Ni Romeo, Ni Julieta.

La familia Kinomoto y los Li son grandes amigos con un deseo en común: ver a sus dos jóvenes hijos casados... ¿Qué acaso eso no les suena a tragedia? Para ellos dos es la más grande de todas.

Capítulo 1: Un viejo amigo en dificultades.

No puede explicarlo. Es algo que simplemente sabe, así como que en primavera Tomoeda se tiñe de aquéllos colores vibrantes, azules y verdes que pueden dejarla embelesada por horas en su contemplación; así como que esa atmósfera dulce hace que a su alrededor todo el mundo parezca más feliz, más esperanzado, más enamorado. Es como todas aquellas cosas -que no tienen una clara explicación- que Sakura Kinomoto sabe que el plato favorito de Shaoran Li es el dimsum. Y no es eso lo que la ha asustado mientras detiene su labor de copiar la tarea de Matemáticas del pizarrón, sino que sabe también cuál es su bebida favorita, su color predilecto, su fecha y hora de nacimiento, su signo zodiacal chino (incluyendo el occidental, el maya y el egipcio), su cereal preferido, los números que siempre escoge, su número de calzado, y un montón de otros detalles que no dejan de parecerle absurdos, pero que están ahí, interrumpiendo sus intentos de concentrarse en la materia que a todo esto, es en la que él se luce.

Suspirando, voltea a contemplar por la ventana el cielo despejado.

Si tan sólo su madre no le hubiese hablado tanto de aquél chiquillo durante el desayuno, no tendría porqué estar recordando todas esas nimiedades en medio de Matemáticas, donde debe poner sus mejores esfuerzos para subir sus calificaciones. "Es que Shaoran-kun es el mejor en su clase… Ieran dice que Shaoran-kun es muy hábil en los idiomas… A Shaoran-kun de seguro le encantaría que lo visitaras uno de estos días… Ieran me ha pregunta porqué no has ido a visitarlos, cuando eras pequeña ibas casi todos los días… Estás siendo muy ingrata con Shaoran-kun..."

—¿Ingrata?-se señaló, abriendo los ojos. —Mamá, éramos amigos cuando tenía nueve años, y sólo porque tú me obligabas.

—Sakura, no digas esas cosas…

—No vas a negar que tú y la señora Ieran tenían el plan de casarnos cuando cumpliéramos la mayoría de edad-la acusó con seriedad, señalándola con los palillos. Ahora fue el turno de Nadeshiko para abrir los ojos, representando sorpresa. —No finjas demencia.

Porque era obvio, como lo era el que nunca jamás en su vida cumpliría el sueño de aquéllas locas mujeres, y como el que Shaoran también se habría percatado de ello, optando por aceptar la lejanía que ella comenzó a marcar. Se dio de manera natural cuando Sakura cumplió sus doce años y él aún contaba con nueve. El distanciamiento fue producto de cosas de la edad; los tiempos cambian y ya no se le hizo agradable andar corriendo en el patio luego de la lluvia, ni subir un árbol para mecerse en las ramas en compañía de su amigo. Tampoco los videojuegos y las caricaturas siguieron siendo de sus actividades favoritas, y las cambió por adornos para el pelo y pulseras, pinturas de uñas y diarios de vida, historias de mangas y revistas con ídolos juveniles, sus primeros amores y charlas interminables por teléfono.

Por eso es que este año encontrárselo en los pasillos de la preparatoria, vestido con su uniforme y más alto de lo que recordara, no dio más para pronunciar un Hola con calculada cortesía, y para que él le respondiera de la misma forma, pero con una voz mucho más grave, más seria, hasta más fría.

Y le dio igual. Tampoco esperaba que la estrechara con los ojos brillantes de ilusión y le dijera que la había extrañado, que la recordaba y que estaba demasiado dichoso de que el destino los hubiera dispuesto ahí; que recuperaran esa amistad de años y le sonriera con esa sonrisa despreocupada de su infancia, con un asomo de chocolate en los dientes porque no obedeció a su madre y comió uno a escondidas antes de la cena. No, no, Sakura no esperaba nostálgicamente algo como aquello. Esto era la vida real y no esas estúpidas historias donde dos amigos se reencuentran luego de tanto tiempo y descubren que siempre estuvieron enamorados. ¿A quién se le ocurriría escribir una historia tan repetida como esa?

—Señorita Kinomoto-escuchó decir a la maestra, y por su mirada supuso que hacía bastante rato intentaba llamar su atención—¿Puede pasar a resolver el primer ejercicio?

—Claro-respondió, forzando una sonrisa. Qué más daba hacer el ridículo ahí al frente después de unas cien veces en todo su paso por Seijo…

La muchacha sentada en el pupitre vecino la miró preocupada, mientras todos sus compañeros salían aliviados con el timbre del receso.

—¿Cuántos son esta vez?

—Sólo veinte-la tranquilizó su amiga, contemplando el par de hojas de ejercicios. Era su castigo por no ser capaz de resolver con el que la maestra le había encargado.

—Si quieres puedo ayudarte.

—No te preocupes-dijo la castaña, impidiendo que alcanzara su lápiz. Tomoyo enarcó una ceja preocupada, y ella sólo soltó una risita—Prefiero ir afuera por ahora.

Nada mejor que un poco de aire fresco. Lo necesitaba, a ver si con eso dejaba de andar pensando en que al regreso a casa su madre tendría más discursos relacionados a Shaoran Li y el porqué no volvían a ser amigos ("y quién sabe, hija, quizás conociéndose más…"). Y como si el universo conspirara a favor de esa absurda idea, su mirada se topa con el rostro del muchacho: el cuadro de honor donde han destacado al alumno de primero con el puntaje más alto en los exámenes de ingreso.

—No es la gran cosa-se dice, y Tomoyo no sabe de qué habla. —Vayamos a comprar algo a la cafetería.

El lugar está en su horario punta, pero alcanzan a encontrar una mesa para dos después que Sakura pidiera su sándwich y Tomoyo un jugo natural. Es el momento ideal para poder desahogarse con su comprensiva mejor amiga, piensa la muchacha de ojos verdes dando la primera probada a su almuerzo. Tomoyo ya sabe toda la historia acerca de Shaoran, y no porque Sakura se haya dado el tiempo de contársela, sino que su madre aprovechó uno de esos días en que enfermó y su amiga fue a visitarla para ponerla al tanto de todo.

—Es tan romántico. Se conocen desde pequeñitos, y sus madres son amigas desde la secundaria donde soñaban con verlos casados-hablaba Tomoyo profundamente emocionada—¡Es como para una película!

—De terror-añadía ella, a regañadientes.

Tomoyo soltó una risa, y la escuchó en silencio hasta que le terminó de contar todo el episodio vivido al desayuno con Nadeshiko.

—Quizás tu madre tenga razón y debas intentar acercarte otra vez-opinó la muchacha de cabello negro, haciendo que su compañera se atorara con el pan—Sí, Sakura, él debe echarte de menos. Eran muy buenos amigos.

—No lo creo. Tiene suficientes amigos ahora, le debe dar igual-aseguró despreocupada la castaña, mirando unas mesas más atrás de Tomoyo. La amatista volteó encontrándose con Li sentado junto a tres chicos más de primero, charlando distendidamente.

—Pero debe faltarle su amiga.

Sakura se encogió de hombros, y siguió afirmándose que no le preocupaba. Pidió a Tomoyo cambiar el tema a otro más alentador, por lo que surgió espontáneamente el de los rumores en torno a Natsuki Kubo, una de sus compañeras de salón que acababa de terminar con su décimo segundo novio en el año.

—Me parece incomprensible. ¿Es que acaso no se aburre de jugar con los sentimientos de esos pobres chicos?-protestaba la joven Daidouji, como rara vez con el ceño fruncido.

—Nah, ellos son los que se lo buscan-rebatía Sakura, tras otro mordisco a su sándwich. Masticó y tragó rápidamente para añadir:—Saben perfectamente bien con quién se están metiendo. Son los bastante grandes como para…

Enmudeció de repente al ver a la susodicha caminar hacia su mesa, invadiéndole un súbito temor. ¿Habría oído todo lo que hablaban de ella?

