Querido lector,
Si has decidido darle una oportunidad a esta historia, ante todo gracias. Te pido paciencia con el desarrollo de la misma. Puedo actualizar frecuentemente, si el tiempo me lo permite, pero los sucesos y la evolución de la trama irán al ritmo necesario para que ésta tenga sentido. Toda opinión o sugerencia es agradecida. Hace muchos años que no hago esto, por lo que estoy abierta a crítica para mejorar lo que se haya quedado oxidado.
Espero que disfrutes,


Invisible Years

Capítulo 1.

Se encontró a sí mismo inmóvil, en un lugar oscuro que no era capaz de identificar. Ahogadas voces podían escucharse a su alrededor, pero no podía entender una sola palabra de lo que decían. El dolor punzante que le atravesaba la cabeza se concentraba en la parte de atrás, como si su cerebro estuviera intentando hacerse paso a través del cráneo, y estuviera haciéndolo trizas. Intentó llevarse una mano a la cabeza sin éxito alguno, y un leve quejido salió de su garganta.

-¿Kyle? Kyle, despierta.

Permitió que su consciencia cobrara sentido, y se dio cuenta de que había permanecido con los ojos cerrados todo el tiempo. Dejando que sus párpados se abrieran una blanca luz fluorescente le cegó por unos segundos y cerró los ojos de nuevo con fuerza.

-¿Señor Broflovski? ¿Cómo se encuentra? -una de las voces dijo, y Kyle se limitó a dejar escapar otro quejido. -Bien. El dolor que siente remitirá en las próximas horas, si este persistiera, por favor, háganle venir para que le hagamos unas pruebas. Pueden marcharse cuando esté vestido, los papeles para firmar están en la recepción.

-¿Qué? ¿Ya está? ¿No va a asegurarse de que todo ha salido bien? -las voces se alejaron, y pudo reconocer la última como la de Ike, quien por el tono que utilizaba y la fuerza de sus pasos al marcharse, los cuales retumbaron en la cabeza de Kyle como si un martillo golpeara contra ella, no estaba precisamente contento.

Kyle abrió los ojos una vez más, esta vez siendo capaz de levantar las manos para restregarse los párpados e intentar que las luces de la sala le dañaran menos la vista, echando un vistazo a su alrededor. Estaba tumbado en una cama, en una de las salas de lo que parecía un hospital. Reconoció su ropa y la chaqueta de su hermano Ike tiradas sobre una de las sillas.

-Joder... -su voz sonó ronca y extraña, haciendo un leve eco en la vacía habitación. Metió la mano entre sus enmarañados rizos rojos y apretó con fuerza en el punto exacto donde su dolor se intensificaba, en un vago intento de hacerlo menguar.

-Estúpido incompetente de mierda. -farfulló Ike entrando de nuevo a la habitación. -¿Cómo estás?

-Mal. -dijo Kyle mientras se incorporaba sobre la cama.

-Más vale que no te hayan jodido el cerebro o denunciaré a esta clínica. ¡¿Me han oído?! -gritó hacia el pasillo.

-Ike, baja la maldita voz. -se quejó su hermano.

¿Qué demonios había pasado? ¿Había tenido un accidente? ¿Por qué estaba en un maldito hospital? Kyle evitaba los hospitales todo lo que podía. El olor a alcohol y a enfermo le revolvían el estómago. Cuando sólo era un niño su madre le arrastraba a hacerse pruebas cada uno o dos meses, obsesionada con que la diabetes o su pobre sistema inmunitario le iban a matar cualquier día.

-Uf, menos mal, no te has olvidado de mí. -Ike se desplomó en el borde de la camilla, mirando fijamente a su hermano, esperando a que dijera cualquier cosa y aguantando soltar todas las preguntas que tenía en mente.

-¿Qué leches ha pasado? -dijo el otro, carraspeando la garganta para intentar recuperar su tono habitual.

-¿No recuerdas nada?

-Bueno... -algunas cosas empezaban a tener sentido de nuevo, como el maletín que había sobre la mesilla. Kyle recordaba que había llenado el maletín de fotos, de cartas y otros pequeños objetos. Había llenado el maletín de recuerdos pero...

