Disclaimer: Total Drama series no me pertenece, sino que a Jennifer Perth y Tom McGill. Escribo por diversión, no por dinero y blah, blah, blah...
Resumen: Los alumnos de aquella clase creían que no había nada peor que asistir a la Secundaria y soportarse entre sí... hasta que Chris McLean llegó a sus vidas, sólo para ponerlo todo de cabeza. / Scax, Skave, Jasmine/Shawn
Prólogo
La Cebolla Dorada
Las clases en la Secundaria Pahkitew eran estresantes para todos.
Muy, muy especialmente para el grupo 5-B. Su salón de clases, el último en el pasillo más concurrido, era una verdadera pesadilla. Por allí pasaban casi literalmente todos los estudiantes, y como siempre, eran ruidosos.
Además, su profesora durante los primeros seis meses del año lectivo había decidido abandonar el grupo, ahora tenían que recibir a un nuevo profesor. La anterior había dicho que aquel era "el grupo de adolescentes más ruidoso y desordenado que pudiera existir." Pero eso no era cierto. Eso era decir poco.
Los alumnos de aquel grupo eran... peculiares, por decirlo de alguna forma. El director los había juntado a todos en una sola clase, porque en los grupos originales donde se encontraban habían causado disturbios, cada uno a su manera.
Y por eso eran el grupo más pequeño, con sólo catorce alumnos. Y también el grupo más temido, desproporcionalmente relacionado a su tamaño.
Habían tenido que buscar muy exhaustivamente un profesor sustituto que los aceptara, y ni siquiera los más desesperados por conseguir un empleo daban el sí. Hasta que apareció Chris McLean.
Él había aceptado gustoso aquel grupo de tan mala fama, y el director le había advertido de cada uno de los estudiantes. Él no desistió, y sólo le pidió algo. Algo extraño. Una cebolla dorada.
Al tener lo que pedía, simplemente firmó su contrato y empezó a ejercer. Y aquel era su primer día.
A su clase, no había llevado un formal maletín ni había vestido elegantemente. Había llegado con una mochila colgada al hombro y ropa casual, como uno más de los estudiantes.
—¡Bienvenidos, alumnos!
Nadie, absolutamente nadie, le prestó atención. Cada estudiante estaba concentrado en sus propios problemas.
Un par de chicas rubias idénticas discutían, o más bien, una desmoralizaba a la otra. Un chico moreno alto y de gran cabellera escuchaba música con sus auriculares, mientras a su lado, una muchacha extrañamente vestida de campista observaba distraídamente por la ventana. Otro chico, también corpulento, se entretenía observando a las dos gemelas con cara de tonto.
Una chica rubia, bastante robusta, se concentraba en aplicarse maquillaje y verse en un pequeño espejo de mano. Otra chica, de cabello negro y vestida por completo de rosa, tarareaba canciones y algunos pájaros salidos de la nada volaban a su alrededor.
En el fondo, una chica de expresión dulce y un muchacho que parecía nervioso intercambiaban miradas a cada rato, incómodamente. Otro chico, moreno y extremadamente delgado, manipulaba una rama mediana como si fuera una varita mágica, murmurando cosas para sí mismo.
Alejado de todos, en el último rincón del salón, un muchacho de cabello castaño escondido bajo su gorra los miraba a todos con recelo y desconfianza.
A unos metros de él, un chico bajito y de un extraño cabello morado dictaba órdenes a una chica pelirroja y de expresión fastidiada, que a leguas se notaba estaba haciendo un enorme esfuerzo por no golpearlo.
Y al frente mismo del salón, viendo a Chris con una sonrisa torcida, un muchacho bastante guapo y ególatra.
—Oye, me gusta tu estilo, profe—soltó, chasqueando sus dedos elegantemente—. Te lo copiaré.
Chris lo miró con las cejas arqueadas, y luego soltó una carcajada.
—No te saldrá bien, galán—le advirtió burlonamente, para luego treparse a su escritorio con poca dificultad, y tomar el megáfono que había traído en su mochila—. ¡Escuchen todos!
