Disclaimer:nada me pertenece

Rating:NC-17

Advertencias:slash, lemon, twincest.

Pairing:Fred/George

Nota de autor:esta es una historia slash entre dos hermanos lo que quiere decir que hay una relación homosexual y de incesto de por medio. Si eres una persona altamente sensible, que no gusta de este tipo de relaciones o eres menor de edad, por favor no lo leas.

La historia está en proceso de reedición, para adaptarla a el último libro.

1

El primer beso

Aún hoy en día la gente me pregunta quién fue mi primera pareja, o cómo fue mi primer beso. Yo siempre les digo lo mismo, que mi primer beso fue con una compañera del equipo de quidditch del colegio, pero ahora ya no hablo de ella porque le hice mucho daño.

Creo que hoy en día está casada con el que fuera mi capitán y guardián. Pero la verdad es que esta es una verdad a medias, fue mi novia sí, pero no mi primer amor, ni tampoco mi primer beso. Me llamo George Weasley y os contaré la corta pero intensa historia de mi primer amor.

Tengo un total de seis hermanos. Os hablaría acerca de ellos, de sus historias y vivencias, pero supongo que ya habréis oído hablar mucho de ellos, y solo unos pocos son mencionados en su debido momento. Aún así os diré sus nombres y os contaré sus ocupaciones.

Mis hermanos mayores son William, el primogénito, al que llamamos Bill y que trabaja de rompedor de maldiciones, Charles, domador de dragones, más conocido como Charlie y Percival, Percy, acaba de entrar en el Ministerio de Magia.

Mis hermanos pequeños son Ronald, Ron, que todavía está en Hogwarts, y Ginevra, nuestra Ginny, nuestra hermana pequeña, a la que protegemos. Pero me dejo uno, sí. Me dejo al más importante para mí de mis hermanos, el que me hace distinto del resto, mi hermano gemelo Fred.

Desde que nacimos, mi hermano Fred y yo hemos estado siempre juntos, a las duras y a las maduras, como se suele decir. Nacimos casi al final de una guerra que había dañado a todo el mundo, y que también había pasado factura a nuestra familia.

A pesar de ello, a pesar de las adversidades sufridas de las que supimos cuando nos íbamos haciendo mayores, siempre hemos tratado de ser alegres y divertidos, hasta un punto de ser unos bromistas. Siempre gastábamos bromas a aquellos que nos rodeaban, para divertirnos y para entretener a nuestro inesperado público.

Fred y yo siempre tuvimos claros nuestros gustos, siempre hemos sabido nuestras preferencias, iguales para ambos. A los dos nos gustaban cuatro cosas: los amigos, las travesuras, el quidditch y, desde luego, las chicas. He de decir que en todo eso, mi hermano Fred y yo hemos sido unos ases.

Tuvimos muchos amigos, pero nuestro mejor amigo, tanto de Fred como mío, fue Lee Jordan, nuestro cómplice en las bromas. Nos encantaba el quidditch, y éramos muy buenos, tanto que jugábamos de golpeadores cuando íbamos al colegio. De los mejores que ha tenido el equipo de Gryffindor.

Y en cuanto a mujeres, bueno, Fred era el que tenía más suerte en estas situaciones, pero eso no me quitaba que yo también la tuviera. Mi hermano salió con muchas chicas, pero a decir verdad solo yo sabía con cuantas llegó a estar realmente. Pero éste no es el tema que me ocupa ahora mismo.

Nunca en la vida, ni mi hermano gemelo ni yo nos habíamos sentido atraídos por gente del mismo sexo. No es que lo viéramos como algo inconcebible, simplemente no lo veíamos.

Vamos, que ni siquiera nos lo habíamos planteado, no nos parecía mal, pero nunca nos lo preguntábamos porque pensábamos que los Weasley éramos así, hechos para buscar una buena mujer que, en un futuro, se convirtiera en nuestra esposa, tal como nos decía siempre nuestra odiosa tía Muriel, que como único requisito pedía que esa mujer fuera de sangre mágica.

Por supuesto en nuestra familia existieron, existen y existirán excepciones. La primera de ellas nuestro tío Bilius, que nunca se casó ni tuvo hijos, cosa que nunca nadie entendió.

Con el tiempo descubrimos que era homosexual, y a pesar de ello era nuestro primer referente en cuanto a hacer reír a la gente, porque en las bodas tenía siempre la ocurrencia de beberse una botella de whisky de fuego, saltar a la pista de baile y sacarse un ramillete de flores de debajo de… bueno ya sabéis de dónde me refiero.

Sin ir más lejos nuestro hermano Charlie, después de ver que todos sus hermanos se habían casado y él no, nos confesó que era homosexual, e incluso nos presentó a su novio Owen, que era su mejor amigo en Hogwarts. Es más, nuestra hermana Ginny me confesó una vez que llegó a salir durante un tiempo con una chica.