¿Vendría a retarlas a alguna pelea callejera? Por lo que había oído era una chica bastante problemática, además de agresiva, y un par de rumores la involucraban con padillas y arrestos de la policía.

Sakura tragó con dificultad, y tomó aire armándose de valor, dispuesta a defender a Tomoyo si es que intentaba lastimarla primero a ella.

Sin embargo, Natsuki no llegó hasta su mesa, sino que se detuvo a otras dos de distancia. Sakura suspiró con cierto alivio que no duró más allá de tres segundos, cuando se percató que era precisamente la mesa donde Shaoran Li y sus amigos comían.

—Hola. ¿Puedo sentarme a tu lado?

Le estaba hablando…

…a él.

Sakura abrió los ojos enormes, y esperó su respuesta con un extraño nudo en el estómago. Li le estaba dando la espalda, pero le pareció estar viéndolo pestañar confundido para luego alzar la cabeza de su plato hacia la recién aparecida muchacha.

—¿Eh?

Ella rió calladamente, y repitió sus palabras mientras acomodaba mejor sus largos cabellos rubios a un costado. Sakura no necesitaba poner demasiado esfuerzo para percibir esa simple acción como un acto de pura coquetería. Pero Li era un idiota inmaduro y no debía reconocer esas prácticas.

—Que si puedo sentarme a tu lado-dijo otra vez, mordiéndose el dedo, con una cara que intentaba destilar inocencia y que hacía cuestionarse a Sakura cómo los hombres pueden ser tan fáciles como para caer con un simple abatimiento de pestañas.

Los otros dos chicos tenían la mandíbula por el suelo, pero aquello no evitó que asintieran bobamente a su compañero.

—Bueno-respondió finalmente Li, ante la insistencia de los gestos de los demás. Y Natsuki se acomodó grácilmente en el asiento de al lado, sin dejar de sonreírle.

—Vaya, parece que tu amigo es la próxima víctima-le susurró Tomoyo divertida ante su cara de terror.

Porque una cosa es que Li y ella ya no compartieran ese bonito lazo de amistad como en antaño, y otra que lo dejara a merced de esa víbora.

¡Era apenas de primero y ante esa experimentada chica cualquiera parecía un vulnerable crío!

—¿Me convidas de tu comida?-escuchó que le ronroneaba, acercándose cada vez más a él. Y cuando sus largas uñas enredaron una hebra de sus cabellos castaños, Sakura supo que había sido la gota que rebalsaba el vaso.

Se puso de pie de un salto y caminó hasta allá, estampándose con los brazos cruzados a un lado de la mesa.

—Li, tengo que hablar contigo-dijo con voz firme, llamando la atención de todos.

—¿La conoces?-le preguntó Natsuki a él, alzando una ceja.

¿Qué si la conocía? ¡Era otra la desconocida en esa historia!, quiso chillar ella con ironía.

Shaoran la miró con sus profundos ojos caramelo por un instante. Asintió como respuesta, sin ninguna expresión, y Sakura sintió por un segundo que era ella quien sobraba al no escuchar de su parte nada más.

—¿Podemos hablar ahora?-preguntó furiosa, incómoda, estúpida por estar llamando la atención de todos en la cafetería mientras Natsuki Kubo seguía con un mechón de su cabello entre los dedos, tan íntimamente que le llega como una patada.

Ni siquiera ella cuando niños le había tocado así el cabello.

Ni siquiera cuando niños Shaoran había dejado sin poner peros a que una desconocida le tratara tan familiarmente.

¿¡Qué diablos le pasaba a ese chico!

—Creo que es un no-dijo satisfecha Kubo, con una amplia sonrisa.

Sakura contrajo los puños, frunciendo gravemente el ceño al devolverle la mirada, desafiante.

Si no lograba sacarlo por las buenas, lo arrastraría por las malas.

—No tardo-dijo entonces la voz ronca del chico a sus compañeros, poniéndose de pie y caminando hacia fuera de la cafetería con las manos en los bolsillos.

Sakura miró el rostro desencajado de Natsuki antes de voltearse rápidamente a Li, sin tiempo para celebrar su victoria y siguiéndolo con un rápido trote.

—Qué suerte tiene con las chicas-se quejó uno de sus compañeros, al verlos salir.

Sus grandes zancadas lo encaminaron a los casilleros, donde se detuvo ante el suyo. Sakura lo vio poner la combinación y sacar de allí un par de libros antes de cerrarlo y detenerse a mirarla como si recién notara su presencia.

—¿Y bien?

—¿Y bien qué?-devolvió su pregunta, sin comprender.

Shaoran siguió serio, y Sakura estuvo a punto de decirle que extrañaba mucho verlo sonreír como cuando pequeño; esas sonrisas traviesas y las carcajadas limpias que le sacaban lágrimas. Luciría menos aterrador.

—¿Tenías algo que decirme no?

—La verdad no-confesó, rascándose la cabeza nerviosa. Él no parecía muy contento con eso de que le hubiera interrumpido su almuerzo y flirteo incluido—Si te dije que quería hablar contigo era para sacarte de las garras de esa…-Sakura dejó escapar un bufido, conteniéndose de decir la peor palabra que cruzaba por sus pensamientos al recordar las coquetas miradas de Natsuki—Deberías estarme agradecido. Te salvé de esta-sonrió, levantándole el pulgar amigablemente.

Algo no cuadraba muy bien. Porque Li debería responder aliviado «sí, esa perra me tenía harto, gracias», pero su rostro en cambio se volvió aún más duro, y dijo secamente:

—No necesitaba de tu ayuda.

Sakura se quedó muda unos instantes, hasta que sacudió la cabeza de un lado a otro, cruzándose de brazos.

—Yo creo que sí la necesitabas-reprochó, tras salir de su estupor—Ella es mucho mayor que tú, Li-tuvo un mal sabor en la boca al pronunciar otra vez ese Li. Años atrás lo hubiera llamado sencillamente Shaoran, y él la habría llamado…

—¿Y eso qué Kinomoto?-replicó, alzando más la voz. Sakura tragó un molesto nudo en la garganta; no esperaba que la llamara por su nombre tampoco...—Ya no soy un niño.

No lo era, ella lo tenía claro y Natsuki también. Era demasiado alto, la voz la tenía varios tonos más graves que la suya y su seriedad nada tenía que ver con la expresión traviesa que siempre tenía antes. ¿Cómo puede cambiar tanto una persona en unos cuantos años?

—Es que no me gustaría que te involucraras con ella...-dijo, convencida de que la señora Ieran y su propia madre se lo agradecerían—Ya te dije, es mucho mayor; va en mi salón y…

—¿Ése es el problema? ¿Que sea mayor?-preguntó él, interrumpiéndola con seriedad.

Sakura asintió, algo dudosa. Esa era apenas una de las razones, además de todos los otros rumores que circulaban de Natsuki, los cuales eran demasiados como para detenerse a enumerarlos.

—Yo me meto con quien me da la gana.

Sakura se obligó a cerrar la boca después de varios segundos. Shaoran ya no estaba ahí y el timbre que anunciaba el retorno a clases ya había sonado.

Sus súplicas fueron completamente ignoradas. Nadeshiko Kinomoto era una madre muy dulce y comprensiva, pero de ideas fijas; en resumidas cuentas, era terca como mula. Por eso Sakura entendió que no había forma de evitar su decisión de ir a casa de los Li a hacer una visita, y apretando los dientes, con pasos bruscos, se dirigió a su habitación para buscar su bolso y acompañarla.

Habían pasado varios días de aquél incidente con Li, y no habían vuelto a cruzar palabra, tal y como había sido desde sus doce años. Y si en algún momento tuvo la idea de que el chico la buscaría y se excusaría por su grosero comportamiento, la desechó al contemplarlo el día después hablando cómodamente con Natsuki en el pasillo.

