MI PERDICION

(Be My Downfall)

Por Kristen Elizabeth

Traducido por Inuhanya

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.

Nota de la autora: Esta es una nueva historia, como ya saben. Es un fic cañón que espero disfruten! Feliz lectura.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Capítulo 1

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

"Puedo decir, Srta. Relena, esta noche ha sido simplemente maravillosa."

"Sí." La sonrisa de Relena Peacecraft era tan fija como una estatua de mármol e igual de falsa. El hombre besando el revés de su mano no pareció notarlo. El Ministro de Desarrollo estaba en su propio pequeño mundo, completamente inconsciente de que había pasado tres horas hablando para sí. Había enlistado sus logros, contado historias que sólo eran graciosas para él, y Relena había aguantado todo eso. Pero aún su inmensurable paciencia estaba alcanzando sus límites. "Buenas noches, Marvin."

Incluso mientras comenzaba a abrir la puerta de la limosina, él continuaba. Su rostro rechoncho era grande, y podría haber sido casi encantador si no fuera por sus entradas y dientes torcidos. "Puedo sacarte otra vez en otro momento?"

Ella literalmente tuvo que morderse su lengua para mantener su sonrisa en su rostro, y para detenerse de lanzar alguna respuesta extremadamente sarcástica. "Tendré que revisar mi calendario." Relena zafó su mano de su agarre y salió del auto. "Gracias por la cena."

El brillante auto negro se alejó; Relena se giró y subió corriendo los escalones de la mansión que había llamado hogar durante los últimos tres años. Una vez dentro del gran foyer, cerró la puerta y se hundió contra ella, una mano presionada contra su frente. "No puedo hacer esto más!"

Nadie estaba alrededor para escuchar la declaración de la Presidenta de las Naciones Unidas de la Tierra y el Espacio, ni siquiera su viejo mayordomo de confianza, Paygan, quien muy probablemente se había ido a la cama. Había llegado a casa, una vez más, a una silenciosa casa después de otra aterradora primera cita.

Lo odiaba. Tanto de su vida la pasaba sola, aún cuando estaba rodeada de personas. Tal vez eso era por qué continuaba aceptando esas citas. Una pequeña parte de ella aún se aferraba a la esperanza de que alguno de esos jóvenes profesionales y aristócratas pudiera darle lo que más deseaba. Un hogar en vez de una casa, niños que cuidar, amor para llenar los vacíos de su corazón.

Todo lo que *él* no podía. No haría.

Relena subió las escaleras, el largo del organdí que había servido como su estola se arrastraba tras ella. A los veintitrés, parecía tener demasiado. Estaba terminando su primer período como Presidenta después de años de servir como Vice Ministra de Exteriores, luego Ministra de Exteriores. Y se dirigía a las elecciones para su segundo período. Ella era, sin duda, la persona más respetada en la política Inter espacial. Vivía en una casa construida para la realeza. Era hermosa; tenía admiradores por docenas.

Y era miserablemente infeliz.

Su habitación estaba tan vacía como el resto de la casa. La cama había sido preparada para dormir y después de descartar sus joyas, su vestido de diseñador y los tacones que lentamente habían estado matando sus pies, Relena se deslizó bajo las cobijas en sólo su ropa interior de satín. Miró hacia la segunda almohada junto a ella.

"Estás durmiendo solo esta noche, Heero?" preguntó en voz alta.

Porque la idea de que él no pudiera estar la lastimaba profundamente, Relena cerró sus ojos, esperando que el sueño la envolviera. No lo hizo, y fue dejada con la perturbadora idea de Heero en la cama con otra mujer. No era improbable que continuara su vida, aún si ella no. Después de todo, habían pasado casi cuatro años desde que lo había visto. La conferencia de prensa anunciando su decisión de postularse para Presidente. Entonces aún había estado con los Preventivos. Lo estaba ahora? No tenía idea. Había perdido el contacto con ellos. Los Preventivos no estaban involucrados más en su seguridad; el Presidente era cuidado por una rama más especializada de la milicia. Aún se comunicaba con Lady Une de forma regular, pero en cuanto al resto de ellos, ahora todos vivían vidas separadas.