-Estás en el hospital. ¿Te acuerdas? Vinimos para que te sometieras al proceso de lavado de cerebro.

-¿Qué? -recordó que así lo había llamado Christophe, "lavado de cerebro" y que Kyle le había dicho que todo saldría bien. Había acudido a una clínica para que le cambiaran los recuerdos pero... ¿qué recuerdos?

-Vinimos hace tres días desde San Francisco, han estado preparándote para el proceso desde entonces. ¿Recuerdas que comimos en ese café setentero ayer? Dijiste que era la hamburguesa más asquerosa que habías probado.

-Sí, claro que me acuerdo. ¿Cómo iba a olvidarme de algo así?

-Oh, oh, ¡genial! A ver, ¿recuerdas a mamá? Se llama Sheila. Y papá se llama Gerald, Gerald Broflovski.

-Ike. Claro que me acuerdo de mamá y papá, ¿qué demonios te pasa?


Era el mayor avance tecnológico de la década, posiblemente del siglo entero. Elimina todos tus malos recuerdos y sustitúyelos por unos nuevos.

Se anunciaba en las televisiones y los periódicos, como los anuncios de implantes de pecho o perfilado de nariz, y los seres humanos juntaban los ahorros de su vida para poder someterse a uno de los novedosos procedimientos que cambiarían sus vidas para siempre. Los médicos aseguraban de que se trataba de un sistema completamente seguro, que no dañaba ninguna de las otras funciones del cerebro, y que dejaría intactos todos los recuerdos que el paciente decidiera conservar.

Mientras volvía a colocarse la ropa, firmar los documentos para darse de alta y caminar hasta el aparcamiento donde el coche de alquiler les esperaba, tuvo tiempo para recordar varios sucesos de los días anteriores, como las pruebas de sangre que le hicieron el Lunes, o los pesados tests que le obligaron a realizar el Martes. Recordó que había querido someterse al implante de recuerdos voluntariamente, aunque algunos de sus seres queridos no había estado de acuerdo con ello, y que lo había podido costear con sus ingresos del año anterior y los ahorros de su cartilla bancaria.

-Espera a que volvamos a San Francisco, Christophe lleva escribiéndome desde hace días para que te prohibiera hacerlo. -Ike conducía a su lado, hablando con la vista fija en la carretera.

-Lleva intentando convencerme de lo mismo desde que se me ocurrió mencionar la idea.

-¿Osea que lo recuerdas?

-Ike, ¿cuántas veces voy a tener que repetirte que me acuerdo de todo? -Ike no dijo nada, pero por la fugaz mirada que le echó, Kyle sabía que había algo que quería preguntar.

Continuaron el resto del camino hasta el hotel en silencio. Por lo que Ike le había dicho su vuelo a San Francisco salía a primera hora de la mañana del día siguiente, y en todo lo que podía pensar Kyle ahora era comer algo y dormir hasta entonces.

La habitación del hotel disponía de todos los lujos, y en aquel momento la cama le pareció a Kyle la mejor cama en la que se había tumbado en toda su vida. Ike llamó al servicio de habitaciones mientras su hermano se acurrucaba entre las sábanas.

-Si te duermes ahora no pienso despertarte cuando llegue la comida. -dijo Ike, dejando el teléfono en una de las mesillas de la habitación.

-Me da igual. -balbuceó Kyle con los ojos cerrados, y unos minutos después sintió como su consciencia volvía a desvanecerse, ignorando los golpes en la puerta que anunciaban que la comida había llegado.


Ike había estado irritable durante todo el viaje, y es que Ike estaba irritable siempre que tenía algo que decir pero por algún motivo se contenía, y Kyle conocía a su hermano muy bien como para no darse cuenta y, con ello, irritarse personalmente. Por más que Kyle había intentado sonsacarle a su hermano lo que fuera que le rondaba por la cabeza no había tenido éxito alguno, consiguiendo sólo que el ambiente entre ambos fuera más tenso si aquello era posible, pero el silencio le había dado tiempo suficiente para pensar.

