YA QUE ENTRASTE

YOU CAN'T GO BACK

NOW READ

Really, un cambio de aires a esta sección no le va a caer nada mal. ¿CÓMO QUE NADIE HA ESCRITO UN FIC SOBRE GROOSE EN ESTA SECCIÓN? y cosas así (lo de Groose nomás era un decir... mmmp, un fic de groose, suena awesome) ¿No? Digo, sí, chidisimo el Zelink, pero, chaviza, es ZELDA. Zelda es un universo vastisimo con muchisimos personajes y millones de cosas que inventarle, ¿Por qué solo se centran en una pareja, y en los dos personajes principales?

GIYGASHADE HA VENIDO A CAMBIAR ESO. Okey no, pero, no sé como sentirme publicando en esta sección xD donde solo leen Zelink ay no sé chavos ay no sé.

Después de mucho tiempo, me aventuro a regresar a esta sección la cual... sinceramente no me gusta mucho xD pero bueno, eso no importa. Espero les guste, más cosillas y notas inútiles de la inútil autora abajis.

Disclaimuuurrr

NADA ES MIO.

NADA.

THE CAKE IS A LIE.


GiygaShade's

La batalla de Evermore

I

Cuenta la leyenda, que la reencarnación de la diosa Hylia, el héroe elegido por ella y el dios de la oscuridad están destinados a encontrarse en todas las vidas. Ella siempre luchará al lado del héroe, sin excepciones. Ó, al menos eso es lo que cuentan. ¿Si fuera inverso? ¿Y si esta vez el héroe estuviera del lado de la maldad? Y la diosa, con el corazón destruido, no sabe a quién recurrir. ¿Y si las demás diosas ya están cansadas de luchar y han decidido dejar el mundo a su suerte? Quizá Hylia, Din, Nayru y Farore ya están hartas de las innecesarias guerras.

Y ¿Cómo comenzó todo? Probablemente lo que lo detonó fue el asesinato de una noble Zora; ó el suicidio de cinco Gorons que decidieron lanzarse a las gélidas aguas de lo más profundo del pico nevado; Ó la muerte de la Kokiri que salió de los bosques, buscando la paz. Quizá fue el ataque que destruyó una de las torres del templo de Din. Ó la fría voz del príncipe, a quién sólo le importan las riquezas y no la vida de su pueblo. Quizá todos tenemos la culpa de que este infierno al que alguna vez llamamos Hyrule exista.

Si tan sólo pudiera hacer algo para acabar con esta matanza, incluyendo las muertes que yo propicio…

La campana del cementerio le despertó, como todas las mañanas. Otro triste día en la villa Kakariko, sin nada que celebrar y más cuerpos que enterrar. No había podido dormir bien, los crímenes no le dejaban conciliar el sueño. Se estiró y se sentó en la cama, observando desde su ventana los rayos del sol que se colaban entre las grises nubes. Notó que el halo de la montaña era aún más rojo, y eso sólo podía significar que los Gorons estaban planeando algo. No muy bueno.

Devolvió su vista a la habitación, completamente blanca, con sólo una silla en medio. Y en esa silla descansaba su uniforme. Un disfraz que oculta todo lo que de verdad es, y muy rara vez sale sin él. Se pone de pie y de nuevo se estira, observando el traje. Se quitó el blanco camisón y se contempla en el pequeño espejo junto a la cama, la herida en el abdomen aún duele. No termina de cicatrizar. Rápidamente busca debajo del colchón unas vendas, encontrándolas.

Cubre todo su abdomen y pecho con ellas, al principio duele pero se va adaptando. Como todo lo que ha hecho en la vida. Como Hyrule, duele, pero sabe que no puede vivir en otra parte. Una vez vendado todo su cuerpo, accede a ponerse su uniforme, el cual le aprieta demasiado y le causa calor. Nunca le ha gustado, se ve muy masculina y sus facciones delgadas no llegan a notarse, sin embargo, debe llevarlo porque de otra forma, no podría moverse libremente. Aunque, nunca ha sido libre.

Baja las escaleras y busca con la mirada a alguien en la casa, es obvio que está sola, su mentora se ha adelantado, como era de esperarse. Salió de ahí en completo silencio, no había nadie en la callejuela, y la brisa antojaba un ambiente tétrico que ella detestaba. A lo lejos logró distinguir música, alguien tocaba el piano, sabía perfectamente quien era y pasaría junto a su casa, ya que quedaba muy cerca de la entrada al cementerio. Camina, el silencio le desespera, sólo está ese piano y el timbre de la campana con intervalo. Si no fuera porque la realidad que están viviendo lo impide, habría niños en las calles, comercios abiertos y gente trabajando. La vida llevaría su curso normal. Y si las guerras internas y externas se acabaran, todo volvería a la normalidad. Hyrule regresaría a ser Hyrule.