Excepto por ella. Apenas estaba viviendo.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Mientras Relena miraba una almohada vacía pensando en él, Heero Yuy estaba mirando la rubia cabeza descansando a su lado, planeando su escape. No podía decir qué lo había llevado a irse a la cama con la mujer; incluso no estaba seguro de su nombre. Ella sólo estuvo ahí, como una bolsa de arena. Algo para usar en orden de purgar emociones indeseadas.

Se sentó, pasando sus piernas sobre el borde de la cama y pasó ambas manos por su cabello. Qué había causado la repentina urgencia que lo había traído aquí? Relena. Un discurso suyo que había captado en la red internacional de noticias. Verla en su traje formal con su perfecto cabello recogido de su rostro que con frecuencia había deseado poder borrar de su memoria, pero preferiría morir a olvidar… traía todo de nuevo.

Con un bajo gruñido, Heero retiró las cobijas y se levantó, desnudo a la luz de la luna. Mientras buscaba su ropa, la mujer en la cama se movió. "Oye. A dónde vas?"

Él no miró atrás. Sólo se puso sus jeans, subiendo su cierre mientras respondía, "Me voy."

"Vamos, quédate. Siempre estoy lista para más… en tanto como tú lo estés."

Heero se puso su suéter negro. "La noche no termina. Encontrarás otro cliente."

"Maldito bastardo."

Finalmente se giró, tan inmune ahora a su voluptuoso cuerpo desnudo envuelto en las sábanas como él lo era para su enojada expresión. Sus ojos eran fríos y su voz monótona. "Sí," fue todo lo que dijo. Pasó sus brazos en la funda de cuero que contenía ambas de sus armas. "Esto significa que no quieres mi dinero?"

Después de un segundo, la prostituta desvió la mirada. Heero buscó en su bolsillo y sacó un rollo de efectivo. Lo lanzó en la cama con casual desprecio. Sin otra palabra, salió de la habitación de motel y regresó a las calles de L2.

La colonia era más sucia que la L1 de su niñez, y una abominación comparada a las colinas y el cielo azul del mundo de Relena. Heero pateó una caneca de basura mientras caminaba. Ahí estaba ella, metiéndose de nuevo en sus pensamientos. Aparentemente, no era tan fácil como una rápida revolcada para aclarar su mente. De una forma u otra, ella siempre estaba ahí.

Él alcanzó el apartamento de Duo veinte minutos después, e instantáneamente se maldijo por no tomar una habitación de hotel por el tiempo de su estadía. Duo Maxwell era un amigo y compañero sobreviviente de la guerra, pero era la persona más molesta en el planeta, al menos para Heero. Aún, todos los demás, con la posible excepción de Wufei Chang, parecían encontrar placer en algo más. Y al menos a una mujer le gustaba lo suficiente para casarse con él y dejarlo embarazarla.

Esa misma mujer estaba despierta a pesar de la hora cuando se dejó entrar al apartamento. Hilde Maxwell estaba recostada en el sofá de la sala, canaleando por infomerciales y viejas series. Un delgado brazo estaba depositado sobre su redondeado estómago. Levantó la mirada mientras entraba. "Heero… estábamos preocupados por ti."

No podía imaginar por qué; era un asesino entrenado. Cuánta amenaza podría representar alguien para él? "Estaba fuera."

Ella luchó para sentarse. "Eso dedujimos. Te divertiste?"

"No iría así de lejos." Heero retiró su funda. "Dónde está Maxwell?"

"Durmiendo. Son pasadas las dos, Heero." Hilde escondió un delicado bostezo detrás de su mano. "El bebé está jugando fútbol con mis órganos internos."

