Nueva Misión
La mañana era fría y seca. Sobre las grandes montañas donde la Aldea Escondida entre las Nubes se posa con la delicadeza de una pluma, el calor del Sol no es suficiente. La bruma en esa época del año y a esas alturas, se condensaba en pequeñas acumulaciones de escarcha en las calles.
Seiteki Denryū se despertó en su humilde casa de la periferia. Otra vez, había dormido mal, con frío, soñando con aves blancas gigantes. Se preguntó a sí mismo cuál era el significado de ese sueño. Seguramente su hermana tendría una explicación. Luego recordó que estaba viviendo en la periferia, precariamente y sin trabajo pues se había peleado con su familia.
Pequeño detalle. Y todo por causa de no querer seguir el negocio familiar. Su padre se había enfadado cuando Seiteki, lejos de aprender a fabricar armas como él, se había interesado por ser un ninja. No fue a su graduación de la Academia ni tampoco lo apoyó en sus duros años de genin.
Cuando Seiteki, un año atrás, se había convertido en chunin, el padre lo echó de su casa. El resto de su familia no se opusieron a esto, en especial luego de que Seiteki gritara esas cosas tan feas. ¿Por qué él no podía ser un ninja si al fin y al cabo sus hermanos menores eran una kunoichi médica y un genin en formación? A Seiteki le importaba muy poco el negocio familiar sólo por ser el hijo mayor.
Lejos de su casa, tuvo que, forzosamente, aceptar muchas misiones clas para que el dinero le alcanzara apenas para vivir. El Raikage tomaba su "entusiasmo" no tan felizmente.
Su mejor amigo de toda la vida, Denki Shokku, dormía en la cama contigua. A pesar de ser hijo de una familia rica, había aceptado vivir junto a él y complementar sus ingresos con sus misiones rango D. El pobre no había pasado los Exámenes Chunnin y debía entrenarse en otro rango que su amigo.
Seiteki revisó su cocina (compuesta por una heladera pequeña y un hornillo pequeño) y no encontró nada comestible. Resignado, se vistió con su acostumbrado uniforme y se miró frente a un espejo roto, por supuesto. Un shinobi de pelo que variaba entre los tonos azul y blanco conforme se acercaban al centro y ojos grises, mirada cansada y una banda de ninja con unas nubes en la frente me devolvió la mirada.
Su uniforme de trabajo, unos pantalones de armadura, con una coraza liviana y una remera de cuello negra a la que le faltaba una manga atestiguaban de la vez en que se escapó de casa y su padre le arrancó una manga, en un intento de detenerlo.
Resignado, Seiteki imaginó su cuerpo imbuido en una fina capa de chakra y, al instante, su calor corporal se normalizo. Salió a la calle y se dirigió a la residencia del Raikage.
En el camino, se detuvo a desayunar rápidamente y, luego de pagarle al vendedor, cuando se dio vuelta, se topó cara a cara con su hermanito menor.
-Hola, Seiteki- saludó con una gran sonrisa y una mirada de profunda admiración.
-¿Qué quieres, Johan?- espetó su hermano mayor e intentó seguir su camino.
-Verte- contestó sin apartar la vista ni dejar de sonreír- Desde que te fuiste de casa que no hemos hablado.
-Johan- suspiró Seiteki resignado- Has hablado conmigo cada mañana desde que me fui.
-Cierto- afirmó y luego intentó retener a su hermano con algún tema de conversación relativamente interesante- Ya he aprendido a fijar mi chakra para escalar. ¡Observa!
Seiteki miró su reloj y vio que llegaba tarde. Johan, mientras tanto, parecía muy concentrado en sus pies. Brillaron tenuemente con una luz azulada. Sonrió y caminó hacia la pared. Comenzó a subir y, a mitad de camino, se cayó.
-Johan, no tengo tiempo para esto…- se quejó Seiteki.
