She's the one
Capítulo 1: Dándole un giro a la vida
Apague el televisor y me estiré con ganas. No quería levantarme, pero sabía que debía de ir al trabajo. Al tedioso trabajo… Nada interesante sucedía allí y ya comenzaba a aburrirme. Estaba considerando seriamente en ocupar alguna de mis otras profesiones, ya que ser Gerente del banco me estaba volviendo loca. Podría ser medimaga, ministra en el ministerio, o quizás profesora en Hogwarts. Eso sonaba bien. Además allí podría trabajar con Neville y Luna, actualmente no había ninguno de mis amigos trabajando en el banco, y eso me molestaba. No me gustaba estar sola.
Salí de la cama cuando sonó el reloj alarma por tercera vez. Las 06:45 am. A las 8 debía entrar al banco. Genial, tenía tiempo. Decidí bañarme.
A las 07:30 ya me encontraba camino al trabajo. Rupert, uno de mis subordinados, había pasado a buscarme, como todas las mañanas.
- ¿Y bien?- Preguntó.
- Y bien… ¿Qué?
- ¿Has pensado sobre lo que te dije… De formalizar nuestra relación?- Momento incómodo número 1 del día.
- Rup… Ya te he dicho que no podemos. Tú eres empleado, yo soy la gerente, no está permitido salir entre compañeros de trabajo, y además, ya te expliqué, que lo nuestro era sólo físico, nada sentimental.
- Ya veo… Nuevamente es un no.
- Lo siento Rup, pero siempre será un no. Si tú quieres dejar de acostarnos para no seguir involucrándote sentimentalmente conmigo, está bien, no me molesta.
- Claro, has de tener cientos de pretendientes tocando tu puerta.
Celos. Me molestaban los celos. En especial, cuando él y yo jamás habíamos sido nada, y nunca lo seríamos. Y se lo había aclarado, no una, sino cientos, ¡CIENTOS!, de veces, pero no quería entenderlo. O era un poco idiota… Daba igual.
Al llegar al banco, me bajé, y, él, terco como de costumbre, me tomó por la cintura e intentó besarme. Lo alejé empujándolo, y comencé a caminar, ya un tanto disgustada por la molesta situación que él me hacía pasar cada mañana, desde hacía ya un mes.
- ¡Hermione! ¡Espera, no te enojes!- Me volteé y lo miré furiosa, con lágrimas en los ojos.
- ¡YA BASTA! ¿Cuántas veces tengo que decir que NO quiero nada serio, ni contigo ni con nadie, Rupert? Ya estoy harta de esto, desde que todo comenzó, incluso antes, te dije que no quería nada más que sexo, no me interesa tener pareja ni una familia ni nada de eso. Soy feliz con mis dos cachorros y mi vida de soltera, ¡ya déjame tranquila!
- Pero Herm, yo te quiero, quiero intentar hacerte feliz… ¿Por qué no confías en mi? ¿Tan malo he sido contigo? Siempre te complací en todo… Aún sin ser nada más que simples amantes.- Me abrazó y eché a llorar sin consuelo.
La realidad era, que si bien Rupert era un muy guapo muchacho, yo no podía confiar en nadie, ni tener nada serio con nadie. Desde aquella vez, en que Harry me había dejado plantada en el altar, sentía que no podía volver a abrir mi corazón a nadie… Nadie podía volver a herirme, no de esa manera al menos… No lo permitiría. Jamás. Y es que, además, aún me dolía horrores esa "separación". Había sido demasiado traumática para mí… En especial, porque yo estaba embarazada de un mes, y con lo mal que la pasé, había perdido a mi amado bebé…
Cada vez que Rupert intentaba revolver de alguna forma mi pasado personal, yo me ponía así. Le quería, claro que sí, lo apreciaba mucho. Además, era muy, muy guapo, y cómo me calentaba con su castaña casi rubia cabellera cayendo desordenadamente sobre sus hombros, aquellos ojos verdes penetrantes, y ese fornido cuerpo trabajado… Tenía trabajo estable, y era excelente en la cama. Pero no, no podía abrirme con él. Algo me lo impedía, no sabía por qué, si era un buen chico. Pero simplemente, no podía quererlo de la forma que él me quería a mí. No podía, y eso, en cierta forma, me mataba un poco por dentro.
- Ya, vamos a trabajar, o llegaremos tarde y yo no puedo darme esos lujos.- Dije mientras me secaba las lágrimas, intentando que mi maquillaje no se corriera.
- De acuerdo… ¿Estás bien?
- Sí, lo estoy. Ya vamos.
Me apresuré un poco para poder perderlo, y fui derecho a mi oficina, la cual se encontraba en el quinto y último piso del banco. Tiré el maletín sobre el sofá y fui directo al baño –tenía baño privado en mi oficina, lo cual era un gran acierto-. Estaba bien. Los rulos en su lugar, aún me mantenía bien peinada, y el maquillaje, afortunadamente, seguía en su lugar, sin haberse corrido siquiera dos milímetros. Salí del baño y me senté en mi cómoda silla, a mirar por el gran ventanal que tenía frente a mí.
- Quizás, lo mejor sea, hacer un cambio.