El salón se quedó en silencio ante su grito, y todos lo miraron con caras de pocos amigos. Él sólo les sonrió satisfecho.
—¡Bienvenidos, alumnos!
—Bienvenido tú—lo corrigió una de las gemelas rubias, despectivamente—. Tú eres el nuevo.
—Buena observación... ¡PERO NO PEDÍ TU OPINIÓN!
El megáfono cumplía el cometido de ensordecer a los estudiantes, logrando que algunos cubrieran sus oídos y otros se quejaran efusivamente.
—Bienvenidos todos a mi clase—continuó, como si allí no hubiera pasado nada—. Mi nombre es Chris McLean, y seré su profesor este año... o lo que queda de él.
Se formó un pequeño silencio, y Chris aclaró su garganta, algo cortado.
—Vaya, su entusiasmo es contagioso... ¡en fin!
Se bajó de un salto del escritorio, y sacó una pequeña bolsa de su informal mochila. La alzó en alto, para que todos la vieran.
—Primero que nada, cada uno de ustedes tomará un caramelo de ésta bolsa—les indicó, abriéndola y ofreciéndoles a los de la fila principal—. Vamos, no sean tímidos.
El chico que supuestamente robaría su estilo, fue el primero en obedecer, seguramente para caerle en gracia. Y así Chris recorrió el salón, dejando que cada uno tomara un pequeño dulce de mala gana. Cuando hubo terminado, regreso al frente del salón.
—Muy bien. Ahora cómanlos. Ah, y asegúrense de quitarles las envolturas.
—¿Por qué lo haríamos?—cuestionó el chico del fondo, con una mirada suspicaz—. No querrá envenenarnos... o convertirnos en zombies, ¿verdad?
—¡Claro que no! Y no hagas más preguntas.
Los estudiantes intercambiaron miradas entre ellos, nerviosos. Uno a uno cumplieron con lo que les era pedido, hasta que todos lo hicieron.
Pasaron unos minutos de silencio, hasta que algunos empezaron a toser frenéticamente, y escupir sus caramelos. Chris soltó una carcajada.
—¡Excelente! ¡Ya están divididos los equipos!
—¿Equipos?—repitió la única chica pelirroja del salón, tranquilamente
Chris la ignoró, y tomó de su escritorio la lista de estudiantes para leer sus nombres y reconocerlos.
—Amy, Sammy, Jasmine, Max, Scarlett, Rodney, y Topher; o bien los que recibieron caramelos de frutillas—anunció, leyendo desinteresadamente sus nombres—, ustedes serán el equipo Pimâpotew Kinosewak, o Los Salmones Flotantes.
Los estudiantes mencionados intercambiaron miradas, confundidos, pero antes de que alguno de ellos pudiera hablar, Chris se adelantó.
—Beardo, Dave, Sky, Sugar, Ella, Leonard y Shawn; también conocidos como los que recibieron deliciosos caramelos de pimienta—ante eso, soltó una carcajada mientras los oía seguir tosiendo—, ustedes serán el equipo Waneyihtam Maskwak, o en nuestro idioma, Los Osos Confundidos.
—¿Qué clase d-de... estúpido nombre es ese?—preguntó dificultosamente Sugar, siendo la única que aún comía su caramelo
—Uno fantástico, gracias.
—Aún más importante, ¿qué es eso de los equipos?
—Me alegra que lo preguntes, Jasmine—admitió el profesor, dándose la vuelta para rebuscar en su mochila—. Ustedes, estudiantes, competirán a muerte por... espérenlo... ¡una cebolla dorada!
Y se dio media vuelta para mirarlos de nuevo, alzando en alto una cebolla dorada cual si fuera una copa recién ganada en algún tipo de competencia extremadamente reñida.
—¿Una cebolla? ¿Y por qué querríamos una inútil cebolla?—espetó el más bajito de todos, cruzado de brazos escépticamente—. ¿Acaso tiene algún tipo de poder que podría ser utilizado para el mal?
—Ehm... no que yo sepa—aclaró Chris, algo confundido—. ¡Pero es muy especial! Créanme...