Pero a pesar de ello, nosotros nunca nos sentimos atraídos por personas del mismo sexo. Os contaré una historia. Mi madre siempre me decía que Fred y yo nos parecíamos mucho a sus hermanos mayores, Gideon y Fabian Prewett, gemelos como nosotros.

Ellos también eran juerguistas, populares y mujeriegos, pero nunca llegaron a casarse con sus novias porque la guerra les costó la vida. Pero años después, cuando le confesé a mi madre mi más profundo secreto, ella me reveló que si mis tíos nunca contrajeron matrimonio fue porque ambos estaban enamorados uno del otro.

Pues bien, como iba diciendo, desde que éramos pequeños, mi hermano Fred y yo hemos estado siempre juntos, y como tal, siempre hemos hecho juntos muchas cosas.

No teníamos reparo, por ejemplo, en entrar al baño a sabiendas de que uno de los dos podía estar dentro y encontrarnos semidesnudos, o a uno de nosotros en la ducha. Es más, nos reíamos de todo aquello porque éramos jóvenes.

Mi padre a veces nos decía que no hiciéramos esas cosas, que aunque fuésemos hermanos gemelos e inseparables, respetásemos cada uno nuestra propia intimidad. Pero aún éramos pequeños y no lo entendíamos y, para cuando en nosotros despertó el llamado ''cambio hormonal'', ya era demasiado tarde.

Con el tiempo empezamos a descubrir nuevas experiencias, como mi primera erección o la primera vez que Fred se masturbó. Nuestro padre nos decía que ante esos nuevos descubrimientos, le consultásemos a él, pero a nosotros nos gustaba descubrirlo solos. No es de extrañar que con el tiempo despertase en nosotros un deseo que no podíamos explicar.

A medida que crecíamos, debido a los intensos entrenamientos de quidditch a los que nos veíamos sometidos, nuestros cuerpos fueron cambiando de una manera increíble hasta parecer perfectos y bien moldeados.

El caso es que cuando nos quisimos dar cuenta, nos habíamos convertido en el principal deseo de muchas chicas del colegio, lo cual nos abrió muchas puertas y nos parecía genial. Pero a decir verdad, a partir de entonces algo había cambiado.

Muchas veces, después de los entrenamientos, nos duchábamos en los vestuarios, con los demás miembros del equipo (sólo con los chicos, claro está). El caso es que era en esos momentos cuando mi hermano se quitaba la túnica del equipo y dejaba ver su torso.

Yo dirigía mi mirada hacia él, y por asombroso que me pudiera parecer, aquello me gustaba. Y más sorprendente aún me parecía el hecho de pensar que mi hermano también me miraba cuando yo no le veía y, a decir verdad, eso me excitaba.

Fue en esos momentos cuando pensé que estaba enfermo. No consideré que hubiera nada malo en que mirase los cuerpos de otros chicos y me gustase lo que veía. Pero de ahí a que me gustase ver el cuerpo semidesnudo de mi hermano gemelo había un abismo.

Tampoco creí que porque contemplara con agrado mi alrededor significaba que fuera homosexual, por lo que probé a observar el cuerpo desnudo de mi capitán, Oliver Wood, y, maldita sea, disfrutaba lo que veía. Su cuerpo, totalmente desnudo, sus pectorales grandes y fuertes adornados con un poco de vello.

Y no sé por qué me dio por mirar a nuestro joven buscador, Harry Potter, mientras se duchaba y el agua le caía por su cuerpo desnudo libre de vello. Y maldición otra vez, porque me gustaba aquello que veía.

De repente me vi como un pervertidor de niños, aunque Harry solo tuviera trece años, pues Fred y yo estábamos en nuestro 5º año. Lo cierto es que en aquel momento me di cuenta de que también me gustaban los hombres, porque a decir verdad también me gustaban las mujeres, y tuve que salir corriendo de allí, pues algo crecía en mí por momentos.

El caso es que desde aquel día procuraba mirar lo menos posible a mi hermano y así evitar lanzarme sobre él. Tan solo esperaba que él no pensase lo mismo.

Bueno, iba diciendo al principio, después de este inciso, que a mi hermano y a mí nos gustaba mucho hacer travesuras, y decidimos crear artículos de broma.

Por ello muchas veces nos dedicábamos a crear objetos y realizar pociones y experimentos para ampliar nuestra gama de productos de la tienda de artículos de broma que teníamos en mente.

Un buen caluroso día de verano en nuestra casa, poco antes de ir a ver los Mundiales de quidditch, mientras preparábamos en un caldero nuestro próximo experimento, empezamos a sentir que hacía mucho calor.