Tratamiento de implante de memoria. O de recuerdos. Ni siquiera tenía claro cuál era el resultado de todo aquello pues no se sentía diferente en ningún aspecto. Seguía recordando a su familia y amigos, había echado un vistazo a todo lo que metió en el maletín y todo le era familiar, las fotos del viaje a Los Ángeles con Christophe, Ike y Bebe de hace unos años, las de su fiesta de décimo cumpleaños con todos los miembros de su familia, incluyendo a la abuela Deena que había muerto unos años después, las cartas que se había enviado con Christophe cuando él aún vivía en Francia y sólo eran amigos por correspondencia, su foto de graduación, la de la boda de Ike y Bebe... ¿Qué había cambiado? Recordaba perfectamente haberse mudado a su apartamento, amueblarlo, decorarlo, incluso recordaba haber comprado las velas aromáticas de frambuesa porque no había encontrado las de melocotón que su madre quería, y recordaba la charla que esta le había echado al respecto aunque Kyle ni siquiera quería unas estúpidas velas aromáticas en su cuarto de baño. Tenía vagos recuerdos de la infancia, pero suponía que eso era normal pues no sabía de nadie que pudiera recordar vívidamente cada uno de los días de su niñez.


Había dejado las maletas en el suelo y se había despedido de Ike hacía más de una hora, pero seguía dando vueltas por el apartamento buscando algo que no le resultase familiar. Todo parecía seguir en el lugar donde él lo había dejado. El gran sofá de cuero sintético negro seguía en el centro del salón, la televisión en el gran mueble que había enfrente, los marcos de foto y las decenas de libros en los estantes del mueble, el helecho que había comprado para sustituir sus ganas de tener la mascota que sabía que no podría cuidar sobre la mesita de té. La cocina perfectamente equipada, la caja de galletas de jengibre a medio comer sobre la encimera, recordaba haber comprado las galletas por recomendación de Ike y haberse arrepentido después del primer bocado. Ike se había comido medio paquete mientras esperaba que Kyle recogiera sus cosas para partir hacia el aeropuerto.

-Y el bastardo dejó el paquete aquí tirado. -lo tiró al cubo vacío de basura con una mueca de falso desprecio en la cara, que no sabía muy bien si iba dirigida al sinvergüenza de Ike o al horrible paquete de galletas.

En el baño todo también parecía en su sitio. El juego de toallas verdes que tenía repartido al lado de la ducha, el lavabo y la estantería de mimbre, mezclado con toallas aleatorias, incluida la roja de promoción que Christophe le regaló cuando ganó aquel paquete de artículos de Coca Cola.

-Quizás no ha funcionado el tratamiento... -pero si así fuese ¿por qué iba a someterse a él en primer momento? No había dentro de su cabeza nada que le atormentara como para querer deshacerse de ello. Al menos no que él recordara. -Quizás me deshice de todo antes de marcharme. -eso sonaba más como Kyle, quien siempre quería tener el control de la situación y pensaba las cosas tres veces antes de hacerlas. No es que no fuese una persona impulsiva, lo había sido en varias ocasiones, pero también se había arrepentido en otras tantas, por lo que procuraba evitar seguir su instinto.

El tono de llamada de su teléfono móvil le sacó del trance en el que se encontraba, y se tiró de rodillas al suelo para buscarlo entre los compartimentos de su maleta. Contestó sin mirar la identidad de la persona al otro lado de la línea, pero fue capaz de reconocer la voz del francés tan pronto como se llevó el aparato a la oreja.

-¡¿En qué demonios estabas pensando?! -apartó el susodicho teléfono unos centímetros, escuchando la voz de Christophe al otro lado gritando cosas que Kyle no llegaba a entender.

-Por el amor de dios, Christophe, baja la voz, ¿qué pasa?

-¿Qué pasa? ¿Cómo que qué pasa? Te dije mil veces que no fueras a ese maldito centro de lavado de cerebros, que esa no era la solución. Acabo de hablar con Ike y me lo ha contado todo.

-¿Todo? No sé de qué demonios estás hablando.

-¡Ese es el problema! -se mantuvieron en silencio por unos segundos, en los que Kyle pudo escuchar la agitada respiración de su amigo al otro lado de la línea. Supuso que Ike había hablado con Christophe de eso que no había querido hablar con él durante todo el viaje.