Él nunca antes había estado alrededor de mujeres embarazadas, pero si Hilde era alguna indicación de cómo eran, más pronto que nunca estaría cerca de otra. Mientras era cierto que el embarazo le había dado una justa cantidad de brillo, también le había dado una especie de licencia para decir lo que tuviera en su mente.

Lo sabía porque durante las últimas dos semanas, había sido sujeto a la discusión de Relena cada par de días.

Y aparentemente, esa noche no iba a ser diferente. "Vi algo en las noticias hace un tiempo sobre Relena," comenzó ella.

"Hn," fue toda la respuesta que le dio mientras entraba en la cocina.

Intrépida, Hilde se levantó del sofá y siguió su camino. "Va a viajar aquí en los próximos días. Campaña anticipada." Hilde lo observó mientras sacaba pavo, jamón y queso del refrigerador. "Tal vez pueda convencerla de cenar con nosotros una noche."

Heero preparó un sándwich con dos tajadas de pan y le dio un mordisco. "No tendrá tiempo."

"Duo puede ser muy persuasivo."

"Haz lo que quieras." Él terminó su merienda en tres mordiscos más. "No voy a estar aquí."

Hilde parpadeó. "Qué? Planeas irte?"

"Esa en la idea general."

Después de un largo segundo, la esposa de Duo alcanzó y golpeó su brazo con más fuerza de la que habría indicado capaz su pequeño cuerpo. Se encontró casi haciendo una mueca de dolor. "Y por qué fue eso?" preguntó entre dientes.

"Eres un idiota! No puedo creer que prefieras recoger una ramera… no creas que no puedo oler ese perfume barato en ti… que tener algún contacto con la única mujer en el mundo lo valiente suficiente para ofrecerte su corazón!" Los pálidos ojos azules de Hilde destellaron con indignación. "O tal vez es tan idiota como tú."

Heero le dio una fría mirada. "Ella no es una idiota."

"Entonces qué es? Heero? Qué es ella para ti?"

Él fue salvado de tener que formular una respuesta por la repentina entrada de Duo. Se tambaleó en la cocina descalzo, usando sólo pantalones de pijama. Su trenza estaba desaliñada. "Qué pasa?" murmuró, soñoliento.

"Nada," respondió Heero.

Al mismo tiempo, Hilde respondió, "Heero se va antes de que Relena llegue aquí porque no puede enfrentarla."

"Relena viene para acá?"

"Sabes, cada movimiento mío no está dictaminado por Relena Peacecraft." Heero encaró a la mujer embarazada. "Pasa que tengo otros lugares en donde estar."

Hilde cruzó sus brazos. "Como dónde?"

Duo levantó su mano. "Estoy invitado a la discusión?"

"Una vez que estas vacaciones forzadas terminen, tengo trabajo esperándome en la Tierra."

"Por qué tienes tanto problema en admitir que te preocupas por ella? No es como si todos los demás no pudieran verlo escrito en tu cara!"

"De acuerdo, nena." Duo tomó gentilmente su brazo. "Él va a hacer sus cosas, sin importar lo que digamos. Morirá solo y miserable, pero así es como será."

Los ojos de Heero se fruncieron. "Nadie pidió tu opinión, Maxwell."

"Eso es usualmente por qué tengo que darla libremente. Así que, no crees que el camino que estás tomando te llevará a una eternidad de solitaria miseria? Despierta, amigo."

"Sabía que era un error venir aquí."

Duo encogió sus desnudos hombros. "Como si tuvieras a donde más ir." Él tiró del brazo de Hilde. "No más esperas despierta para Heero. Tú y el bebé necesitan dormir."

Ella continuó mirando a Heero aún mientras era sacada de la cocina, hacia su habitación. "Te arrepentirás de todo esto, sabes. Tal vez no pronto… sino algún día!"

Heero sacudió su cabeza mientras se quitaba su camisa, dirigiéndose hacia el baño para una ducha caliente. Sus elecciones eran suyas y desde mucho tiempo atrás estaban grabadas en piedra.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

La mañana no comenzó diferente a ninguna otra mañana. Relena comenzó su día con te, croissant y una detallada actualización de los negocios. No estaba particularmente hambrienta ese día, pero no le preocupó. Tomó su te, prestó atención a la actualización y se preparó para dirigirse a la oficina para comenzar en las pilas de papeles que no había podido terminar el día anterior.