Era un completo y rematado idiota. Esa perra iba a hacerlo a sufrir, pero ya no era asunto suyo. No señor, él decidió su propio destino y sucumbió a un par de grandes pechos.

Aún así, con el tema de Li saldado con un gran No me importa, eso no quitaba el que fuera una pesadilla ir hasta su casa. Sakura ya no lograba recordar el último día en que pisó ese hogar y debió tolerar las atenciones desmedidas de Ieran Li para hacerla sentir cómoda, logrando claro, el efecto inverso. Durante años logró zafarse de esas invitaciones con algún compromiso, y ver a Ieran Li en el salón de su casa, lo cual era mucho más cómodo y sencillo de evitar. Ahora, un domingo en que no se le ocurrió llamar a Tomoyo para que se juntaran a tomar un helado o cualquier tontería, le estaba pasando la cuenta y no tenía escapatoria. Ni siquiera se sintió capaz de inventar un malestar estomacal.

—¿Qué son esas fachas, señorita?-preguntó Nadeshiko con severidad cuando la vio bajar con sus jeans más desteñidos y una playera que antes pertenecía a Touya.—Podrías verte un poco más bonita. Qué dirá Ieran si te ve con esa apariencia. Y Shaoran-kun, ¿qué pensará de ti?

—Me da igual-hizo un mohín despectivo, cruzándose de brazos. De seguro estaba dentro de las últimas preocupaciones del chico, así como él estaba al final de las de ella.

—¿Qué pasa contigo, Sakura? Muestra más entusiasmo, hace mucho que no visitas a los Li en su casa, deberías estar contenta.

Oh sí. Tan contenta que abrazaría a Li y bailaría con él por horas, mientras Ieran y su madre les aplaudían, lanzándoles pétalos rosas a su paso. La visión le provocó escalofríos.

—Cámbiate a algo más presentable-ordenó la mujer, abriendo la puerta—Tienes dos minutos. Esperaré en el auto.

Sakura pensó en su hermano mientras se quitaba fastidiada la camiseta. Maldito Touya que no había tenido que pasar por eso y se había mudado a Tokio, sin que su madre lo obligara alguna vez a asociarse con una familia con la idea de comprometerlo, casarlo, o algo por el estilo.

—Mejor-fue lo único que dijo Nadeshiko al verla con una delicada blusa sin mangas y una falda. Pero por su sonrisa, Sakura supo que volvía a ser la dulce Nadeshiko de siempre.

—¡Sakura-chan! ¡Qué alegría volver a verte!

Bueno, la reacción de Ieran Li fue parecida a lo que Sakura imaginó. Tanta amistad con su madre parecían haber convertido a la dura y seria mujer que conoció cuando pequeña, en un montón de cariño y sensibilidad. Y es que ambas parecían hermanas, o peor, gemelas no-idénticas, porque tenían gestos muy parecidos y a cada tanto una terminaba la frase de la otra, adivinándole el pensamiento.

—¿Shaoran-kun no está en casa?-preguntó de pronto Nadeshiko, después de que recordaran una de las tantas anécdotas de su juventud.

—Oh, sí. Sí lo está-respondió Ieran, moviéndose algo incómoda en el asiento, dejando su taza de té en la mesita—Está arriba, estudiando.

—Ya veo. En ese caso, no podrás ir a saludarlo, cariño-dijo a Sakura, quien la miró con las cejas alzadas. Nunca había pensado en eso, pero le aliviaba que estuviera tan ocupado.

—Claro que puedes-replicó Ieran—Es más, te exijo que subas a saludarle-habló, todavía con un aspecto perturbado—Lleva demasiado tiempo ahí dentro.

—Ve, cariño.

—Pero…

—Sakura…-murmuró Nadeshiko en tono amenazante, y su rostro amable de nuevo adquirió esa temible sombra de crueldad.

Apretándose los labios, la chica subió por las escaleras de mala gana.

"¿¡Por qué diablos no baja él?"

—Me tiene tan preocupada-susurró Ieran cuando estuvieron solas.

—¿Quién?

—Xiao Lang-suspiró, con sus ojos almendras brillando angustiados—No se los dije, pero no está estudiando solo…

—¿Está con un amigo?

—No-Ieran Li volvió a sostener su taza de té, bebiéndolo de un golpe. Después de pasear la mirada por la alfombra, miró a los verdes ojos de su camarada, expresando temblorosamente uno de los temores más grande que ambas tenían:—Está con una amiga.

Sakura miró fijamente la puerta cerrada por varios segundos, preguntándose por milésima vez ¿qué había hecho de mal para tener que humillarse subiendo sola hasta la habitación de Li a saludarle? ¿Qué le iba a decir además de un desabrido "Hola"? Tampoco tenía ánimos de discutir si eso es lo que el chino quería.

De pronto, el sonido de una risita aguda la intrigó. No es como debería sonar Shaoran riéndose, pensó, acercándose y pegando la oreja a la puerta. Si esa era su risa tenía una buena razón para burlarse de él.

—¿De qué te estás riendo?-oyó que preguntaba su voz ronca, con ese malhumor habitual.

Parpadeó confusa. "¿No es él? ¿Entonces…?"

—Lo siento. ¡Es que te ves tan lindo!.

Imposible. Tenía que haber un error, porque estaba escuchando la fastidiosa voz de Natsuki Kubo como si viniera de ahí dentro, y eso era muy irreal. Una locura.

Se volteó, para regresar con su madre y calmarse un poco. Tenia que ser una mala pasada de sus sentidos. ¡Y vaya que se lo creyó por un minuto!

La risa se oyó de nuevo, esta vez más fuerte, y Sakura no logró controlar el impulso de abalanzarse a la puerta y abrirla violentamente.

Lo que encontró ahí dentro sería una imagen que la perseguiría por mucho tiempo más. Efectivamente, era Natsuki la que estaba riéndose, y aquello ya era suficiente para dejarla con la mandíbula por los suelos, de no ser porque además estaba sentada sobre las piernas de Shaoran en la silla del escritorio, a centímetros de su boca.

Iba a desmayarse. Pero antes le arrancaría los ojos a esa zorra.

—¿Cómo haces para aparecerte en el momento menos oportuno, Kinomoto?-siseó su compañera, después de apartarse un poco del chico y comenzar a abotonarse la blusa. Oh sí, por si fuera poco además estaba casi desnuda.

Sakura tenía la garganta apretada y nada de aire en los pulmones como para haber gritado, porque era justo lo que quería hacer. Gritar. Romperle los tímpanos a esos dos degenerados, ¡porque abajo estaba la madre de ese mocoso pervertido, y su propia madre! ¿Qué no tenían un mínimo de respeto?

Shaoran sólo le dio una escueta mirada por el rabillo del ojo y suspiró, haciendo un ademán a Natsuki para que bajara de sus piernas. Sakura lo contempló levantarse en toda su espléndida altura y ordenar unos apuntes que tenía sobre su escritorio, sin ninguna vergüenza. Actuaba como si no lo hubiera sorprendido haciendo cosas de adultos con Kubo en su habitación a puertas cerradas.

¡Maldita sea! ¡Nunca había sentido tantos deseos de matar a alguien!

—Estábamos estudiando, Kinomoto-explicó la rubia ante su desencajado rostro. Sakura no entendía en qué momento de la historia el concepto de estudiar implicaba cosas pervertidas—Shaoran accedió a ayudarme en el examen de Matemáticas. ¡Es tan listo!, si hasta maneja la materia que nos pasan a nosotras…

Natsuki le dirigió una mirada cariñosa que le hizo sentir sabor a bilis en la boca. Ya no le parecía tan descabellado descargar la presión que tenía en los puños en aquélla chica. Sería su primer crimen, y estaba segura que tía Ieran y su madre lo agradecerían, pues parecía la única manera de alejarla definitivamente de él.

—Continuemos-habló Shaoran, después de aclararse la garganta. Natsuki se ubicó obediente en un asiento al lado suyo, pero él no la imitó como esperaba. —Aguarda un segundo-le pidió, y caminó hacia donde Sakura continuaba estática, la boca entreabierta y la respiración ardua. —¿Tú qué haces aquí?