-Tienes que explicarme qué está pasando. Ike no ha querido decirme una palabra en todo el camino y yo no me siento diferente, todo es como siempre. Yo estoy bien. -dijo.

-Ya veo. -dio un gran suspiro antes de continuar. -No pasa nada, Kyle, es sólo que estábamos preocupados porque te hicieran algo raro en la cabeza, que te hicieran olvidarte de nosotros, de quién eres.

-No pasa nada, estoy bien te lo prometo. Estoy en casa y todo me es familiar, al principio estaba un poco perdido pero ahora estoy perfectamente.

-Bien. Ike me ha contado lo de tu dolor de cabeza, ¿cómo va? -Kyle sabía que su amigo había cambiado de conversación a propósito, pero no quiso insistir por el momento.

-Mucho mejor, en el avión fue una pesadilla, supongo que por la presión, la altitud o cualquier mierda, pero ha dejado de ser tan insoportable. -caminó hacia la cocina mientras conversaba, en busca de algo de beber para quitarse el mal sabor de boca que sentía.

-¿Sigue en pié lo de ir mañana a tu casa a ver el partido?

-¡Claro! Tengo cervezas en la nevera, pero quizás necesitemos comprar algo de comer, ¿Don Mario?

-Don Mario será. -otros segundos de silencio antes de que Christophe volviera a hablar. -Bueno Kyle, tengo que dejarte, voy a terminar de recoger el almacén y me voy a ir a casa.

-De acuerdo, ¿nos vemos mañana entonces?

-Nos vemos mañana. Y Kyle, -dijo, justo a tiempo antes de colgar. -Me alegro de que estés bien.

-Gracias... -y escuchó el tono muerto de la línea al otro lado, confundido por la repentina demostración de afecto de su amigo, quien nunca había sido el tipo de persona que expresan ningún sentimiento con los demás, ni siquiera con el más cercano de sus allegados.

Dejó el teléfono móvil sobre la encimera de la cocina y fue a desplomarse en el sofá con una botella de zumo de naranja en la mano. Tanto Ike como Christophe se habían comportado de forma extraña, pero quizás se trataba solamente de la preocupación de la que Christophe le había hablado por teléfono, aunque Kyle sospechaba que había algo más tras todo eso.

Se quedó sentado allí durante unos minutos debatiendo si encender la televisión y ver repeticiones de FRIENDS o levantarse y vaciar la maleta, mientras bebía lo poco de zumo de naranja que le quedaba. Optó por hacer algo productivo, y llevó las cosas del viaje a su habitación para empezar a guardar todo lo que no usó en sus respectivos cajones y tirar al cesto de la colada todo lo que pensaba lavar a la mañana siguiente. Separó ambas cosas y dejó sólo mitad de la ropa para lavar.

Kyle tenía la mala costumbre de llenar la maleta de cosas que no utilizaría, pensando siempre en la seguridad de no quedarse en lugar ajeno sin un par de calcetines, un recambio de ropa interior limpia o un jersey para abrigarse del frío. Odiaba esa dichosa manía suya, porque le recordaba a su madre, y si había algo que a Kyle no le gustaba era que le dijeran que cada día se parecía más a su madre, con su quisquillosidad y sus obsesiones.

Colgó las camisas limpias y las corbatas dentro del armario, para luego abrir los cajones dentro del mismo armario y guardar un par de camisetas y pantalones vaqueros que le quedaban. Echó un vistazo a todo lo que allí había buscando una vez más algo que no pudiera recordar, sin éxito. En el proceso dio con la camiseta de los Warriors en uno de los cajones, y la sacó para asegurarse de plancharla y usarla al día siguiente cuando viera el partido de baloncesto en casa con los demás. El equipo de San Francisco no se encontraba en su mejor temporada, y en este partido esperaban por lo menos subir unos puestos en la clasificación. Sin duda sería un partido emocionante, o al menos ellos siempre tenían la cualidad de convertir cualquier partido en uno emocionante, con los gritos histéricos de Ike, las botellas de cerveza resonando contra el cristal de la mesa, la comida basura, los ganchitos de queso y toda la parafernalia del equipo. Recordó que debía tener una bufanda por alguna parte, la misma que Wendy le había regalado en su tercer año de universidad. Sería divertido colgarla en el mueble sobre la televisión, preparar el salón entero para la batalla, y así quizás suavizar un poco la extraña tensión que temía habría entre él, Christophe y Ike.

