Capitulo 1 Estefanía.
¡Demonio! ¿Qué nunca se acaba esto? Ya quiero salir, y no acabo nunca, maldita sea, ¿Por qué el este semestre tenía que alargarse tanto?
¡Estefanía! ¡Baja a comer!
¡Ya voy mamá!, .- Decía Estefanía mientras buscaba sus pantunflas debajo de la cama.
Estefanía era un chica bastante descuidada y desaliñada. Siempre vestía con las mismas ropas: unos pantalones vaqueros de mezclilla ya algo despintados por el uso y un suéter negro y grueso que llevaba hasta el cuello.
Quizá lo único bonito de ella era su cara: muy fina y blanca.
Sus cabellos eran lacios y muy rubios y casi siempre se los recogía en una larguísima trenza que le llegaba hasta la cintura, aunque algunas hebras aún no crecidas le tapaban la cara y le escondían buena parte de sus mejillas.
Su ojos, dos azules zafiros era lo único que permanecía impune ante el descuido de la niña. Eran clarísimos como el agua, y cada vez que los veías te daba la sensación de estar nadando en un lago en el que era fácil perderse.
No era ni muy alta ni muy baja de estatura, aunque casi siempre iba desgarbada y caminaba como un niño, y sus movimientos, la forma en como movía las brazos y las piernas parecían ser los de un rudo chico mayor.
-¡Fanny! –dijo su madre- ¡no te has bañado! ¿pero qué has estado haciendo toda la tarde?
Pero ella no contestó, simplemente se limito a mirar su plato de sopa en silencio y con la cabeza gacha.
-¿No me oyes? Además de que tu recamara esta toda desordenada, vives en un chiquero, y además tienes pésimas calificaciones, ¿Qué pretendes niña? ¡contestame!
-Sí! Ya sé!
-¿ya sabes qué? no sabes nada! Mañana cumples 17 años y con esa actitud pareces de 5, ¡ya cámbiale!
-Sí mamá, sí.
La misma cantaleta de siempre, parecía no cambiar nada en absoluto, su madre siempre se comportaba de la misma manera, es más, nunca podía hablar bien con ella de lo que quería. Siempre que le preguntaba de algo realmente importante su madre se enojaba con ella o evadía el tema, como si no quisiera abordarlo. Lo único que le interesaba,-a los ojos de Estefanía- eran los chismes de la televisión y lo que hablaba con sus amigas y eso era todo. Por eso había tomado la decisión de quedarse callada en la comida, porque palabra que decía era una pelea segura, y Estefanía no se sentía con el humor para pelear con su madre otra vez.
Y luego su hermano, menor que ella, no era mejor, simplemente se la pasaba jugando con sus videojuegos y cada vez que ella trataba de hablar con él, simplemente se limitaba a decir "Si, no, o claro". A veces Estefanía se sentía tan sola que no se sentía como de esa casa.
Ella siempre soñaba con un mundo diferente, un mundo en el que todos pudiera hablar libremente de lo que quisieran, un mundo con cielos azules, gente cabalgando, enemigos que combatir, príncipes y princesas que rescatar, y ella en medio de…
-ESTEFANIA! COME!
-Ah! Eh…sí, perdón…-se había quedado ensoñando de nuevo, ¡pero comiendo! Eso sí que era nuevo.
De pronto, la tomó pro sorpresa un arrebato de esperanza y preguntó de repente
-Oye mamá, ¿no has sentido alguna vez que no eres de aquí?
-A que te refieres?-preguntó ella.
-Sí…bueno, ¿no te has sentido como si pertenecieras en realidad a otra casa..no a otro mundo?
-No se de que me hablas, y come, ya no hables.
-¡Pero!
-Come, no dejas de hablar y luego por eso se te enfría la comida y bajas de peso.
Nuevamente evadiendo el tema…pensó, y siguió comiendo en silencio.
Regresó a su cuarto y se acostó desconcertada en su cama, y comenzó a ensoñar nuevamente.
Desde hace ya algunos días que no paraba de ensoñar con ese lugar, con ese mundo que había hecho para ella, como si este no la satisficiera, como si el mundo donde viviera no fuera para ella.
Y ahí, en medio del campo se encontraba ella, viendo un cielo azul, oyendo caballos trotar, viendo hadas flotar por el viento, y caras…muchas caras, caras que si viera en persona se le harían familiares, y de pronto abrió los ojos y se encontró con que ya habían pasado más de dos horas desde que había comenzado a ensoñar…quizá se había quedado realmente dormida.
Y entonces, levantó su mano derecha y vió en ella algo que antes no había visto, un extraño contorno de un triangulo color rojo en el dorso de su mano.
Psicológicamente comenzó a provocarle escozor quizá como un método de defensa de su cuerpo cuando ve algo en él que no estaba antes, y se rascó.
"Mi madre tenía razón, ya debo bañarme" pensó riendo para sus interiores, pero aunque así lo hizo, la marca no desapareció. Algo raro estaba pasándole, quizá la transformación de niña a adolescente incluía fuertes lagunas mentales y manchas en la piel, aunque nunca había oído que eso le hubiera pasado a alguien antes.
