Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Stephenie Meyer, Edward y Jacob incluidos. ¡Se siente, chicas! La historia tamoco es mía, es de Sdfreeze. Yo solo me adjudico la traducción.


Capítulo 1

Yo trabajaba en un cubículo. Un estúpido cubículo cuadrado. En un estúpido edificio cuadrado. Para una estúpida compañía, la cuál no me importa nada. De pequeña nunca dije: "Cuando sea mayor quiero trabajar en un cubículo." Así que, ¿cómo diablos acabé aquí?

Observé las finas paredes que supuestamente me protegían de los demás trabajadores clínicamente muertos. Estaban cubiertas en algunas partes de corcho, por ello podía colgar cosas en ellas. Miré la fotografía de mi perro, un Frise Brishon de pelaje blanco y rizado, sentado en un sillón de cuero rojo con un collar salpicado de diamantitos.

En realidad yo no tenía perro, encontré la imagen en Internet y me pareció una monada, así que lo puse en un marco y lo llame Sami. Lo coloqué al lado de las fotos de mis dos hermanas, unas que tampoco tenía. Le decía a todo el mundo que era adoptada, pero que ellas me querían como si fuese su hermana real. La verdad es que soy hija única.

Mi vida era tan sumamente aburrida que tenía que hacer cosas para animarla un poco. Observé a través del pasillo al hombre que trabajaba en el cubículo junto al mío. Iba arreglado, muy arreglado, lo más probable es que fuera un asesino en serie. Un guapísimo, caliente y sexy asesino en serie. Su cubículo era perfecto, y advertí que los cajones de su archivador se hallaban abiertos, mostrando un montón de carpetas ordenadas perfectamente por colores.

Abrí uno de los cajones de mi archivador y todo lo que allí había eran carpetas mirando cada una a una dirección distinta. Sabía exactamente dónde estaba todo, por eso esperaba no morir una mañana viniendo al trabajo, porque la persona que ocupase mi lugar estaría totalmente perdida. Cerré el cajón rápidamente por si acaso al Señor Perfecto se le ocurría mirar por encima de mi hombro, pero no estaba mirándome.

Mis manos volaron rápidamente hacia el teclado del ordenador cuando mi jefe, el Señor Whitlock, pasó por allí. Me ponía los pelos de punta, siempre mirando fijamente a todo el mundo, pero una chica a tres cubículos de distancia del mío pensaba que era un Dios.

No creía que Dios caminase con las manos detrás de la espalda y mirase a la gente tan espeluznantemente. "Sé algo que tú no sabes". Eso parecía decir. Pues tengo una noticia para su eminencia, ¡no quiero saber lo que él sepa que yo no sé! Cuanto menos supiese sobre esta empresa más oportunidades tendría de salir de aquí.

"Hey, Belly" Me saludó mi compañera de cubículo.

"Hola, Rosie" Suspiré. Odiaba cuando me llamaban Belly. Yo no tenía cuatro años y ella pasaba demasiado tiempo haciendo niñerías con su novio Cro-Magnon.

"Escuché que estamos a punto de conseguir nuestro objetivo y nos quedan dos días más para que acabe el mes." Dijo demasiado entusiasmada.

"¿Tenemos un objetivo?" Pregunté. Nadie me habló de un objetivo, un objetivo para… ¿cuántas horas podemos aguantar en nuestros puestos de trabajo sin volvernos locos?

"Si alcanzamos nuestro objetivo tendremos una fiesta en la oficina, ¿alguna vez prestas atención?" Dijo como si fuera mi madre.

"Oh, yupi" Dije poniendo los ojos en blanco. Fiestas en la oficina, acababa de darme la mejor sorpresa de mi vida.

Sarcasmo.

Ella se marchó y yo suspiré ruidosamente, haciendo que el Señor Perfecto me mirase de reojo. Mi primera respuesta fue el deseo de echar abajo todo lo que se hallaba colgado sobre el corcho de mi lugar de trabajo. Él tenía un solo papel allí clavado, un papel de suma importancia. Yo únicamente tenía tres trozos de revista que indicaban mi horóscopo del mes. Los ojeé rápidamente para ver si en alguno de ellos figuraba un asesino en serie.

"¿Mencionó una fiesta?" Me preguntó.

"Sólo un segundo." Le dije mientras levantaba un dedo y terminaba de leer el horóscopo de hoy. No, ninguno de los psíquicos lo había visto venir. Me volteé hacia él y le dije:

"¿Qué?"