Pasó junto a la casa de donde provenía la música, no le extrañaba ver al verdugo observando hacia la ventana. El verdugo era un hombre que se ocultaba detrás de la máscara de un Keaton, el zorro de tres colas que conoce los secretos del reino y que castiga a los niños que no se portan bien. Este hombre la llevaba, como una manera de saber que su trabajo es parecido al del Keaton. Castigar a los que van en contra de las reglas impuestas por la tribu. Sus ojos están perdidos en dirección a la ventana izquierda de la primera planta, mientras se deja llevar por la música. Él también sufre.

—Buenos días. —le saludó, al pasar junto a él.

Él baja su mirada —si es que lo hace detrás de esa máscara— y suspira.

—Buenos días, Sheik —vuelve a suspirar, sabe que no puede llamarle por su nombre real fuera del templo de la tribu, aunque siempre lo olvide—, ¿Cómo estás hoy?

—Oh, eso no importa. Más bien, ¿Cómo estás tú? Todas las mañanas estas aquí, escuchándola. Y rara vez hablas con ella.

Él se quitó su máscara para revelar la tristeza de un hombre. Sus ojos carmín y vidriosos parecen romperse. Sonríe un poco, sintiendo vergüenza de sí mismo. Ella sigue tocando el piano y ni siquiera se inmuta de la pequeña escena que está sucediendo fuera de su casa.

—Al principio hablar con ella no era complicado. Pero ahora, mantenerle en secreto lo que soy, es complicado. Me duele mucho hacer eso. Lo peor, creo que a ella también le hiere que no hablemos. Pero no puedo. No quiero ser un hipócrita.

Ella puso su mano derecha en el hombro del verdugo, tratando de reconfortarle.

—No eres hipócrita, sólo estás haciendo a la perfección la tarea que se te ha designado. Cuando todo acabe…

Él quitó la mano y retrocedió un poco, poniéndose la máscara de nuevo, para que ella no se percatara de sus lágrimas, de toda esa melancolía.

—Sheik, nada va a cambiar.

Lanzó una nuez deku y desapareció, ya no quería hablar más con ella. Aún no terminaba la música, no quería que ella terminase de tocar. Y el verdugo tampoco. Ese hombre era una persona muy extraña, alguien de verdad a quién tener miedo. El hombre de la máscara de Keaton, probablemente el hombre más temido de la tribu.

Siguió caminando, hasta la entrada del cementerio, solitario como siempre. La puerta de la última tumba estaba abierta, tragó saliva, detestaba ese lugar con todo su corazón, cada vez que entraba allí, sentía como si la muerte le estuviese abrazando. Antes de pasar el umbral y bajar las escaleras, miró hacia ambos lados y hacia atrás, nadie le seguía. El verdugo, como siempre, llegaría tarde.

Las horribles escaleras al infierno, con esas pinturas sobre el diluvio que algún día azotará esa tierra y el símbolo de la tribu brillante. Ellos están más abajo, discutiendo, puede escucharles. Baja los escalones de manera, temblando, pensando en lo que sucederá. Ya está más que acostumbrada a ir allí casi todas las mañanas, más esa era diferente. Se trataba del primer criminal al que había capturado en su vida. Había madurado. Tragó saliva, se preguntó si el verdugo ya habría llegado, si era así, entonces, de nuevo, se había demorado.

Llegó al final, a la habitación con cuervos pintados en todas partes, simbolizando la muerte. Sus ojos rojos parecían observarle, había pasado por allí incontables veces y aún tenía miedo, como si esas pinturas fuesen a salirse de la pared para atraparle y sacarle los ojos. Se acercó a la puerta de donde provenían las voces, giró el metálico picaporte y entró a la sala, la sala de torturas. Todos le observaron con una extraña mueca, algunos estaban encapuchados, otros llevaban una máscara al igual que el verdugo, y otros más vestían como ella. La única allí que no cubría su rostro era su mentora, quién clavó sus penetrantes ojos carmín. Intercambió miradas con los silenciosos hombres cuya capucha cubría gran parte de su rostro. Su mentora volvió a mirarle y suspiró.

—Sheik, tú nunca entenderás. ¿De nuevo llegas tarde?

Bajó la mirada, para no encontrarse con esos ojos que suelen penetrar el alma. Pero la volvió a subir para buscar al verdugo en la habitación, sonrió.

