Nota: Fullmetal Alchemist y sus personajes son propiedad de Hiromu Arakawa.

Redeō: Latin clásico.

del prefijo re- (repetición) y eō; ire ("ir").

1. Volver; regresar; retornar; revertir; reaparecer.

2. Llegar; ser llevado a; alcanzar; obetener; ir a parar.

3. Proceder como beneficio; resultar un producto.

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Alemania 1926.

El hombre abrió el reloj de bolsillo.

8:47.

Tumbado en una silla ubicada en la parte sureste de la pieza observaba cuidadosamente mientras sus costillas bajaban y subían con cada respiración. El grueso abrigo café que le cobijaba y cubría casi toda hasta la mitad del rostro era cortesía de él, quien al verla tiritar levemente quedó sin opción. Sin embargo y para su mala suerte, parte del abrigo dejaba ver una porción de una pierna, desde la rodilla al tobillo y Edward apartó la mirada. Apretó el reloj de plata en su mano izquierda un poco mientras se posaba la derecha enguantada en los labios de forma pensativa al mismo tiempo que volvía mirar al artefacto en su mano.

9:02.

Miró en dirección a la ventana cómo el cielo jugaba entre celeste y gris opaco. Estaba nublado esa mañana, el sol naciente asomándose de forma tímida. Suspiró levemente cuando su mirada retornó a ella mientras se deleitaba en lo inusual e irónico de la escena, observaba como los ojos de la mujer se movían levemente bajo sus parpados y en ese momento notó que dormida en su cama parecía casi inofensiva, casi. Sonrío levemente para sí.

Abrió y cerró nuevamente el objeto en su mano un par de veces con impaciencia.

9:19.

Le pareció suficiente.

Cerró esta vez el reloj con más fuerza produciendo un sonoro 'clank'. Los ojos azules se abrieron enseguida y parpadearon el sueño un par veces mientras lo observaban frunciendo el ceño antes de dejar escapar un quejido y esconder la cabeza bajo el abrigo de lana de Edward. Él se aclaró la garganta antes de hablar con un tono de voz plano.

― Vas a llegar tarde. ― le advirtió.

La mujer emergió del abrigo y se sentó frotándose los ojos delicadamente sin decir una palabra. Edward se sintió clavado en el sitio mientras la observaba estirarse grácilmente con movimientos casi felinos hasta sacar las piernas del borde de la cama y colocarse los tacones color crema, intentó apartar la mirada pero no pudo. Tragó y apretó con fuerza el objeto en su mano mientras se preguntaba si lo hacía a propósito, ella era la experta en esas cosas después de todo. Hábiles manos adornadas con esmalte vino tinto doblaban el abrigo y lo dejaban sobre la almohada mientras pasaban a trabajar en el cabello negro todavía húmedo con facilidad, llevando las ondas azabache que caían diez centímetros por debajo de la barbilla a un elaborado recogido con pequeñas horquillas que aparecían del bolsillo de su falda y eran sostenidas por sus labios antes de desaparecer entre los cabellos.

Se levantó sin prestarle atención y caminó hacia la pequeña cómoda al otro extremo de la habitación, mientras Edward abandonó su lugar en la silla y reclamó su cama de forma casual, espalda recostada al respaldo, una pierna colgando fuera del colchón. Ella tomó su bolsa tipo sobre y en silencio ojeó su interior por unos segundos. La risotada de Edward detrás de ella la hizo tensarse mientras tomaba una pequeña lata circular y la abría.

― ¿Qué? ¿Crees que te robaría? ― ella se dio vuelta y lo miró mientras hundía la yema del dedo índice en la diminuta lata, sonrió condescendiente y se volvió a girar para deslizar la falange por sus labios frente al espejo.

― Es la costumbre solamente. ― explicó antes de presionar la boca ahora ligeramente rojiza y limpiar lo que quedaba del color en su mano en los pómulos, dando golpecitos al difuminar hasta hacer todo rastro de pintura inexistente y dejar en su lugar un sutil tono rosáceo en las mejillas.

Se veía perfecta, todo en su lugar, prístina sin esfuerzo en apenas diez minutos.

― No pasa nada, verás, yo tampoco confío en ti. ― admitió encogiéndose de hombros mientras abría el reloj por última vez observando esta vez el interior de la cubierta plateada, un interior que estaba vacío. Con un dedo enguantado dibujó en la superficie dígitos y letras imaginarias mientras se sentaba en el borde la cama, codos apoyados en sus rodillas.

La vio volverse hacia él por la periférica, pero él continuó absorbido en su tarea ignorándola por completo. Notó como se alisaba la ropa y caminaba hacia la puerta.

― Es mejor que me vaya, no querré llegar tarde ¿Cierto? ― pronunció las palabras con sarcasmo, casi con burla, el acento inglés haciéndose muy evidente y fue entonces que Ed supo cuán consciente estaba ella de lo temprano que era y de lo mucho que él deseaba que ya no estuviese allí ― Dele mis saludos a Alphonse.

La yema de sus finos dedos permaneció en el marco por unos segundos para luego girar la cabeza aún de espaldas, dirigiendo su mirada por encima del hombro hacia él.

― Gracias… ― dijo dudosa acariciando la madera del marco y observándole con ojos azulados ― por todo.

Edward levantó apenas la mirada, viéndola a través de porciones rebeldes del flequillo rubio por unos momentos antes de emitir sólo dos palabras.

― Ten cuidado.

Ella se volvió e hizo su camino a la salida del apartamento y entre tanto taconeo él casi no oye lo último que ella dijo.

― Adiós, Señor Elric.