Declaración: Rurouni Kenshin ni sus personajes me pertenecen en modo alguno. Hago esto por diversión y sin fines de lucro.
Nota de Autora.
Hola!
No es común que ponga mis notas al principio pero me pareció que por este fanfic ameritaba. Como saben, soy una defensora del Kenshin Kaoru pero, después de escribir "Dónde Puedas Amarme" quedé con una inquietud. Por eso, como notarán, tomé como idea el hecho de que Kenshin se va y Kaoru se queda sola. Fuera de eso, es lo único que tienen en común.
La estructura también es diferente, ya que este acto está dividido en cuatro partes que ustedes pronto averiguarán cómo funcionan.
Tal vez, la idea de Kaoru con otro hombre no sea atractiva. Para mí tampoco en un comienzo, pero debo admitir que Fukio se ha robado mi corazón como espero tenga cabida en el suyo, al menos, dentro del universo que plantea el fan fic.
El próximo es el último capítulo e incluirá Lemon. Hasta entonces!.
En tu ausencia
Acto Uno.
Su llegada
I
-¡Dijiste que no te importaba, qué podías vivir con eso!-
Ella se sentó en el futón, molesta, muy dolida. Mucho.
A su lado, el pelirrojo cubierto hasta la cintura, suspiraba enfadado, poniéndose el brazo sobre la frente, mirando el cielo de la habitación con toda determinación, porque eso era mejor que enfrentar la mirada de su compañera.
-¿Qué quieres que haga? ¿Qué te pida perdón mil veces por eso? Yo ya no puedo más con todo esto… - dijo la joven ahogando un sollozo, y tomando aire para recuperar la compostura.- Yo no puedo echar atrás el tiempo, tampoco me arrepiento de lo que hice. Incluso, puede que de volver a vivirlo lo haga otra vez. Pero si hay algo que te aseguro, no haría de nuevo, es contártelo.-
Se puso de pie con gracia y salió del cuarto, mal envuelta en la yukata que se acomodaría al llegar a su propio dormitorio. Terco, Kenshin se mantuvo acostado, con los labios apretados para que no se le escapara alguna palabra de disculpa.
Kaoru, una vez a solas, se arrojó a su propio lecho, extendido sobre el tatami, aún sin desarmar, para golpear con el puño el suave futón.
¿Por qué? ¿Por qué los hombres tenían que ser así? Exigían ser los primeros en el cuerpo de una mujer, ¡y cómo la desdeñaban si no era así! Olvidaban de un plumazo todo el amor y la dedicación que ellas pudieran procurarles. Ella pensó que él sería diferente, que al humilde ex vagabundo esas cosas no le importarían porque estaría tan feliz de no ser juzgado por alguien, de formar una familia y tener un hogar, que ese detalle, el de su virginidad, bien podría pasarlo por alto.
Pero Kenshin, con todo lo amable, con todo lo humano, era también un hombre. Y sólo por eso, no la podía perdonar.
O-O-o-o-o-o-O-O
Veintiún años.
Kaoru recordó que en tan solo un par de días cumpliría sus veintiuno. Se sabía joven aún, pero sentía el corazón muy cansado.
Poco después de la batalla contra Enishi, hacía algunos años atrás, Kaoru se sentía feliz. Era cosa de tiempo, muy poco, para que él se le declarara. Entonces, ella asentiría y entonces se casarían. El futuro estaba resuelto hasta en los más mínimos detalles en su cabecita infantil. Vivirían del dojo y de algún empleo que Kenshin pudiera conseguir por ahí. Kenshin se mudaría a su cuarto y Yahiko al de Kenshin… todo iría bien. Pero un foco revolucionario apareció en alguna parte y de inmediato Kenshin fue solicitado para brindar su ayuda.
Yamagata había dejado en claro que no era necesario que permaneciera mucho tiempo por allá. Bastaba con que les ayudara a tramar alguna cosa para que el asunto fuera resuelto con el menor uso posible de violencia, con el fin de ser bien mirados por los países europeos que se decían tan civilizados. Pero Kenshin, preocupado, sin dar mayores explicaciones se marchó del dojo, prometiendo regresar y dejando a Kaoru con el alma en los pies. Tuvieron que pasar meses para que Kaoru comprendiera que no valía la pena ir a esperarlo cada tarde al rincón de las luciérnagas, o pasar por el correo a ver si tal vez había alguna carta para ella.
