Nota del Autor: Este es mi primer fic Spamano, y también el primero que subo, es un regalo para Lorena por ser su cumpleaños, lo he redactado con amor y espero le agrade. Solo constara con dos capítulos y tendrá una continuación, pero vista desde otro punto de vista.
Aclaración: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, solo los uso para mi sana diversión.

El Punto de Partida.

Se está haciendo tarde, según cree, pues la puesta de sol aparece frente a sus ojos y puede sentir una brisa fría pasando por su rostro. Era otoño, una de sus estaciones favoritas, podría mirar como lentamente la naturaleza moría a su alrededor y esa idea simplemente, le fascinaba. Nunca se considero una persona artística, pero la puesta de sol era realmente estupenda ese día, casi hubiera deseado tener el talento para plasmarlo todo en un hermoso grabado, pero la naturaleza no lo había premiado con tales talentos. Era su hermano menor el que los poseía, y aun que nunca lo demostraba siempre se sintió un tanto desplazado por esto.

Su cabello se arremolinaba de un lado a otro, mientras sus dedos se apretaban lentamente sobre el pasto verdoso, arrancando algunos cuantos trozos en su camino. Rara vez se relajaba, y era muy extraña la vez que sentía que podía dejar de lado toda esa hostilidad que siempre le acompañaba, y como no era una persona muy social por su carácter, estaba acostumbrado a tener esa actitud dominante que tanto intimidaba a más de uno.

Sus pensamientos lo desconectaron por completo de todo, postrando su mirada en un punto fijo del cielo, una expresión completamente relajada, incluso alegre, aparece en su rostro de forma bastante impredecible. De repente siente una presencia acercarse, unos pasos bastante familiares que revolotean despistadamente, una expresión estúpidamente alegre y un sonidito repetitivo lo hace volver a la realidad de manera brusca.

-¡Lovino! –menciona Feliciano, mientras se acerca con paso veloz a su hermano, que cambia completamente su expresión a osca nuevamente. –Te he estado buscando todo este tiempo, todos nos preguntamos a donde te fuiste, desapareciste tan rápido.

No era cosa del otro mundo, simplemente odiaba estar rodeado de gente, y ese día Feliciano había decidido invitar a toda su pandilla a casa, y no era nada sutil al momento de estar cerca de Ludwig, no solía ocultar que sentía un profundo desprecio por ese fornido alemán, que en contrario, su hermano admiraba. –No creo que haga falta mi presencia en esa casa, a demás ¿qué demonios estás haciendo aquí? No deberías estar alabando el suelo por donde pisa ese bastardo nazi.

Era tan común el insulto y el desdén, como también lo era la expresión decepcionada de Feliciano al momento que Lovino se expresaba de esa forma sobre su mejor amigo. Nunca entendía las verdaderas causas por las cuales Romano se comportaba así, y quizás nunca las comprendería.

-Pero fratello, Ludwig es una buena persona. Es un buen amigo y siempre es muy atento conmigo, si lo conocieras seguro te caería bien.

-No necesito conocerlo o tratarlo para saber la clase de persona que es, ¡que acaso no te aburres de estar con él! Es tan jodidamente aburrido, tan predecible.

Ambos jóvenes empezaron a discutir en ese instante, atrayendo la atención de otro muchacho, que miraba desde su lugar la conversación con una sonrisa dibujada en los labios.

-¡Te digo que te calles y te largues! Me tienes harto, no haces más que hablar todo el día sobre Ludwig y a todas horas, porque no mejor me dejas solo.

-Pero hermano, alguien vino hoy a preguntar por ti y…

-¡Que te vayas a joder a otra parte! No me importa una mierda quien pregunte por mí, yo estoy bien así. Solo naci, solo moriré.

Feliciano se sorprendió y entristeció ante esta respuesta, siempre que Lovino lo trataba mal o le insultaba era la misma reacción, siempre le perdonaba y lo olvidaba todo, era su hermano después de todo. Al italiano no se le daba muy bien el ser cariñoso después de todo, a pesar de lo mucho que quería y que cuidaba de Feliciano, nunca pudo demostrarle de forma abierta su cariño ante nadie. A pesar de ser físicamente parecidos, estaban ambos muy acostumbrados a sus personalidades tan opuestas: Feliciano el gentil, bueno, noble, amable, dócil y artístico. Lovino el agresivo, grosero, irrespetuoso, de mentalidad fría y comportamiento impertinente.