¡Ja! ¿Eso es todo? ¿Es lo único que se le ocurría decir? ¿Ninguna explicación? ¿Ningún arrepentimiento? ¿Era tan normal para él ser descubierto manoseándose con una chica mayor en su cuarto mientras supuestamente "estudiaban"? ¿Y era ella quien tenia que decir porqué estaba ahí?

Sakura sentía que su cerebro reventaría con todas esas preguntas.

—¡¿Qué era lo que tú hacías aquí con ella?-soltó furibunda, en un grito que tenía contenido y que probablemente pudo oírse varias cuadras a la redonda.

—¿Está todo bien ahí arriba, Sakura-chan?-preguntó Ieran desde la planta baja. Se apresuró a dirigirse al pasillo para alertarla de lo que estaba sucediendo, pero no contó que alguien sería más rápido que ella.

—¡Claro que n-!-repentinamente, algo cálido y blando le tapó la boca, impidiéndola terminar. Pudo comprender que era la mano de Li cuando lo escuchó decir:

—Sí, madre-respondió alzando la voz, obligándola a retroceder con él hasta la habitación. —La invitábamos a estudiar con nosotros.

—Así es, señora Li. Estudiaremos los tres, no se preocupe-añadió Natsuki hipócritamente, cerrando la puerta.

Estaba atrapada, y apunto de morir asfixiada si la enorme mano de Li no dejaba de apretarle la boca, mientras que con la otra inmovilizaba sus muñecas. Y su estúpida cómplice estaba obstaculizando la puerta, sonriéndose maliciosa.

—No te soltaré si piensas hacer un escándalo-dijo la calmada voz Shaoran, cerca de su oído. Sakura se sintió de pronto demasiado pequeña y vulnerable; quiso no haber entrado nunca ahí, ni haber visto esa escena que prácticamente le quemó los ojos—Vas a guardar silencio y no decirle a mi madre lo que has visto.

Él esperó unos segundos, hasta que dejara de forcejear. Sakura le dio el gusto, y resignada al verse sin escapatoria, se quedó quieta, logrando que lentamente quitara su mano de las muñecas y destapase su boca.

—¿Por qué tendría que callar?-masculló entonces la de ojos verdes, volteando a enfrentarlo con dureza. No le iba a dar el gusto de guardarle un secreto sólo porque se lo estaba pidiendo.

—Deja que se lo diga-suspiró Natsuki, mirándola con altanería desde la puerta cerrada—A tu madre no le importará. Creo que le simpaticé bastante como nuera.

¡Suficiente!, pensó Sakura, con un aura negra rodeándola por completo; un torrente de fuego y odio que corría por su sangre hasta la punta de los dedos, estaba urgiéndola por atacarla y despedazarla.

Al parecer Shaoran percibió parte de esa oscura energía, porque la inmovilizó de nuevo, y le pidió a Natsuki que los dejara a solas por un momento.

—De acuerdo. Iré al baño a retocar mi maquillaje-aceptó ella aliviada de no seguir tratando con la cabeza dura de Kinomoto. Tomó su cartera y salió con un contoneo de caderas.

Sakura batalló por librarse, pero pese a que puso toda la fuerza en ello (tanta que llegó a sorprender al chico), no lo logró.

—¡Voy a decírselo a tu madre! ¡Y también a la mía para que vea la clase de pervertido que eres!-lo amenazó gritando al entender lo difícil que sería librarse de su agarre.

—Ssh. ¿No te das cuenta que esto puede beneficiarnos a ambos?-preguntó Shaoran con voz baja.

—¿Ah sí? Jaa-ella soltó una carcajada fría y sobreactuada—¿Cómo podría beneficiarme de que manosees a la señorita Pechos Enormes en la silla de tu escritorio?

Él alzó una ceja ante el apodo. Sakura no sabía si lo había oído en algún lado, o lo había inventado dada la ocasión.

—Yo no estaba…-comenzó a explicar, pero fue interrumpido de inmediato.

—¡Ack, no quiero saber detalles! ¡Me da asco!.

—Escucha, Kinomoto, a ti no debería importante lo que haga o no en mi cuarto-comentó él, soltándola por fin. Ella tragó pesado al verlo tan serio. No podía acostumbrarse a ver al mismo niño de años atrás convertido en alguien tan diferente… y tan degenerado—No tienes ningún derecho a meterte en mi vida. Creí que lo tenías claro.

—Pues yo no tengo ninguna intención de meterme en tu vida, mucho menos cuando manoseas a Kubo. Si estoy aquí es porque mamá me obligó a venir, y la señora Ieran hizo que subiera a saludarte.

—De eso es lo que te hablo-él soltó una exhalación, pasándose una mano por el pelo; seguía teniendo el mismo corte de su infancia, sólo que los mechones habían crecido bastante y le tapaban la frente, que a ciertos momentos le entraban una incontrolables ganas de ayudarle a peinarlo—Esto puede acabar de una vez con esa absurda idea que tienen ellas de que seamos pareja.

Sakura parpadeó. Su ceño dejó de fruncirse tanto para mirarlo con curiosidad, pero aún así algo de recelo.

—¿Cómo?

—Le diré a mi madre que Natsuki es mi novia-lo manifestó tan naturalmente como si se tratara del clima, lo que la dejó helada por un segundo—Así comenzará a sacarse de la cabeza que tú eres la única chica que podría estar conmigo

¿Eso pensaba Ieran Li? Bueno, debía reconocer que era algo muy lindo quitándole la particularidad de que jamás podría fijarse en su hijo, mucho menos siendo tan molesto como lo era ahora.

—¿Qué dices?-le preguntó, sin poder disimular la ansiedad de conocer su opinión.

—Supongo-murmuró de mala gana. No le agradaba estar de acuerdo con él en algo—Pero sólo lo haré por eso; no creas que es porque tengo alguna consideración por ti o Kubo. Sigo pensando que es algo horrible el que te metas con ella.

Shaoran torció los ojos al cielo, suspirando.

—Deberías agradecerme. Quizá si hubieses conseguido un novio primero, ya no pasaríamos por esta pesadilla.

Si no iba a convertirse en criminal con Natsuki, sí lo haría con Shaoran Li. Era inconcebible tanta arrogancia y grosería en una sola persona. Si ella no tenía un novio todavía, era porque estaba esperando por la persona correcta y no se metía con la primera rastrera opción que se le cruzara por delante, como él.

—¡Tengo expectativas más altas que tú!-replicó con orgullo, cruzándose de brazos. El chico alzó una ceja, indiferente—Aunque como dices, no tendría porqué importante si me meto con alguien o no.

—Tienes razón-aceptó él, alzando las palmas. Luego vino un silencio en que Sakura deseó saber qué demonios estaría pensando, mientras miraba hacia una de las paredes sin ninguna expresión. —¿Quedamos en eso entonces?

—Ajá-masculló la castaña, saliendo al fin de la habitación. Natsuki esperaba afuera jugando con su teléfono móvil, levantando apenas la cabeza cuando la vio pasar, regalándole una desagradable sonrisita.

Maldita Pechos Enormes.

Había que reconocer el mérito: Li había tenido una buena idea. Su plan funcionó perfectamente en unos cuantos días, y lo supo desde el momento en que Nadeshiko entró a su cuarto, con la expresión abatida, pálida como un papel.

—Cuánto lo siento…-musitó mirándola, sentándose a los pies de su cama. Ella despegó los ojos de la computadora para escucharla, con el corazón aguardando por alguna desgracia. ¿Algo le había pasado a su abuelo? —Li tiene una novia. Ieran acaba de llamarme para decírmelo.

Sakura había suspirado con un tremendo alivio. Se preparó para continuar con un test de ¿Qué piensan los hombres de ti? en Internet, cuando notó que su madre se pasaba las manos por los ojos. Cerró la laptop y se acercó a ella, sin saber muy bien qué decir.

—¡Debes estar sufriendo tanto!-sollozó Nadeshiko, abrazándola apretadamente.