"Lo siento, no quería interrumpir" Dijo y me eché a reír. Estábamos en una estúpida oficina, por favor, interrumpir. "Pensé escucharos mencionar una fiesta."

"No considero un potluck (N/T El potluck es una costumbre culinaria norteamericana que consiste en una fiesta en la que cada asistente lleva algo de comer) de oficina una fiesta". Dije secamente. "¿Y tú?"

"No, pero necesito resolver un asunto personal y pensé que podría hacerlo durante la fiesta, si es posible." Explicó. Me sorprendí de que me diese tanta información sobre su vida. ¡Ya sé! Se estaba muriendo. El pobre y perfecto joven que se encontraba frente a mí tenía un tumor cerebral o una extraña enfermedad en la sangre que le hacía verse tan extraordinariamente impecable.

"Puedes pedir horas libres para ir al médico o cosas por el estilo. No tienes por qué hacerlo durante una fiesta" Le dije. No pensaría que estaba condenado a pasar todo su tiempo en ese cubículo, ¿no?

Él sonrió y mi corazón comenzó a latir más fuerte en respuesta. No recordaba haberle visto alguna vez sonreír y rápidamente ocupó el número uno de mi lista de asesinos en serie sexys.

"No es ese tipo de asuntos." Dijo.

Deslicé mi silla de oficina más cerca de él.

"¿Una entrevista de trabajo?" Susurré.

Esta vez se comenzó a reír. Estruendosamente. Tanto que lo escuchó el Señor Whitlock y vino a ver por qué alguien se divertía en el trabajo.

"¿Qué es tan divertido, Edward?" Dijo con una sonrisa de desprecio.

Edward, agh, ¿quién llamaba a su hijo Edward? A menos de que fuera el nieto de alguien importante. Quizás un rey o algo así, un descendiente lejano, aunque no parecía pertenecer a la realeza.

"Solo le estaba explicando a esta hermosa muchacha que eres un idiota, Jasper." Dijo. Yo desvié rápidamente la mirada para no ver la carnicería.

Fue entonces cuando el Dios le observó con su peculiar mirada y se echó a reír, como si fuese un simple humano o algo así. Sabía que a tres cubículos de distancia Alice estaba teniendo probablemente un orgasmo.

Yo todavía me encontraba conmocionada porque el asesino en serie, ejem, Edward, me hubiese nombrado como hermosa. Debería corregirle y pedirle que se dirigiese hacia mí como a una mujer, pero… ¿qué tenía que hacer alguien para ser realmente una mujer? ¿Perder la virginidad? Hecho. ¿Marcharse de la casa de sus padres? Hecho. ¿Libertad para beber legalmente? Hecho. Síp, yo era una mujer… a menos que trabajar en un cubículo fueran cosas de niñas pequeñas. Mierda.

Durante mi monólogo interior sobre si era o no una mujer los dos hombres me habían hecho una pregunta, pero supongo que este trabajo había limitado mucho mi capacidad de atención como para que pudiese hacer dos cosas a la vez. Cuando levanté la vista, Jasper y Edward, agh, se encontraban mirándome.

"¿Qué?" Pregunté.

"Te he preguntado si conocías a Jessica Stanley." Contestó Edwa… El joven perfecto.

"Por supuesto. ¿Quién no conoce a Jessica Stanley?"

Jessica era la típica chica que se tomaba las cosas con calma, en realidad con muchísima calma. La conocí en el instituto, y aunque ambas sabíamos de la existencia de la otra, no me consideraría su amiga.

Los dos hombres enmudecieron, se miraron entre sí y seguidamente palidecieron. "Oh, Dios." Murmuré. "Uno de vosotros se acuesta con Stanley, o los dos, ambos os estáis acostando con Stanley y mintiendo de forma espantosa a vuestras novias."

"Es mi esposa." Dijo Edward, agh, con la mandíbula apretada.

Comencé a reírme de una manera un tanto extraña mientras clavaba la vista en mi pared de corcho. Nadie se casaría con Jessica Stanley a menos que fuera su proxeneta o un completo ignorante. Ah, pobre moribundo, el asesino en serie era además deficiente mental. Ladeé mi cabeza hacia la izquierda y pregunté:

"¿De verdad te casaste con Jessica Stanley?"