Feliciano lentamente se alejo, dejando a Lovino de nuevo en sus pensamientos y en su apatía por el mundo, este último solo observo cómo se alejaba su hermano menor mientras suspiraba resignado, retomando su andar hacia el patio de la casa. Lovino se dejo caer sobre el césped, la humedad golpeada sus pantalones oscuros y su camisa blanca, sus ojos se cerraban con pesadez y la brisa entre los arboles parecía arrullarle de un momento a otro.

Tenía un momento de paz autentico, en donde solo los lejanos murmullos de su hermano podrían hacerlo mantener con un poco de conciencia sobre el mundo, no deseaba levantarse o moverse, no deseaba estar en ningún sitio o sentirse parte del mundo. Nunca se sintió parte, después de todo. Poco le importaba. En su fantasía, tomaba todas sus cosas y se marchaba sin decirle a nadie a donde iba, sin mirar atrás tomaba el primer autobús que lo llevara a ningún sitio y empezaba de cero.

De repente, algo lo hizo reaccionar de su ensueño maravilloso. Una sombra le tapaba el sol, y unas pisadas acercándose perturbaban su paz. No era como si no supiera de quien se trataba, al principio creyó que era nuevamente Feliciano es su inútil intento por hacerlo interactuar con su amigo japonés y el bastardo nazi, pero estas pisadas eran distintas a su andar, eran pausadas y relajadas, despreocupadas incluso. Ya se suponía quien era. Joder, que día tan más del asco.

-No deberías tratar tan mal a Feliciano, es solo quiere quitarte un poco lo amargado, que convivas con mas personas –menciono la voz de Antonio, con sola escucharla podía jurar que tenia una de sus tantas sonrisas bailarinas sobre su rostro, y que sus ojos verdosos lo analizaban centímetro a centímetro sobre sus facciones nuevamente irritadas. Lentamente abrió los ojos, observando la cara risueña y burlona del español que le dedicaba una de sus "encantadoras" miradas cariñosas. –Vamos Lovino, no tienes que ser tan duro con él, solo quiere que sonrías un poco, quiere alegrarte el día.

-Tú que sabes de mi hermano y sus intenciones, siempre es la misma mierda con ustedes dos, si no es uno intentando hacerme convivir con insípidos alemanes y japoneses, eres tu insistiéndome en salir al bar contigo y con ese pervertido francés y ese ególatra albino que te cargas, siempre es la misma cagada de todos los días…

-No tienes por qué ser tan grosero y expresarte de esa manera, eso es un mal hábito que tienes…

-¡Maldita sea! ¡Que sabes tú sobre mis hábitos! Déjame en paz.

El español guardo silencio un rato, su mirada se posaba sobre las orbes ámbar del italiano que le miraba con molestia, como si fuera un insecto insignificante que tuviera que destruir. Pero poco le importaba al castaño de ojos verdosos, poco le importaba que Lovino le tratase como basura o le considerase poco menos que un estorbo. A él le parecía que era la manera en que el italiano se protegía de las demás personas, sabía muy bien como era realmente por dentro, sabia la gran inseguridad que tenia por el futuro incierto, por la familia perfecta, por la carrera prometedora, por el trabajo ideal. Sabía que a Lovino lo que más le aterraba erar romper con esa ilusión que sostenía en su mente, esa en donde la vida le sonreía y los días soleados eran mayores que los nublados. Esa donde empezaba de cero.

-No tienes que aparentar fuerza delante de mí, Lovino…nunca te aria daño.