—Ah… Claro-respondió, con fingido pesar, y sonrió para sus adentros. Li hizo algo bueno ideando eso de tener una novia. Sin embargo, ahora que lo pensaba mejor le quedaba la duda de si eso con Natsuki iba o no en broma. ¿Era novios de verdad? ¿Pasaba algo serio entre ellos? ¿Tan serio como para que él se la presentara a Ieran Li y se sentara a cenar con la familia todos los días?

—¿Cómo lo supo la señora Ieran?-quiso saber, despegándose del abrazo maternal.

—Él se lo contó ayer cuando la llevó a la casa.

Entonces era cierto… Natsuki lo tenía en sus garras. Había logrado convertirse en la "nuera" de Ieran Li, como tanto le agradaba la idea.

—Maldita perra-masculló inconscientemente, sintiendo a Nadeshiko abrazarla más fuerte mientras murmuraba:

—Eso mi pequeña. Desahógate todo lo que quieras.

Su madre estaba equivocada al pensar que su odio hacia esa chica era por Shaoran. Le daba igual. Se lo había buscado, y después de que se sintiera usado en sus experimentadas manos, se arrepentiría de haber sucumbido como un niño.

Si odiaba a Natsuki era por la sencilla razón de ser Natsuki. Así como la odiaban, probablemente, todas las chicas de Seijo.

—¿Estás segura?

Sakura miró a Tomoyo, sentada a su lado en uno de los bancos del jardín. Era el último receso de la jornada y parecía no cansarse con que le asegurara de que le daba igual lo que pudiera pasar con Li.

—Estoy muy segura-recalcó severamente—Me encantaría que aprendiera la lección como el resto y dañara ese ego que se gasta.

—¿Crees que sea la primera mujer con la que esté?-preguntó su amiga, haciendo que Sakura se arrepintiera de haberle contado todo. No le gustaba hablar del tema. Suficiente tenía con asistir a diario al mismo salón donde estaba Natsuki y tener que verle la triunfadora expresión con la que le sonreía al topársela, como si hubiera ganado el premio mayor.

—No lo sé-respondió como si no le importara. Aunque tenía la sensación de que sí era la primera.

Tomoyo se llevó un dedo al mentón, mientras miraba por un momento el lento transcurrir de unas lejanas nubes.

—¿Crees que ellos ya tuvieron…?

Se levantó de súbito, como impulsada por una fuerza desconocida que dejó a su amiga con la palabra en la boca.

—Por favor, Tomoyo. Déjalo ya-le pidió malhumorada, con un nudo en la garganta. ¿Por qué tenía que imaginarse a ellos dos intimando como esa tarde en la habitación? Agh, ¡qué desagradable!—¡Vamos por un jugo a la máquina!.

La muchacha de ojos lavanda la siguió en silencio, y sólo habló para darle las gracias cuando recibió una lata de naranja en sus manos.

—Oye, queda muy poco para tu cumpleaños-dijo de pronto la joven Daidouji, en un intento desesperado por cambiar el incómodo ambiente. Sakura se había acabado en menos de tres segundos todo su jugo, y ahora apretaba el puente de su nariz al sentir que todo el hielo se le iba a la cabeza—Tendré que apresurarme para terminar tu regalo para el viernes.

La castaña ensanchó los ojos, deteniendo sus pasos. Si no se equivocaba, mañana era jueves, lo que quería decir que quedaban sólo dos días para su cumpleaños, y ella ni siquiera lo había pensado. Normalmente, habría estado aguardando esa fecha desde hacía días, haciendo planes para la celebración y pensando a quiénes invitaría, los que solían ser los mismos amigos de siempre: Tomoyo, Chiharu, Naoko, Rika, Yamazaki. El año pasado había agregado a la lista a Eriol Hiraguizawa, del otro salón. Se habían conocido mientras participaban en la organización del festival, y había congeniado bastante con sus amigos, por lo que no dudaba lo convidaría de nuevo. Era un chico encantador por donde se lo viera.

Esa misma tarde decidió comenzar con todos los preparatorios con la ayuda de su madre y Tomoyo, con quien caminó de regreso a casa. Sería algo pequeño, una celebración donde amanecerían conversando o riendo de las ocurrencias de Yamazaki, adivinando cuáles de sus relatos eran verdad o mentira; detendrían a Naoko, que siempre se pasaba de la mano bebiendo sake por su poca tolerancia al alcohol; forzarían a Rika a que contara por fin cuál era su amor secreto; intentarían arrebatarle el micrófono del karaoke a una desafinada Chiharu para dárselo mejor a Tomoyo; las chicas obligarían a Eriol a cantarles en inglés, y quizá Naoko volvería a atreverse a pedirle que bailara con ella.

—¿Invitarás a Shaoran-kun?

Miró de mala gana la cara de su madre frente a la mesa, con todas las alegres imágenes de sus amigos desapareciendo de golpe. Estaban escogiendo el tipo de torta que comprarían cuando salió repentinamente con esa pregunta. Y Sakura debería estar muy acostumbrada a ello; desde que tenía memoria su madre mencionaba a Shaoran y lo ligaba a muchos de sus planes sin que a ella le importara demasiado. Sin embargo, esas últimas semanas, ya no estaba segura de que podía seguir oyendo pronunciar su nombre sin sentir un repentino malestar en el estómago; recordaba inevitablemente a Natsuki y la escena en el escritorio.

—Nunca acepta venir-se limitó a responder, mientras seguía mirando un libro de recetas de Tomoyo con decenas de pasteles de cumpleaños.

—Deberíamos enviarle la invitación de todos modos-opinó Nadeshiko, que pese a todo seguía queriéndolo como a su familia—No quiero que piense que ahora que tiene una novia, ya no lo aceptaremos en nuestra casa. Ustedes aún pueden seguir siendo amigos… Y quién sabe, quizá ni siquiera llegue a casarse con su nueva novia y la deje plantada en el altar por ti…

Sakura suspiró, pero aún así no pudo evitar una leve sonrisa al oír la carcajada de Tomoyo por las ocurrencias de su madre.

Ella tampoco creía que llegarían a casarse. ¿Qué probabilidad hay en que alguien se case con su primer novio?, pensó, encontrando la respuesta justo frente a su nariz.

—Como quieras-murmuró, tras bajar la mirada del sonriente rostro de Nadeshiko a la revista.

De cualquier forma, él no vendría.

Nada mejor que comenzar un nuevo año de vida con la grata compañía de tus amigos, se dijo Sakura sonriente, mientras los veía hablar y reía todos a un tiempo, comiendo los bocadillos que ella y su madre prepararon. Estaba feliz y radiante, según las palabras de Tomoyo al verla con su vestido verde-que la misma Tomoyo había elaborado- especial para aquélla celebración.

A las 10 de la noche, justo una hora antes de que encendieran las dieciocho velas en la torta, el timbre llamó su atención. Su padre se apresuró a salir de la cocina para cruzar el pasillo y abrir. De seguro había pedido otra pizza para alimentar a su hermano, quien había llegado en la mañana desde Osaka y hablaba con sus padres en la cocina.

—Sakura, es para ti-dijo Fujitaka, apareciendo en el salón.

—¿Para mí?-cuestionó, señalándose confundida. ¿La pizza era para ella? ¿O alguien-que por el momento no podía dilucidar- venía a saludarla por su cumpleaños? Si era así tendría que hacer pasar a esa persona a la fiesta…

O quizás no.

—Hola.

Era algo que no sucedía desde su cumpleaños número 12 y que, naturalmente, la dejó estupefacta por largos segundos.

—¿Viniste?-preguntó lo obvio, examinando al chico de pies a cabeza, como si no fuera real. Vestía una sencilla camisa marrón y unos pantalones negros, y por alguna razón parecía más alto de lo que se veía en la escuela.

—Supongo-respondió él alzando los hombros.

—¡Shaoran-kun! ¡Has venido!-exclamó con alegría su madre, apareciendo tras ella. —Qué bueno es tenerte aquí. ¿Por qué no lo has hecho pasar, Sakura? Vamos, entra. En el salón están todos.