—El verdugo no ha llegado. Sin él no podemos proceder. En ese caso, no llegué tarde.

Su mentora y líder de la tribu lanzó una pequeña risa.

—Es el más importante y llega tarde. Parece que no le gusta su trabajo.

Una extraña luz iluminó toda la oscura habitación, todos los presentes se cubrieron los ojos, hasta que el brillo disminuyó. Era el verdugo, que de nuevo había usado una nuez deku, ahora para hacer su entrada. Subió una parte de su máscara para revelar una sonrisa tétrica. Caminó por toda la habitación y tomó a la mentora, la líder de la tribu, del hombro. Cualquiera habría tomado eso como una ofensa, pero viniendo de él, del hombre más temido de la tribu, no se podía hacer nada. Él era un ser extraño, inhumano. Fuera del templo se comportaba como alguien deseoso de vivir, enamorado, y arrepentido de su trabajo; dentro era completamente diferente, su actitud se volvía cínica, tenebrosa; al momento de dictar una sentencia, él parecía no tener alma, y lo disfrutaba.

—Bien, Impa, ¿Se ha chalado? ¿Qué al maestro Keaton no le guste su trabajo? —suspiró, quitando su mano del hombro de ella y bajando su máscara de nuevo—, usted lo que ha dicho no es más que una blasfemia. Una blasfemia que debería ser castigada con la muerte —Impa, la mentora, suspiró, sus amenazas siempre le parecían divertidas, Keaton no podría hacerle nunca nada—. Pero, ¿Sería capaz de matarle a usted? La respuesta es simple: No.

Impa lanzó una risilla ahogada y le dio la espalda, no estaba como para soportar sus cambios extraños de carácter. Se acercó a uno de los hombres con máscara, quién asintió después de que le susurrase algo. Acto seguido, con una media vuelta, observó penetrantemente hacia la máscara del verdugo, debajo de ella, estaba sonriendo.

—Vaya, no tienes que verme así. Con que me digas que ya estás lista, lo entiendo —el verdugo comenzó a caminar en dirección a uno de los muchos pasillos del templo, listo para hacer su trabajo. Hablaba, mientras se perdía en la oscuridad—. Además, estamos celebrando que Sheik por fin atrapó a alguien.

Le siguieron en la oscuridad, miraban a ambos lados y al suelo para no pisar ni tropezarse con los de su tribu. El verdugo amaba ese pasillo, mientras ella lo detestaba. En las paredes había murales de gente en llamas, algunos desmembrados, otros sin ojos. Caminaron con cautela, hasta llegar al final, a la habitación de los gritos, donde el verdugo dictaría la sentencia, cruel y afín a los crímenes que había cometido. El hombre con la máscara de Keaton hizo un ademán de acato, el cual era habitual —para no faltarle el respeto a los muertos— antes de sus prácticas. Abrió la puerta y fue el primero en entrar.

El cuarto era amplio, el más grande de todo el templo, sin contar el río de los muertos. A lo largo de este se encontraban distintos aparatos de tortura, algunos con sangre aún fresca. Sólo había unas cuantas velas rojas que le daban un ambiente aún peor, y en medio de todo, un mástil, atado a él, estaba el hombre a punto de ser sentenciado. Observó a los presentes de la tribu con una inmensa mirada de odio y sonrió, ninguna muestra de arrepentimiento. A Impa le parecía interesante esa gente, a su aprendiz le causaban pavor y al verdugo, quién se hallaba reticente, caminando por toda la habitación y tocando todos los instrumentos que encontraba con sus suaves manos, les detestaba Irónicamente, el tipo de criminales a los que más disfrutaba matar.

—¡Bien, bien, bien! —dijo el verdugo, casi en un grito de exaltación, mientras sus manos seguían tocando los instrumentos, dando vueltas por el lugar—, ¿Cree que nos va a matar con su mirada de odio? ¡Qué ternura! —lentamente, cogió una daga de piedra, aún ensangrentada y dio volteretas al aire, como un niño pequeño—, ¡Impa! —chasqueó los dedos, aún saltando—, ¿podrías leerme, por favor, sus crímenes?

Impa jadeó, siempre lo mismo con ese hombre ¿quién se creía para mandarle? Más no podía hacer nada, estaba casi en el mando en el que ella. Volteó hacia su aprendiz y le hizo una señal con la cabeza, ella no quería, de verdad no quería decir de qué se le acusaba. No estaba lista aún para enviar a alguien a la muerte, más debía hacerlo, era su trabajo como una de la tribu. El hombre trataba de liberarse, aún con esos inyectados en odio. Lanzó una risa, el hombre con Máscara de Keaton clavó sus ojos en él, acercándose lentamente.