Antonio retiro alguno de los mechones rebeldes del ítalo y beso su frente con una dulzura incomprensible para este. A Lovino esto lo desbalanceo completamente, sus ojos se abrieron por completo y su expresión paso de ofuscada a sorprendida de una manera bastante rápida. El moreno sonrió al darse cuenta de esto, sus manos pasaban por aquellas hebras marrones de forma delicada y pausada, se sentía tan suave y gentil que al italiano esto le parecía como un sueño en el cual sus sensaciones se volvían más sensibles al tacto, al gusto, al olfato…

Esto tenía que parar ya. Lovino se levanto rápidamente, intentando escapar de Antonio como tantas veces anteriores lo había hecho, el español solo se limito a intentar tomarle de la muñeca en vano mientras miraba al italiano alejarse nuevamente de él. Estaba acostumbrado a esos arranques de Lovino, desde que le conocía recordaba que nunca le gusto que lo confrontara, que lo analizara o que le demostrara su cariño más sincero.

Se limitaba muchas veces a amarle en silencio, con los ojos llenos de esa dulzura que tanto enloquecía al ítalo, en donde parecía que su razón se ponía en tela de juicio, en donde Antonio parecía esperar a que reaccionara y le correspondiera. Emociones confusas, mal entendidos…esto era lo que Lovino se hacía creer cada vez que miraba a Antonio y se sorprendía a si mismo perdido entre las esmeraldas que conformaban sus ojos, entre los remolinos cafés que conformaban su cabello tupido y grueso, sus pómulos marcados y su bien tonificado cuerpo masculino.

Esto lo hacía enfermarse, nunca se imagino en un millón de años sentir tales emociones sobre si por otro hombre. Todo eso se quedo apagado en su mente por un breve segundo en que su vista se quedo fija en un punto fijo, una imagen confusa, borrosa, incierta: era Feliciano, abrazado al fornido nazi, colgado de su cuello más bien. Se quedo unos segundos más contemplándoles, le parecía eterna la estadía e su hermano entre los brazos del alemán, pero ¿acaso eso era el roce de sus labios lo que miraba? Debía estar mal, debía necesitar gafas.

Se acerco mas, de forma disimulada y lenta, intentando no hacer el menor ruido posible y lo noto más detalladamente. Ludwig sostenía la nuca de Feliciano con una de sus manos, mientras sus labios se movían en torno a los del italiano, de forma lenta y pausada, mientras este le correspondía de la forma más atenta y devota posible. Esto lo hizo entrar en shock. Quiso salir corriendo y molerse a golpes a ese maldito bastardo nazi hijo de puta…

¡Su hermano se besaba con Ludwig en la parte trasera de su casa!

Lentamente el par de "amigos" se separaron, mirándose a los ojos y sonriendo. Lovino sentía como el estomago se le revolvía por el enojo, como su rostro se sentía caliente y como le ardían los puños de apretarlos tan fuertemente.

-Te quiero Ludwig, siempre te he querido, pero nunca me había atrevido a decírtelo. Tenía miedo de que me rechazaras y….

El chico fue callado con otro beso, uno más corto y fugaz que provocaba aun más la revolución interna de Lovino. Ambos se separaron y se quedaron en silencio por un rato, Lovino se acerco muy disimulado, como quien no hubiera visto un carajo de tanta melosidad. Feliciano lo miro expectante, como quien espera a que una bomba estalle en cuestión de segundos, pero solo se topo con una gran indiferencia, muy típica de su hermano. Cuando Lovino cerró la puerta tras de sí, Feliciano soltó un suspiro de alivio, pensando que no había visto nada de lo ocurrido con Ludwig. Por su parte, Lovino se fue casi corriendo hasta tu cuarto, encerrándose al instante, mientras reorganizaba sus ideas en su mente.

Antonio, Ludwig con Feliciano…Antonio. Esas ideas y esas imágenes pasaban una y otra vez por su mente, se dejo caer en la cama y empezó a cubrir su rostro con sus manos. Que mierda de día…

Nunca supo cómo es que perdió la conciencia, pero cuando sus ojos se abrieron ya era de noche, el reloj marcaba las once pasadas, y hacia un frio tan endemoniado que sentía la garganta irritada. Se reincorporo en su cama, mirando en dirección a la mesa de noche. Un pensamiento pasa por su cabeza, como taladro haciéndole perder el control. Ha tomado ya su decisión.