Nota: Los personajes claramente no me pertenecen, sino que sólo la emoción de la escritura.
Capítulo 1
Sherlock… vuelve… por favor…
Si tan solo hubiera podido haberle dicho cuando lo amaba, aunque suene ambiguo, desde el primer momento en que me di cuenta de que lo odiaba. Si tan solo hubiera podido abrazarlo en esas 24 horas tan confusas que vivimos antes de que él… si tan solo hubiera podido decirle "te amo"… si tan solo…
Sherlock…
Han pasado 3 tres meses vacíos. Sin momentos gratos ni amargos… sin momentos. Sin nada. Simplemente estoy yo recostado sobre mi cama con la televisión encendida en el apartamento que rentaba antes de que… ¡por favor! El sólo recordar su nombre hace que mi estómago se retuerza y mi mente se nuble. No puedo más.
Debo confesar que el mes pasado medité profundamente en acabar con mi vida. Me quedaba de pie junto a la ventana todas las noches observando a la gente pasar… dos horas… tres horas… seis horas… no comía en todo el día… no comía en tres días… apenas y bebía agua. Llegué a pensar si era yo realmente el que había muerto y nada de esto era real. Así debía lucir el infierno, si es que hay uno. Pero luego de desmayarme, ese día que apenas podía mantenerme de pie junto a la ventana otra noche más, debido a que no había comido ni bebido agua en días, soñé algo. No había soñado en semanas desde que…
Soñé que estaba en una habitación vacía. Esta no tenía ni puertas ni ventanas. Nada. Absolutamente nada, y extrañamente, de ella parecía que de cada rincón expelía una luz blanca potente que iluminaba toda la habitación. Yo me encontraba de pie exactamente en medio de esta. Miré mis pies, miré hacia el techo, y luego me di vuelta para encontrarme de frente con Sherlock Holmes. No tuve reacción alguna, e inmediatamente a continuación su voz comenzó a rellenar cada espacio, cada rincón, cada vacío…
"John… escucha lo que te diré. Debes cumplir exactamente con cada palabra que pronuncie a continuación. Te lo ruego, por favor."
"Sherlock, vuelve, por favor" pronuncié a un paso de romper en llanto.
"Debes seguir…" susurraba mientras su figura perfecta y casi divina iba desvaneciéndose y casi mimetizándose con la habitación.
"¡Sherlock!" mascullé.
"…sin mi."
Y desperté tendido en el suelo como quien lanza una marioneta. Comprendí enseguida que era un maldito y desquiciado sueño inservible.
Ahora puedo dilucidar todo claramente. Sigo creyendo que fue el sueño más inservible que jamás pude tener en toda mi vida. Porque puedo jurar que no me contribuyó a mi estado anímico el soñar con la presencia de Sherlock. Volver a recordar su voz, su cara, sus ojos, sus labios, su pelo ondulado, sus cejas, sus mejillas que por dios me llenan de… ¡maldición, no, de nuevo no, no, no!
Tomé mi laptop, la guardé en bolso, y traté en lo posible de salir al exterior lo más presentable que podía. Si bien casi perdido la noción del tiempo, no había perdido la tan simple facultad de poder lucir presentable al salir a la calle.
La biblioteca pública estaba tan sólo a unas cuantas cuadras de mi apartamento y ya que esta era la primera vez en varias que salía a caminar al mundo exterior, decidí caminar para poder tomar ese aire refrescante que te brinda Londres por la tarde. A medida que avanzaba, paso a paso, sentía que el tiempo a mi alrededor se ralentizaba y esto me brindaba el poder observar a todas las personas que pasaban en frente de mi. Sus caras, sus facciones, sus vestimentas… yo me sentía bastante extraño y hasta observado. Quizás mi cara no era la mejor debido a mi precaria vitalidad y mi obvia falta de sueño. Al cabo de un par de minutos me encontraba ya sentado dentro de la biblioteca con mi laptop abierto sobre mis piernas esperando a poder conectarme al wifi. Era bastante molesto que en el apartamento donde estaba viviendo, en todo el edificio no hubiera wifi.
Recuerdo cuando en los primeros días apenas podía leer el diario, ni ver televisión, ni escuchar radio –bueno, nunca fui partidario de oírla, menos lo haría en tal situación-. Creía que mientras menos me enteraba de lo que pasaba a mi alrededor, mejor sería para mi mente, para mi corazón. Estaba en lo cierto, claramente, pero creo que extendí mucho tal situación de abstinencia al mundo. Al mundo real. El mundo seguía su vida, y yo no con la mía. Creo que tarde me di cuenta de aquello.
Abrí mi antiguo blog. Fue como una enérgica y fulminante puñalada en mi estómago. Todas esas historias, todos esos casos junto a él. Simplemente no pude contener el mar de sentimientos que afloraron en ese instante y cerré de un golpe la laptop. Di un vistazo a mi entorno y tomé una gran bocanada de aire. Sinceramente, seguía importándome lo que la gente veía en mí. No podía dejar de aparentar que me encontraba bien y seguía siendo el mismo John Watson de siempre, aunque visiblemente era un verdadero zombie sacado de alguna película o serie contemporánea.
La señora Hudson continuaba visitándome asiduamente a mi apartamento todos los domingos por las mañanas. Yo siempre trataba de recibirla de la mejor forma posible, ordenando mi cama, aseando un poco la habitación y el baño, si bien casi ya ni me movía durante toda la semana exceptuando mi presencia junto a la ventana todas las noches, la verdad yo no causaba mucho desorden. Únicamente el polvo originaba algún tipo de efecto antihigiénico o poco decoroso. No me importaba mucho. Sólo lo hacía cuando venía la señora Hudson, o cuando de vez en cuando aparecía Lestrade a Dios sepa qué. Llamaba a la puerta y me sonreía temblorosamente con un "¿Cómo va todo, John?" seguido de un intercambio de palabras que sinceramente no tenían un gran sentido.
Cerré los ojos unos instantes y tomé un gran suspiro. Me di por vencido. Guardé la laptop y me incorporé en un segundo. Mientras bajaba las escaleras de la entrada de la biblioteca, no pude dejar de sentir como si algo estuviera haciendo que yo me quedara en ese lugar. Resoplé, porque era sencillamente obvio que ninguna fuerza sobrenatural podía hacerme sentir eso. Algo que aprendí muy bien de… mi ex compañero de piso, es que uno debe casarse, de cierta forma, con la lógica. Así que continué caminando paso a paso contemplando el grisáceo cielo que cubría Londres. No podía quejarme. Era la primera vez en bastante tiempo que no salía a caminar. Que no salía, la verdad. Aunque mi intento de tratar de despejarme un rato navegando en internet resultó en un rotundo fracaso, no podía quejarme del clima. Soy bastante agradecido con el clima que ofrece Inglaterra.
Pero ese ente que sentía enganchado detrás de mi no me dejaba avanzar en paz. Mi bolso caía a un costado de mi cuerpo sobre mis caderas, por lo que dejaba mis manos libre para apretarlas, armándome de valor para enfrentar lo que ya hace rato me venía siguiendo. Sin embargo, cuando inspeccioné alrededor mio no había nada ni nadie sospechoso que hiciera dudar de su carácter transitorio. Bufé en el segundo exacto en que me doy media vuelta para continuar mi retorno a casa, cuando el mismísimo gobierno británico estaba plantado en frente de mi, tan pulcro como siempre.