—Disculpe, profesor—intervino Sky, al fin recuperando el aliento y alzando amablemente su mano—. Pero, ¿por qué competiríamos, en primer lugar? Usted debería enseñarnos...
—¡Y les enseñaré! ¡Les enseñaré a trabajar en equipo, a protegerse entre ustedes!—exclamó él, casi ofendido—. Y también a unirse todos contra uno, y echarlo.
Otro silencio se formó en el salón, sólo interrumpido por unos extraños sonidos que soltaba el chico de los auriculares, logrando que todos lo miraran raro.
—No estoy seguro de haber entendido eso, Beardo, pero espero que no hayan sido insultos—rió el profesor, viéndolo con cierta desconfianza—. Pero sé que necesitan una explicación al menos, ¿verdad?
Oyó las palabras poco amables de confirmación de sus alumnos, y procedió a acercarse a la pizarra, con un marcador en su mano.
—Verán, ambos equipos recibirán retos diseñados por mí, y deberán cumplirlos con la mayor eficiencia posible—comenzó a explicar, dibujando en la pizarra un oso y un salmón algo deformes, con siete pequeñas personitas debajo de cada uno—. Después de cada reto, el equipo perdedor votará por el más perdedor entre ellos, y lo eliminará. Esa persona ya no competirá por la valiosa, muuuy valiosa, cebolla dorada...
Entonces comenzó a tachar a cada una de las personitas, y finalmente dibujó una en el centro mismo de la pizarra, sosteniendo lo que pretendía ser una cebolla y sonriendo enormemente.
—¿Alguna pregunta?
Rodney alzó su mano, aún sonriendo como al principio, y Chris lo señaló con su marcador para darle la palabra.
—El que sea eliminado, ¿puede dejar de venir a clases?—preguntó inocentemente
—Me temo que no, mi querido gigante—el profesor se encogió de hombros—. Si yo permitiera eso, me despedirían, y ya no quiero vivir en el sótano de mis padres... ¡suelta tu pregunta, Leonard!
—De acuerdo—asintió el chico, bajando la mano con la rama que había alzado anteriormente—. Ésa cebolla dorada... ¿es mágica?
—Si digo que sí, ¿dejarás de hacer preguntas tontas?
—¡Claro!
—¡Pues sí, es mágica! Enviada directamente de los jardines de Hogwarts, muchacho.
Leonard sólo soltó una alegre carcajada, y dejó el asunto por la paz. Chris soltó un suspiro.
—Bien... si esas fueron todas las preguntas—soltó entonces, y cuando Dave y Ella alzaron sus manos, los ignoró olímpicamente—. ¡Júntense con sus equipos!
Los alumnos titubearon, pero luego de unos momentos, terminaron por obedecer poco convencidos. La clase se dividió en dos, separada por una línea invisible entre los dos equipos recién formados.
—Hoy tienen suerte de que esté de buen humor, y esté un poco cansado por una maratón de Sex and the City—explicó Chris, para luego soltar un bostezo reafirmando lo que acababa de decir—. De otra forma, ya tendrían un reto en sus manos. Ahora hablen con sus compañeros de equipo... ¡Y échenle el ojo a los que quieran eliminar primero!
Ante las miradas incrédulas y algo fastidiadas de sus alumnos, el profesor se subió nuevamente a su escritorio como si éste fuera su escenario, llevándose el megáfono nuevamente a sus labios.
—Porque esto es... ¡Drama. Total. Secundaria. Pahkitew!
¡Hola!
Muchas gracias a aquellos que han decidido darle una oportunidad a mi historia. Cómo verán, ésta es la introducción.
Espero sinceramente que les haya gustado, e intentaré continuarlo muy pronto.
Soy nueva en el fandom, así que es conveniente contarles que tengo la costumbre de responder los reviews en cada capítulo. Si ustedes se toman unos minutos para comentar, ¿por qué no tomar la responsabilidad de responder?
Así que siéntanse libres de opinar, lo bueno y lo malo. Se agradece de corazón.
¡Nos leemos pronto!
_-*-_-*-_KovatePrivalski97._-*-_-*-_