Nos cambiamos nuestras prendas, demasiado abrigadas, evidentemente, por unos pantalones cortos y camisetas de manga corta que, no sé por qué, me parecía que eran muy pequeñas y, que por lo tanto marcaban excesivamente nuestros fuertes brazos.

No sé si serían los vapores del caldero, el ambiente sofocante de la habitación o la intensa luz solar que entraba a raudales por la ventana, pero para cuando me quise dar cuenta, mi hermano estaba a mi lado. Y yo le miré, y él me sonreía.

Creo que sonreía porque nuestro experimento estaba saliendo bien, o porque le gustaba que estuviera allí ayudándole, pues la idea fue suya, o a saber por qué diablos sonreía, pero el caso es que me gustaba esa sonrisa, y yo también le sonreí.

No sabría decir por qué, pero me parecía atractivo, con la frente por la que caían perlas de sudor, su pelo rojo fuego que le llegaba a los hombros, su camiseta sudorosa que se pegaba a su torso a causa de la transpiración. No recuerdo cómo ocurrió, pero mientras nos mirábamos, nos empezábamos a acercar, lentamente, cada vez más, uno al otro.

Nunca llegué a saber quién dio el primer paso, si Fred o yo, pero cuando me quise dar cuenta, nos habíamos besado. Fue un beso corto, la verdad, rápido. Se podría decir que no llegamos a sentir nada, es más, muchos dirían que aquello no fue realmente un buen beso, pero para mí sí lo fue, y en ese momento, lo único que tenía en mente era volver a besarle, cosa que él también pensaba.

Y entonces volvió a suceder: nos besamos, ésta vez durante más tiempo, y con ese beso sentimos muchas cosas: amor, placer, deseo…

El caso es que a medida que seguíamos besándonos, no podíamos quedarnos quietos. Entonces Fred me cogió por la cintura, me metió las manos por debajo de la camiseta, y me la quitó.

Me contempló por un momento, mientras nuestras respiraciones empezaban a hacerse más agitadas y, entonces, en su cara se formó una expresión que no logré descifrar, una mirada un tanto extraña. De repente, como si hubiese sido movido por una fuerza sobrenatural, Fred me agarró por los hombros y me tiró contra su cama. Yo le miraba extrañado, que no asustado.

Aquella mirada parecía excitarlo aún más. Se despojó de su camiseta dejando ver su perfecto torso sudado y se abalanzó sobre mí. Se puso de rodillas y comenzó a lamerme los pezones.

Yo, en un principio, no quería, y trataba de rechazarle, pero involuntariamente mis manos pasaron de oponer resistencia a fundirse con su pelo rojizo. Empecé a revolverlo mientras Fred seguía besando, mordiendo, lamiendo... mi cuerpo. Para sorpresa mía, noté que algo crecía en mi entrepierna, algo que Fred también descubrió cuando empezó a bajar por mi torso hasta llegar a la cintura y sentir que tenía bloqueado el paso.

Después me miró a los ojos y volvió a sonreír. Yo, influido por esa sonrisa seductora, asentí con la cabeza y él me despojó de mis pantalones, dejándome en ropa interior, a través de la que ya se podía notar mi erección. No es que antes no se pudiera, pero ahora era más que evidente.

De repente mi hermano alzó una mano, que a mí me parecía hasta temblorosa y me tocó justo ahí. Inmediatamente yo sentí una descarga, como si de electricidad se tratase, y solté una pequeña exclamación.

Aquello pareció también excitar a mi hermano, que siguió tocando ese nuevo descubrimiento y frotándolo, provocando que yo soltase gritos cada vez más rápido. Entonces, sin pensármelo dos veces, le cogí el brazo por la muñeca mientras que con la otra mano sostenía la cinta de mis bóxers y me dispuse a meter la suya dentro.

Justo entonces oímos gritar a alguien.

—¡Fred, George! ¡Daos prisa, vamos a buscar a Harry! —dijo mi padre desde el salón de abajo.

Los dos nos quedamos quietos, casi paralizados, yo con mi mano sujetando la de Fred a la altura de mi cintura, y la otra dispuesta a bajarme la ropa interior con ayuda de la mano libre de Fred. Entonces nos soltamos como si nos hubieran dado un golpe. Fred iba a levantarse, pero entonces me dio otro beso en los labios

—Seguiremos después. Te veo abajo, hermanito —y se levantó. Cogió su ropa y se fue de la habitación, para luego oír cómo se metía en el baño.

Entonces me di cuenta de que estaba en ropa interior sobre la cama de mi hermano y con la puerta de la habitación abierta. Me levanté corriendo para cerrarla, me vestí, y al rato bajé al salón, donde todos esperaban, entre ellos Fred.