Advertencia: los personajes de este o-s no pertenecen, son, uno de Mónica Alejandra 55 (Aarón Gozenbagh) y el Otro (Dominique Weasley) de J.K Rowling, pero sólo el nombre, la personalidad es totalmente creación de Ale. La trama es mía y tengo el permiso de Alejandra, para subir estos O-S.

Sobres los O-S: Bien, como ya había mencionado en mi perfil, hago fanfics (O-S o T-S) de un fanfic llamado Rojo y negro (se los vuelvo a recomendar, leanlo en serio, no se van a repetir jamás en la vida, yo no lo hice, lo leí a pesar de que está en proceso -no acostumbraba a leer fic sin terminar-, Es un cuento largo cómo llegué a él, así que no me voy a poner a echárselos, porque me tardaría un montón) Cómo decía, hago estas pequeñas historias, las cuales contienen spoilers del ya mencionado fanfic, así que leanlo bajo su propia responsabilidad.

Iré subiendo todos los O-S que he escrito en este espacio que dejaré abierto, porque no sé cuando dejaré de hacer esto, supongo que cuando se termine R&N. Espero que les gusten los O-S, tanto como mí.

Aquí les va el primero, y para lo que están leyendo la historia, se trata más o menos de mi opinión sobre lo que le está sucediendo a Dominique.


" Ante lo predecible está lo impredecible"

1.-

Aarón se encontraba deambulado por los pasillos de Hogwarts. Hace horas que buscaba a Dominique, pero, aunque había recorrido casi todo el castillo, aún no tenía éxito.

El castaño necesitaba hallar a la raveclawn para poder continuar la conversación que fue interrumpida por Malone. Desde que Dominique le había hablado sobre su cambio hormonal, se sentía preocupado. No tanto por el hecho de que éste síntoma no hacía más que corroborarle que, efectivamente, a ella le afectó la licantropía, sino porque temía que la rubia hiciera algo de lo que después, seguro, se arrepentiría...

Aarón tenía la certeza de que toda esa estupidez de que no le importaba quién fuera el primero, se debía a su estado hormonal. Dominique no era una chica superficial, tan práctica cómo para elegir a cualquiera y entregarle su virginidad. No, Dominique era más que eso: ella era inteligente, leal, alegre, aunque a veces esa alegría se tornaba exasperante, pero eso era algo con lo que él había aprendido a lidiar... En resumen, Dominique era una de esas chicas que, a pesar de estar consciente de la crueldad del mundo, aún creía en cuentos de hadas y príncipes azules. El castaño sonrió por esto último, recordando que en una ocasión, Dominique se había referido a él de esa manera, pero al darse cuenta hacia donde lo estaba llevando ese recuerdo, sacudió la cabeza, decidiendo que lo mejor era que se concentrara en hallarla y hacer que ella cambiara idea, antes de que cometiera un error...

¿En dónde podría estar? se preguntó con preocupación mientras se pasaba una mano por su cara y cabello, luego pensó que si Dominique no estaba dentro del castillo, entonces debía de estar afuera. Aarón decidió ir a comprobarlo, y no tardó en hacerlo: En efecto, Dominique estaba en el patio, muy cerca de los limites del Bosque Prohibido, pero ella no estaba sola. Estaba en compañía de un chico al que Aarón no reconoció y que tampoco se iba a tomar la molestia de ubicar su rostro en alguien que pudiera haber visto antes. Sus ojos estaban ocupados viendo la sonrisa encantada que bailaba en esa boca roja y sensual. Aarón frunció el ceño con confusión: ¿Desde cuándo Dominique tenía una sonrisa tan... ¿Traviesa? Y lo más desconcertante aún ¿Desde cuando él pensaba que ella tenía unos labios rojos y sensuales? El castaño no se detuvo a pensar en una respuesta, más bien aceleró el paso, al darse cuenta que Dominique estaba a punto de besarse con aquel chico.

— Dominique, podemos hablar. —demandó una vez se detuvo en frente de la raveclawn, evitando, a tiempo, que ella cometiera su primer error. Ésta, respingó al darse cuenta de su presencia, y giró su rostro, mirándolo sin ninguna expresión de vergüenza por lo que estuvo a punto de hacer. En su boca aún bailaba esa sonrisa hechizante y sus orbes azules brillaban con picardía.

— ¿Podría ser en otro momento? —Dominiqué le propuso con descaro, a la vez que desviaba su mirada al chico que estaba con ella, y mordía su labio inferior. El mensaje le llegó a Aarón con claridad, provocando que su sangre comenzara a hervir cómo si fuera un volcán a punto de erupcionar. Dominique estaba loca si pensaba que la dejaría con el niñato ese, para que hiciera que él tuviera que sumarle otra razón, a la que ya tenía, al sentirse culpable por lo que a ella le estaba sucediendo.

— No —le contestó con voz inquebrantable.—. Tú y yo hablaremos. Ahora. —culminó y, sin esperar a que ella le refutara, la tomó del brazo, comenzando a arrastrarla hacia el castillo. Sin importarle si la estaba lastimando o no, y haciendo caso omiso a los gritos de ella, diciéndole que la soltara.

— ¡Sueltala!