"Estamos separados." Dijo en voz baja como si quisiera mantener la noticia en secreto. ¡No! Eso era algo que se debía anunciar con un gran cartel mientras se bailaba en una esquina de la calle.

Alice vino entonces a mi cubículo para poder estar un poquito más cerca de su adorado Dios. El Señor Whitlock la miró de arriba abajo, cosa que me pareció repugnante, ya que a mí no me había mirado de arriba abajo.

"¿Interrumpo?" Preguntó con su voz más femenina. Alice, cuando tenía mayor éxito con los hombres, era cuando hablaba por teléfono, ya que pensaban que con esa voz debía estar sentada con medias de red chupando una piruleta. Mi voz era profunda y evocaba las imágenes de una cabaña de pesca.

"Voy a volver al trabajo" Dijo, agh, Edward.

"¿He oído algo de una fiesta?" Preguntó Alice apoyando sus pequeñas manos en la pared de mi cubículo.

"Si llegamos a nuestro objetivo, pero todo indica que se va a superar con facilidad." Dijo Jasper de la manera más autoritaria que pudo.

En ese momento sonó mi teléfono. Lo miré fijamente como si fuera un objeto extraño. Mi trabajo consistía en contestar preguntas en la web, no responder llamadas en el teléfono. Claro que ahora tenía que responder, pero no me acordaba del nombre de la empresa. Genial, y mi supervisor estaba delante. Eché un vistazo a la aglomeración de papeles que colgaban de la pared, pero en ninguno figuraba un logotipo o un nombre.

Finalmente tragué saliva y descolgué el auricular. "Bella Swan, ¿en qué puedo ayudarle?" Dije. Fue bueno y sin pensar. Miré a las dos mujeres que se suponía eran mis hermanas y les agradecí la inspiración.

"¿Tienes un minuto?" Una voz suave y profunda se oyó a través del teléfono.

¿Huh? No tenía ni idea de quién había llamado, pero no parecía estar relacionado con el trabajo. Necesitaba más inspiración… ¡Lo tengo! "¿Me puede dar su nombre, por favor?"

"Soy Edward, del otro lado del pasillo." Susurró, y luego rió en voz baja.

Si hubiera tenido más experiencia en aquel trabajo y hubiese mirado el identificador de llamadas habría sabido que era él y podríamos haber hablado mediante el Chat de la web, pero no la tenía, así que le miré directamente con la duda pintada en el rostro. "Solo tienes que responder sí o no." Me instruyó él. "Mi amigo Jasper tiene una cosa para tu amiga Alice, ¿está disponible?"

"Debería escribirla una nota y pedirla que marque la casilla o la casilla no." Murmuré con la mano alrededor de la boca. ¿Cuántos años tenía? ¿Doce? Si le gustaba debía pedirla una cita. Jasper ya la había observado lo suficiente como para que fueran amigos íntimos por lo menos.

"Sé que esto es de críos pero él no es muy… dado a hacer estas cosas. Me temo que dejará pasar esta oportunidad y se arrepentirá más tarde."

"Oh, Dios mío. ¿Tengo que hacerlo yo todo?" Gemí. "Un momento. Hey, Alice, ¿tienes planes para el almuerzo?"

"No." Contestó. Vi como le echaba un rápido vistazo a Jasper.

"Genial. Jasper, ¿llevarías a Alice a comer por mí?" Pregunté. Él dejó caer la parte inferior de su mandíbula.

"Um… Claro." Respondió al fin.

"Súper. Podéis ir ahora al cubículo de Alice para arreglarlo todo, la hora y eso…"

Esperé a que se alejaran lo suficiente para volver a atender el teléfono, lo cuál era una tontería ya que solo tenía que girar la cabeza para hablar con Edward, agh. "Hecho." Dije.

Él me miró y se echó a reír, pues todavía tenía pegado el teléfono en la oreja. "Deberías ser mi abogado para el divorcio" Dijo.

"Yo te habría encerrado." Repliqué mientras lo miraba y hablaba por el teléfono a la vez. "¿Perdiste una apuesta o algo así?"

"Me engañó." Dijo, y sus ojos se entristecieron.

"Sí, la mayoría de las putas mienten." Le expliqué a su intelecto, del cuál, obviamente, carecía.

Él finalmente colgó y se acercó de nuevo hacia mí. Dejó mi auricular en su sitio y lo observé con nerviosismo. "Lo siento, a veces soy demasiado directa."