-¿Entonces… en verdad no volverá esta vez?- se preguntó la joven apoyando la cabeza en ambas manos, muy cansada de su última incursión a la calle, a ver si aparecía su amor con su andar tranquilo y su figura menuda emergiendo de entre las sombras.
Tsubame, tan dulce como era, no podía ver a Kaoru abatida.
-Prometió que volvería, ¿no?- respondió intentando sonar animada.
Y Kaoru con todo, se aferró una temporada más a esas dulces palabras.
Pero el tiempo pasó y ella no se hacía más joven. Yahiko se fue del dojo y Kaoru notó que su cuerpo estaba cambiando. Sus pechos se hicieron más plenos, incluso subió un poco de peso aunque a juicio de sus amistades, se veía mejor que cuando estaba flacucha. "Espero que ahora consigas un hombre, porque está por dejarte el tren" La aconsejaban. Y aquel consejo, dicho medio en serio, medio en broma, atormentaba a Kaoru cada noche, antes de irse a la cama.
-Deja de espantar a los muchachos que se te acercan.- le había dicho Tae, quien estaba recién casada y feliz de la vida.- Kaoru… da vuelta la hoja de una vez. Si ese pelirrojo no hace acto de presencia, aunque sea mediante una carta, es que no piensa lo suficiente en ti, estando lejos.-
Con la esperanza debilitada, Kaoru lloró y lloró una noche, tras escuchar a Tae cuchicheando con una amiga.
-Es preciosa, como dices. Un alma noble como pocas he visto, pero por lo mismo tan ingenua. Ese hombre que vivió con ella… no, no, nunca pasó nada entre ellos, eso me consta, pero él fue muy cruel. Claro… nunca la alentó a nada con él, pero tampoco supo pararla aún cuando todos sabíamos que ella moría de amor y ganas de estar en sus brazos. A veces pienso que el estallido de esa revolución le dio la excusa perfecta para marcharse limpiamente, sin tener que decirle algo que tal vez Kaoru no haya querido escuchar. Pero la dejó ilusionada con una vuelta que no fue.-
¿Entonces Kenshin no la había querido? ¿Acaso la había visto como una chiquilla molesta tras él?… Kaoru se había tapado la boca para no gritar del dolor y se había escabullido prontamente de Akabeko antes de que alguien notara su presencia. No podía enfadarse con Tae porque reconocía, en lo más profundo de ella, que no levantaba calumnia alguna, sino que decía la verdad con todas sus letras. Algo que los demás no se atrevían a decirle en la cara pero que todos pensaban. Kaoru se sintió enferma, y muy triste. Y había estallado una vez se encontró sola en casa, llorando tanto que a veces se quedaba sin aire y sin fuerzas para despegar del suelo. Tanto, que al día siguiente no tuvo ánimos ni de levantarse… tanto, que en verdad pensó que la vida no valía nada.
O-O-o-o-o-o-O-O
En aquellos días de tristeza, el señor Maekawa presentó ante todos a su nueva contratación: Fukio Mishima, maestro de kendo.
-Kaoru, querida, esto no significa que quiera prescindir de tus servicios. Simplemente he visto a este hombre en otra escuela y tiene un estilo muy interesante de lucha. He pensado que pueden trabajar juntos combinando lo mejor de sus técnicas, para complementar las enseñanzas del arte de espadas. Porque aún lo que tú enseñas tiene algunas falencias, así como el estilo de él. Pueden apoyarse y sacar algo de provecho.-
A Kaoru no le había caído muy bien Fukio al conocerlo. Era todo lo opuesto a Kenshin físicamente, y más parecido a… a Aoshi, aunque un poco más bajo y de piel morena, debido a su arduo entrenamiento bajo el sol. Tenía ojos oscuros y el cabello castaño, muy liso y un poco largo, porque le llegaba casi a los hombros. Pero era, además de atractivo, un tipo arrogante que no la creía capaz de poseer y sostener una buena técnica.
