Los personajes no me pertenecen, solo la trama es mía.
QUEDA PROHIBIDO PUBLICAR CUALQUIERA DE MIS HISTORIAS EN OTRO LUGAR SIN MI CONSENTIMIENTO.
LA CHICA DE CADA NOCHE
Y aquí estaba yo, de nuevo, como cada noche, asomada por la ventana de mi habitación que daba la vista a la calle, con todas las luces de mi casa apagadas.
Me removí ansiosa y saque los binoculares.
Lo sé, parezco acosadora.
Dieron las 11:30 de la noche y no pasaba nada, estaba exasperada. Los faros de un taxi iluminaron la calle y se detuvo justo enfrente de mi casa. Del salió una chica alta, con una gabardina color caky y unos tacones gigantes.
Ella caminó hasta pararse en el imponente portón de la casa de enfrente, el cual se abrió y ella desapareció por la entrada, caminando hacia la gran casa.
Sentí una punzada de celos recorrerme.
Pero mejor me explico desde el principio. Yo soy Bella Swan, tengo veinticuatro años y vivo en los suburbios más ricos de los Ángeles, donde viven los inversionistas, los actores, los cantantes y los empresarios.
Yo no soy nada de eso, más bien me doy el lujo de vivir aquí porque soy escritora, pero bajo un seudónimo, mis libros por suerte han sido muy vendidos.
Yo no soy como las mujeres que viven aquí, más bien soy normal, sencilla, hasta hace poco no me metía en los asuntos de nadie, como ocurría con las demás mujeres que viven aquí, esas que hacían que mi estomago se revolviera de desagrado.
Pero claro, mi instinto acosador empezó por el vecino de enfrente. Edward Cullen. Empresario exitoso, veintisiete años, alto, varonil, misterioso, hermoso. Cuando me mude aquí lo conocí, ya que salió a recoger el periódico, murmuró un 'Buenos días' y se metió de nuevo a su casa, pero desde ese primer momento he deseado estar entre sus brazos, besarlo, amarlo.
Suspiré.
Dos o tres veces por semana siempre llegaba una mujer diferente (prostituta) a satisfacerlo.
Y es así como había llegado a esto. Estoy enamorada de Edward Cullen desde hace 2 años, y él ni siquiera me ha mirado.
Así que decidí llevar a cabo un plan.
Tomaría solo por una noche el lugar de una de las mujeres que venían, había vigilado sus movimientos, la hora que llegaban y los días que las pedía; así que en dos días vendría la próxima mujer, y yo la secuestraria y tomaría su lugar, como lo había planeado. Claro que para esto tuve que contarle mi plan a Emmett y a Jasper, mis mejores amigos, ya que ellos me ayudarían con el secuestro.
Es arriesgado, lo sé, pero valía por estar entre los brazos de Edward aunque fuera una noche, en sentir sus caricias.
Soy una loca de tan solo pensarlo.
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A la mañana siguiente fui al centro comercial para comprar el atuendo correcto. Me dio vergüenza de solo mirarlo aunque no era tan extremo, solo un camisón delicado, de encaje en un tono rosa bebe, y unas valeranas del mismo rosa, complementando con unas medias hasta el muslo, blancas.
Se podría decir que el atuendo era bastante inocente, pero no me atrevía a usar algo mas descubierto.
Seguí caminando ausente por todo el centro comercial, haciendo una lista mental de lo que le tendría que hacer a mi cuerpo en cuanto llegara a casa. Jasper había sugerido la depilación brasileña, pero yo aun estaba indecisa.
Estaba a punto de bajar las escaleras eléctricas cuando choque con una chica bajita, con aspecto de duende, era muy bonita y tenía un montón de bolsas en las manos.
—Lo siento mucho—se disculpó—Es que venía distraída.
—No te preocupes, también ha sido mi culpa—le sonreí.
—Me caes bien ¿por qué no quedamos luego para salir? —preguntó efusiva.