Su hermano, con lágrimas en los ojos, le dio lástima. Su corazón de acero reforzado se ablandó un poco.
-Mira, tengo que irme. Ya sabes, obligaciones ninja. Pero si quieres un consejo, concentra tu chakra en dos puntos de tus pies. El talón y la palma son en donde te apoyas. El resto es un desperdicio.
Y sin decir más, desapareció.
-Llegas tarde- dijo el Raikage cuando lo vio llegar.
-Lo siento, A- se disculpó Seiteki y miró a su alrededor- ¿Dónde están todos?
-Han partido en sus misiones…
El edificio que funcionaba como sede administrativa de la aldea era alto y azul. En la oficina principal, el Raikage asignaba misiones a los ninjas de la aldea. Generalmente se encontraba llena y bulliciosa pero ese día se respiraba un ambiente tranquilo y silencioso, casi tétrico.
-Supongo que a ti te corresponde la última misión- dijo A y le mostró la última hoja de papel del montón de misiones.
Seiteki se esperaba una de rango D o C. Como pasear al perro o llevar un cajón de cebollas. Una misión con paga mínima y fácil. Deseaba que fuera una misión de clase B, las de proteger documentos importantes o buscar un criminal menor. Grande fue su sorpresa cuando en el sobre encontró una letra A escrita bien grande.
-¿Por qué nadie ha aceptado esta?- preguntó luego de ver la gran cifra de recompensa.
-Porque implica salir de la Aldea, incluso del País del Rayo, por un largo tiempo- contestó el Raikage.
Intrigado, Seiteki leyó el contenido de la misión. A cada palabra, se sorprendía más y más de que nadie hubiera aceptado tal misión.
-¿Por qué debemos prestarle servicio al País del Agua?- preguntó una vez terminada su lectura.
-Es debido a nuestro Tratado de Cooperación- explicó A y se incorporó de su silla. Caminó hasta la ventana y luego añadió- La Aldea de la Arena y la Aldea de la Hoja han firmado uno igual así que Mei Terumi, la Mizukage, ha sugerido que firmemos un tratado nosotros también.
Los Tratados entre aldeas eran muy importantes y, en algunas épocas, imprescindibles. Si dos aldeas firmaban uno, se comprometían a prestarse servicio entre ellas y ayudarse en todo lo posible. Seiteki pensó que esto era de gran ayuda para la Aldea Escondida entre las Nubes.
-¿Y para qué necesitan nuestros aliados a un ninja de grado chunnin o superior?- preguntó.
-Irás a la Aldea como un préstamo. Servirás a la Mizukage, se te asignará un equipo y misiones. Un pequeño porcentaje del dinero recaudado por las misiones te corresponderá como pago y un porcentaje mayor deberás guardarlo para cuando regreses a la Aldea. Ese dinero le será muy útil a las Arcas Comunales.
-¿Tan sólo tengo que mudarme a otro país y recaudar dinero haciendo lo que en definitiva es mi trabajo?
-Sí- contestó determinante.
Seiteki pensó que era un trabajo perfecto.
-Sólo tengo una duda… ¿Por qué la misión está clasificada como Grado A?
El Raikage volvió a su asiento antes de responder.
-No sabemos a qué peligros puedes enfrentarte. El servicio que estás ofreciendo podría definir si el Tratado surte efecto o no. Es de vital importancia que tengas éxito.
Seiteki se sentía preparado, orgulloso. Representaría a su Aldea y traería honor (y dinero). Y lo más importante. Le demostraría a su padre que ser un ninja lo vale. Miró de nuevo la hoja de la misión y… Se le cayó el alma a los pies.
-Aquí dice que el ninja en cuestión debe ser médico- dijo, en voz baja, derrotado.
La risita del Raikage lo sorprendió.
-¿No creíste que seríamos 100% honestos con nuestros aliados, verdad? Además, tienes conocimientos básicos de ninjutsus médicos y primeros auxilios. Eso debe bastar…
Seiteki no se sentía demasiado seguro con esa pero no se atrevía a contestar.
