¡Hola! Este fanfic lo escribí en verano, y me dispuse a intentar escribirlo "a lo C.S. Lewis" como si fuese un libro. Por eso he estado investigando sobre como describir guerras, sobre las tierras de Narnia, las armas... etc. Y aunque hay romanticismo, no es muy "pasteloso" (o al menos eso creo yo) porque en los libros de Narnia hay poco romanticismo, si hay algo, es en las pelis (sobretodo en la del príncipe Caspian).

Este fanfic, si fuese un libro se situaría entre "El príncipe Caspian" y "La travesía del Viajero del Alba"

Bueno, ¡que lo disfrutéis!

:)

"CAPÍTULO 1: Lantia, princesa de Archenland"

Risas, conversaciones, un villancico tocado en piano, voces cantando, algún que otro aplauso… Todo eso es lo que los Pevensie oían desde la habitación en la que estaban. Abajo en el salón, sus padres y sus tíos celebraban con alegría la Nochebuena y el fin de la guerra, que todos creyeron eterna. Peter, Edmund y Susan, cansados de tanto alboroto decidieron subir a la habitación de los chicos.

- ¿Y Lucy? –preguntó Edmund.

- Está con tío Charlie –contestó Susan.

- Ah… el tío Charlie… Lu es sin duda su sobrina predilecta –Peter sonrió-. Seguro que como todas las navidades le dará un regalo extra y por adelantado.

- Si, y seguro que será otro...

- ¡Un libro! –Lucy entró atropelladamente en la habitación.

- ¡Lo sabía! –exclamó triunfalmente Edmund, sonriendo con suficiencia.

- No era ningún misterio Ed, todas las navidades es lo mismo –contesto Peter fastidiado por el comportamiento permanente de su hermano.

Edmund calló y puso cara de enfado.

- Chicos, no empeceis –suspiró Susan.

- ¡Mirad, mirad que portada más bonita! –Lucy interrumpió, todos se lo agradecieron– ¡Es una gran león dorado! ¿No os recuerda a Aslan?

Todos miraron la portada del libro con interés, a decir verdad… todos pensaban que Lucy tenía razón, se parecía mucho a Aslan, pero mucho menos majestuoso en eso también coincidieron todos.

- Bueno, pero… ¿no tiene título? –Susan intentó evadir el tema de Aslan, pues sabía que desembocaría en hablar sobre Narnia.

- No –Lucy examinó la portada y las primas páginas–. No pone nada.

- ¿Por qué no nos lo empiezas a leer Lu?

- ¿Qué? ¡Peter! –Edmund protestó ante la propuesta de su hermano- ¡Que fastidio! –y puso los ojos en blanco.

- Ed… -Peter le amenazó con la mirada.

- Oh, bueno… -Ed calló.

- ¿No es hora de acostarnos? –a Susan no le hacía mucha gracia ese libro.

- ¿Bromeas? –exclamó Peter- ¡Es prontísimo! Anda, empieza Lu.

- ¡Si!

Lucy se sentó a los pies de la cama de Peter, se acomodó, abrió el libro con sumo cuidado, pasó las primeras páginas, tragó saliva, y empezó a leer:

"Érase una vez cuatro hermanos, dos niñas y dos niños, que habían viajado a un mundo fantástico. Lo libraron de la esclavitud de una malvada bruja y también de 100 años de invierno sin ninguna Navidad… Libraron al mundo, y reinaron en él, con justicia y bondad."

Todos los Pevensie sintieron un cosquilleo en su estómago. Se miraron con decisión, Susan, con temor. Peter le indicó a Lucy con la cabeza que siguiera con su lectura. Ella asintió y prosiguió:

"Tuvieron que regresar a su mundo, pero al cabo de un tiempo se les volvió llamar, y regresaron. Esta vez ayudaron a un joven telmarino a reunir un ejército de bestias parlantes para recuperar el trono que su malvado tío le había arrebatado…"

- ¡Esto es absurdo! –Susan estaba horrorizada- ¡E imposible! Yo me voy a la cama ahora mismo.

Se le levantó y se acercó a la puerta pero…

- ¡De aquí no se mueve nadie! –Peter miró a Susan con autoridad, y dijo más relajado– Siéntate, Su.

Susan asintió, pues no sentía que estaba mirando a su hermano, era como si ante ella estuviese el antiguo Sumo Monarca, al que era imposible desobedecer.

- Sigue, Lu –esta vez lo pidió Edmund.

"Todo salió bien, y el joven telmarino recuperó el trono.

Los cuatro niños regresaron de nuevo a su mundo, pero antes, a dos de ellos, a los mayores, se les negó de nuevo el poder regresar a ese mundo tan magnífico."

- Sin embargo, a petición de Caspian X, aquel telmarino al que ayudasteis, el actual rey de Narnia. Os permito de nuevo regresar a los cuatro.

A los Pevensie se les paró el corazón al oír la voz de…

- ¡ASLAN!