-¡Eres sólo una muchachita!- le dijo al ser presentados.- Dudo mucho que seas capaz de sostener tu boken.-
Entonces, para demostrarle lo contrario, Kaoru lo retó a un pequeño encuentro a vista de los estudiantes, pero ganó Fukio y se burló de su escuela Kamiya Kasshim. Enfadada, Kaoru citó a Yahiko a su casa para que la ayudara en un entrenamiento intensivo.
Por eso, en el siguiente encuentro, quedaron empatados.
-Veo, muchachita, que estás sacando las garras.-
-¡Me llamo Kamiya Kaoru, no "muchachita"! - Le había gritado. A Sanosuke tal apelativo se lo podía dejar pasar, pero no a ese aparecido.
Fukio había reído y por alguna extraña razón, el mal humor de Kaoru se disipó y rió también, mientras los alumnos los vitoreaban.
-Se te ve muy bonita hoy.- Le había dicho Tae una mañana al verla pasar hacia el dojo Maekawa.- Hace tiempo que no te hacías esa coleta. ¿Será culpa de un chico, quizá?-
-Con lo de Kenshin me basta y me sobra.- repuso Kaoru molesta.- Me he arreglado para mí misma.
-Y ese brillo en los ojos… ¿También es para ti misma? Tal vez te complazca cuando te mires en el espejo.-
Kaoru gruñó algo y siguió su solitario camino, con el bolso a la espalda. Yahiko había enfermado del estómago y no podía acompañarla. Mascullaba algo entre dientes cuando de pronto su bolso se le hizo ligero y Fukio, caminando a su lado, acabó de arrebatárselo.
-No es bueno que una dama cargue cosas tan pesadas. Más si está tan ocupada maldiciendo a quién sabe quién. ¿Seré yo el causante de tal enfado?-
-No digas tonterías…- repuso la joven sintiéndose de pronto muy viva.- No eres tan importante como para causar mi enojo.- Las discusiones con Fukio últimamente le levantaban el ánimo aunque se produjeran por cualquier cosa y él le ganara siempre con sus argumentos.- Yo… dame mis cosas. A mí me toca cargarlas.-
Fukio las elevó como si pesaran la nada misma, alejándolas de su alcance, y Kaoru no pudo recuperarlas.
-Eres imposible.- resolvió la joven resignada y caminando junto a él.
II
Kenshin abrió los ojos pesadamente y recordó lo de la noche anterior. Se maldijo a sí mismo en voz baja por su estúpido orgullo y salió en busca de su amada. La encontró sobre el futón, durmiendo, con las mejillas brillantes por el rastro de las lágrimas. Apretó un puño con fuerza, enfadado por haberla hecho llorar de esa manera.
Había sido una discusión tan tonta. Después de hacer el amor él le había preguntado si le había gustado y ella, con esa voz dulce y mirada soñadora que tenía, le había dicho que si. Pero luego, en vez de morderse la lengua, preguntó:
-¿Lo hago acaso, mejor que él?-
Y el infierno había explotado en esa habitación. Kaoru, que dormitaba sobre su pecho, se había medio incorporado.
-No empieces de nuevo con eso.-
-Tengo derecho a saberlo.- había repuesto Kenshin.- Tal vez él le hacía algo mejor que yo y no mejoraré si no me lo dice.-
-No lo sé, no lo recuerdo.- dijo Kaoru acostándose y dándole la espalda.- Y ya no hablemos de eso. Mañana hay que trabajar temprano.-
-Sí lo recuerda. Admítalo.- dijo Kenshin tomándola del hombro para volverla hacia él.- Vamos, Kaoru… ¿Soy mejor?-
Lo había preguntado con calma, pero lo cierto es que Kenshin bullía por dentro.
-¿Y yo?… dime, Kenshin… ¿soy mejor que Tomoe?- contraatacó la joven con rabia.
-Sí.- respondió él, dejando a Kaoru sin argumento alguno para no responder a su pregunta.- Y ahora dígame… -
-De verdad, no quiero hablar de esto. No me parece correcto.-
-No le gusta hablar, pero le gusta hacer, ¿no?-
-Kenshin, por favor… no sigas. Mi amor… esta discusión no nos va a llevar a ningún lado. Sólo nos enfadaremos.-
-Respóndame y la dejo en paz.-
-Está bien. Tú eres mejor, Kenshin. Eres apasionado, cariñoso, tierno a la vez. Y te amo, por eso me siento en las nubes cada vez que estoy contigo.- respondió la joven, cansada.