Fue una rutina cómoda. Muchas personas probablemente pensaban que ser Presidente era como reclamar su título como Princesa y nada más que una infinita cantidad de fiestas frívolas, costosos vestidos y joyas brillantes. Nunca veían las manchas de tinta en sus manos después de firmar treinta o cuarenta documentos. Las personas nunca observaban cuando tenía que decidir entre un orfanato y una casa cuando esbozaba propuestas de presupuestos. Nunca la veían peleando con uñas y dientes para mantener la paz que todo el mundo había disfrutado por ocho años.

Y nunca estaban alrededor cuando se tornaba demasiado y sólo por un momento, recostaba su cabeza en la pulida superficie de su escritorio y lloraba.

Ella entró a la oficina presidencial con su séquito e inmediatamente su asistente personal le empujó unas cuantas cartas en sus manos. "Lo siento, Señora Presidenta," se disculpó. "Parecen personales."

"Está bien." Relena las tomó con una cansada sonrisa. "Me ocuparé de ellas."

Una vez dentro de su oficina, dejó escapar un suspiro. Técnicamente hablando, probablemente habría despedido a la mujer tiempo atrás. Tenía muy poca confianza en sus propias habilidades, lo cual no estaba exactamente mal considerando que no podía escribir bien y algunas veces olvidaba darle a Relena mensajes importantes. Pero a Relena no le gustaba prescindir de nadie.

Por qué más su corazón aún esperaría por un hombre que la había distanciado desde el momento que se conocieron?

Su escritorio estaba ubicado en medio de la enorme habitación; caminó hacia él y se sentó en la cómoda silla que había insistido tener. Si iba a pasar su vida detrás de este escritorio, no iba a pasarla con sufrimiento físico. Depositó el correo con las otras pilas de correspondencia ya abierta. Todas esperaban su aprobación y firma, pero las ignoró.

Un dolor de cabeza ya estaba formándose y sólo había estado ahí por dos minutos. Con otro suspiro, Relena alcanzó su intercomunicador. "Karen," se dirigió a su distraída asistente en la otra habitación. "Me traerías un poco de te, por favor?"

"Sí, señora."

Mientras esperaba, Relena alcanzó las cartas que Karen le había alcanzado. Las primeras dos eran correos personales, una invitación a la fiesta de cumpleaños de la hija de un embajador que tendría que rechazar cortésmente. La otra era una carta de Quatre Winner. Ellos se escribían de forma regular, aunque el rubio CEO de la Corporación Industrial Winner era un mejor escritor que ella. Sonriendo, Relena hizo a un lado la carta sin leerla. El tiempo personal llegaría al final del día.

La tercera y última estaba en un sobre negro sin dirección del remitente. Relena fue sorprendida por eso, pero no se preocupó. Toda su correspondencia pasaba por escáneres extremadamente precisos y medidas preventivas de bio-amenazas. La abrió con su uña y sacó una hoja de papel.

El mensaje era corto, pero claro. Relena llevó una mano a su boca; la carta cayó al piso.

Sus años en la vida política la detuvieron de entrar en pánico. Pero fue una temblorosa mano la que alcanzó de nuevo el botón del intercomunicador. "Karen." Relena lamió sus labios secos. "En vez de te, podrías contactar a Lady Une en la oficina de los Preventivos?" Parpadeó conteniendo sus lágrimas. "Y después de eso… podrías intentar enviar un mensaje a mi hermano en Marte? Necesito… necesito hablar con él."

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

El regreso de Heero a la Base de los Preventivos pasó sin ceremonia. Sólo se había ido por dos semanas, después de todo, obligado a tomar todas sus vacaciones acumuladas. El psiquiatra que cada preventivo era requerido de ver de forma semi-anual había provocado la orden; Heero había estado menos que entusiasta sobre la idea.

