los tres viajeros que lo contrataron en el puerto de Cesarea le habían pedido que hicieran el viaje de noche "Es peligroso" les había dicho"Bandidos y fieras salvajes son comunes en esta región. Es mas seguro viajar de día"

Los tres viajeros insistieron "No estamos acostumbrados a este clima" dijo uno de ellos en un latín con un acento extraño "El sol del desierto es muy fuerte para nosotros"

El guía no había insistido más.

Mientras viajaban, el guía, un griego que se había radicado hacia ya muchos años en Judea después de servir en el ejercito imperial, pensaba acerca de los tres extraños viajeros.

Normalmente los pocos viajeros que llegaban al puerto de cesarea eran soldados y funcionarios romanos o mercaderes griegos; Sin embargo era obvio que estos tres no lo eran. Quien habi­a hablado con el era un hombre fornido con unas características propias del lejano norte. Una larga cabellera rubia que le llegaba hasta los hombros, ojos de un azul muy claro y una gran estatura no eran comunes ni en griegos ni en romanos. La ropa que llevaba encima pareci­a más adecuada para soportar el inclemente frió del norte que las soleadas campiñas de Grecia o el tiber.

Los otros dos viajeros eran mas misteriosos todavía; El guía, cuyo nombre era Leonidas, no les habi­a podido ver el rostro ya que llevaban encima de sus cabezas unos capuchones grises que ocultaban sus rostros. Sin embargo en uno de ellos alcanzo a percibir un largo cabello rubio. Ambos eran todavía mas altos que su compañero "Deben ser también bárbaros del norte" se imagino Leonidas y se pregunto que podi­an hacer en Judea­.

Judea era quizás el rincón mas apartado y mas olvidado de todo el imperio, mas inclusive que la frontera norte del Rhin.

Después de avanzar durante cerca de 5 horas, finalmente los viajeros divisaron lo que parecía ser una pequeña aldea "Aquí­ descansaremos" dijo Leonidas, "conozco al dueño de la hostería local y podremos descansar allí­ y comer algo"

Cuando ingresaron al pueblo, notaron que este parecía estar lleno de gente "Mucha gente descansa aquí­ en su ruta a la ciudad de Jerusalén en esta época del año" explico Leonidas "Los judíos celebran lo que llaman la pascua, y mucho hacen un peregrinaje hacia su ciudad santa".

Leonidas y los tres viajeros podi­an notar las miradas llenas de curiosidad y cierto recelo que los lugareños les dirigían. El hombre rubio le pregunto a Leonidas "Por que nos miran así?" Leonidas sonrió y contesto "No están acostumbrados a ver extranjeros por estas tierras" dijo "Además creo que nunca habían visto una cabellera rubia" El hombre, cuyo nombre era Vercingetorix, sonrío y dijo "Ahora se como se sentían los pocos romanos que se han establecido en el norte de la galia"

Leonidas pregunto con curiosidad "Eres galo?" El hombre replico "Si, lo soy" Entonces Leonidas dirigió su mirada hacia los otros dos viajeros y pregunto "Ellos también" Vercingetorix lo miro por unos pocos segundos y contesto "No exactamente. también son hijos del norte, pero no, no son galos"

Una vez que entraron en la posada, Leonidas dijo "busquen una mesa, mientras tanto yo iré a hablar con mi amigo para que nos traiga comida y nos de habitaciones".

El sitio estaba lleno de gente, viajeros de diferentes partes de Judea y también habitantes locales. Todos observaban con curiosidad al extraño hombre de cabellera rubia y sus dos acompañantes.

Una vez sentados, uno de los encapuchados le dijo a vercingetorix en lengua celta con una melodiosa voz femenina "Es una tierra hermosa. En todos los largos años de mi vida jamás había estado en un sitio así" Vercingetorix respondió "Es cierto Arwen" entonces le dijo al otro encapuchado "Por que tan callado Legolas? No has dicho una palabra desde que salimos de Cesarea"