Annie cerró los ojos y sonrió, feliz. Por fin había acabado el libro. Tenía los ojos enrojecidos, ya que había pasado toda la noche devorando con ansiedad cada una de las palabras de aquel. Realmente era una sensación maravillosa. Su mirada deambuló por las paredes de su habitación, vestidas con estanterías repletas de libros, parando en su gran reloj. Aún eran las cuatro. Las cuatro. ¡Oh, no!, ¡sus amigas llegarían de un momento a otro! Corrió esperanzada escaleras abajo,a lo mejor le daba tiempo a cerrar la puerta principal y hacerse la muerta.
Intento fallido.
Dos chicas altas, una rubia, y otra morena, entraron felices en el recibidor.
-¡Annie! ¡No sabes cuanto me alegro de verte! Realmente llegué a pensar que nunca saldrías de tu habitación.- dijo la rubia.
-¿Es que no quieres divertirte un poco? Venga, vamos, sube a tu habitación, hay que coger tu bolso.- respondió la morena.
Annie soltó un bufido resignado y fue subiendo las grandes escaleras de mármol. Nina y Astrea podían llegar a ser tremendamente inoportunas. Al llegar a la habitación, mientras Annie buscaba su bolso, sus amigas empezaron a curiosear.
-¿Qué es esto?- dijo Nina, sujetando con expresión acusadora un libro.
-¿Cómo se llama? Venga Nina, déjame verlo. Veamos…
-Harry Potter y la cámara secreta.-
-¿Harry qué?-
-¡Dios mío Annie! ¿Otra vez leyendo estos estúpidos libros? ¡Son para críos!
Annie las miró, ofendida, y respondió:
-¡No son libros para críos! A mí me gustan, mucho. Deberíais probar a leer de vez en cuando, para variar-.
Las chicas la miraron fijamente, para ver si bromeaba, y luego se rieron fuertemente, sujetándose el abdomen con las manos.
-¡Abracadabra!- dijo Astrea.
Y volvieron a reírse de nuevo. Cuando por fin pararon, se giraron para mirar a Annie, que ya estaba esperando en la puerta, con el bolso en la mano, y las tres salieron de casa, para entrar en el flamante descapotable de Nina.
Cuando llegaron a su destino, el centro comercial, sus amigas comenzaron a parlotear sobre a qué tienda irían, y si agotarían sus tarjetas de crédito. Aprovechando la ocasión, Annie dijo:
-Bueno chicas, ¿Qué os parece si voy un poco a mi aire?-
-A mí me parece bien.-
-Sí, maravilloso, nos vemos a las seis.-
Annie no cabía en sí de gozo. Sus amigas ni se habían dado cuenta, pero antes de salir, ella había metido en su bolso, el libro.
Había oído que el tercer libro, acababa de salir, y no iba a perder la oportunidad de tenerlo.
Metida en sus pensamientos, no advirtió el gran cartel que había delante de la librería, hasta que estuvo ante sus narices. Un gran cartel que rezaba:
-J.K. Rowling, firma de libros.
Sin querer, un chillido de emoción escapó de los labios de Annie, haciendo que varias miradas curiosas se detuvieran en ella.
Rowling. Rowling estaba allí. La mejor escritora del mundo estaba allí. La piernas de Annie temblaron, al tiempo que se unía a la cola. Realmente, hoy era su día de suerte.
La cola avanzaba lentamente, pero en un abrir y cerrar de ojos, estaba frente a Rowling, que cogía un ejemplar cualquiera de El prisionero de Azkaban, y se disponía a firmarlo.
Sin poder evitarlo, las palabras de Annie surgieron de su boca.
-No sabe cuál agradecida estoy de conocerla, señora Rowling, la admiro muchísimo. Me fascina muchísimo que haya podido crear todo un mundo mágico sólo con su mente, es algo simplemente maravilloso, ojalá todo eso existiera de verdad, daría mi vida por…
Rowling la interrumpió, con su tranquilizadora voz, diciendo:
-¿Y quién dice que no exista? ¿Quién dice que no hay otros mundos que no conocemos, llenos de magia, para la gente que cree?.-
Mientras Annie la miraba, tratando boquiabierta de responder, Rowling bajó su mirada, aún sonriendo, y le devolvió su libro, ya firmado, con una enigmática sonrisa.
A Annie apenas le dio tiempo a murmurar un gracias, antes de que la cola avanzara y tuviera que salir de allí. Casi eran las seis.
Mientras se dirigía al punto de encuentro con sus amigas, abrió el libro, para contemplar la firma de Rowling, y se sorprendió, al ver que además de su firma, Rowling había escrito algo más.
-La magia sí existe, para aquellos que creen.-
