Chocolate

(One-shot)

RyoSakuRyo


I Premio

Del concurso creado porPonta Pair Love- castellano (facebook)

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Para:

ladykagurasama


—Chocolate.

Enarcó una ceja.

—¿Chocolate?

Ella extendió más su sonrisa. Tenía una boca bonita. De aspecto suave y brillante. Sus labios daban deseos de morderlos. Tuvo que controlarse y hacer su mejor esfuerzo para centrarse en la conversación.

—Sí, chocolate.

Se rascó el mentón pensativo y estiró las piernas lo suficiente para que salieran de la cama. Perezoso, buscó las zapatillas con la punta de los dedos del pie. Cuando estaba a punto de levantarse y echar mano a la parte trasera de su anatomía para rascarla, se detuvo. Volvió a mirar por encima del hombro hacia ella.

Lánguida. Extendida entre sus sábanas. Con nada que cubriera su cuerpo más que aquella dichosa tela tan necesaria en la cama. Con los cabellos desparramados sobre la almohada. Las mejillas sonrojadas y los ojos bien abiertos.

—¿Chocolate? — repitió.

—Chocolate. — confirmó ella con una graciosa risita.

Ryoma sacudió la cabeza y terminó por salir del calor de la cama. Caminó arrastrando pies y zapatillas hacia la puerta. De nuevo, se detuvo y la miró con la interrogación marcada en su cara. Ella volvió a sentir mientras sonreía de nuevo, con inocencia.

Suspiró.

—Chocolate. — Se repitió a sí mismo abandonado finalmente la habitación.

Entró en la cocina y, tras quedarse ciego con la condenada luz al encenderse, se dirigió hasta el mueble de las golosinas. El bote del chocolate instantáneo fue lo primero que vio. Con una maldición entre dientes abrió la nevera para sacar la leche.

Si unas horas atrás le hubieran dicho que a las dos de la mañana estaría haciendo chocolate caliente en vez de otra cosa más interesante, como por ejemplo, sexo, le habría parecido completamente ridículo.

Tenía una novia increíble. Aunque fuera tímida y a veces costara más verle una teta que echar una solicitud en el vaticano. Era atractiva. Se cuidaba. Su piel era suave y tentadora. Su risa encantadora. Le daba calma y era especialmente dulce y amable. Sin embargo, la inocencia que poseía a veces, le jugaba malas pasadas. Como esa misma.

Momentos antes estaban en la cama. Dándose besitos increíbles. Acariciando con su lengua recovecos importantes de su cuerpo. Deleitándose con el sabor de sus pechos. Y, oh, ella había experimentado un buen orgasmo tras otro. Sin embargo, cuando él había hecho, —la estúpida—, la amable pregunta de "¿Qué más deseas de mí?", su novia había decidido que ella ya había tenido suficiente pasión, al parecer.

Porque su boca se había abierto y aquel dichoso ingrediente escapó de su perfecta boquita de fresa para torturarle.

Así pues. Con una erección entre sus piernas y una dichosa taza caliente de chocolate regresó al dormitorio.

Sakuno le sonrió y extendió los brazos hacia la taza casi con la pereza que los diversos orgasmos habían dejado en ella. Mientras la veía dar pequeños sorbos al chocolate, se sentó a su lado.

Su novia echó sus largos cabellos hacia un lado para que no le estorbara en su tarea. Apretó los dedos para obtener el calor que emanaba de la taza de chocolate. Ryoma observó sus comisuras que levemente habían quedado cubierta por restos oscurecidos del dulce.

—¿Ocurre algo? — cuestionó ella con cierta inocencia.

—Chocolate.

Las mejillas brillaron con el cándido color de su rubor.

—¿D-dónde? — tartamudeó.

Ryoma sonrió pícaramente. Acercó la mano mientras ella ofrecía su rostro con completa confianza. Apretó sus dedos sobre los bordes de la taza para hacerla a un lado y, después, se inclinó más sobre ella. Sakuno abrió la boca con sorpresa y él aprovechó para lamer, no solo la comisura, si no saborear el chocolate de su boca.

Un instante después, la joven suspiraba.

—Ryoma-kun, a ti no te gusta lo dulce.

Ryoma lo sopesó mientras lamía su pulgar y la observaba. Quizás eso fuera cierto. Las cosas dulces le empalagaban demasiado y las descartaba fácilmente. Excepto esos helados de cerezas que tanto gustaban a las chicas. Con guindas perfectas y barquitos flotantes.

Además…

—Eso no es cierto. — zanjó mirando hacia otro lado.

Si no le gustaran las cosas dulces…

—Sí lo es. Tú mismo lo dijiste tiempo atrás. — Sakuno frunció el ceño mientras dejaba la taza sobre la mesa. El chocolate le manchó los dedos y la primera intención de ella fue limpiarse.

Ryoma la detuvo y aferró uno de los manchados dedos entre sus labios. La punta de su lengua se encargó de aquella pequeña manchita con cierta picardía. Sus ojos fijos en ella, endulzándole su vergüenza.

Cierto era que, si no le gustaran las cosas dulces, si fuera totalmente cierto, nunca podría estar con ella.

La chica enrojeció hasta la médula cuando metió el dedo en la taza y empezó a untarle chocolate por la garganta. Su boca fue ávida sobre su piel y su lengua no dejó más rastro que el nuevo calor incrementado en ella.

—Por una vez, puede darme un ataque de dulzura, Ryuzaki.

Remarcó su apellido por encima de todo, obligándola a suspirar cuando sus labios se cerraron sobre el erecto pezón.

Esta vez, no habría pregunta que interrumpiera sus intenciones. Esta vez, iba a darle chocolate hasta que estuviera tan complacida que salir de la cama le pareciera un verdadero suplicio.

—Ryoma-kun… eres… tan dulce…

—Como el chocolate. — murmuró.

Sakuno rió y negó.

—No. O quizás sí. El chocolate puede ser dulce, otras veces, amargo. Pueden… estar rellenos de cosas ricas. O de almendras, duras como piedras. Pueden tener un aspecto increíble y luego ser espantosos. Pueden cambiar de forma, moldearse. Incluso de color, como tus ojos a veces.

Ryoma levantó la cabeza de sus senos con un gruñido para observarla cuando le tiró del pelo para llamar su atención. Suspiró roncamente y presionó la erección contra sus muslos. Esa vez no iba a contenerse.

—¡Y, a veces, demasiado afrodisiaco!

Ryoma enarcó nuevamente su ceja y la miró con diversión. Quizás sí se pareciera a un chocolate. O a varios, no importaba. Pero si había una cosa en la que tan solo podía desear pensar en ese instante, era en que su condenada novia era capaz de volverlo completamente loco.

Porque a ese punto, si continuaba diciendo esas cosas de él, estaba seguro que se iba a derretir.


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