Así que le había dado una paliza a un informante quien era menos que próximo a su información. Cómo podía hacer su trabajo y hacerlo bien si tenía que detenerse y pensar antes de actuar?

Había sido reclutado en la organización por sus esfuerzos en la Guerra en la Víspera de Navidad, y sólo había aceptado en orden de darle un propósito a su vida. En el momento, se había rehusado a reconocer que ya tenía un propósito, una simple mujer cuyo bienestar valoraba sobre el suyo. Pero con su elección a la Presidencia, su directa seguridad había sido arrebatada de sus manos. Estaba bien, imaginó. Si se acercaba mucho a un sujeto particular, sería mucho peor que perder el control con un golpeado informante.

Por pura coincidencia, compartía una apiñada oficina en el tercer piso con Wufei Chang. En realidad, probablemente no era una coincidencia; los más altos poderes eran muy conscientes de ambos de sus antecedentes y seguramente pensaron que otro piloto Gundam era el mejor candidato para mantenerlo en línea. A Heero no le importó. Wufei raramente hablaba en el trabajo y ciertamente nunca cuestionaba sus métodos de interrogación e investigación, los propios no siempre eran exactamente del libro. En cuatro años, habían establecido una confianza a regañadientes y una cautelosa amistad. Ciertamente, era el polo opuesto de Duo, y después de dos semanas en la casa Maxwell, Heero anhelaba el estoicismo de Wufei.

Pero la oficina estaba vacía cuando Heero entró con su café. Tomó nota de esto, la despidió, y fue a su escritorio. Todo estaba exactamente como lo había dejado dos semanas atrás, con la excepción de una pulcra pila de trabajo que esperaba por él.

Apenas se había sentado y alcanzó para encender su computador cuando Wufei apareció en la puerta. "Qué estás haciendo aquí?" preguntó él, sin saludar. "No leíste el memo?"

"Aún no he mirado mis mensajes," respondió Heero.

"Vamos a reunirnos con Lady Une en dos minutos y medio." Wufei pausó. "Código Alpha."

Heero frunció. Alpha era la designación reservada para asignaciones altamente clasificadas, y usualmente trataba con amenazas de seguridad en las ramas más altas del gobierno. Los Preventivos sólo eran llamados para tales casos cuando la investigación se esperaba extendida más allá de la Tierra.

No había caso en preguntar lo que estaba pasando. Aún si Wufei supiera, ciertamente no podía hablar de eso en un lugar tan inseguro. Heero simplemente se bebió lo que pudo de su café y siguió a su compañero a los elevadores que los llevaría a la oficina privada de Une en la cima del edificio.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

"Cómo se siente, Señora Presidenta?"

Relena aceptó un vaso de agua de Lady Une y trató de sonreír. "Estoy bien. De verdad."

La mujer pareció dudar de eso, pero no presionó más. Tenían una interesante historia de cuando la más alta figura política quien ahora estaba sentada en su escritorio había sido una chiquilla de quince años, y ella misma había sido, literalmente, una persona diferente bajo la influencia de Treize Kushrenada. Relena parecía dispuesta a olvidar el pasado, el cómo Une había sido responsable por la muerte de su padre adoptivo y los ataques de los mobile suits que había dirigido hacia ella; ciertamente podría perdonar a la niña que la había perseguido con un arma, la venganza ocupaba su mente.

El pasado estaba en el pasado, y era el futuro del que tenían que preocuparse ahora. Une se paseaba de un lado a otro en frente de su escritorio. "He asignado al mejor equipo posible para encabezar la investigación."

"Confío en los Preventivos," dijo Relena, dejando a un lado su agua. "Si alguien puede… resolver esto, es tu gente, Lady Une."

"Qué han decidido hacer tu propios escuadrones de seguridad?"