Aquí había algo muy raro. Shaoran Li no se aparecía en su casa desde hacía años, porque el contacto entre ellos ya estaba perdido. El chico tenía su orgullo como para aceptar una invitación que no venía de ella, sino de Nadeshiko, donde además se encontraría con gente a la que no conocía. Había que tener demasiado valor para enfrentarse a una situación tan incómoda como esa. Eso, o tener alguna intención oculta en la visita.

—Sigues creciendo, muchacho. No te había reconocido-lo saludó su padre en el pasillo, estrechándole afablemente la mano. También le tenía mucho aprecio, aunque a Sakura le tranquilizaba que no tuviera la idea de emparejarlo con ella… al menos, no lo expresaba abiertamente—Ya estás casi del porte de Touya.

Su hermano lo saludó de mala gana. No se llevaban para nada bien desde que Sakura tenía memoria. Muchas veces Shaoran lo había desafiado a una pelea, aburrido de ser llamado desdeñosamente "mocoso", pero ella siempre intervino a su favor, culpando a Touya por ser tan pesado. Quizás ahora no le importaría si su hermano quería espantarlo.

Nadeshiko se encargó de escoltarlo hasta el salón y presentarlo ante los demás con el título de «un gran amigo de infancia de Sakura», y pidió que todos los tratasen con cariño, demostrándole como tantas veces lo poco que le importaba dejarla en vergüenza frente a sus amigos.

—Esto no puede estar pasando-suspiró agobiada al sentir la tensión entre Li y el resto. —Él no tenía que estar aquí.

—Vamos, Sakura, no es tan terrible. Mira, Yamazaki ya se acercó a hablarle. Entrará pronto en confianza-la tranquilizó Tomoyo, que encontraba de lo más divertida la situación.

—Sakura, no me habías dicho que tenías un amigo tan guapo-chilló Chiharu, estrujándole el brazo de la emoción. "Lo único que faltaba", pensó la de ojos verdes—¿Por qué no lo habías invitado antes? ¡Tienes que presentarnos!

Inspiró y exhaló profundo para disipar el mareo. Intentó ignorar la esquina donde Shaoran se había apostado con un vaso de ponche que su madre le entregó, y caminó hasta el otro extremo del salón para llenarse la boca con bocadillos, presa de una compulsión irrefrenable. Rika y Naoko le hablaban, pero no lograba entender sobre qué, y se limitaba a asentir con la cabeza, mientras por el rabillo del ojo veía a Eriol acercarse a los otros dos chicos y unirse a la conversación. Sí, era para morirse de la risa, porque sus dos amigos estaban hablando con Li; el silencioso, hosco, arrogante, testarudo y pervertido Li. Tal vez les estaba presumiendo de su romance con Natsuki, y los otros le alabaran su hombría por salir con una chica mayor y experimentada.

¿Por qué no la habría traído hoy? La fiesta se volvería mucho más divertida de haber estado esa zorra, siguió pensando fastidiada, engullendo todo a su paso.

—Sakura-la llamó Tomoyo. No tenía noción de cuánto tiempo había pasado mientras estaba sentada comiendo los snacks y escuchando a las chicas. —Tu madre traerá el pastel.

Se incorporó, con movimientos torpes al tener las piernas adormecidas.

Los chicos ya estaban rodeando la mesa, esperándola.

—Chiharu y Li no están-musitó Tomoyo a su lado, mientras los demás se repartían las cornetas y sombreros para la fotografía que Fujitaka les tomaría como recuerdo. —Hace varios minutos que no los veo en el salón.

—Naoko, ¿sabes donde fue Chiharu?-se acercó a preguntarle disimuladamente a la chica de anteojos.

—Dijo que iría al baño, pero se ha tardado bastante.

Sakura tuvo un horrible presentimiento, y no se trataba de que unos extraterrestres salieran desde el centro de la Tierra para raptársela, como decía Yamazaki en una de sus disparatadas teorías de desaparición de personas.

—¿Dónde está Li?-preguntó luego a Eriol, al ver que a Yazamaki el exceso de ponche lo tenía imposibilitado de responderle algo sensato.

—Dijo que iría a tomar aire fresco-respondió el joven de ojos azules con una sonrisa.

¿Ah sí? ¿Acaso se sentía sofocado adentro? ¿O querría ver las estrellas a solas para recordar nostálgicamente a su amada Natsuki?

Sakura crispó los puños y salió a averiguar qué se traía entre manos. No le costó dar con él; su jardín posterior era pequeño, y las farolas junto a la luz que se proyectaba desde dentro de la casa iluminaban lo suficiente para distinguir su enorme sombra afirmada en el muro.

—¿Estás en Seijo?-oyó decir a Chiharu. Su mal presentimiento se hizo realidad…—No lo puedo creer, ¿por qué jamás te había visto?

Tenía una fijación con las chicas de tercero, de eso no había duda, pero Sakura querría saber por qué Chiharu, y por qué en medio de su cumpleaños. ¡No tenía la mínima consideración hacia ella!

—Soy de primero-respondió con la voz ronca que Sakura seguía sin reconocer como la del antiguo Shaoran-kun.

—¿¡Hablas en serio? ¡No lo pareces! Creí que estabas en un curso más alto.

No le estaba gustando para nada el rumbo de esa conversación.

—¡Eh, Chiharu!-llamó a su amiga, mientras se acercaba a pasos agigantados. —Ya vamos a repartir el pastel. Estamos esperándote.

—Oh sí, disculpa, estaba entretenida charlando con tu amigo-rió despreocupadamente, dándole a él un golpecito en el pecho. Sakura tuvo un sobresalto al imaginar qué tanto habían compartido para esa confianza—Iré al baño antes. No empiecen a cantar sin mí.

Cuando Chiharu se alejó lo suficiente, buscó la mirada de Li, pero él la apartó de inmediato. Estaba ocultándole algo, y Sakura no podía tolerar que eso la tuviera tan ansiosa y estuviera arruinando lo que debería ser un estupendo cumpleaños.

—¿A qué demonios has venido?-preguntó bruscamente.

Shaoran recargó la cabeza sobre el frío muro de concreto, entrecerrando los ojos.

—Creí que me habías invitado-dijo apaciblemente.

—Yo no te invité, y sé que lo tienes muy claro-respondió la chica enfadada. Lo único que quería era llegar al fondo de ese asunto…—No sé muy bien que planeas, pero no dejaré que te metas con mis amigas para divertirte.

—¿Lo dices por…?-él miró hacia el frente alzando su índice, pero no pudo decir nada, incapaz de recordar el nombre.

—Chiharu-gruñó Sakura. Ni siquiera se tomaba el tiempo para recordar cómo se llamaba la chica a la que estaba acosando—Para eso estás aquí, ¿verdad?

—No entiendo de qué me hablas-replicó él, mirándola como si de verdad no comprendiera nada—Si estoy aquí es porque es tu cumpleaños y…

—¿Y viniste a buscar más chicas para presumir después que ya eres todo un hombrecito?-completó con una mueca de desprecio, haciendo que las pupilas de él se dilataran—Creo que te equivocas, Li. No eres más que un niño, ¡siempre has sido un molesto niño! ¡No has madurado en nada! Y si crees que lograrás fastidiarme en mi cumpleaños haciendo este tipo de cosas, ¡estás muy equivocado! ¡Tú, tu novia de pechos enormes y lo que hagas me da exactamente igual! ¡Siempre me has dado igual!

Sakura no sabía de dónde había salido todo eso. No estaba planeado. Ni siquiera tenía plena conciencia de que eso es lo que pensaba, y mucho menos, de qué ganaría diciéndole esas horribles palabras.

Él tenía derecho a estar ahí, aunque fuese invitado de su madre, y también tenía la libertad de hablar con Chiharu mientras ella los esperaba para partir su pastel, e incluso tenía derecho a salir con quien quisiese, aún si fuera una de sus compañeras. Pero por alguna razón, le molestaba. Muchísimo.

—Lo siento. No fue buena idea venir.

