Hola, lectores! Aquí vengo con un nuevo fic, un Dramione que se me pasó por la cabeza hace un par de días, y no pude resistirme a escribirlo! Espero que os guste esta nueva historia, pero tranquilos, también continuaré Imagine, tengo sólo el principio del siguiente capítulo, pero lo acabaré.
Bueno, por último dar gracias a mi beta, Kela, por betearme toooodo lo que escribo y por animarme con esta historia =)
Disclaimer: ninguno, absolutamente NINGUNO de los personajes es mío, todos ellos son obra de J.K Rowling.
Y ahora sí, os dejo con el fic!
1. Y de nuevo...Hogwarts
Era día 1 de septiembre, un día en el que, como muchos otros años, montones de jóvenes de entre once y diecisiete años iban al andén nueve y tres cuartos, ubicado al cruzar el muro que separaba el andén nueve del diez de la estación de tren de King's Cross en Londres. Aquel andén sólo era accesible para aquellas personas que eran diferentes al resto, diferentes a los llamados "muggles", gente normal y corriente sin ningún talento anormal como el de aquellos jóvenes… los cuales eran todos brujas y magos. Como cada año, un gran expreso color rojo brillante esperaba a que todos ellos montaran. Aquel expreso los llevaba a Hogwarts, un colegio en el que recibían instrucción mágica.
Todos estaban cargando su equipaje y despidiéndose de sus familiares, cuando tres jóvenes hicieron su entrada. Varias personas dejaron lo que estaban haciendo para mirarlos, ante lo cual, los observados se sintieron un poco incómodos, pero no por ello dejaron de sonreír. Ellos eran Harry Potter, Hermione Granger y Ronald Weasley. Gracias a ellos tres, en especial a Harry Potter, toda la comunidad mágica había pasado todo el verano tranquila, sin miedo por primera vez en muchos años. Y es que, con ayuda de sus inseparables amigos, Harry Potter había vencido a Lord Voldemort, el mago tenebroso más poderoso y temido del último siglo. Y, no sólo se habían hecho relativamente famosos, sino que se habían ganado la gratitud, la admiración y la amistad de muchos… y también la envidia, el desprecio y el rencor de otros.
Habían vuelto para retomar su último año en Hogwarts, o más bien, a empezarlo, ya que debido a la misión que tenían que cumplir, no asistieron el año anterior. Cargaron el equipaje y entraron en el tren como pudieron, entre halagos, felicitaciones y varias "ey, sentaros aquí" al avanzar por el expreso buscando asiento. Llegaron a un compartimiento en el que se sentaban una chica rubia vestida de una forma un tanto estrafalaria que leía El Quisquilloso y un chico de pelo negro, un poco corpulento, de movimientos algo torpes que miraba distraído por la ventana. Eran Luna Lovegood y Neville Longbotton, dos antiguos compañeros que, al verlos, dibujaron amplias sonrisas en sus caras y los invitaron a sentarse.
-Hola, chicos – saludó Luna dulcemente, mientras los recién llegados tomaban asiento.
-Hola Luna – respondió Harry -, hola Neville – añadió dirigiéndose al chico.
-¿Cómo es que volvéis a Hogwarts? – preguntó Hermione curiosa – Vosotros acabasteis los estudios el año pasado, ¿no?
-Bueno… sí y no – dijo Neville, y ante la desconcertada mirada de la chica, añadió -: no los terminamos exactamente. El colegio se llenó de mortífagos y las clases se basaban fundamentalmente en convertirnos en un pequeño ejército para Vo- Voldemort – explicó, pronunciando nervioso el nombre del Señor Oscuro, que, aunque hubiera sido derrotado, aún producía un leve nerviosismo entre aquellos que mencionaban su nombre -, además, Luna fue secuestrada, ¿recordais? – inquirió, a lo que sus tres amigos asintieron.
Se produjo un silencio un poco incómodo. Los tres amigos recordaron el momento en el que Xenophilius Lovegood había intentado vender a Harry a los mortífagos a cambio de su hija a la que, más tarde, habían conseguido rescatar de la Mansión Malfoy junto con el señor Ollivander.
-¿Sabéis ya lo que queréis hacer al acabar los estudios? – preguntó Harry para romper el agobiante silencio.
-Yo trabajaré con mi padre en la revista – contestó Luna -. Lo podría estar haciendo ya, pero él quiere que acabe mi formación mágica primero.
-Yo quiero ser profesor de Herbología – dijo Neville muy decidido -. Pero mi abuela quiere que sea auror, como mis padres – musitó con un deje de tristeza.
-Oh, no te preocupes, Neville – dijo Hermione comprensiva -, ya verás como entra en razón y te deja trabajar en lo que tú elijas – ante los ánimos de la chica, el aludido esbozó una sonrisilla.
-Gracias, Hermione. ¿Y vosotros qué queréis hacer?
-Harry quiere ser auror – contestó Ron – y a lo mejor yo le acompaño. Mi padre quiere que trabaje con él en el Ministerio, pero a mi esas cosas no me van – explicó despreocupado - ¡A mi lo que me va es la acción! – exclamó levantándose de un salto y adoptando una postura típica de un guerrero, con los puños en alto.
-Ron, cariño, baja de la nube – dijo Hermione mientras el chico volvía a sentarse a su lado.
-¿Cariño? ¿Es que estáis juntos? – preguntó Luna curiosa, con una sonrisa en los labios y los ojos abiertos como platos.