—De acuerdo. —le dije e intercambiamos números. Una vez eso me despedí de ella y camine hacia mi auto, se hacía tarde y tenía que preparar todo.
Una vez en casa me metí a bañar, me depile como había dicho Jasper, lave mi cabello con mi shampo de fresas favorito y salí de la ducha.
Me puse mi bata y empecé a secar mi cabello para peinarlo en ondas delicadas, coloqué rímel en las pestañas y un poco de brillo de labios.
Sonrojada me puse el atuendo que compre, y la gabardina encima.
El sonido del timbre en la puerta comenzó a sonar insistente, por lo que Emmett y Jasper ya han de ver llegado.
Salí a abrirles y me recibieron con una sonrisa.
—Estas hermosa Bells—dijo Emmett dándome un abrazo de oso.
—No es para tanto—murmuré avergonzada.
—El tiene razón Bella, estas hermosa—dijo Jasper entrando a mi casa. — ¿Y cuál es el plan? —preguntó nervioso.
—La chica llegara en unos minutos, hay que salir, nos ocultaremos en esos arbustos, y en cuanto salga, la atrapan.
Emmett estaba ansioso por que llegara, pero Jasper no estaba del todo de acuerdo con lo que yo pensaba hacer, pero no se opuso. Solo decía que era estúpido y arriesgado.
—Te compramos esto Bells—dijo Jasper sacando una caja blanca.
—¿Qué es? —pregunté abriéndola. Me encontré con un antifaz blanco forrado con encaje del mismo color—Es hermoso ¿pero para qué es?
—No seas tonta Bella, es para cubrir un poco tu identidad ¿Olvidas que es tu vecino y puede reconocerte? —respondió Jasper incomodo, Emmett se acercó y me ayudó a ponérmelo.
—Gracias por ayudarme chicos— asintieron y en cuanto vimos los faros de el taxy acercarse salimos corriendo, ocultándonos en los arbustos.
El taxi estacionó, como siempre, enfrente de la casa. Pero no me espere que dé el salieran dos chicas, una de ellas era bajita, y se me hacia levemente conocida, y la otra era rubia y alta, le pagaron al taxista y comenzaron a caminar hacia la acera.
Emmett y Jazz comenzaron a contar hasta tres y se lanzaron como leones hacia las chicas, las cargaron en sus hombros y salieron corriendo hacia mi casa.
Al menos el secuestro fue rápido-pensé.
Los nervios empezaron a recorrer mi cuerpo en cuanto salí de mi escondite y empecé a caminar hacia el gran portón. Presione uno de los botones y al momento una hermosa voz masculina me pregunto quién era.
—Soy…Isa me pidió esta noche señor—respondí, golpeándome mentalmente por el nombre.
—Pero pedí dos chicas esta noche.. —murmuró.
—Oh, mmm no nos informaron de eso, probablemente se equivocaron, pero si quiere me voy—ofrecí derrotada, el se quedó en silencio unos segundos.
—No importa, pasa, segundo piso tercera puerta a la izquierda—informó antes de que el gran portón comenzara a abrirse.
Corrí por el gran jardín hasta llegar al porche, abrí la puerta y me encamine escaleras arriba, hasta llegar al pasillo indicado, donde comenzaron a temblarme las piernas.
¡Bella! ¡Esto es una locura!
Es la única manera de tenerlo-conteste a la voz en mi cabeza.
Te arrepentirás por esto, terminaras mas enamorada después…-me advirtió pero la ignore.
Caminé despacio hasta la habitación de donde salía un rayito de luz por debajo de la puerta y me paré frente a ella, nerviosa.
—Ya te escuche, pasa. —ordenó.
Respiré profundo, me acomodé el antifaz y abrí la puerta.
La habitación era hermosa y moderna, pero perdió sentido al ver a Edward sentado en un sofá de piel, con una de sus piernas reposando en la otra y su mano con una copa de lo que parecía wisky en su regazo.
El me miro intensamente, extrañado.
—¿Porque la máscara? —preguntó. Me mordí el labio, tratando de inventar una escusa lo más rápido posible, pero solo me quede callada. — ¿Y bien?