Kenshin pareció estar satisfecho con esa explicación, sin embargo comentó:
-Si tan solo hubiera usted esperado un poco más…-
Y eso había bastado para hacer enfadar a Kaoru y conseguir, sin proponérselo, que se fuera de la pieza.
Kenshin regresó al presente y miró a la joven bostezar antes de abrir los ojos y pasarse una mano por el cabello revuelto, tratando de acomodarlo. Luego reparó en él.
-Kenshin… -
-Buenos días.-
-Buenos días. ¿Qué hora es?.-
Era tarde. Por eso ella se saltó el desayuno y saliendo apresurada, corrió, llegando a la puerta a tiempo de abrirla para que entraran sus estudiantes. Eran unos nueve y aunque a veces pensaba que su escuela nunca volvería a ser lo que fue cuando su padre vivía, el entusiasmo de los chicos y de una niña la hacía tener fe en el futuro. Yahiko llegó a tiempo para ayudarla.
Era hora de los pequeños combates y Hiroshi reclamó cuando le tocó con Misami.
-Es una chica. Maestra, por favor, déme algo más difícil.-
-Pelearás con ella. Ponte en posición que empezaré a contar… -
Misami molió a Hiroshi y Kaoru, mientras les veía hacer, regresó a sus recuerdos.
O-O-o-o-o-o-O-O
-Hoy te acompañaré a tu casa, muchachita.-
-No tienes que hacerlo.-
-Claro que si. Hoy no has traído a ese chico… Yahiko. Algo te puede pasar.-
-No es necesario. He vivido aquí toda mi vida, hecho este recorrido sola infinidad de veces y… -
-Está bien… confesaré. No es por ti que quiero acompañarte. Es por mí.-
-¿Ehh… ?-
-Verás… pues… necesito a alguien con quien conversar. Aún no conozco a mucha gente en esta ciudad y… -
Kaoru lo miraba incrédula. ¿Ese ser arrogante le estaba diciendo que se sentía solo?
-… pensé en ti. No es que tengamos muchas cosas en común; ni siquiera eres mi tipo de chica… Kami me salve de tener una novia como tú pero… bueno, es lo que hay.-
A Kaoru se le hinchó una venita en la frente.
-Espero que a mi también me salve de tener alguna vez un novio como tú. Eres de lo peorcito que he conocido.-
Los ojos de la joven centellearon de furia y Fukio, satisfecho consigo mismo, sonrió.
-Dado que los dos nos caemos pésimo, podríamos ir a celebrarlo comiendo dulces por ahí. Yo te invito.-
-¡Yo no tengo nada que celebrar contigo!-
-Claro que tienes algo que celebrar. El que tú y yo nunca seremos novios. Vamos a brindar por eso.-
Fukio podía ser un desastre para generar buenas relaciones, pero siempre estaba de buen humor. Y eso era algo contagioso. A pesar que sólo destilaba hiel por sus palabras, Kaoru se encontró aceptando su invitación. Y esa fue la primera de muchas que siguieron después de sus juntas para perfeccionar y combinar sus técnicas.
-Entonces vives sola.-
Kaoru se arrepintió en cuanto le confidenció eso a Fukio, que bebía sake con ella. Quizá eran los efectos del alcohol.
-No es tan así. En realidad… yo… hem… Yahiko va a verme todos los días. Y tengo amigos que… -
-Que no viven contigo.-
-Hem… pues… -
Fukio sonrió y le llenó de nuevo la copa de sake.
-Brindemos por eso.-
-¿Acaso estás loco? Vivir sola no es algo que haya elegido… ni menos algo por lo que quiera brindar.-
Fukio la miró como si le diera lo mismo lo que ella le decía.