Sí, ahí estaba, con su dorada melena ondeada por una brisa inexistente. Con su imponente presencia, asustando al más valiente, y alentando al más cobarde.

Se levantaron todos a abrazarle, pero no pudieron avanzar, pues todo empezó a dar vueltas y más vueltas, hasta que todos los colores se fundieron en uno solo, y sólo Aslan se vislumbraba con claridad:

- Os necesitan, reyes y reinas de Narnia, a los cuatro, la Gran Guerra ha sido declarada.

Aslan desapareció, y con él el suelo firme y la conciencia de los Pevensie.


Edmund y Peter despertaron casi a la vez. Estaban acostados sobre mullidas camas vestidas con sábanas de seda.

A sus oídos llegaban multitud de sonidos: el trino de centenares de pájaros distintos, el murmullo de la suave brisa, alguna que otra risa aislada, el relincho de los caballos… Les resultaba muy familiar todo eso.

Examinaron la habitación en la que se encontraban, era sencilla pero elegante, con las paredes de piedra, con algún que otro tapiz con imágenes de dríades y náyades y de paisajes perfectos. El suelo estaba cubierto por una alfombra gruesa de color granate. Sobre dos sillones tapizados en terciopelo negro, había dos cotas de malla, una en cada sillón. Y sobre la mesa de madera había dos yelmos, dos escudos (de plata, con la imagen roja de un gran león en el centro, pero Peter no se dio cuenta de ello, pues se fijó en otro cosa) y dos espadas, y una de ellas era…

- ¡Rhindon! –Peter se levantó de un salto a admirar su vieja espada– Si está aquí quiere decirque nosotros estamos en…

- Cair Paravel –susurró Edmund.

- Creí que nunca volvería –Peter estaba emocionado.

- Créeme, me costó lo mío convencer a Aslan para que os dejaran regresar a ti y a Susan otra vez.

Alguien habló desde el umbral de la puerta, era un Caspian sonriente.

- ¡Caspian, viejo amigo!

Peter y Edmund le estrecharon la mano.

- ¡No tan viejo! –Caspian rió–. Solo ha pasado año y medio desde que nos volvimos a ver.

- En la Tierra han pasado 4 meses –informó Edmund, de repente…- ¡Oye! ¿Pero Cair Paravel no estaba en ruinas?

Caspian rió:

- Si, pero lo reconstruimos, ayudaron tantos narnianos que no tardamos casi nada. Me negué a vivir en el casillo que había usado mi tío Miraz.

Peter sonrió, aprobando su decisión:

- Bueno, dime, y el reinado, ¿cómo te va? –preguntó Peter interesado.

- Bien, muy bien, los narnianos me están ayudando mucho.

- ¿Y para qué nos necesitas?

- Veréis… es una historia muy larga.

- Tenemos todo el tiempo del mundo –Peter señalo las camas, ofreciendo asiento, ya que los sillones estaban ocupados por las cotas de malla. Peter y Edmund se sentaron en la cama del primero y Caspian tomo asiento en la cama del más joven.

- Mirad… resulta que el Tisroc y sus dos sobrino visitaron Narnia y Archenland hace unas semanas. Durante su estancia aquí, en Narnia, no hubo problemas, se alojaron en las habitaciones más lujosas de todas, comieron más de lo que yo he comido en todo lo que llevo de reinado… vamos, se lo pasaron realmente bien –los tres sonrieron-, el problema vino cuando visitaron Archenland. Resultó que uno de sus sobrinos, Al-Shaló, se encaprichó con las joven princesa Lantia, por la que casualmente corre un poco de sangre calormena. Al Tisroc le parecía una muchacha bella y le agradaba la idea de casarla con su sobrino, así que se lo propuso al padre de Lantia, el rey Yosan, que es, podríamos decir, "medio calormeno". Al rey, también le pareció buena idea, pues había intentado prometer a su hija varias veces, pero todos sus pretendientes se negaban al ver que tenía "demasiado" carácter para ellos. También tenía demasiado carácter para su padre, pues estaba cansado de que su hija fuera tan rebelde, así que pensó que casándole con Al-Shaló se la quitaría de encima.

- ¡Que horror! –exclamó Edmund. Caspian asintió.

- El Tisroc, Al-Shaló y Yosan estaban entusiasmados con la boda, pero lo que el Tisroc y Yosan querían en realidad, era que Calormen y Archenland establecieran vínculos. Pues en su interior los dos ansiaban algún día poder tener control sobre los dos países.

- ¿Y Lantia? ¿Qué opinaba?

- Lantia no sabía nada… se lo iban a ocultar hasta horas antes de su boda. Pero gracias a una doncella que había sido amiga de su madre, y que quería a Lantia como a su hija, pues la había criado ella a causa de la muerte de la reina, la princesa se pudo enterar justo el día antes de su boda…

.FLASHBACK.