—Un honor para mí —habló, con una voz rasposa, proveniente del mismo infierno—… Conocer a los tan temidos Sheikahs y su aún más temido Keaton… Compruebo que no son leyendas —bajó la vista y volvió a reír, cuando la subió, el verdugo se encontraba erguido frente a él, sosteniendo en alto la daga de piedra—, son como yo, ¡Unos viles asesinos que se aprovechan de la villa!

Ante lo siguiente, Sheik desvió su vista e Impa sólo se limitó a reír, los demás presentes observaron sin decir nada.

—Cállate, escoria.

Había dicho, casi en un suspiro el verdugo, sin embargo, todos pudieron escucharle. Acto siguiente pateó fuertemente el abdomen del cautivo cuatro veces, riendo. Se quitó la máscara y se la lanzó a Impa, sin ni siquiera mirarle. Él siempre lo hacía así, que al menos vieran su rostro antes de morir, que se inundaran en sus ojos rojos llenos de satisfacción al matarles. Volvió a patearlo, el criminal nunca mostró mueca dolor, sólo odio.

—Es cómico, te comportas como un asesino. Alguien peor que… yo.

El Keaton lanzó un mar de risas incontenibles, horribles e inhumanas, al mismo tiempo que acercaba la daga a él, abría su boca forzosamente y buscaba su lengua, para sacarla de ésta. El hombre del mástil sabía exactamente qué era lo que iba a hacer, tan cliché, pero tan doloroso, tan cruel.

—Te dije que te callaras—mientras le decía eso, cortó rápidamente la lengua del hombre, quién, no pudo más que emitir un chillido. La parte mutilada cayó cerca de Sheik, e incluso llegó a salpicarle un poco de la sangre a sus zapatos. Retrocedió, mientras el verdugo seguía riendo—, ¡Listo!, ¡Ya no puedes hablar más!

Hubo un momento de silencio, el hombre se retorcía y el verdugo, bien, él aún reía, nadie supo si su risa era veraz o sólo la fingía para imponer más respeto.

—Procede a leer sus crímenes.

Sheik tragó saliva, sus labios temblaban.

—Admitió haber matado a tres familias, incluyendo a los niños. Para quedarse con sus bienes. L-las vi-vic-víctimas fueron asesina-na… asesinadas de la misma forma. Degolladas.

Al articular la última palabra, sintió una enorme sensación de paz, se había quitado un gran peso de encima. El verdugo se puso de cuclillas frente a él, cuya boca sangraba exageradamente. Él criminal le escupió, con la cara sucia de la sangre salpicada, el verdugo volvió a reír, era el primero en hacerle eso.

—Querida Sheik, estoy seguro de que no fue lo único que hizo. ¿Olvidas esa horrible herida en tu vientre? —el Keaton se relamió los labios y los acercó a los oídos del cautivo, para susurrarle— ¿Sabes lo que se hace a los que no respetan a los Sheikahs?

Se puso de pie y volteó hacia los demás.

—Impa, mi guadaña.

Ella buscó entre el cuarto a su fiel amiga la guadaña, la cual el Keaton sólo usaba con los criminales más peligrosos, ó los que le hacían enojar. Impa buscó debajo del mohoso potro, encontrándola. La examinó y prosiguió a entregársela, una vez en las manos del verdugo, él comenzó a saltar de nuevo, ondeándola en el aire, todos los de la tribu dieron un paso hacia atrás para evitar ser decapitados por ésta.

—¡Uno! Por haber matado con tus manos a esos inocentes —ondeó la guadaña hasta que se encontró con los brazos del criminal, cortándolos rápidamente, el Keaton simplemente se reía y seguía saltando como un niño pequeño—, ¡Dos! Por disfrutar de los asesinatos —Clavó la guadaña en ambos ojos, de la misma manera, girándola lentamente hasta arrancarlos, los chillidos del hombre inundaron la sala, Sheik dejó de ver la escena a partir de eso—, ¡Tres! Por haber lastimado a un miembro de la tribu —cortó ambas piernas, cogiendo una con su mano izquierda y ondeándola como una bandera, después la lanzó y cayó en el suelo con un sonido sordo— y… ¡Maldita sea!, no quería llegar a esto, no tan rápido. Siempre es igual. ¡Cuatro!

La cabeza del criminal golpeó la fría tierra y se llenó de sangre, de su propia sangre.