Revolvió los cajones del armario sin dar con el susodicho objeto, echando un vistazo a la habitación e intentando hacer memoria de dónde la habría guardado. Es frustrante cuando dejas algo guardado por siglos y un día simplemente te parece el objeto más vital que posees y necesitas tenerlo de nuevo en las manos para descansar tranquilo, y siendo Kyle Broflovski el obsesivo terco que era revolvió la habitación entera hasta que lograra encontrar la bufanda de los Warriors. Recordaba haberla puesto junto al resto de cosas de la universidad en el último de los cajones de su cómoda, pero allí no estaba, quizás la usó cuando fueron a ver el partido al estadio el pasado Octubre, pero tampoco estaba en el armario, ni entre los papeles del trabajo en el escritorio, ni debajo de la cama, ni entre las sábanas. No estaba en el mueble del salón, ni bajo el sofá, tampoco en el pequeño armario de la sala donde guardaba los manteles bordados que su madre le había regalado hacía siglos. Lleno de rabia y frustración se dirigió al último lugar que se le ocurría y última de sus opciones. Pero no. La bufanda tampoco estaba dentro de la lavadora.

-¡Maldita sea! -gritó a nadie en particular, y agarró el teléfono que había dejado anteriormente en la cocina, buscando en los contactos dando golpes tan fuertes contra la pantalla que no le hubiera sorprendido hacerla añicos, llevándose el teléfono a la oreja cuando marcaba señal, y no dejando que su interlocutor dijera una sola palabra después de haber contestado. -¡Ike! ¿Dónde está?

-¿Qué? ¿Kyle? ¿Eres tú?

-No te hagas el distraído, ¿dónde está mi bufanda? ¡Escúpelo! -apretaba los dientes y el puño con fuerza, pues ya tenía bien aprendido que su hermano se dedicaba a cogerle todo aquello que le gustara sin preguntar. "Lo cogí prestado, te lo pensaba devolver". Es lo que siempre decía, pero hacía meses, incluso años, que Kyle había perdido por siempre varios de sus preciados objetos, entre ellos libros, varias prendas de ropa, su iPod, su consola PSP, incluso el tomo de la letra 'M' de la enciclopedia que tenía en la estantería de su habitación, pues a Ike le había parecido la mar de gracioso que 'mamada' estuviera incluida en el diccionario.

-¿Bufanda? ¿Qué bufanda? Te la habrás dejado en el hotel, anormal.

-No. No te hablo de una bufanda cualquiera, ¡de la de los Warriors que me dio Wendy, la que tenía en el cajón!

-¿Qué cajón? ¿Quién es Wendy? No tengo ni idea de lo que me estás hablando, Kyle. ¿Y por qué has presupuesto que te la he cogido yo sólo porque la hayas perdido? -la voz de Ike delataba que empezaba a aburrirse con la conversación, lo que hizo que la ira innecesariamente exagerada de Kyle se incrementara.

-¡Ja! Tu historial te delata, hermanito. La quiero aquí mañana para el partido, y ya que estamos hablando de objetos robados por hermanos indecentes, ¡tráeme mi PSP! -pegó con el puño contra la encimera, y enseguida zarandeó la mano en el aire con una mueca de dolor por la estupidez que acababa de hacer.

-¡Te he dicho que la necesito! Me aburro hasta la muerte en el trabajo, Kyle, ¿de verdad quieres ser responsable del suicidio de tu hermano?

-Será asesinato y no suicidio si no me traes mi bufanda aquí mañana.

-¡Pero no sé de qué bufanda me estás hablando!

-¡Claro que lo sabes! ¡La de los Gold State Warriors! ¡La que mi novia Wendy de la universidad me regaló cuando estábamos saliendo juntos! ¡La que me dio el día que fuimos todos a ver el partido de los playoffs! -explicó haciendo énfasis en cada palabra, como si Ike fuera idiota y no fuese capaz de comprender el significado de las mismas si no se las explicaba una a una. Unos segundos de silencio se sucedieron tras esto, donde sólo se escuchaba la agitada respiración de Kyle a través de sus fosas nasales. Kyle estaba seguro de haber desenmascarado a Ike, sabía que no podría aguantar mucho con toda esa basura de "no sé de qué me estás hablando" y ahora intentaba buscar cualquier otra excusa mala.