Aarón se obligó a detenerse cuando el chico que estaba con Dominique, había decidido intervenir, tomando a la rubia del otro brazo, jalandola, causando que ésta soltara un gemido de dolor por el estiramiento de sus extremidades, y haciendo que el fuego en el interior de castaño creciera un poco más. Aarón giró su cabeza y, sin siquiera emitir una palabra, le dirigió una mirada dura al chico, el cual palideció, entendiendo quepor su propio bien, quién debía soltar a Dominique era él. Cuando la soltó, Aarón no supo por qué, pero le complació de sobremanera que la raveclawn le dijera al chico que era un cobarde. Aunque después lo llamó cobarde a él también, ya que se estaba aprovechando de la fuerza física que le proporcionaba su condición de hombre, lo que no le permitía a ella defenderse. Pero luego, Dominique agregó que siempre podía seguir gritando, hasta lograr que, al menos, uno de sus primos la escuchara y acudiera en su ayuda. Argumento que hizo que Aarón sacara su varita y lanzara un hechizo silenciador a la rubia, después retomó su andar hacia el castillo, hasta llegar a la sala común de Dominique. Agradeciendo mentalmente haber tenido la suerte de que nadie se diera cuenta que estaba arrastrando a una persona en contra de su voluntad.

Aarón abrió la puerta del cuarto de Dominique y, sólo cuando estuvieron los dos adentro, cerró la puerta mientras dejaba en libertad a la rubia, al tiempo que le quitaba el hechizo silenciador.

Toda rabia se esfumó de él, al ver lo que había causado: el cabello de Dominique estaba alborotado, muy seguramente por todo el forcejeo que hizo ella, en un vano intento de lograr que él aflojara el agarre. Sus mejillas estaban mojadas por las lágrimas que caían de esos ojos que, ahora, lo miraban con una mezcla de odio, dolor y decepción. Lo peor era que en el brazo por donde él la tuvo sujetada todo el camino, podía ver unas marcas moradas. Éstas marcas tenían la forma de sus dedos y, aunque Aarón sabía que el morado no tardaría en desvanecerse, eso no cambiaba el hecho de que la herida interna que le había causado a Dominique, no desaparecería. Pero, las palabras de ella hicieron que todo sentimiento de culpa fueran remplazado por una rabia con el doble de intensidad que la que tenía hace un momento:

— Dime rápido lo que sea que tengas que hablar conmigo. Hay un deseo en mí, que necesito saciar.

Aarón la taladró con la mirada, buscando algún tipo de broma en sus palabras, pero la determinación que vio en ella, le hicieron saber que hablaba en serio. ¿Qué le sorprendía? ¿Acaso ella no se lo había dejado en claro hace unas horas atrás? Es cierto que él le atribuía su comportamiento a la licantropía, pero ¿y si éste sólo había sido el detonante para sacar a flote a la verdadera Dominique? Y si él, ¿sólo estaba excusando su comportamiento por la imagen de niña que se había labrado de ella? Aarón se dejó segar por el fuego que lo consumía por dentro, y habló sin pensar, sin saber por qué demonios escogió precisamente esas palabras:

— Tu prima Rose, no estaría por los rincones de Hogwarts, buscando quién le hiciera el favor. —un segundo fue le que le bastó para ver su respuesta reflejado en el rostro de ella, antes de que ésta le volteara la cara con una fuerte cachetada en su mejilla izquierda. Luego, la rubia caminó con decisión hasta la puerta.

— No quiero que te sigas metiendo en mi vida. Tú no eres nada mío, lo que no te da ningún derecho a juzgarme. —le dijo sin mirarlo a la vez que abría la puerta, exigiéndole tácitamente que se fuera. Aarón no discutió y obligó a sus pies a caminar fuera del cuarto. Dominique cerró la puerta de un portazo una vez que él estuvo fuera, y varios raveclawn se asomaron por el ruido. Al castaño no le importó las caras fruncidas que tenían todos al verlo salir del cuarto de Dominique, y siguió su camino hasta salir de la sala común...

Una vez que se encontró solo en uno de los pasillos, detuvo su andar, dejando que su espalda se apoyara en una de las paredes, deslizándose hasta quedar sentado con las piernas flexionadas y la cabeza echada hacia atrás. Aarón cerró sus ojos. En su cabeza, el eco de lo que le dijo Dominique percistía.

Dominique tenía razón, él no era nada suyo, ese era su cuerpo, con licantropía o no, ella era la única que decidía que hacer con él. Pero, lo cierto era que la sola idea de pensar en Dominique teniendo relaciones, hacía que se le subiera la bilis a la garganta. Se había dicho que era por el hecho de que ella era sólo una niña, una que aún dormía con peluches y pijamas de dibujitos, una niña que transmitía ternura e inocencia, pero una vocecita fastidiosa le decía otra cosa que, ciertamente, el castaño no quería repetirse en voz alta. Aarón se pasó una mano en la cabeza frustrado: no entendía lo que le pesaba. Por un lado, siempre había visto a Dominique como una niña, pero por el otro, ya no. Y ésto era lo que le frustraba, porque a su vez, lo descontrolaba y él siempre había sabido cómo mantener el control.