—Y aquí termina mi número de hoy.

— — — —

Regresó a la casa, se quitó rápidamente el traje, ondeó su cabello y se tiró desnuda a la cama, por fin era libre, al menos ese día. Su vientre le dolía, esa herida apenas estaba cicatrizando, no quería volver a atrapar un criminal, no, si le iban a herir, ó si tenía que decir sus crímenes frente al verdugo. Suspiró y pegó su cabeza a la ventana, de entre las nubes sobresalía el halo rojo de la montaña de la muerte y, más allá, el monte Crenel sin vida, nadie se acercaba al templo de Din desde el ataque en el que una de sus torres calló, los Gorons, habitantes de la montaña, lo tomaron como una ofensa.

La tribu lo sabía, y ella estaba casi segura que entrarían en batalla el día menos pensando, junto con los Gorons. Aunque si lo hacían así, los Zoras y Kokiris estarían desamparados y nadie les ayudaría. Desde que Hyrule se había unificado por capricho del único patriarca, las tres razas comenzaron la guerra interna por la tierra de la vida inmensa, el cañón de Evermore, el lugar por el que, irónicamente, externamente, Hyrule y el Reino del Este, Ikana, luchaban. Viéndolo desde cualquier ángulo, no existía la paz.

Los emisarios de nula paz eran los Sheikahs, tribu a la que pertenecía ella, pero ¿Hasta cuándo?, ¿No era violencia lo que hacían?, sabía que Impa ya estaba cansada de la rutina de la tribu de atrapar a los asesinos en Kakariko y en algunos lugares del reino, y estaba tan afectada por ello, aunque nunca lo dijera. Y Sheik, ella ya había cansado de su reclusión en ese cuerpo. Quería ser libre.

Se bajó de la cama y buscó debajo de ésta el único vestido que tenía, muy simple, rosa y con un encaje en el centro, simulando la trifuerza. Ella misma se lo había tejido un año atrás, más su mentora no le dejaba usarlo. Pero ¿Por qué no? Se lo probó, aún le quedaba bien. Con ese vestido no era una Sheikah y mucho menos, Sheik. Tenía otro nombre, el verdadero, el que sólo conocían su mentora, el verdugo y otros pocos. Sonrió, sonaba mejor que Sheik, infinitamente mejor. Y si tanto Impa como el Keaton podían tener vida fuera de la tribu, cuidando su identidad, ¿Por qué ella no?

Por primera vez decidió salir a la calle no como Sheik, sino como Zelda.

Sin su traje ni su máscara, el verdugo se encontraba descansando plácidamente en el techo de la casa de Impa, sus ojos estaban clavados a una casa al final de la calle, la misma casa que había contemplado en la mañana, allí vivía la hija de un antiguo héroe, que había dado su vida por Hyrule. El verdugo le tenía infinita admiración a esa mujer, y si por el fuese, se casaría con ella. Lástima que no podría soportar llevar una doble vida a espaldas de ella, no lo soportaría. Él, casi seguro de que ella también le quería, sonrió. Eso nunca sería por tantas razones. Ella no era una asesina, y a la única Sheikah que conocía era a Impa.

Sus pensamientos fueron sacudidos por el sonido de un cuerno. El viajero de la villa había regresado. El Keaton le detestaba, pero su otro yo, el hombre de pueblo común y corriente... también le detestaba, aunque de menor forma. No quería ni verlo, pero lo más probable era que trajese noticias del reino del este, como siempre. Se levantó y bajó del techo con un salto, no debía de hacerlo así, ya que no traía su atuendo Sheikah, pero le daba igual. Observó a la única ventana de la casa y sonrió al ver a Sheik con un vestido. Muchas cosas fuera de lo común estaban pasando ese día.

Y eso, apenas era el principio.


En fin, ufff, la idea me vino porque he estado leyendo los libros de El señor de los anillos y aeehdyewunrwer, son maravillosos. Además, estoy plasmando mi Idea de escribir un fic con Casi todos los personajes en la saga, así que paciencia, saldrán muchisimos más, y, claro, aún falta Link, al cual le voy a dar algo MUY muy diferente a lo convencional :'D en fin.

Also, puede que cambie el nombre después, fue lo primero que se me vino a la mente ;D si saben a que hace referencia el título, los amaré eternamente. ETERNAMENTE.

No sé que decir.

Por fi, no busquen Zelink en este fic, no lo encontraran (de hecho xD no quiero enfocarme en ninguna pareja, puro drama el mio) DRAMA QUEEN

:D un review no hace mal!

LOS QUIERO Y ASÍ.