-¿Alguna otra pregunta?- A esperó una respuesta y, al no recibir una prosiguió- Bien, todo está arreglado. Prepárate para salir esta tarde. Puedes utilizar un pergamino de teletransporte de la Oficina de Transporte. Diles que te mando yo.
Seiteki abandonó el edificio y caminó sin rumbo por la calle. Pensó en su nueva misión. Cruzar todo un océano y formar una nueva vida lejos de su hogar, sus amigos y su familia. Gente, costumbres y ninjas desconocidos pasarían a formar parte de su nueva vida. Sintió terror de lo diferente (consideró echarse atrás, total, todavía estaba cerca) pero a la vez, muy en el fondo, tenía un sentimiento de emoción por esta nueva aventura.
Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que se chocó de lleno con su hermana. La kunoichi médica portaba el uniforme oficial de los ninja médicos y caminaba junto a una amiga llevando un millar de agujas,
-Ten cuidado, Seiteki- le espetó duramente- Necesitamos estas Senbon para acupuntura.
-Hola, Rachida- saludó tristemente su hermano- ¿Cómo te trata la vida?
-Mejor que a ti, seguramente- le contestó- ¿Alguna misión interesante?
-Oh… Nada que merezca la pena contar- dijo pero, cuando vio la boca de su hermana abrirse para burlarse, añadió- Solamente me voy del país en misión diplomática.
El millar de agujas Senbon cayó muy cerca de su pie izquierdo.
-¡Cuidado!- advirtió burlonamente- Las necesitan para acupuntura.
Rachida y su compañera levantaron las agujas apresuradamente.
-¿Qué significa que te vas del país?
-Oh, no es nada. El Raikage en persona me ha mandado como el primer intercambio amistoso entre la Aldea Escondida entre las Nubes y la Aldea Escondida en la Niebla.
Seiteki pudo descifrar en el rostro perplejo de su hermana una mezcla de orgullo, felicidad y envidia que disimuló muy bien poniéndose seria.
-Papá estará tan feliz…- murmuró.
-Encárgate tú de decirle. Yo debo irme.
Le dio un abrazo muy afectivo y corrió a su casa.
Encontró a su amigo Denki a punto de partir hacia su entrenamiento. Lo detuvo un momento y le explicó la situación.
-Volveré en unos meses o quizás en unos años… Espero que para entonces estés convertido en chunnin e, incluso, jonin.
-Pero…- Denki parecía tener dificultad en expresar lo que quería decir- ¿Cómo mantendré nuestra casa?
-Puedes volver con tu familia hasta que yo regresé- dijo Seiteki- Estoy seguro de que se alegrarán de verte.
Denki puso cara rara y murmuró que él no creía eso.
-Escucha… Es una oportunidad muy buena para que la desperdicie. Podré entrenarme con ninjas distintos y conocer el Mundo más allá de nuestras fronteras.
-Te extrañaré…
Seiteki sintió ternura.
-Sí, yo también.
Lo abrazó. En un abrir y cerrar de ojos, juntó todas sus pertenencias, ropa y equipamiento que iba a necesitar. Ya en la puerta, oyó que Denki le decía.
-Te estaré esperando.
Salió de su casa, a la cual le echó una última mirada nostálgica, y se encaminó a la Oficina de Transporte. A cada paso miraba a su alrededor, como queriendo grabar en su mente la imagen de su Aldea.
En la Oficina, una amable señorita le indicó por dónde debía ir. Unos tres ninjas con cara de cansados, escribieron un pergamino con el destino que Seiteki les indicó. Se colocó sobre el pergamino ya terminado. Los tres ninjas hicieron cada uno una posición de manos distintas y Seiteki comenzó a girar más y más rápido, alejándose de la Aldea Escondida entre las Nubes.
