I: Back to Asgard
El viaje fue vertiginoso. La sensación me hizo recordar todas aquellas veces en que Thor, Sif, Fandral, Hogun, Volstagg… y yo, viajábamos para batallar. Aunque claro, yo siempre de último, esperando alguna oportunidad para… Pero ya no importaba. Mi especie de bozal era suficiente para quitarme toda esperanza de escapatoria. Solo si hubiese tenido ese cetro en mano, Thor lo hubiese lamentado…
La brillante luz se esfumó y noté que Thor me miraba fijamente.
—Esta no era la forma, hermano.
Lo fulminé con la mirada. Ya que no podía hablar, mi mirada fue suficiente. Thor me quitó la mano del protector del Tesseract y unos guardias me agarraron por ambos brazos. Traté de estirar las manos, pero mis cadenas no me permitían hacer mucho, al igual que las cadenas de mis tobillos…
—Nos reuniremos enseguida con nuestro padre.
¿Qué parte no entendía de que no soy su hermano? ¿Cuántas veces tenía que repetirlo?
— ¡Loki! ¡Camina ya! —exigió
Los guardias me dieron un empujón y caminé de mala gana; le di un vistazo al Bifrost que estaba destruido aún.
Entramos al palacio, varios asgardianos con ropa de un monótono beige estaban presentes, observándome con desdén y repulsión. De seguro ya sabían la verdad. No me incomodaba en absoluto, solo me fastidiaba. Estaba acostumbrado, en cierta forma, a ese tipo de miradas.
Me petrifiqué al notar que Odín bajaba las escaleras con paso firme. Pero su rostro fue lo que más me sorprendió: alivio, dolor y decepción estaban presentes en su rostro lleno de gran experiencia.
— ¿Todo en orden? ¿Midgard ha vuelto a la paz? —preguntó Odín, abrazando a su hijo, ignorándome un instante.
—La paz es momentánea. Pero al menos Loki está aquí —contestó Thor, mirándome de reojo.
Odín me observó de nuevo, pero con seriedad. Alcé un poco la barbilla y Odín bufó.
—Todos fuera —ordenó. Golpeó su lanza contra el suelo una vez y todos los asgardianos lentamente desaparecieron.
Solo quedamos Thor, Odín, los dos guardias que me escoltaban y por supuesto yo.
— ¡Qué semejante atrocidad has cometido, Loki! ¡Casi destruyes Midgard!
Alcé una ceja, Odín con un movimiento de su mano derecha y golpe de su lanza con la izquierda, hizo desaparecer mi bozal.
—En cierta forma era la idea —sonreí al poder hablar —. Más que todo: gobernarlos.
—Los subestimaste demasiado —bramó Odín.
Recordé la armadura de Stark, la valentía del soldado, la fiereza de la pelirroja, la destreza de Barton, la devastadora fuerza del monstruo verde…
Me dio un pequeño escalofrío y Thor soltó una carcajada. Probablemente por mi reacción ante mis recuerdos.
—Tu odio no debe pagarlo gente inocente.
— ¿Inocente? A ellos jamás les importan el daño colateral. La muestra fue hace muy poco y el desastre sería grande si Stark no hubiese lanzado el misil fuera de… ¡Argh! —gruñí haciendo puño las manos. Apretando la mandíbula por tanta furia que me dominaba.
—Eso no te da la razón ni el motivo, Loki.
Puse los ojos en blanco y los guardias con fuerza me hicieron arrodillarme, luego se alejaron de mí unos pocos pasos.
— ¿Eso es lo que quieres? —pregunté —. ¿Qué me arrodille ante ti? ¿Así resolverás todo?
—No. Necesitas un castigo verdadero.
— ¡Ya no soy un niño!
— ¡Entonces no actúes como uno! —su exclamación retumbó mis oídos —. Los humanos no son tus juguetes, Loki. Debes sentirte como ellos para aprender tu lección.
— ¿Me enviarás de vuelta a la Tierra? Porque te aseguro que haré todo lo posible para que los humanos se arrodillen ante mí, rodeados de cenizas. Lo juro.
—No. Serás un plebeyo asgardiano.
Entorné los ojos pero traté de reponerme.
— ¡Loki!
Observé a mi madre acercarse. Aunque… no, no es mi madre.
— ¡Estás vivo! ¡Me alegra el hayas vuelto!
Se arrodilló y me abrazó con ternura. Tanto cariño me tornó débil unos segundos, así que la abracé y dejé que sus cabellos dorados rozaran mi rostro, que aún me dolía en ciertas zonas como en la frente, nariz y labios: más bien, todo el cuerpo.
Observé mis cadenas en manos y pies, abrió los ojos de par en par y bajó la mirada. Se levantó secándose un par de lágrimas y abrazó a Thor.
—De alguna u otra forma aprenderás a tener compasión y comprensión. Por eso, yo, Odín Padre de Todo, te envío a la zona más triste de Asgard y te quitaré la voz, una de tus poderosas herramientas que usaste en tus planes de conquista de Midgard.
Contuve al aliento cuando Odín me señaló con su lanza. Sentí que la garganta flameaba, pero luego quedó tan fría como el mismo corazón de Jotunheim. Me sostuve la garganta pero no me atreví a decir algo, no podía…
Una fuerza que no tenía comparación con la anterior me haló con fuerza. Esa era desagradable. No pude aferrarme al suelo. Observé por última vez a mi mad… ¡Maldición! Thor me miró con tristeza al igual que Odín, pero en el rey de Asgard también había decepción en su mirada.
Cerré los ojos entregándome a esa fuerza, en cierta forma anhelando que me matara o que me alejara de todos. Quería estar solo. Por primera vez ansiaba estarlo.
La fuerza se detuvo pero me estampé contra algo duro. Tosí varias veces para recuperar el aire. Me levanté y observé que mi ropa estaba desgastada. Fantástico, parecía un… no lo sé, pero me veía horrible. Me arreglé un poco el cabello y me sacudí la ropa. Estaba en una esquina oscura, di unos pasos y alguien me dio un empujón. Olía horrible.
¡Cuidado asqueroso asgardiano! ¡No sabes con quién te has metido!
Me petrifiqué al notar que a pesar de que moví correctamente mis labios, no hubo sonido alguno. Me sostuve la garganta y la apreté un poco. Carraspeé la garganta e intenté hablar, pero fue en vano. Me sostuve de un muro y me dejé caer; la gente me observaba extrañada, pero ya no me importaba nada.
Era como si me hubiesen quitado todo. Prefería ser la sombra de Thor, como antes, que ser un plebeyo mudo. Me cubrí el rostro con las manos. Esperando a que el tiempo pasara y así perecer o sobrevivir a este maldito castigo.