-Claro... no te preocupes, mañana te la llevo. -Kyle tuvo que afinar el oído, pues por algún motivo la voz de Ike se había reducido a apenas un susurro.

-¡Si aprecias tu vida lo harás! Y ya que estás prepara a Bebe, porque vamos a pedir en Don Mario, ya sabes cómo se puso la última vez porque según ella esa pizzería no tiene nada sano.

-Sí, lo haré.

-Vale, hermano. Nos vemos mañana entonces. -colgó el teléfono y sonrió triunfante. Kyle 1 – Ike 0.


-Es un procedimiento seguro, señor Broflovski. -dijo el doctor entrelazando los dedos sobre la mesa. -La memoria de su hermano será clínicamente modificada sin afectar ninguna de sus funciones vitales. No olvidará nada relacionado a su vida, excepto aquellos recuerdo que él, voluntariamente, ha decidido eliminar. -Ike asintió con la cabeza, sin apartar sus ojos de los del doctor que se encontraba frente a él, incitándole a continuar con su explicación. -Estos serán sustituidos por otros que harán a su hermano un hombre más feliz, revitalizado. Por ello, señor Broflovski, y es muy importante que entienda esto, se puede dar el suceso de que su hermano recuerde personas que nunca formaron parte de su vida, sus caras, sus nombres, sus recuerdos no serán nítidos, se implantan de forma sutil permitiendo al cerebro adaptarlos a la vida del paciente, incluyendo a sus seres queridos, a sus amigos, a la gente de su día a día dentro de estos recuerdos falsos. Puede que su hermano recuerde películas que nunca vio, viajes que nunca realizó o conversaciones que nunca tuvo. Pero es vital para el éxito del implante que su hermano no perciba que estos recuerdos son falsos y no pertenecen a su vida real.

-Pero... -le interrumpió Ike, sin embargo no dijo nada más y el doctor le concedió unos segundos antes de continuar.

-Eso confundiría a su hermano, señor Broflovski. Kyle podría asustarse y no ser capaz de distinguir lo que es real y lo que no. Hasta que su mente sea capaz de asentar estos recuerdos y convencerse a sí misma de que son reales, ustedes deberán hacer todo lo posible para que no haya ninguna dificultad. Es muy importante que transmita este mensaje a sus amigos y familiares, pues cualquier comentario podría derribar la nueva realidad de Kyle. ¿Se aseguraron de deshacerse de todos los objetos y datos relacionados a lo que ha decidido extraer de su memoria?

-Sí. Hemos pasado las últimas dos semanas haciendo eso. Hemos quemado algunas cosas, y hemos tirado otras tantas a un vertedero a las afueras de la ciudad, lo más lejos posible. -para Ike todo seguía siendo una locura, y ahora que Kyle se encontraba en una de las blancas habitaciones del hospital esperando a despertar en cualquier momento, Ike se encontró a sí mismo tremendamente asustado. ¿Y si su hermano despertaba sin recordarle a él? ¿O a Christophe? ¿O a Bebe? ¿Qué pasaría si Kyle no era capaz de recordarse a sí mismo? ¿Y si lavar su cerebro no servía de nada para curar su depresión y volvía a derrumbarse, a llorar, a atentar contra su propia vida? Christophe había dicho que la única forma de superar su trauma, su depresión, era afrontar sus miedos y dejarlos atrás, aprendiendo de los errores y las dificultades de la vida, pero Ike había querido agarrarse a las ilusiones de Kyle, a que todo este disparate saldría bien y su hermano volvería a sonreír después de muchos años, que volvería a hablar con ellos como antes, que volvería a salir de casa y seguiría con su vida.

-De acuerdo. Si tiene alguna pregunta, señor Broflovski, no dude en llamarme. Aquí tiene mi tarjeta. -Ike la cogió entre sus dedos y la vio sin realmente mirarla por unos segundos. -Ahora sólo nos queda esperar, y desearle a Kyle la más felices de las vidas.