Erase una noche taciturna, la cual sobresalía de las innumerables noches por no haber ni el mínimo ruido. No existían el murmullo en las habitaciones, el soplo del viento ni las suaves vocalizaciones del bosque. Por lo menos en ese instante el tiempo era imperceptible, al no haber cambios no podía ser notado.

Quizá sólo un mundo muerto podía permanecer así de inmutable por la eternidad. Un mundo estático y gélido, una pesadilla para la vida, un orden insoportable. Un mundo que pudo haber sido, si es que no fuera tan agobiante. En especial agobiante para un ser que desde siempre se ha empeñado en imponer el caos, antítesis según él, antes que ver desvanecer el movimiento.

El movimiento. Representante del cambio e interés. ¡Cuanta la emoción de encontrar algo nuevo y diferente! Pero éste cambió tiene que ser diferente, tiene que sobrepasar la monotonía. Esta precisa noche se dio una fluctuación– que quizá este peculiar ser provocó, que quizá no– que la dejó calma todavía, pero no perfecta.

La bibliotecaria, dormía apaciblemente en sueño profundo. No había tenido sueños desde que se recostó a dormir. Empero la situación cambió. Podía notarse en sus parpados, que de estar en un estado sosegado, pasaron a moverse inquietamente. Todo su cuerpo empezó a mostrar síntomas de tensión. Todavía faltaban un par de horas para el amanecer.

Su rostro revivió y abrió los ojos llenos de pánico. El letargo del sueño no le permitía mover en completo su cuerpo. No podía gritar. El silencio del mundo la aterrorizaba. Ahora estaba despierta, pero el miedo no se retiraba. ¿Qué podía hacer?

Toda una hora estuvo inmóvil, a la expectativa de la peor resolución. Vinieron a ella pensamientos fatalistas, muchos irreales. Era costumbre de ella. Cada vez que algo se salía del orden esperado y amenazaba con destruir su persona ante los demás, la lógica se le deslizaba por la cañería. Pero éste terror recién sufrido ahora se añadía a las razones que estimulaban su imaginación. Pasó el tiempo y no ocurrió nada. Se percato de que podía hablar y gritó.

Spike saltó sobresaltado, todavía con la respiración acelerada empezó a hablar.

– Twilight, ¿Qué pasa?

–Tuve un sueño terrible– dijo Twilight apenas recobrando el aliento del grito.

– ¿Tanto así para gritar como si se incendiara el árbol?

–No tienes idea Spike– continuó Twilight–. No tienes ni la más remota idea. La pesadilla sólo fue el comenzó.

–Parece que no tiene caso dormirnos de nuevo– dijo Spike mirando el reloj.

–Ni quiero. Vamos Spike, creo que desayunaremos un poco más temprano que de costumbre.