"No lo sabía todo sobre ella. La conocí en la iglesia y…"

"¿La conociste en la iglesia?" Solté un grito ahogado. "¿Su cabeza estaba girando sobre sí misma mientras vomitaba por la boca?"

"Fingió ser dulce." Dijo, y bajó la vista avergonzado.

"Claro, las pasas también son dulces, pero si te las comes acabarás metiendo la pata."

Él rió ruidosamente otra vez y me hizo sonreír. Ahora entendía por qué los asesinos en serie iban siempre acompañados de mujeres, debían practicar mucho eso de las sonrisas. Son tan sexys.

"Eres graciosa." Dijo.

"No, sólo muy cínica." Admití.

"Si estuviese libre te pediría que vinieras a almorzar conmigo." Dijo. Todo cambió de repente. Las paredes eran demasiado bajas y los demás cubículos se sentían demasiado cercanos. No tenía ni idea de qué se debía decir cuando un asesino en serie te pedía una cita. Estaría pronto en un cartón de leche porque nunca aprendí a rechazar a un asesino.

"Am… Sí, bueno, está bien." Balbuceé. Maldije mentalmente a los psíquicos y a sus malditos puntos ciegos.

"¿Te incomodo?" Preguntó con una sonrisa torcida. Tal vez mi estúpido rubor acabase salvándome después de todo. Me mostraría incómoda desde el principio y así él no sería capaz de atraerme hasta su guarida.

"No." Dije forzosamente. "Simplemente me preocupa tu salud mental, quiero decir, estás casado con Jessica Stanley."

"Y la necesidad de compensarme a mí mismo por eso es inmensa." Añadió con una sonrisa.

"No estoy segura de que puedas hacer eso. Si entras en el infierno, ¿puedes construir un camino de vuelta?"

"Supongo que necesito un ángel que me salve." Dijo contemplándome de una manera sexy. Tuve que bajar la vista hacia mi cuerpo para ver si algo se estaba quemando. Su teléfono sonó y él se volvió hacia su escritorio.

Miré la pantalla de mi ordenador. Tenía tres mensajes esperando por una respuesta. Volví al trabajo e intenté dar una respuesta inteligible pero mi mente se encontraba ocupada chillando y con una batalla interna. Se casó con Jessica, así que era o estúpido o fácil de engañar. Era maravilloso, así que era, de nuevo, o estúpido o fácil de engañar. Me llamó hermosa, y ángel, así que era o estúpido o fácil de engañar. Debíamos estar destinados el uno para el otro.

Él se había alejado por el pasillo mientras hablaba por el móvil. Asomé mi cabeza fuera de mi cubículo, hacia el pasillo, y pude apreciar desde mi posición sus largas piernas y su trasero, el cuál se veía ajustado por los pantalones que llevaba. Vi otras dos cabezas asomarse hacia el pasillo. Una era la de Eric. Cuántas cosas comenzaban a tener sentido ahora.

Ya había oído hablar a Edward, agh, por teléfono muchas veces, pero esta vez se había ido, así que sabía que la llamada debía ser de Jessica. Seguramente ella se había despertado en una cama extraña y necesitaba indicaciones para volver a casa. Mi antipatía por ella comenzó cuando supe que se había acostado con mi novio en la secundaria. ¡Caray! Si no iban a divorciarse podría acostarme con Edward, agh, y vengarme. Era un castigo que estaba dispuesta a pagar. ¿Si te acuestas con el marido de una puta te conviertes en una puta? La vida estaba tan llena de preguntas…


¡Hola, gente! ¿Qué tal por ese lado de la pantalla?

Bueno, mientras busco desesperada una beta *ejem, indirecta, guiño, codazo, guiño, ejem*, me he animado a traducir está fantástica historia, pero antes quería dejar las cosas claras. TENGO EL PERMISO DE LA AUTORA ORIGINAL DEL FIC. En algunos foros me han tachado de copiar. No. Por supuestísimo que no. Soy antiplagio, incluso participo en algunas campañas contra ésta enfermedad, porque sin duda es una enfermedad.

En fin, reviews, tomates, galletitas, pedradas, acepto de todo, pero de todo todísimo. Aunque, ¡espera! Antes de salir de está humilde página sin haber dejado un review recuerda a Edward (o a Jacob, o a Emmett, o a Jasper, o a Carlisle, cuestión de gustos) y piensa: "Él no lo haría"

Besitos. Redactando desde un lugar que no figura en los mapas me despido.

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Cambio y Fuera