—Mmm, es…una nueva regla para proteger nuestra identidad. —dije atropelladamente.
—Las otras chicas nunca la traían—dijo mirándome con su hermoso rostro confundido y una ceja alzada.
Me mordí el labio, los nervios estaban aumentando.
—Acuéstate—me ordenó, señalando la enorme cama.
Me encaminé hacia una de las sillas, donde sonrojándome me quite lentamente la gabardina y la puse sobre la silla. Me acerque a la cama y gateé hasta llegar en medio, donde me recosté con los nervios a flor de piel.
El se levanto del sofá, y se paró frente a la cama, me observó mucho rato con los ojos entre cerrados. Así de pie pude verlo por completo, las mangas de su camisa estaban remangadas hasta sus codos, con los primeros tres botones desabrochados, dejando ver el principio de su marmóreo pecho. Por lo que pude ver antes no traía zapatos.
El observó todo mi cuerpo, se tomó lo que restaba del Wisky en un trago y dejo la copa en una mesita de noche y se acerco a mí, gateando por la cama, haciendo que mi corazón latiese más rápido conforme se acercaba.
Su rostro se posó frente al mío, observándome. El estaba recargado en sus brazos y sus rodillas a cada lado de mi cuerpo, manteniéndome cautiva.
Como si quisiera escapar.
Sin dejar de mirar mis ojos se acercó para besar mi mejilla, sus suaves labios se movieron por toda mi mandíbula hasta llegar a mi cuello, que empezó a besar y succionar, posó una de sus manos en mi cintura y yo casi sentía como mi corazón quería salir de mi pecho.
Empezó a bajar su mano por mi cintura y mi cadera, rozando mi trasero y bajando por mi muslo desnudo, justo donde terminaban mis medias y empezaba el camisón. Sentí como un líquido caliente empezaba a bajar por mi intimidad, mojando mis bragas. El seguía besando y lamiendo mi cuello, mientras colaba su mano por debajo de mi camisón, para posarla sobre mi trasero y apretó levemente.
Se incorporó y comenzó a desvestirse, desabrochando su camisa lentamente, como si supiera lo que provocaba en mí. Al quitársela no pude apartar mi vista de su hermoso pecho, sus abdominales, parecía que habían sido talladas por los mismos dioses ¿Como él podía ser tan perfecto?
Comenzó a desabrochar su cinturón, empecé a hiperventilar cuando se lo quitó y empezó a bajar sus bóxers negros lentamente, mirándome a los ojos y yo mirando los suyos, tratando de ocultar todo el deseo excesivo que sentía hacia él, y apretando mis piernas, para que no se diera cuenta de la piscina que había entre ellas.
El dejo de moverse y se quedó inmóvil, observándome. Yo dejé mi vista bajar nuevamente por su pecho, hacia sus abdominales marcadas, y la sexy V que se formaba en su muy bajo vientre, cuál fue mi sorpresa al descubrir que ya no traía bóxers, ya nada lo cubría.
Su miembro se alzaba, orgulloso, completamente erecto, era grande y grueso, perfecto. Mi clítoris empezó a palpitar, ansioso.
El se posiciono nuevamente sobre mí, al ver como miraba su miembro con deseo, algo pareció arder en sus ojos, mientras sentía como su cuerpo desnudo se apretaba contra el mío todavía cubierto.
—Tócame—ordenó suavemente en mi oído y empezó a lamer el lóbulo de mi oreja.
Yo llevé mis manos temblorosas hacia su pecho suave, pasándolas por su espalda levemente musculosa y siguiendo más abajo, posando mis manos sobre sus caderas y apretándolo a mí.
Los dos soltamos un gemido, al sentir como nuestras partes intimas se apretaban. El comenzó a bajar el tirante de mi camisón, besando mis hombros con anhelo, posó una de sus manos en mi cadera, subiendo mi camisón hasta mi cintura, y comenzó a restregarse contra mi muy húmeda braguita.