-Claro que es una elección. Todos los estados que tenemos son una elección. Porque… a ver… tú podrías darme de calabazas, mandarme a freír monos por ahí pero en cambio has aceptado salir conmigo a pesar de que no nos caemos bien. Y cuando te quedaste sola… bien podrías haber llevado alguna amiga a tu casa… un gato, un perro… estar sola es algo que tú elegiste aunque no te guste. ¡Qué raras son ustedes las mujeres! Hacen cosas que no quieren y luego se preguntan por qué lloran tanto cuando les viene la… -
-Oye, ¡cállate!- dijo sonrojada Kaoru, mirando en rededor para ver si alguien había escuchado esa conversación.- No puedes ser tan impertinente. De eso no se habla. Es tabú.-
-No entiendo por qué, si desde que el mundo es mundo eso les pasa siempre, una vez al mes a todas. Créeme, sé de lo que hablo. Mis hermanas mayores se ponían imposibles y una vez… -
Kaoru se tapó la cara con una mano, sin poder creer que pudiera estar compartiendo sake con ese retrasado. Era como un Sanosuke, más refinado y encantador aunque no le gustara reconocerlo. Y aún cuando en sus peleas hervían de rabia, él jamás le decía algo hiriente o vergonzoso. Al menos tenía algo a favor, peleaba con dignidad.
-Esto es demasiado para mí.- dijo la joven levantándose roja de rabia tras escuchar el relato de la hermana que sangró tanto durante su menstruación que el líquido se deslizó por su pierna hasta el suelo, formando un charco.- Me voy.-
Fukio no se dio por aludido.
-Al menos estamos avanzando y estás siendo consecuente con el odio que sientes. Hasta pronto, Muchachita.-
Kaoru se fue aún más enfadada. No sabía si era por lo impertinente de su acompañante, o porque no le pidió que se quedara un momento más con él.
III
Lo que fuera que estaba cocinando Kenshin, olía delicioso. Kaoru decidió darse un baño antes del almuerzo, para quitarse el olor a sudor. Todo estaba preparado para su aseo personal: toallas, cubeta, jabón. Levantó una pierna para meterse a la tina cuando percibió un picante olor que indicaba que la noche anterior, Kenshin la había poseído.
En otra ocasión, Kaoru hubiera sonreído y habría evocado los recuerdos gratos del encuentro. Pero en ese momento se metió decidida a la tina y se lavó de inmediato la entrepierna. Luego se hundió y permaneció bajo el agua, conteniendo la respiración, unos momentos. Al salir, abrió los ojos y tomó aire hondamente.
O-O-o-o-o-o-O-O
Fukio tenía razón en una cosa. Muchas de las cosas que experimentaba, las elegía ella misma. Por ejemplo, ella eligió creer en que Kenshin vendría y eligió esperarlo. Por un tiempo, eligió quedarse sola y eligió volverse una persona agria en vez de la joven alegre y despreocupada que todos conocían.
-¡Debo cambiar mi actitud!- se dijo una mañana apenas abrió los ojos, sentándose en el futón al decir esa frase.- Soy una mujer de veinte años sola, solterona… y realmente no quiero elegir esto. Desde hoy, ¡haré lo que me plazca!-
Se levantó con decisión y desdeñó las hierbas para el desayuno. En vez de eso, se comió un exquisito pastel que le trajo Yahiko, encontrándolo delicioso.
-¡Al diablo con la dieta! Hago tanto ejercicio que no necesito matarme de hambre para estar delgada. -
Luego regresó a su cuarto. Era el día a la semana de clases en el dojo Maekawa.
-No tengo por qué ir de traje de ejercicio si puedo ir en kimono. Después de todo, es el único día que voy a la ciudad. ¡Y me pongo ropa de trabajo en vez de lucir mis vestidos! Con razón me estoy sintiendo tan vieja.-
Eligió su más lindo traje y su cinta más brillante. Kaoru eligió verse bien y también eligió sonreír. Se echó el bolso a la espalda y salió con la barbilla en alto, desafiando a su yo triste y desconsolado.
Al pasar cerca de árbol, notó una sombra a la que no le prestó mayor atención. Pero esa sombra de pronto se movió cuando ella no la veía, y corrió hacia ella.
-¿Muchachita?.-
Extrañada ante el sonido de esa voz, Kaoru se detuvo en seco y se volvió hacia Fukio, que la miraba como si no la reconociera.
