Ella era solo una huérfana, una huérfana que nunca tuvo nada, ni siquiera esperanza, pero encontró un día a su demonio particular aquél que le dio todo lo que jamás tuvo, pero también le dio lo que jamás nunca deseó. Y su único y verdadero deseo era otro, ese que nunca podría tener, ese hombre que sería prohibido.

Abrió los ojos al mundo por primera vez una fría y lluviosa mañana, amó esos días lluviosos desde que tuvo uso de razón, contrario a lo que se esperaba para la mayoría de los recién nacidos su llegada no fue bien recibida, su madre una adolescente de tan solo 17 años la abandonó apenas unas horas después de haberla dado a luz, su cuerpecito aún tibio reposaba sobre la acera frente al orfanato dirigido por monjas en el que pasaría los primeros años de su vida, a pesar de la devoción con la que todos esos pequeños eran cuidados por aquellas monjas, Serena, que fue el nombre con que la bautizaron, siempre anhelo una caricia materna real, sentir amor verdadero, amor de cualquier índole, pero tras mirar las estrellas en la noche una y otra vez, preguntándose porque ella no, ¿Por qué Dios no la creía merecedora de un gramo siquiera de amor verdadero?, tras preguntarle por horas y horas a la luna y las estrellas la respuesta era siempre la misma, un hermoso titilar y un suspiro interminable sólo para volverse a la cama aferrada a ese pequeño muñeco desvencijado que la acompañó siempre, que la escuchó llorar por horas y horas hasta la madrugada, anhelando en su pequeño corazón que alguien la arropara por las noches y le cantara dulcemente al oído hasta hacerla dormir.

Ese anhelo siguió hasta que cumplió la mayoría de edad y sus ruegos, a su consideración nunca fueron escuchados, pues Serena nunca fue adoptada, era tan angelical cuando niña que contrastaba contra el resto de los pequeños del orfanato, pero fue eso precisamente lo que motivo que nunca fuese adoptada, la mayoría de los matrimonios deseosos de ser padres, eran cercanos a la región de Shinsekai en Osaka, una de las regiones más pobres y peligrosas de Japón, es bien sabido que todo matrimonio que finalmente se decide por adoptar buscará siempre a un pequeño con rasgos parecidos a los suyos, y Serena distaba mucho de parecerse a cualquiera de los matrimonios que llegaban casi a diario al orfanato, pues Serena era una preciosa pequeña de hermosos ojos azules y resplandeciente cabellera rubia, y fue así que al cumplir la mayoría de edad Serena no podía permanecer más en el orfanato, y el día de la despedida había llegado.

-Serena, no te encuentras nerviosa?- preguntó una dulce voz a sus espaldas, Serena giró su rostro, para encontrar a su mejor amiga Molly una chica de su edad, quien fue traída al orfanato apenas unos meses después de Serena.

- Eh?, si un poco- trato de sonreír levemente, la verdad es que se moría de miedo, dentro de unas horas dejaría para siempre lo que hasta ese momento era su hogar, dentro de unas cuantas horas sería sólo ella contra el mundo.

-Pero no temas Sere, dentro de unos meses estaremos de nuevo juntas, créeme que este tiempo que no te veré se me hará eterno, te voy a extrañar Sere, te voy a extrañar mucho- al decir esto abrazó a su amiga, a su casi hermana a la hermosa niña de coletas que abrazaba por las noches cuando niña, cuando la lluvia y los relámpagos hacían sus noches eternas, y le impedían dormir, pero Serena que amaba la lluvia, tenía ese extraño poder de tranquilizarla, quien la protegería de esos rayos infernales que extinguían su tranquilidad por las noches, sería paciente pues dentro de poco la seguiría, pues al cumplir la mayoría de edad ella también saldría de ese lugar.

-Yo también te extrañaré Molly, pero sé que pronto volveremos a estar juntas, solo es cuestión de esperar- los ojos de Serena se nublaron y gruesas lagrimas corrieron por sus ojos.

-Serena, hija es momento de partir- esa era la voz de la madre superiora, una venerable anciana que había dedicado cuerpo y alma en velar por aquellos que llegaban al orfanato, fue en ese momento en que Molly y Serena se separaron, y Serena camino hacía la oficina de la madre superiora sin mirar atrás, pues sabía que si lo hacía Molly y ella serían capaces de nunca dejar de llorar.

-Serena, toma asiento por favor, antes que nada quiero que sepas que tu partida es una de las que más me ha dolido en todo el tiempo que estado frente a esta casa, sin embargo, confió plenamente en Dios que te dará la fortaleza necesaria para salir adelante, porque eres una niña maravillosa- las palabras de la madre y sus ojos llenos de lágrimas, hicieron estragos en el corazón de Serena, y las lágrimas se hicieron de nuevo presentes, como no sentir dolor al dejar atrás todo aquello a lo que consideró su familia, como no llorar al mirar esos ojos ancianos, nublados por el llanto, de la mujer a la que consideró lo más cercano a una madre, ambas se levantaron para darse un abrazo que desearon nunca terminará, pero el destino debía seguir su curso.

- Yo también las extrañaré, y le prometo madre que volveré muy pronto a mostrarle todo lo que he logrado, para que se sienta muy orgullosa de mí-

- Sé que así será hija mía- fue la respuesta de la superiora, quien limpio las lágrimas de Serena de forma maternal, para entregarle unos documentos después. – mira hija estos son tus documentos de identificación, en este otro viene la dirección del lugar donde te hemos conseguido alojamiento y esta otra dirección es el lugar en donde podrás trabajar-

Serena pudo leer en ese momento su nombre sobre esos documentos que la identificaban como Serena Tsukino, pues tomaban el apellido del sacerdote quien le habría apadrinado en su bautismo, fue así que salió de ahí sin más que una maleta llena de recuerdos, un muñeco desvencijado y viejo, y su nueva identidad, pues sería así como el mundo la conocería a partir de ahora, Serena Tsukino.

La vida fuera de la casa hogar no fue una experiencia maravillosa, pues se encontraba sola, su vida se reducía solo a trabajar, estar en casa y volver al trabajo, de nuevo en el hogar al sentirse sola nuevamente lloraba abrazada a ese muñeco viejo, del que se negaba a separarse, si había algo que Serena amaba era su trabajo, le gustaba sentirse productiva, y en cuanto llegó a esa oficina se empeñó en dar lo mejor de sí, conoció en el trabajo a dos chicas con las que empató enseguida, ambas fungían como auxiliares igual que ella, a partir de ese momento no se sintió tan sola.

Serena jamás pensó que su vida cambiaría en tan poco tiempo, todo cambió una tarde, en aquella en la que creyó sería la más apacible de su vida, era en ese momento en donde conocería a uno de los hombres que marcaría su vida para siempre, Serena no sabía también que no se trataba del único hombre que transformaría su vida, pero eso vendría después.

Hola a todos y todas, hace siglos que no escribía por estos lares, sin embargo, al volver del trabajo comencé con esto, que espero y les guste. Tengo una mente maquiavélica, jojojojojojojo lo sé. Ténganme un poco de paciencia, recuerden que soy la sobrina consentida del mago más poderoso de Céfiro y del cantante más guapo de mundo místico. Las quiero!