Y sí. No podía seguir así. No podía ni quería seguir hiriendo a Rupert, ni quería seguir pensando todo el tiempo en mi pasado. Sólo quería estar tranquila y ser feliz, nada más. Y tener algo bueno y entretenido en mi vida. ¿Tan malo era eso? Sólo quería una vida relativamente normal…
Saqué un pedazo de pergamino, mi varita y una pluma del maletín. Le escribiría una carta a Ron, quien era el actual director en Hogwarts. Él sabría decirme cuándo podía entrar a trabajar allí. Ya lo había decidido, era hora de un rotundo cambio.
Querido Ron: ¿Cómo estás? Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos. Creo que fue para el cumpleaños de la pequeña Rockie, ¿verdad?...
Hey, he estado pensando en tu propuesta, y al fin me he decidido. Quiero ir a trabajar a Hogwarts, como profesora. De lo que sea, eso no importa. ¿Cuándo crees que podría comenzar? Quiero dejar mi trabajo aquí en el mundo muggle, lo más rápido posible. Quiero distanciarme un poco de todo esto, y volver a lo que realmente soy… Por favor, respóndeme cuanto antes.
Espero que estés genial. Te envío un gran abrazo. Nos veremos pronto, con cariño, Hermione.
- Hermione.- La puerta sonó y con un movimiento de la varita escondí el pergamino y la pluma.
- Adelante Natalie.- Escondí la varita en mi bota. Natalie –mi secretaria- entró.
- Señorita Hermione, el señor Dunkan está buscándola.
- Oh… ¿Sucedió algo?- El señor Dunkan era el dueño del banco. De su felicidad y conformidad con mi trabajo, dependía de que yo siguiera allí.
- No señorita, él solo quiere hablar con usted. Dijo que la esperaría en su oficina.
- Bien, gracias Natalie, comunícale por favor que en un segundo estaré allí.
GENIAL. Simplemente genial… Cada vez que ese maldito viejo quería verme, significaba que intentaría propasarse conmigo. Jamás le había dado siquiera un beso, y eso lo enfurecía, realmente no sabía cómo había conseguido el puesto, dado que cada muchacha que le daba vuelta la cara, era despedida.
Acomodé mi camisa y el saco que llevaba encima. Arreglé mis rulos una vez más, y salí camino a la oficina de Dunkan. Una vez frente a la puerta, golpeé dos veces.
- Adelante.- La asquerosa voz ronca de fumador sonó dentro. Entré.
- Buen día señor. ¿Solicitó mi presencia?
- Sí señorita Granger. Tome asiento por favor.- Con confianza y serenidad caminé hasta el escritorio, y me senté en la silla frente a él. – Bien, como ya lo hemos hablado hace unos días, usted quería un aumento de sueldo, ¿verdad?
- Sí señor. Pero ya no creo que sea necesario. Me arreglo bien con mis cosas.
- Pues, si usted accediera a… Mostrarme… -Se levantó y caminó hasta donde me encontraba sentada. Apoyó su enorme trasero en el escritorio y puso su mano sobre mi hombro. – Mostrarme, un poco, sólo un poco de su belleza natural, yo quizás podría darle un jugoso aumento… ¿Qué opina usted?
Ya estaba harta. Ese viejo me tenía encendida como un gran incendio, y se lo demostraría.
- Yo opino…- Respondí levantándome, y quitándome así de encima su mano. – Que usted es un maldito tipo degenerado y asqueroso.- El viejo me miró con el ceño fruncido.
- ¿Qué diablos ha dicho señorita Granger?- Sonaba furioso.
- Lo que ha oído, Dunkan. RENUNCIO. Puede meterse su "jugoso" aumento en el culo, y su maldita mano de gorila, también. No soy una prostituta, soy una mujer que se ama y respeta, y usted no cambiará eso, ni el dinero lo hará. ADIÓS.
Caminé hasta la puerta, la abrí, pasé por mi oficina a buscar mi maletín y poco que tenía mío en la oficina, lo metí dentro, y me fui. En el ascensor, me crucé nuevamente con Rupert.
- ¿Te vas? ¿Acaso te sientes mal?- Preguntó con preocupación.
- No. Renuncié.- Me miró con asombro.
- ¿Es verdad eso?
- Claro, ya no aguanto más estar aquí.
- ¿Es por mí?- Su cara cambió a un mezcla de preocupación y tristeza.
- No, es por el jefe. De todos modos Rup, me encantó conocerte, y seguiremos en contacto. Prometo no volverme invisible.- Reí. El sonrió.
- Te extrañaré Granger. Espero seas feliz.
- Tú igual. Adiós Rup.
- Adiós…
Al salir del ascensor, caminé… Libre y tranquila hacia la calle. Me sentía feliz. Había tomado una buena decisión por mí, y por Rupert también. No verme más haría que olvidara sus sentimientos por mí, y ya nada lo haría sufrir.
Al cabo de hora y media de caminata, llegué a mi departamento. Al entrar, mis dos cachorras me recibieron felices. Las saludé, las besé y luego, revoleé todo –maletín, abrigo, saco y botas- al sofá. Me desplomé sobre el otro sofá, y sonreí. Era una mujer libre… Completamente libre. Y pronto comenzaría a trabajar como profesora… Entonces recordé que no había enviado la nota a Ron. Busqué las cosas en el maletín y con un pase de varita, el pergamino fue enviado directo a la oficina del director, en Hogwarts. Luego, volví a desplomarme sobre el sofá. Mis cachorras subieron sobre mi y comenzaron a lamerme la cara. Eran tan hermosas…