Ella no dijo nada. La garganta le ardía, como si fuese a romper en llanto.

Intentó recordar en qué fecha de su ciclo menstrual estaba. De seguro todo era por algún desorden hormonal propio de la naturaleza femenina. ¿Por qué más podía ser?

—Yo... –Shaoran se veía realmente incómodo. Incómodo y dolido. Sakura sintió que el nudo en la garganta la ahogaría, y deseó tener el coraje para retractarse en cuanto los ojos tristes de él se cruzaron con los suyos. Olvidaba lo mal que se sentía cuando él se afligía; cuando niña siempre intentaba animarlo con alguna mueca o haciendo una tontería, porque ya lo había visto llorar cuando su padre murió, y se prometió no verle así nunca más, al menos, no mientras ella pudiera remediarlo—Sólo venía a esto-musitó, alejándola de sus recuerdos, sacando de su bolsillo un pequeño paquete y estirándolo a sus manos.

Ella lo cogió, contemplándolo atónita. No merecía recibir algo de su parte después de lo que le había dicho.

—Li…-pronunció, al recuperar el habla. Al alzar la cabeza y mirar con los ojos nublados de emoción, no lo encontró.

En la sala todos estaban expectantes por su aparición. Nadeshiko sostenía el pastel en sus manos, mientras que su padre estaba con la cámara lista para disparar e inmortalizar la décimo octava fotografía de cumpleaños oficial.

—¿Dónde estabas, hija? ¿Fuiste a buscar a Shaoran-kun?-preguntó al verla entrar.

Afirmó con la cabeza, obligándose a sonreírle a ella y los demás.

—Tuvo que regresar a su casa-dijo, esforzándose por controlar la voz temblorosa.

—Oh, eso es una pena-suspiró Nadeshiko—Bueno, pero ven a soplar las velas. Creo que ya están derritiéndose.

—¡Sí, y nosotros hemos ensayado mil veces el coro!-se quejó Yamazaki, y comenzó a entonar nuevamente.

Tomoyo le preguntó qué le pasaba apenas tuvo oportunidad, y ella se empeñó en quitarle importancia a que Li decidiera marcharse. Se concentró en atender lo mejor posible a todos sus invitados, incluida Chiharu, quien se desanimó bastante en las horas siguientes. Cantaron karaoke hasta la madrugada, o más bien fue Yamazaki el que dedicó un montón de canciones a las chicas, en especial a Chiharu, sin querer soltar el micrófono.

A las tres ya todos se habían marchado en el automóvil que Sonomi Daidouji enviaba, especial para trasladar a todos los chicos seguros a sus casas.

Sakura subió exhausta a su habitación. Su familia se había retirado a dormir hacía un rato. La sonrisa que había mantenido estoicamente cedió y fue reemplazada por una expresión taciturna cuando cerró la puerta de su cuarto y se sentó a lo pies de la cama a oscuras.

Lo había pasado muy bien; los chicos, sus padres, y hasta su hermano hicieron lo posible porque aquél fuera un cumpleaños inolvidable. Sakura se había sorprendido gratamente al recibir sus regalos y ver desde una colección de videos sobre la aparición de fantasmas muy típico de Naoko, hasta unos preciosos cojines hechos a mano por Tomoyo.

Sin embargo, había un presente que no veía aún. Uno que seguía oculto en su sujetador donde lo metió apresuradamente al momento de entrar nuevamente a la salita y anunciar que Li se había retirado. No supo muy bien porqué quiso esconderlo. Tal vez, quería estar a solas al momento de abrirlo, temerosa de que sus movimientos o su rostro reflejaran algo que no querría mostrar ante los demás.

Extrajo el pequeñísimo paquete con las manos temblorosas. Las palabras que había gritado allí afuera le venían como ráfagas a la cabeza mientras desenvolvía el envoltorio con sumo cuidado. Sakura sacó una pequeña cajita redonda de color azul. En su interior había un par de delicados pendientes con forma de flor de cerezo que resplandecieron con el haz de luna y la dejaron sin aliento.

—Son muy lindos-dijo en un hilito de voz, encendiendo la luz de su lámpara para contemplarlos mejor. Se quitó las argollas que llevaba esa noche y los reemplazó por las pequeñas florcitas, examinándose al espejo luego. —No merecía que me los dieras, idiota-masculló, viendo que la chica al otro lado del espejo contenía a duras penas las lágrimas de vergüenza.

¿Quién se suponía que había sido la inmadura?

—Siempre es un gusto verte, amiga-decía Nadeshiko estrechando a Ieran Li en sus brazos, tras una larga semana sin reunirse.

—Lamento no haber llegado ayer-se excusó la de cabello negro, entrando a la sala—¿Está Sakura? Traje su regalo de cumpleaños.

La muchacha salió de la cocina, dejando su desayuno intacto. Sintió la aguda mirada de Touya seguir todos sus pasos, tal como cuando se toparon en la mañana, y temió que el maquillaje no cubriese bien lo hinchado y ojeroso de sus ojos. Porque a su parecer era lo único que podía delatar lo mal que había dormido la noche anterior.

—¡Sakura, muy feliz cumpleaños!-la saludó Ieran con un beso y un abrazo. Le reiteró las disculpas por no poder saludarla el día de ayer por asuntos de trabajo; una reunión la había obligado a quedarse en Kyoto, donde tendría que volver toda esa semana para culminar un curso de perfeccionamiento. Después, y para sorpresa de Sakura, levantó de un costado del sillón donde estaba sentada una bonita bolsita brillante con un moño—Aquí tienes tu regalo. Espero te guste.

Ella no lo recibió hasta que Nadeshiko la despabiló tocándole el hombro. Ambas mujeres sonrieron ante lo despistada que era, mientras ella se dejaba caer en el sofá con el paquete en brazos, confundida. Es que, ¿por qué la señora Ieran le daría otro regalo? Ayer ya había recibido los pendientes,- que seguía llevándolos desde que se durmió con ellos- por lo que no entendía para qué un segundo presente.

—Me gustaría excusarme por Shaoran-dijo la señora Ieran, haciendo que de la nada su corazón comenzara a latir aceleradamente—Ayer no pudo venir porque se sentía mal, pero sé que tenía muchos deseos de hacerlo.

Sakura parpadeó. Ahora sí que no entendía nada.

—¿Qué dices? Shaoran-kun estuvo ayer en el cumpleaños. Se fue un poco antes de que Sakura soplara las velas, ¿verdad hija?

Ella dio una cabezadita afirmativa.

—¿Y por qué no me dijo nada?-se asombró la mujer de cabellera negra, meneando resignada la cabeza—Ése chico es único…-dijo finalmente, en una exhalación.—Bueno, ese regalo es por parte de ambos. Espero te guste, porque no me decidía entre sombrero o una lámpara. Después que escogí el sombrero no sabía si el rojo o el blanco, pero creí que el blanco combinaría con más colores y es perfecto para la temporada de primavera y verano.

Ieran siempre revelaba sus presentes antes de que ella lograra abrirlos, quitándole todo el encanto de adivinar antes de sacarles el envoltorio, como a ella le gustaba. Mientras extraía su sombrero del paquete, seguía tratando de comprender porqué este año le había comprado dos; los pendientes hubieran sido suficientes.

—Gracias-dijo, cuando tuvo en sus manos el delicado sombrero veraniego, con un lazo color celeste.

—Ay, pruébatelo-pidió, poniéndoselo ella misma sobre la cabeza. La observó con los ojos resplandecientes, quizá viendo en ella algún recuerdo de sus hijas ya casadas—Se te ve precioso. Y con estos pendientes… -murmuró, cuando se los vio. Sakura estaba lista para agradecérselos, cuando Ieran continuó—…son unos pendientes hermosísimos. ¿Se los diste tú Nadeshiko?

—No, no se los había visto antes-dijo la joven madre a su amiga, tan sorprendida como ella. Después de acercarse a mirarlos, se dirigió a la chica para preguntar:—¿Quién te los regaló, Sakura?