-Por supuesto – contestó el pelirrojo con el pecho henchido y una mueca de orgullo en la cara, pasándole el brazo por los hombros a su chica, a lo que ella se sonrojó.
-¡Vaya, felicidades! – exclamaron Neville y Luna ligeramente entusiasmados.
-Yo a lo que me quiero dedicar es a defender los derechos de los elfos – comentó Hermione cambiando bruscamente de tema.
Luna y Neville hicieron caso omiso a la chica y quisieron saber algunos detalles de la relación que mantenía con Ron, algo impropio de ellos, pero al fin y al cabo, Harry, Ron y Hermione eran sus únicos amigos, y querían formar parte de sus confidencias.
Mientras charlaban animadamente, unos vagones más lejos de allí y con el tren recién puesto en marcha, un chico alto, rubio platino y de piel pálida, buscaba desesperadamente (sin que apenas se le notara) un sitio en el que sentarse. A su paso, las puertas de los numerosos compartimientos se cerraban, dándole a entender que en ninguno de ellos había sitio para él. Desde la última vez que el gran Draco Malfoy había pasado por los pasillos del tren, las cosas habían cambiado mucho… quizá demasiado. Tuvo la sensación de que no era bien recibido en ningún sitio, se sentía como un pez fuera del agua allá a dónde iba. Y esa era una sensación nueva para él.
En el pasado, él siempre había sido el más popular, el que siempre conseguía lo que quería, al que unos respetaban y otros temían. En cambio, en el presente, unos lo despreciaban, otros se burlaban de él, y el resto simplemente lo ignoraba. Siguió avanzando hasta que encontró el compartimiento en el que se encontraban dos de sus antiguos "amigos": Blaise Zabini y Pansy Parkinson. Ligeramente animado, entró al vagón con decisión.
-Hola, chicos – saludó, pero algo en sus miradas le dio a entender que ellos tampoco lo querían allí.
-¿Qué haces aquí, Draco? – preguntó Pansy de forma hostil, abrazada a Blaise – Por favor, márchate – pidió, aunque las maneras no fueron nada amables. Zabini apoyó con la más fría de sus miradas lo que la chica había dicho.
-¿Pero qué dices? – inquirió Draco atónito – Siempre me siento con vosotros – dijo confuso.
-No te queremos aquí, ya no eres bien recibido – dijo Blaise secamente.
-Como broma, está muy bien – inquirió el rubio burlonamente, mientras, habiendo cerrado la puerta detrás suya, se sentaba en el asiento de en frente de sus compañeros - ¿Qué tal habéis pasado el verano? – preguntó despreocupadamente, quitándole importancia al asunto y, sobre todo, pasando por alto el hecho de que su amigo estuviera abrazado con su antigua novia.
-Malfoy, esto no es ninguna broma – espetó Blaise levantándose de su asiento -. Va en serio, queremos que te vayas de aquí.
Draco se quedó paralizado, ligeramente atontado por lo que acababa de oír. Sí, la cosa iba en serio, y sabía de sobra que Blaise Zabini no era de los que se andaba con tonterías cuando quería algo. El rubio miró a Pansy, que evitaba su mirada, y entonces se levantó lentamente y se dirigió a Blaise.
-Está bien – dijo despreocupadamente -. Está bien – repitió, como tratando de serenarse - ¿Sabéis qué? No os necesito, seguro que hay un montón de gente dispuesta a compartir vagón conmigo.
-No estés tan seguro –inquirió Blaise -, en Hogwarts ya no son bien recibidas las familias que tengan relación con Voldemort, y menos un ex mortífago como tú – explicó cruelmente, mientras le daba ligeros empujones a su antiguo amigo para echarlo del compartimiento.
-Eso ya lo veremos – espetó Malfoy desafiante, a lo que Zabini lo expulsó al pasillo de una vez por todas de un empujón y cerró la puerta de un sonoro portazo - ¡Iros a la mierda! – chilló frustrado, dándole a continuación una fuerte patada a la puerta que acababa de cerrarse.
Cuando se giró se dio cuenta de que algunos curiosos que habían salido al pasillo lo estaban observando. Se sintió furioso y molesto por las miradas y sonrisas burlonas que se referían a él. Ni siquiera habían llegado a Hogwarts, y su reputación ya se había roto.
-¿Se puede saber qué coño estáis mirando? – gritó como si tratara de imponer orden.
Entonces los curiosos volvieron a sus respectivos compartimientos, dejándolo solo en el pasillo. "Eso está mejor", pensó. Siguió avanzando por el tren maldiciendo por lo bajo en busca de un lugar en el que sentarse, hasta que al fin encontró un compartimiento totalmente vacío. No se lo pensó dos veces y se acomodó en el asiento, reflexionando sobre lo que había pasado con sus ahora ex amigos.
¿Quién coño se creían que eran para tratarle así? ¿Qué había hecho él para merecer eso? Y para colmo, su padre estaba de nuevo en Azkaban, cumpliendo la larga condena que le quedaba antes de que se produjera la fuga masiva en la prisión. Ni siquiera Goyle iba a estar para servirle, pues él no quería retomar sus estudios. Tuvo la amarga sensación de que aquel año iba a ser muy desagradable. Y toda la culpa la tenía el borrón que se desvanecía poco a poco en su antebrazo izquierdo.
