Traducción autorizada por la autora original inkystars

Título: Exsanguination: A Love Story

Autora: inkystars

Traductora: Zushu

Categoría: M.

Pareja: Blaine/Kurt

Advertencias: Universo Alternativo, Horror, Misterio, Violencia gráfica, Pensamientos Suicidas, Intento(s) de Suicidio. Acto(s) que envuelve(n) a un menor de edad. Romance.

Descargo de responsabilidad: Glee y todos sus personajes no me pertenecen.

Resumen: En las invernales nieblas de Provincetown, un chico en duelo que quiere morir y un hombre no-muerto que no sabe cómo vivir se ayudan uno al otro a descubrir el significado de lo que es estar vivo.

N/T: Queridas y fieles lectoras y lectores: quiero asegurarles que no hay nada que temer, la traducción de este fic de ninguna manera retrasara All You Needed Was Me.

Y bueno, no dejen que las advertencias les espanten, esta es una historia muy linda y la autora es una escritora fantástica. Sin embargo, las advertencias están ahí por una razón, así que atención a los débiles de corazón.

*Exsanguination: Es un término médico que significa drenar la sangre de alguien, fue popularizado por un episodio de la primera temporada de X-Files. También es el nombre de una canción de AFI.


Prólogo: Nueve años antes…

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Un Kurt de ocho años caminaba entre árboles altos y delgados, tratando de encontrar el camino de regreso a casa de su abuela para no llegar tarde al refrigerio, pero se encontraba perdido, la nieve comenzaba a caer de nuevo y cada vez tenía más frío. Envolvió su cálida bufanda en torno a él y caminó, confiando que de alguna forma terminaría encontrando el camino de regreso a la casa.

El bosque estaba tranquilo. Los pájaros no cantaban, Kurt suponía que todos habían volado al sur debido al invierno. Pero ni ardillas ni pequeños animales hacían ruido, lo que Kurt encontraba extraño porque antes lo había.

Los arboles comenzaron a escasear y se encontró a sí mismo en un claro. Frunció el ceño, no había pasado por aquí. Mirando a su alrededor pudo vislumbrar algo sobre la copa de los arboles a su izquierda ― ¿un edificio?―, el claro estaba completamente vacío excepto por…

Kurt avanzó hacia el viejo pozo.

Era grande ―llegaba hasta su pecho― y viejo. Estaba cubierto con una tapa de madera gruesa que tenía resistentes cerrojos de metal, el resto estaba hecho con grandes piedras oscuras. Se inclinó hacia adelante con curiosidad, colocando sus manos enguantadas sobre las piedras y sintiendo el frío glacial a través de la lana.

Colocó demasiado peso sobre una de las piedras pequeñas ―una que era un poco más pequeña que su palma― y esta se deslizo fuera de su lugar, precipitándose dentro del pozo. Kurt parpadeó en sorpresa, esperando… sin saber muy bien lo que esperaba, hasta que, casi minuto y medio más tarde, finalmente escuchó un golpe contra el agua.

Un extraño escalofrió le llenó y apartó sus manos del pozo rápidamente.

En el espacio que había sido desocupado al empujar accidentalmente la roca adentro, un ojo le miraba fijamente.

Kurt se tambaleo hacia atrás, un grito escapó de su garganta mientras corría en dirección contraria a la que había llegado entre la nieve, atravesando el bosque a paso vertiginoso, el único pensamiento en su mente ¡corre corre corre corre corre corre―!

Tropezó contra un arbusto espinoso y salió del bosque. Estaba en una playa, lo único alrededor era un viejo faro. El sol se hundía al horizonte por el océano y oscuridad comenzaba a llenar el área. Corrió en dirección al faro, sin querer mirar atrás en caso de que lo que sea que estaba en el pozo lo estuviera siguiendo. Intento abrir la puerta pero estaba cerrada con pestillo. Limpiándose las lágrimas de los ojos, se estiró de puntillas hasta que pudo tomar el picaporte y jaló de el con fuerza, tirando la puerta abierta.

Oscuridad lo recibió en la entrada. Kurt vaciló un instante antes de dar un paso hacia ella.

Algo inconfundiblemente vivo respiraba desde la oscuridad, de forma bastante audible, y Kurt se congeló, sus ojos ensanchándose.

Segundos después Kurt estaba tirado sobre su espalda, sin aliento y con algo oscuro cerniéndose sobre él, presionando su pecho y dificultándole la respiración. Ojos dorados resplandecieron en la oscuridad y Kurt vio un colmillo, escucho un gruñido y todo comenzó a ponerse borroso y su cabeza dolió…

Y luego, la presión se fue y Kurt yacía tumbado sobre la nieve; con su cabeza martilleando y una sensación pegajosa. Después no recordó nada más.

...

Presente...

...

Un Kurt de diecisiete años se encontraba de pie frente a la casa de su abuela, con una maleta en una mano y una bolsa en la otra. El gris y claro cielo se cernía en lo alto, no había amenaza de lluvia o niebla. Una prístina y limpia manta de nieve rodeaba la impresionante casa de tres plantas y la madera pálida amarilla-verdosa resplandecía contra la destellante nieve.

Kurt exhaló lentamente, conteniendo el aliento brevemente antes de disiparse. Subió los escalones de la entrada y tocó el timbre una vez.

Edmund, el mayordomo de su abuela abrió la puerta saludando a Kurt. "Sr. Hummel. La Sra. Blanc esta indispuesta en este momento, pero dejo dicho que lo acompañara para cenar."

Kurt asintió, cruzando el umbral de su nuevo hogar.

"Todos los documentos y horarios están en su habitación usual," prosiguió Edmund. "Empezara la escuela mañana en St. Andrew, que se encuentra a las afueras de la ciudad."

Kurt subió las escaleras de la casa increíblemente vacía sin prestar mayor atención a Edmund.

Su habitación se encontraba en el segundo piso. Era la misma habitación en la que había estado cuando era más joven ―cuando su madre aún estaba viva― y visitaban a su abuela. Excepto que ahora la cama era más grande y la habitación parecía prácticamente desprovista de cosas. Colocó sus maletas en el suelo y se sentó en el edredón gris, miró las blancas paredes a su alrededor y luego por la ventana, al blanco paisaje, salpicado de delgados arboles negros.

Nombres en lapidas aparecieron brevemente ante sus ojos y parpadeó para alejar el recuerdo de sus padres, descansando uno junto al otro en la tierra. Había llorado lo suficiente en el último mes, y su abuela siempre había odiado el sonido.

En lugar de eso, se puso de pie y se acercó a la ventana, mirando los suaves copos comenzar a caer del cielo incesantemente.

Se sentía muerto por dentro.