-¡No puedo creer que seas tú!… ¡Oh, muchachita… te ves tan femenina!-
Kaoru tomó aire, buscando paciencia para no azotar a ese descriteriado contra la pared, y siguió su camino. Ese día era para ser feliz.
-Hey, espérame.- le gritó él dándole alcance.- Te esperaba para caminar contigo y tú… ¿por qué diablos decidiste disfrazarte así?-
-No es ningún disfraz. Es mi ropa, la que uso cuando estoy en casa.- contestó Kaoru caminando tranquila. Por alguna extraña razón, Fukio se veía algo descolocado.
-¿Y entrenarás a tus alumnos en kimono?-
-No. Me cambiaré de ropa en casa de una amiga antes de llegar al dojo. Al regreso, me la volveré a poner.-
-Lástima, deberías dejarte así. En verdad te ves muy linda.-
Kaoru miró de reojo a Fukio, que miraba hacia otra parte. Volvió su vista al camino.
-¿Acaso te estás replanteando lo de tener una novia como yo?- preguntó en broma. Fukio no la miró, pero sorprendida, la joven notó que la mejilla que ella alcanzaba a ver estaba… ¿rojiza?
Al cabo de un rato, él respondió.
-Claro que no pienso eso. ¡Ah!, faltaba más… además, eres una muchachita, muy joven para mí.-
-¿Cuántos años tienes, Fukio?- preguntó la joven intrigada.
-Veintiocho.-
-Vaya… en verdad estás muy anciano para mí. Quizá debería tratarte de "usted".-
-Oh, no. Ni se te ocurra, muchachita. Me gusta que me tutees. Se siente bien. Me siento joven.-
-Hum… pero… aunque representas tus años, te ves muy bien.- Kaoru ese día, había decidido ser agradable, aún con ese.
-Gracias por el cumplido. Y tú, muchachita… ¿Cuántos años tienes?-
-Veinte.-
-Jajaja… ya, en serio… dime tu edad.-
Kaoru no comprendió a qué se refería él.
-Hem… veinte. Nací el año 62.-
Fukio se detuvo en seco.
-¿Veinte años?-
Kaoru también se detuvo.
-Claro que sí. ¿Acaso está mal?.-
Fukio pestañeó varias veces.
-No. En realidad… es que te ves más joven. Pero… creo que me gusta saber que eres más vieja de lo que aparentas.-
Kaoru no comprendió por qué él decía eso y siguieron andando.
-A esta edad, ya debes haber tenido algún novio. Ya deberías estar casada.-
-Lo sé.- repuso Kaoru. -Pero no es así.-
-¿Por qué?.-
Fukio estaba muy serio y por primera vez no bromeaba. Eso le dio a Kaoru la confianza de hablarle de su vida.
-Yo… cuando tenía diecisiete conocí a un hombre del que me enamoré pero… él no correspondió a mis sentimientos y se marchó. Eso es todo. ¿Y tú? Nunca me has dicho si estás casado o si tienes prometida.-
-Me casé a tu edad pero… la mala fortuna quiso quitarme a mi dulce Asaki. Teníamos tres años de casados y esperábamos nuestro primer hijo. Nada que hacer. El parto se complicó y perdí a los dos.-
-Pero eso es terrible.- dijo Kaoru. Y a pesar de haber vivido eso él siempre se mostraba tan feliz… siempre infundando ánimo a los alumnos menos aventajados, premiando a los que se esforzaban y siendo positivo mientras ella sólo agriaba a los demás con sus dudas y preocupaciones.
-Es terrible, lo sé, pero… -Fukio tomó aire.- Mi padre siempre me decía que de todas las experiencias, buenas o malas, debíamos aprender algo y sacar lo mejor. Después de la muerte de mi esposa y mi hijo me costó darme cuenta de que ella siempre me quería ver sonreír. Por eso, cuando dejé de llorar y lamentarme por mi suerte… me convertí en este desquiciado que ves aquí.-
Kaoru no pudo evitar pensar en Kenshin y Tomoe. Ella lo había salvado porque supo que él tenía algo bueno, algo que él se negó a ver una y otra vez, culpándose siempre de todo. Kenshin se había quedado en el pasado para salir de eso recién durante la batalla con Enishi. Fukio en cambio regalaba sonrisas y ánimo a los demás porque sabía lo que era sentirse perdido.
