Especial de navidad I


Un regalo especial de navidad para todas mis lectoras que no gustan de Lemon.

¡Gracias por seguirme!


Dulce navidad.


Todo el mundo estaba feliz, con sus regalos envueltos y el árbol de navidad iluminando más que los focos. Era navidad, o pronto lo sería. La cuestión es que ellos habían decidido celebrar una condenada fiesta el veinticuatro, justo el mismo día de su cumpleaños. Hubiera preferido estar encerrado en su dormitorio torturándose con retrasmisiones de partido de tenis que tener que soportar las risas y el barullo de la gente.

Le habían acorralado unos momentos antes, entregándole regalos a diestro y siniestro. Los había abierto por aburrimiento. Que si muñequeras, que si pañuelos, que si especiales de cierto tenista, pero nada que realmente le hiciera sonreír con orgullo. Había algo que faltaba, que no encajaba.

Y lo vio, vestido con un corto vestido de papa Noel que dejaba casi nada a la imaginación, con sus trencitas ondulado por todos lados, con una bandeja de pastelitos en las manos, los zapatos grandes y resaltando, un gorrito que le quedaba demasiado grande y sonrisas a diestro y siniestro.

Todo el mundo la alagaba, le soltaba piropos y la hacía enrojecer por cualquier cosa. Sí, realmente estaba siendo una fiesta fastidiosa.

Se metió las manos en los bolsillos y distraídamente observó sus idas y venidas. Las risitas escondidas con sus amigas y alguna estúpida conversación acerca de algún chico que parecía gustarle a la muchacha. Pero no se acercaba a darle un condenado regalo de navidad. ¿Es que se había olvidado de él? Porque hasta Osakada le había llevado un llavero en forma de raqueta de tenis.

Vio que las chicas se adentraban en uno de los pasillos y sin que nadie se percatara de su presencia caminó tras ellas. Se detuvieron frente al cuarto de baño. Las voces resonaron hasta sus oídos.

—Tsk, no hay derecho. — protestó la voz de Osakada. — Con lo guapa que estas y no se ha dignado a mirarte ni una sola vez. O hablarte, que no muerdes. Puede que te desmayes, pero morder…

—To-tomo-chan. — La voz de Ryuzaki llegó avergonzada. — Está bien. Estoy bien. A-además, me daría mucha vergüenza si de la nada empezara a hablarme porque me he vestido así por él.

¿Quién demonios era él imbécil?

—Tampoco has hecho nada por acercarte. — Osakada suspiró defraudada. — los hombres son lerdos algunas veces, Sakuno. Si no te lanzas y les meneas el plumero delante, no se coscan. Y Ryoma-sama es uno de ellos.

Vale, él era el imbécil.

—No voy a pavonearme como un pavo, Tomo-chan. — La chica de trenzas no dio su brazo a torcer. — Volvamos.

Aquella fue su oportunidad. Si la chica simplemente es que no tenía valor, él tendría por los dos. Caminó como si nada por el pasillo. Ambas clavaron sus ojos en él con sorpresa. Osakada dio unos pasos hacia delante para dejar a Ryuzaki a solas. Ryoma se detuvo un instante, un simple instante y miró hacia ella. Sakuno enrojeció tanto que le hizo competencia al traje de papa Noel.

Se inclinó y el simple roce de sus labios fue suficiente.

Ella abrió los ojos como platos y él continuó hacia delante. El chillido de sorpresa llegó después.

—¡Wa…. Waaaa!

Osakada llegó hasta su altura.

—¿Sakuno? ¿Qué tienes? ¿Por qué chillas? ¿Te duele algo?

Ryuzaki negó, meneando las trencitas a la par. Ryoma esperó impaciente.

—Solo… ehm… solo soy feliz. — anunció siguiendo con sus adorables "was" y la confusión de Osakada.

Ryoma sonrió. Sí, aquella era la guinda que había faltado en su cumpleaños. Y era dulce. Muy dulce. Porque aquella era una navidad realmente dulce.


24 de diciembre del 2014.

Chia s.r.