El se alzó un poco, tomó mi camisón de los extremos y me lo sacó por la cabeza, llevando inmediatamente sus manos a mis pechos desnudos, apretando ligeramente, haciéndome gemir.
Parece que le gusto es sonido ya que tomó uno de mis pezones en su boca mientras pellizcaba el otro entre sus dedos, esa sensación y aparte sentir su miembro presionado contra mi vientre me estaba llevando al límite.
Hundió su rostro en mi cuello y lo sentí aspirar, llevó sus manos a mi trasero mientras yo enredaba mis manos en su suave cabello. El extendió su mano hacia su pantalón y saco un condón, yo rápidamente se lo quite de la mano, el me miró confundido.
—¿Lo quieres poner tu? —preguntó.
—No es necesario, me cuido— y era cierto, llevaba más de dos meses tomando pastillas, quería sentirlo sin barreras. El me miro dudoso—No te preocupes, no tengo una enfermedad ni nada por el estilo. — agregué y el volvió a hundir su rostro en mi cuello, posó sus manos en mis caderas e hiso las braguitas a un lado, hundiendo inmediatamente su miembro en mi, llegando hasta el fondo de una sola estocada.
Escuché su gemido ahogado en mi cuello mientras los dedos de mis pies se apretaban y él se deslizaba fácilmente en mi humedad. Empezó a penetrarme con un ritmo establecido, un poco lento pero profundo, chocando su pelvis contra la mía.
Eso mas la sensación de su respiración pesada en mi cuello, me estaba dando el mayor placer que había sentido en mi vida.
Puso sus manos en mi trasero y acercó aun mas mi entrada a su pene, en un nuevo ángulo que me hacía ver estrellas, aumentó el ritmo de sus embestidas mientras yo rodeaba su cintura con mis piernas.
En la habitación solo se oían nuestros jadeos y gemidos, nuestras respiraciones agitadas, el sonido que surgía de su pene adentrándose en mi vagina una y otra vez. Nuestras pieles se estaban tornando brillosas. El olor de Edward y el aroma a sexo invadían mis fosas nasales.
El separó su cabeza del hueco de mi cuello y me miró. Su hermoso cabello cobrizo estaba pegado a su frente por el sudor, llevó una de sus manos a mi rostro, tanteando sobre mi antifaz y lo jalo un poco pero lo detuve. Iba a intentarlo de nuevo, pero moví mi cadera en círculos para distraerlo, lo cual funcionó.
—Arg—gruñó.
Comenzó a moverse más insistentemente, entrando y saliendo de mi rápido, fuerte.
Enredó su mano en mi cabello y llevó su boca a la mía, besándome apasionadamente como nunca nadie lo había hecho. La punta de su lengua pidió permiso para entrar a mi boca, el cual concedí gustosa.
Nuestras lenguas empezaron una lucha apasionada pero suave, me sentía tan caliente que hasta llegue a pensar que tenía fiebre. La sensación de su pecho rosando contra mis pezones erectos era deliciosa.
Cada que se adentraba en mí sentía mi interior en llamas, me sentía arder, me consumía en sus brazos.
Mis piernas comenzaron a temblar mientras mis paredes se apretaban a su alrededor, llegando por fin al orgasmo más potente que he tenido en mi vida. Llevándomelo a él conmigo, su cuerpo se tensó y empezó a ahogar jadeos en mi boca, sentí como se derramaba en mi interior.
El dio otras tres envestidas lentas y se dejo caer sobre mí, separándose de mis labios y hundiendo su rostro en mis cabellos. Repartió besos dulces por mi mejilla, aun sin salir de mí, hasta que su respiración comenzó a acompasarse.
Lo que yo mas quería era dormir a lado de Edward, todo lo poco que quedaba de la madrugada, pero no podía permitirme eso. Ahora tenía que volver a la realidad, ya tenía lo que quería y no podía pedir más.
Conforme me vestía sentía una sensación de vacío recorrer mi cuerpo, pero yo estaba consciente de esto y no me arrepentía, aunque en el fondo sabía que ahora todo iba a ser mas difícil.