IV
Kaoru decidió vestirse en su cuarto porque los vapores del agua humedecerían su ropa. Miró en torno y recordó que fue ahí donde tuvo su primer encuentro sexual. No con Kenshin Himura, como siempre soñaba, sino con Fukio Mishima.
Por eso, tal vez, ella siempre optaba por ir al cuarto de Kenshin. No le parecía correcto tener relaciones sexuales sobre un futón en el que estuvo con otro hombre.
-La comida está lista, Kaoru.-
-Ya voy.- respondió al pelirrojo que estaba tras de la puerta.- Dame unos minutos.-
Kenshin la dejó a solas y ella finalmente empezó a ponerse la ropa interior.
O-O-o-o-o-o-O-O
-Te acompañaré a tu casa. No has traído paraguas. ¡Eres tan poco previsora!-
-¡Cómo esperas que se me ocurra que en un lindo día de sol se largue a llover tan repentinamente!-
-¿Acaso no notaste lo tibio del viento, las nubes en el horizonte? Realmente eres un desastre, muchacha.- repuso Fukio moviendo la cabeza de un lado a otro, haciéndola sentir, como siempre que discutían, una tonta. En eso el hombre la tomó de un brazo y jaló de ella hacia él, repentinamente.
En eso, un chico pasó corriendo a toda prisa tan cerca de Kaoru, que rozó su brazo.
-¡Estos jóvenes idiotas no tienen respeto por nadie!- dijo Fukio molesto.-¿Te pasó a llevar?-
-No… no lo hizo. Gracias por ayudarme.-
-De nada, ya sabes, para eso estamos los caballeros.-
Caminaron muy juntos uno del otro para quedar bajo el paraguas y no mojarse tanto. Al llegar al puente, notaron que un tronco había hecho volar una sección de él.
-Tendremos que saltar.- observó Fukio. -Vamos, yo lo haré primero porque tengo las piernas más largas, luego lo harás tú y yo te ayudaré.-
Molesta, Kaoru pensó que Kenshin saltaría con ella en la espalda porque los saltos no eran algo que a ella se le diera bien.
Fukio saltó sin mayor problema.
-¡Lánzame los bolsos!- le dijo cuando estuvo bien equilibrado en la otra orilla del puente.- Esta parte está bien firme, pero no creo que tengamos mucho tiempo.-
Kaoru entonces comprendió que Fukio saltó primero para comprobar que era seguro hacerlo. Le lanzó los bolsos con fuerza para que no cayeran antes de llegar a las manos masculinas y ambos paquetes fueron recibidos y puestos por ahí.
-Muy bien, muchachita, ahora hazlo tú.-
Oh, no…
La joven sintió sus piernas temblar. ¿Saltar ella? ¿Y si caía al río?
-¡Puedes hacerlo… es sólo metro y medio. ¡Todas las personas pueden saltar en largo la medida de su altura y tú no eres la excepción!.-
-¡No puedo!.- dijo la joven al borde del colapso nervioso, aferrándose a la baranda, mirando el agua turbulenta a escasos centímetros de sus pies.
-Claro que puedes. ¡No mires el agua, mírame a mí! Has de cuenta que vas a atacarme… Kaoru, por Kami, salta!-
Era la primera vez que la llamaba por su nombre. Kaoru se asombró.
-Vamos, Kaoru… Kaoru, si no supiera que puedes hacerlo, te habría cargado pero… sé que eres capaz.-
¿Ella, capaz de hacer algo arriesgado? Kenshin no se lo hubiera permitido. Tal vez no confiaba tanto en sus habilidades. De todos modos, no había tiempo de seguir filosofando, porque un inmenso tronco venía a estrellarse contra su sección del puente.
-¡SALTA!-
Kaoru cayó en los brazos de Fukio, quien la levantó del piso como si nada y acabó de atravesar el puente. Ya en la orilla, la dejó tocar el suelo.
-Te dije que podías. Oh, muchachita… pensé que no te atreverías… que te irías río abajo con puente y todo.-
Para absoluta sorpresa de Kaoru, Fukio la abrazó. Y no le importó que se estuvieran mojando, que los bolsos se estuvieran empapando y el puente se desmoronara dejando a algunas personas sin poder cruzar, porque Kaoru estaba sana y salva, entre sus brazos.
