La última de las puertas ha sido ya atravesada, en frente mía puedo ver sus rudimentarias construcciones, allí habita nuestro enemigo, les esperamos, ellos duermen. Puedo sentir la brizna del aire, la mustia tierra pardusca de su ciudad. Nos levantamos y acechamos a nuestro odiado enemigo. Esos extraños edificios serán perfectos para un ataque sorpresa, guardamos el factor sorpresa: tenemos ventaja. Nos detenemos un momento, sigue el silencio. El susurro de las hojas mezcladas con el barro se hace molesto; el trinar del único pájaro que habita este maldito lugar se hace molesto, quizá esté avisando de lo que se avecina… Quizá esté huyendo con los pocos congéneres que le queden a un lugar más seguro. Por fin, el viento se detiene, el envejecido sol amanece entre las nubes; parece ser la señal, estamos preparados.

Suenan las crujientes pisadas sobre la ardiente arena fina, aquello sí que merecía ser llamado el infierno. El calmado paso, que hasta hacía poco habíamos llevado, pronto se convierte en una alocada carrera por la llanura, hasta su ciudad… La ciudad donde nos esperaba el enemigo más odiado. Corremos con todas nuestras fuerzas. El miedo y la incertidumbre, que antes habíamos sentido, desaparecen ante un bramido, mi bramido, nuestro bramido. El clamor de miles de voces nos arropa. Vemos a las bestias allí adelante, ellos luchan por mantener su poder, por el derecho a utilizar su poder más allá de lo estipulado… eso es lo que defendemos. Por ello sabemos que no debemos perder esta batalla, no podemos dejar que el mundo sea conquistado por esos seres, debemos luchar…

El compañerismo de miles de batallas, la lucha casi codo con codo, un ideal común, todo eso nos hace más fuertes; y ese bramido, ¡oh, ese bramido ensordecedor que aterra a nuestros enemigos!, que ilumina nuestras más oscuras dudas; somos invencibles. Los pertrechos de guerra chocan entre sí, cuerpo contra cuerpo, alma contra alma. Dejo tras de mí todos esos cadáveres, produciendo esa peculiar música que tantas veces habían oído antes de dejar de existir. Mis puños, bien alzados, llevando las escaramuzas que he ido consiguiendo, quieren encontrar objetivos. Allí delante está de nuevo la sangre que tanto ansía ser derramada… Segundo choque, primera línea, yo comienzo a descifrar algunas caras de esas repugnantes formas de vida, ya llego yo, ya arrojo a varios de esos seres hacia atrás.

Distante en el horizonte alguien nos observa, mira hacia la línea de combate. Es fácil observarle en un día tan brillante, es fácil verle con un sol tan alto. Puedo seguir sus movimientos... no es uno de los míos desde luego, eso debería preocuparme... Alza las manos, las mueve de una extraña forma, no le oigo pero sé que algo masculla. Unos puntos de luz empiezan a brotar de sus dedos cuando un oscuro puño atraviesa su negro corazón. Una sonrisa cruza mis labios, entonces, me percato, es demasiado tarde, he bajado la guardia un segundo ¡maldita sea! Esquivo, resbalo, me levanto y entonces siento ese lacerante dolor... Veo mi sangre manar, noto mis fuerzas disiparse, caigo de rodillas, ya no me puedo mantener en pie. Mis grandes pulmones aspiran la última bocanada, intento levantarme de nuevo, pero me resulta imposible...

¡Malditos shinigamis!, si somos derrotados en esta batalla todo se perderá, y lo que es peor, nuestro recuerdo será mancillado por sus escritores… Luchad compañeros hollows, luchad por nuestro honor y nuestra valentía, luchad por nuestra identidad...