La joven mujer cruzó sus manos en su regazo. "No han decidido nada. Aún están debatiendo el mejor curso de acción. Sinceramente, no puedo imaginar que hayan pensado en este tipo de situación. Sé que yo…" Su voz firme titubeó. "Nunca lo hice."

Lady Une estaba perdida. Las emociones no eran su fuerte incluso ahora, pero era obvio que la Presidenta necesitaba contacto humano. Extendió una incómoda mano y palpó el hombro de Relena. "Encontraremos quién hizo esto. Te lo prometo."

Lágrimas brillaban en los claros ojos azules de Relena. "Gracias."

Hubo un corto pero firme golpe en la puerta de Une. Tenía poca duda de quién era; sólo dos hombres tenían autorización para atravesar el séquito de guardaespaldas que acompañaban a la Presidenta a esta reunión. "Entren," ordenó ella.

Relena rápidamente secó sus ojos. No quería recibir a los Preventivos que han sido asignados a esta investigación luciendo como una mujer débil. Las primeras impresiones eran tan importantes, y ella tenía una imagen que mantener.

Tomó un respiro, levantó la mirada cuando la puerta se abrió y se congeló instantáneamente.

Heero entró a la oficina con un aire formal; estaba en su elemento. Controlado, confiado, frío. Conocía ese disfraz tan bien como su cara.

Pero vaciló de cierta forma cuando su fría mirada aterrizó en ella, como si estuviera sorprendido. Ella habría sonreído si se hubiese recuperado totalmente del impacto de verlo por primera vez en cuatro años; no era alguien que pudiera sorprender a Heero Yuy.

"Tomen asiento, Comandantes." Une señaló las sillas en frente de su escritorio. Fue sólo cuando se dirigió a ellos que Relena se dio cuenta que Heero no estaba solo. Un hombre de obvia descendencia asiática estaba con Heero; estaba muy segura que nunca se conocieron, pero casi parecía como si lo hubiese reconocido.

Él y Heero hicieron lo ordenado. Relena pudo sentir los ojos del extraño examinándola, pero la mirada de Heero permaneció fija en algún punto sobre su hombro. Ella tragó. No la miraría.

"Seguridad activada en esta oficina," le indicó Une al sistema computarizado. "Autorización. AlphaUnePi." Miró a Relena. "Ahora podemos hablar libremente. Ellos son los Comandantes Yuy y Chang. Comandantes, la Presidenta Relena Peacecraft."

Relena cruzó una delgada pierna sobre la otra. "El Comandante Yuy y yo ya nos conocíamos."

"Por supuesto. Ahora recuerdo."

"Es bueno verte otra vez, Heero." Cuando Heero no dijo nada, Relena se forzó a mirar al otro hombre. "Comandante Chang, déjeme agradecerle con anticipación por su ayuda."

Él asintió cortamente. "Señora Presidenta."

Heero miró a su superior. "Cuál es nuestra misión?"

Une fue a hablar, pero Relena la interrumpió. "Permítame, Lady Une." Después de tomar un respiro, Relena alcanzó por su maletín de cuero y sacó un delgado folder. Se lo alcanzó a los hombres, pero sólo Wufei lo tomó. "Esta es copia de una carta que recibí en mi oficina hace dos días. Obviamente no hubo dirección del remitente y mi asistente personal sólo pudo decir que estaba en su escritorio cuando llegó esa mañana. Las cámaras de seguridad no notaron nada fuera de lo ordinario la noche anterior."

Wufei escaneó el corto mensaje y miró a Relena. "Lo que dice es cierto?"

"Sí.' Ella inhaló un tembloroso respiro, tratando de mantener calmadas sus manos en su regazo. El miedo la consumiría, y necesitaba mantenerse despejada. "Mis doctores lo confirmaron ayer."

"Confirmaron qué?" Heero arrebató la carta de su compañero y le dio una rápida leída. Después de un momento, su miraba se levantó y miró a Relena por primera vez. "Es real?"

Relena asintió, conteniendo todas sus emociones. "Es real. He sido envenenada."

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Continuará…