Disclaimer: Los personajes y la trama son de JK. Yo sólo los uso para crear traumas y pesadillas. Lo normal, vamos.
Este fic participa en el minireto de septiembre para "La Copa de las Casas 2015-16" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black
Frase:Si es cierto que en cada amigo hay un enemigo potencial. ¿Por qué no puede ser que cada enemigo oculte un amigo que espera su hora?
ooOOoo
Todo aquello le ponía de los nervios.
El silencio angustioso de la marcha. Las miradas apagadas. El remordimiento, el miedo y una especie de esperanza enfermiza. El sonido de las pisadas hundiéndose en el barro negruzco de Hogsmeade. Y su garganta; el ardiente escozor de la saliva aglutinándose debajo de su lengua.
— ¡Vamos, no os disperséis! —apuró la ronza voz de Argus Filch.
El temblor cada vez más fuerte de sus rodillas. La intranquilidad de su pecho. El miedo, de nuevo.
He hecho lo correcto. He hecho lo correcto.
Las mismas cuatro palabras, repetidas hasta la saciedad. Las mismas que no lograron más que entretenerle en el camino con falsas promesas de redención.
—Los más pequeños irán primero.
Sí; aquellas miradas demasiado inocentes como para entender el motivo de su presencia ahí. Demasiado crueles. Demasiado certeras.
Antes de que quisiera darse cuenta un empujón había acabado con su precario equilibrio. El barro amortiguó su caída. Pero estaba frío. Y húmedo. Y sucio.
Zacharias alzó la mirada hacia el chico que le había empujado. El estandarte de Gryffindor brilló en su túnica.
—Yo no puedo quedarme a luchar por los míos. Pero tú no tienes excusa. Cobarde.
Cobarde.
Tal vez tuviera razón.
—Apártate canijo. Si lo que quieres es morir de forma dolorosa ve y tírate por el puente.
Al instante Zacharias sintió como unas manos tiraban de él, poniéndolo de nuevo en pie. Se giró hacia aquella voz.
Y palideció. Se podría haber esperado a cualquier persona. Excepto a él. Porque era Blaise Zabini quien le miraba. No con odio, no con desprecio. Sino con un cierto interés.
Se deshizo de su agarre, molesto.
—No necesito tu ayuda. No me toques.
—Ya —respondió, mirándolo una última vez antes de alejarse.
Zacharias bufó; sintiendo las mejillas enrojecer de vergüenza.
— ¡Yo no soy como tú! —rugió.
Blaise no se detuvo sino que, torciendo mínimamente el rostro, sonrió.
— ¿De verdad lo crees?
Ante eso ya no pudo haber respuesta posible. Los alumnos pasaron alrededor de Zacharias como un río que bordea una roca, indiferentes.
Quizás fue entonces cuando se dio cuenta de que, tal vez, no fuera el único con remordimientos.