-Lo hiciste bien, Kaoru. Lo hiciste muy bien.-
Y la sostuvo contra él unos momentos más.
Entraron a la casa empapados. Kaoru de inmediato le ofreció un baño a su invitado.
-Muchas gracias, pero no. Debo volver a mi casa.-
-No puedes, no hay puente.-
-Pero… río arriba hay uno que dicen es muy fuerte. Quizá la corriente no se lo ha llevado y si me apresuro… -
-Quédate esta noche. No te faltará nada. Tendrás calor para secarte, comida, y disfrutarás de mi agradable compañía, además de un cuarto para ti solo. Fukio, vamos, no seas terco.-
-Hum… ¿la tina es grande?-
-Claro que si. Muy grande. Cabrás sin problemas.-
-Pero… muchachita, ¿y tú qué harás mientras?.-
-Ah… pues, cocinaré algo rápido, pondré agua a hervir. Tal vez busque sake y prepare tu cama.-
-Mejor bañémonos juntos y luego yo te ayudo con lo de la cena y esas cosas.-
-¿Acaso estás loco?-
-Claro que no. ¿O es que pretendes mantenerte empapada y con frío hasta que yo salga del baño? A mí me gusta disfrutar del agua caliente y… si lo que te preocupa es verme desnudo, bañémonos con yukatas y punto. O con esta misma ropa.-
Kaoru quería decir que no, pero su mente le decía que la idea era tentadora y divertida. ¿Y por qué no? ¡Ella elegía! Contó mentalmente las yukatas que tenía. Eran suficientes.
-Está bien. Prepara la tina mientras voy por la ropa. Te indicaré donde está todo.-
Fukio rápidamente prendió una fogata que calentaría el agua para su baño mientras Kaoru preparaba cuartos y yukatas. Cuando ambos, por separado, se quitaron la ropa en el baño y se pusieron las batas, el agua acabó de calentarse. Y riendo como niños, se metieron en ella.
-En verdad que es grande. Tenías razón, muchachita. Esto es lo que me gusta de las casas de familia. Tienen todo enorme.-
Cada uno sentado en un extremo, se empezaron a tirar agua. Fukio se puso de pie y avanzó hacia ella.
-Te atraparé, muchacha. Y te sumergiré… ¡muajajaja!-
Kaoru se puso de pie también y vio el modo de ponerse a salvo. ¡Se la estaba pasando en grande!
Sin embargo, la tina no tenía medidas astronómicas y siendo Fukio más grande que ella, pudo alcanzarla con facilidad al estirar un brazo. Un brazo moreno la jaló hacia él y la joven sintió su espalda pegarse al pecho masculino. De inmediato estiró los brazos hacia delante y empezó a revolverse, con el fin de escapar.
-¿Crees que ahora que te he atrapado, dejaré que huyas?-
Por alguna razón a Kaoru le pareció que Fukio no hablaba del juego. Ella sintió una cosquilla en el vientre pero no estaba para ponerse a pensar en esas cosas.
-No puedes detenerme.-
-Oh, si que puedo.- dijo volviéndola hacia él, entre sus brazos.- Deberías sonreír más a menudo. Te ves muy linda. Preciosa.-
Kaoru no supo si era por el calor del agua, pero sintió su sonrojo hacer aparición.
Fin Acto uno
Su llegada
Enero 7, 2009
Notas de autora.
Me gusta mucho Kenshin pero… a veces tanta melancolía en él… quizá Kaoru, por esta vez se merezca algo diferente. Ya habrán otros fics donde ella tenga su primera vez con el pelirrojo, nuevamente.
Por otra parte, leí en el manga que se burlaban de Megumi porque a sus 22 años ya era una solterona. Asi que me imagino que aunque Kaoru a sus 20 es muy joven, ella, socialmente, debe ser como una mujer de hoy que ha llegado a los 30 y algo sin mayores compromisos. Por eso su actitud es más cool y va a beber sake con su amigo por ahí.
Un besote
Atentamente:
Su amiga Blankaoru.
