- Viernes, once de la noche, temperatura… 1 grado. Había luna menguante. Demoré unos dos minutos en localizar al sujeto. Asesiné al gerente dentro de la cámara principal, tal como usted me lo pidió. Mi navaja en su espalda, para que se desplomara sobre el mismo escritorio en donde lo engañó a usted. Pero al abrir la caja fuerte no había nada. Revisé la habitación completa. Las puertas estaban cerradas y todos los trabajadores se habían ido a sus casas.- Hizo un leve movimiento con la ceja, indicando su desconformidad con la irrespetuosa actitud del oyente.
- Dime qué hiciste luego.
- Naturalmente, eliminé todo rastro de mi llegada, excepto el cadáver, y abandoné el lugar. No tuve tiempo de limpiar mi cuchillo mariposa, ¿ve? Qué desastre…
- La sangre en tu traje no me interesa. ¿Qué crees que salió mal? ¿Qué error cometiste?- dijo el empresario, inclinándose sobre la mesa de caoba.
Se clavaron con los ojillos en la oscuridad, en cuanto la única lumbre de la claustrofóbica sala era el cigarrillo fosforescente del mercenario y el frío haz de la lámpara sobre el escritorio del dueño. El primero frunció el ceño y replicó ante el insulso comentario:
- Tenía todo calculado. Yo no cometí ninguna insensatez.
- ¡Entonces, respóndeme esta pregunta: por qué la válvula no estaba allí!- exclamó dando un puñetazo desesperado sobre el escritorio.
- El hombre se le adelantó. Usted lo conoció, y sabía sus intenciones y cómo jugaba a los ladrones. Antes de apuñalarlo incluso noté una leve sonrisa en su semblante, de costado. Pero, por supuesto, no significó nada para mí. Esa expresión iba dirigida a usted. Aquí se la entrego, ya que el objeto no estaba donde usted lo quería.
- Maldito infeliz…
"Supongo que no me lo dices a mí… Ahora te paras y comienzas a deliberar mientras caminas. Casi siento pena, tus turbios negocios se hunden en su misma basura".
- ¿Y bien? Sobre el dinero…
- ¿Dinero? Claro, claro…- el hombre se acariciaba el mentón mientras deambulaba en círculos por la habitación.
"¿Y esa risa áspera?"
- Nada de dinero, mi estimado. La paga se entrega cuando se completa el trabajo, y tú lo dejaste a medias.
"Con que con esas vamos…"
- En el contrato no entraba la parte de rescatar el artilugio. Usted agregó eso de palabras, no de letras. Soy un asesino. Me pagó por acabar con la vida de ese hombre. Lo hice. Reclamo mi parte.
- Espías…
"Otra vez con esas carcajadas finjidas. No le quedan, para nada."
- ¿Sabes?- dijo el empresario al cabo de un rato- Tengo unos amigos allá afuera esperándote si no cumples mis órdenes. Mi gran compañía, que jamás me traicionaría. Jamás me apuñalarían por la espalda.- Elevó el tono a propósito. El francés le devolvió una fría mirada-.Y ya sabes lo que puedo hacer con el teléfono de la policía en mis manos. Porque puedo denunciarte de asesinato, y yo hacer mi papel de inocente. Después de todo, esta fábrica es sólo una humilde corporación que dona peluches y alimentos a los niños pobres. Así que ya sabes cómo están las cosas... Entrégame la válvula milagrosa, y te doy el dinero, y así ahorramos todo el escándalo que de verdad no quiero hacer.
"Te vuelves a sentar frente a mí, en tu escritorio. La luz de tu lámpara me da asco. Ahora te notas más tranquilo, piensas que de tí penden los hilos del negocio. No lo creo".
El espía miró por la ventana una suerte de cielo oscuro y cargado de agua del norte. Se removió en su asiento, mientras acercaba a su boca lo último de tabaco y botaba el humo por las narinas. Meditaba con la calma de un profesional acostumbrado a mantener la mollera serena bajo presión. Se imaginó que podría aceptarlo. Pero… qué aburrimiento. No es que le gustaran los problemas, pero en ese momento su estadía había sido simplona hasta la médula. ¿Por qué no podría darse el gusto de aliñar la sopa? Observó las arrugas en aquel semblante trastornado, aquella horrible cabeza untada en laca, aquel remedo de corbatín bajo el mentón. Entonces, al bajar la vista, vió con espanto un rastro de coágulo bermellón impregnado aún sobre su manga derecha. Tan sólo replicó, al momento en que sus pupilas se encendían:
- Entonces… ¿dónde estábamos? Ah, sí. ¿Y el dinero?