Lantia no se lo podía creer… ¿su padre quería casarla? No era la primera vez, porque le había presentado a muchos pretendientes, pero… ¿ocultárselo? ¿a ese extremo había llegado su padre? Y encima quería casarla con un asqueroso calormeno, con lo que ella se avergonzaba de que la sangre de eso tipos corriera por sus venas. A ella lo que le honraba era la sangre narniana que latía en su interior gracias a su madre.

- ¿Qué hago? –le preguntó a Nella, la doncella que la había advertido de todo el tejemaneje que se estaba llevando a sus espaldas.

- Huid, majestad, ¡huid! A no ser que queráis casaros tan joven, y con un calormeno, con lo que vos los odiáis.

- ¡No! ¡No quiero! Me da asco solo de pensarlo… pero… ¿por qué? ¿tanto me odia mi padre? –a Lantia se le saltaban las lágrimas.

- No la odia, princesa, pero recordad: el ansia de poder mueve montañas.

Lantia suspiró:

- ¿Y a dónde huyo?

- A Narnia, mi señora, ahí reina Caspian X, hijo de un antiguo amigo de su madre, la reina Gosny. Explicadle el porqué de su huida, él lo comprenderá y le ayudará, ¡seguro!

- Buena idea, pero… ¿y tú? Nella, si te descubren ¡te matarán!

- Me da igual, juré a su madre que la cuidaría, y lo haré, aunque me cueste la vida.

- Nella… -Lantia y su doncella se abrazaron.

- Tomad, unas cuantas provisiones y tomad también esta ropa de campesina, cambiaos y huid ahora que es de noche.

- ¿Cómo voy a llegar hasta Narnia? –preguntó la princesa mientras se cambiaba las ropas.

- Le he preparado un caballo parlante en el patio del castillo, él os conducirá hasta allí.

Lantia se cambió, cogió sus antiguas ropas y las metió en el atillo junto con sus provisiones. Miró a Nella por última vez.

- Gracias, nunca olvidaré lo que has hecho por mi.

- Yo tampoco la olvidaré, mi reina –se volvieron a abrazar– huid, huid sin demora.

Lantia partió, y Nella esperó hasta que oyó un relincho, que supo que se trataba de Curtis, el joven caballo narniano de la reina Gosny. Solo entonces supo que su princesa estaba en buenas manos. Rumbo a Narnia.

.FIN DEL FLASHBACK.

- Y aquí está Lantia, desde hace un par de semanas en Cair Paravel. Por supuesto, se ha descubierto todo y Archenland y Calormen nos han declarado la guerra. Yosan, Al-Shaló y el Tisroc están furiosos y quieren recuperar a Lantia. Y yo no se que hacer… Lantia me contó su historia y me pareció horrible lo que su padre le había hecho, y como vosotros, no le tengo mucho aprecio a los calormenos… me negué a dejar a Lantia a su suerte y sigo pensando lo mismo, a pesar de lo que eso conlleva.

- Yo hubiese hecho lo mismo –Peter puso su mano en el hombro de Caspian en señal de apoyo–, lucharemos.

- Y por supuesto, venceremos –Edmund sonrió triunfalmente.

Caspian asintió con firmeza:

- Gracias, amigos.

De repente, se oyeron unas risas que se acercaban, y entraron tres chicas en la habiación: Lucy, Susan y…

- Oh, chicos, dejadme que os presente a Lantia, princesa de Archenland.

- Si, princesa a la fuga –Lantia puso los ojos en blancos con sarcasmo al decir esto– ¿quién imaginaría algo así?

Todos rieron, menos Edmund, él estaba ocupado mirando a Lantia. Nunca había visto a una chica tan… tan… no lo sabía, pero tenía algo que nunca había visto en ninguna de las chicas que conocía en Londres, ni siquiera en las más guapas de su colegio… Quizá se debía a que durante sus estancias en Narnia nunca había visto a ninguna chica de más o menos su edad quitando a sus hermanas.

Lantia era de mediana estatura e iba vestida con una brillante túnica sencilla de color violeta. Se notaba su sangre calormena por el color de su piel, un poco más moreno que el de todos los narnianos y también por su cabello negro como un tizón. A Edmund le gustó su pelo, era largo (le llegaba hasta la mitad de la espalda) y le caía en perfectos tirabuzones. También se le notaba su sangre narniana en sus ojos, de un color azul intenso.

Lantia sonrió a los presentes. Edmund se puso colorado.

Lucy, que había advertido que su hermano no paraba de mirar a Lantia, y ahora encima se había puesto colorado… rió por lo bajo, Lantia la miró:

- ¿Qué sucede? –preguntó en voz baja.

- Parece que a nuestro hermano Edmund le gustas –susurró Lucy, mientras seguía riéndose-. Y parece que mucho ¡mira lo colorado que está! – lo señalo disimuladamente con la cabeza.

Lantia miró a Edmund, quien al ver que está le miraba, desvió la mirada. La princesa sonrió. Si… estaba más convencida que nunca que huir a Narnia había sido buena idea.

CONTINUARÁ…