Tomé mi gabardina y me acerqué a Edward, que dormía plácidamente boca abajo, separé uno de sus mechones cobrizos de su frente y besé sus labios antes de salir rápidamente de su casa y dirigirme a la mía, justo enfrente.
Abrí con la llave de repuesto y lo primero que vi al entrar fue a dos mujeres con los brazos cruzados, mirándome enfadadas.
—Sabes, si querías ir en nuestro lugar solo lo hubieras dicho. No era necesario que nos asustaras con esos tipos. —dijo la chica bajita.
—Aunque tenemos que agradecerte, gracias a eso hemos encontrado a los hombres de nuestras vidas—completo la rubia, sonriéndome.
—Ahora que me acuerdo, tu eres la chica que vi en el centro comercial, que pequeño es el mundo. — sonreí con reconocimiento.
—Lo siento—murmuré avergonzada—Pero…
—No te preocupes, los chicos ya me contaron tu situación—dijo la rubia. —Fue un poco impulsivo, pero debes saber que ahora va a estar más difícil todo—acenti.
—¿Y?...¿cómo estuvo? —preguntó la duende alzando las cejas.
—Magnifico—contesté sonrojada. —No puedo sacarme sus besos de la cabeza.
—¡¿TE BESO? —preguntaron las dos, exaltadas.
—Si…¿Por qué? —me confundí.
—Edward Cullen nunca besa a ninguna, ni a nosotras ni a las demás—me informó la rubia frunciendo el ceño—Eso significa que le gustaste—sonrió y yo trate de desechar esa idea, no quería ilusionarme.
—¡Mira! —gritó la duende caminando hacia la ventana, la seguí y ahí parado estaba Edward Cullen con mi mascara entre las manos, viendo ambos lados de la calle insistentemente, como buscando algo. Parece que no lo encontró ya que se llevo una mano a los cabellos y se metió de nuevo a su casa.
¿Cómo pude haber olvidado la máscara?
Ahora lo más importante era que no me reconociera, las chicas me sonrieron.
—Todo irá bien, confía en mí—me dijo la chica bajita, yo solo asentí.
Camine hacia el cuarto de baño, me duche rápidamente y me puse ropa cómoda, puse el camisón y las mallas en una bolsa negra y la saque fuera del baño.
—Bella—dijo Emmett atreves de la puerta—sacare la basura—gritó.
—Está bien.
—Después de eso nos iremos—yo solo asentí, pero claro, el no me podía ver.
Ya con ropa cómoda di vueltas por toda la sala tratando de no pensar más en Edward, pero me era inútil.
El timbre de la puerta sonó insistente, fruncí el ceño ya que no esperaba a nadie y fui a abrir.
Ahí parado, en el umbral de la puerta estaba Edward Cullen, mirándome con una sonrisa rara en el rostro, una mescla entre complicidad y maldad, pero perfecta. Yo me quede estática en la puerta.
—Hola vecina ¿me puedes prestar tu periódico? —preguntó con voz seductora—No me han dejado uno a mi esta mañana. —me miró a los ojos y sonrió satisfecho por algo.
—Cla-claro, tómalo—contesté sonrojada, el sonrió y lo tomó de el jardín.
—Te lo traigo en un rato—sonrió otra vez, una sonrisa torcida. —gracias ISAbella.
Yo me congele en mi lugar, el hiso énfasis en ISA, ¿Ya sabría que era yo?
—¿Cómo sabes mi nombre? — le pregunté nerviosa, el sonrió más ampliamente.
—Lo dice en el buzón, nos vemos pronto vecina—se dio la vuelta y se encamino hacia su casa riendo.
Hola chicas, de nuevo aquí con otra loca idea
Espero que les haiga gustado, déjenme sus comentarios por favor.
Ustedes deciden si se queda asi o quieren que aga mas capítulos, pero si deciden lo segundo, solo será un fic corto. Pero ustedes deciden
Háganmelo saber,
xoxo