¿Cómo podía decírselo, si ni ella lograba creerlo? Todo indicaba que Shaoran se los había regalado, y no la madre de éste, como siempre sucedía.

—Eh… Eriol-dijo al final. Podría haber pensado en Tomoyo también, pero su madre había visto los cojines que su amiga bordó especialmente para ella. Como fuera, podría decir cualquier nombre y sonaría más convincente que el de la verdadera persona responsable.

—Ese muchacho tiene muy buen gusto-lo halagó Ieran—Ojalá Shaoran pudiera comprar algo así algún día, pero cada vez parece que todo le importara menos… Sobretodo ahora que terminó con su novia.

Sakura volvió a sentir que su corazón se apretaba y daba un vuelco.

—¿Qué has dicho?-cuestionó Nadeshiko, con los ojos abiertos de par en par.

—Sí. Habló con ella y terminaron con la relación. A decir verdad, eso me tranquiliza. Era una chica algo extraña y diferente…-murmuró Ieran pensativa—Por eso es que creí que no vendría a tu cumpleaños, Sakura-chan; parecía muy afectado.

Era lo único que faltaba para hacerla parecer un verdadero monstruo.

Shaoran vino a su cumpleaños pese a que terminara con su novia; Sakura la bestia insensible lo trató horrible; él le dio entonces un regalo precioso, y después se retiró triste, quizá peor de lo que había llegado.

¡¿Por qué había hecho una cosa así? ¿Qué clase de ser humano era? Debió haber visto en sus ojos el llamado desesperado de un chico que estaba sufriendo por amor y lo único que necesitaba era que le dieran una palabra de aliento, un abrazo reconfortante, una sonrisa amable y todo lo contrario a lo que ella había entregado.

—¿Sakura, te sientes bien?-preguntó de pronto Nadeshiko, examinándola preocupada—Luces muy pálida.

—Me duele un poco la cabeza. Con permiso-dijo rápidamente dando una leve reverencia, desapareciendo escaleras arriba.

No era fácil dejar atrás el orgullo y aceptar haberse equivocado. Está en la naturaleza humana el que reconocer una falla sea mucho más complicado que presumir un logro. Es por eso que Sakura ensayó cientos de veces frente al espejo las disculpas apropiadas para él. Algunas de esas veces, comenzaba a balbucear y sonrojarse; otras terminaba culpándolo a él con un enrevesado argumento, y en las restantes no lograba decir absolutamente nada. Como fuera, no dejaba de sentir ese peso en el pecho que le recordaba constantemente lo mala persona que era. Merecía el peor castigo. Quizá la soltería eterna.

—¡No, todos menos eso!-gimió, haciéndose un ovillo en la cama. No podía morir sin conocer el amor verdadero. Kami-sama no era tan malo como hacerle algo así; suficiente había hecho con tenerla esperando por su persona especial esos dieciocho largos años. —Tengo que disculparme con él sea como sea-decidió, e incapaz de estar más rato en la cama esperando que dieran las 7, se levantó para alistarse.

Ese muchacho tiene muy buen gusto. Ojalá Shaoran pudiera comprar algo así algún día.

Sakura recordó las palabras de Ieran Li mientras se daba un último vistazo en el espejo. A ella también le costaba creer que Li tuviera tan buen gusto para escoger un regalo como ese, pero todo indicaba que era por iniciativa suya, por primera vez en la historia de los presentes Sakura recibía de parte de él y su madre. Curiosamente, le causaba una rara felicidad en medio de la culpabilidad que cargaba en sus hombros.

—Por eso necesito esforzarme más y demostrarle que de verdad lo siento-se dijo decidida, levantando su mano empuñada a los cielos. Nadeshiko le deseó un buen día al entregarle el almuerzo y despedirla; notó que parecía haber recuperado parte del entusiasmo que irradiaba todos los días, aunque no le quiso hacer notar que su rostro denotaba otra vez una noche en vela.

Se puso sus patines y emprendió el camino a la preparatoria. Era uno de los pocos días en que tenía tiempo de sobra para llegar.

Las primeras personas ya ingresaban por la puerta principal. Otro buen número seguía hablando afuera, donde saludó a sus conocidos con una seña, sin detenerse a charlar.

A la entrada se quitó los patines y los guardó en su casillero. Cuando estaba poniéndose su calzado, sintió que alguien la observaba desde atrás, proyectando una sombra sobre ella.

—¿Estás contenta ahora?-preguntó una voz áspera en un siseo.

La castaña volteó, encontrándose con el demacrado rostro de su compañera y ahora ex de Shaoran Li. Sus ojos hinchados y su cabello despeinado le recordaron a cómo se veía ella esos días. Qué irónico que la causa fuera la misma.

—No tengo ánimos de discutir contigo, Kubo-replicó, cerrando su casillero.

—Se cumplió lo que tanto querías-la ignoró la rubia, bloqueándole el camino—¡Todo esto es por tu culpa! ¡Shaoran me ha abandonado por ti!

Como si eso pudiera ser posible, suspiró. Sí que le había afectado lo que había pasado con el castaño.

—¿Por qué dices eso?-preguntó con ironía, curiosa por saber qué le había hecho sacar tan estúpida conclusión.

—Porque así es. ¡Tú tienes que ver con que pasara todo esto! ¡Me ha dejado por ti!-Sakura dejó de respirar, incrédula. Tenía que haber algún error…—¡Como si tú fueras mejor que yo!

Natsuki bajó su mirada al suelo, donde la joven vio caer unas finas lagrimas. No quería que las cosas salieran así, pensó, pero no pudo decírselo en voz alta, todavía atónita de su revelación.

—Yo… yo de verdad lo quiero-dijo la rubia, con sinceridad. Parecía otra persona parada ahí en frente, sin su maquillaje y su cuidado cabello peinado; parecía mucho más humana con esa expresión de desolación—Creí que por fin había encontrado al chico correcto…

Sakura sintió un resquemor en la garganta. ¿Estaba bien que le dijera esas cosas a ella? Es decir, ambas no habían cruzado más que un par de palabras en la vida, y todo lo que conocía de ella se resumía a una pésima reputación por sus fugaces romances.

—Kubo…

—¡Pero quiero que sepas que no me rendiré!-la cortó, con una decisión que la dejó boquiabierta—¡Voy a hacer que se enamore de mí, así te opongas tú y todo el resto!

Acto seguido, salió corriendo en dirección a los baños.

Kubo podía haber cometido muchos errores, pero al fin y al cabo, sus sentimientos eran como los de cualquier persona, y como todos también podía enamorarse.

Curioso era que justo la persona que la haría cambiar sería Shaoran Li. Ese mismo Shaoran Li que ella tanto creía conocer, y el que no imaginó llegaría a ser tan importante para otra persona que no fuese ella...

—Sakura, ¿qué ocurrió?-cuestionó Tomoyo, apareciendo a su lado y contemplándola mientras permanecía absorta en sus pensamientos.

—Soy muy mala, Tomoyo…-dijo ella tan bajito, que su amiga creyó haber oído mal.

—¿Qué dices?-se extrañó—Eso no es verdad

—Sí, lo soy. Soy mala porque no dejé que ellos fueran felices. Porque juzgué a Kubo antes de detenerme a pensar que sus sentimientos podían ser sinceros-Sakura luchó para que la voz no se le quebrara al continuar, apretando los puños—Quizá él también la quiere y han terminado porque le he metido cosas en la cabeza… ¡Soy horrible!

—¿Terminaron? Pero… Sakura, eso no quiere decir que sea tu culpa-Tomoyo le devolvió el abrazo cuando ella se acercó, buscando su apoyo—Probablemente, no estaba funcionando su relación… o quizá…

Sakura se separó para mirarla ante su silencio. El rostro de Tomoyo parecía dubitativo en cómo seguir sus palabras.

—Quizá había otra chica…

Llevaba un tiempo considerable tocando el timbre, y no había respuesta. Sakura comenzó a impacientarse, y también a comenzar a imaginar los sucesos más terribles dentro de aquella casa. Si Shaoran estaba triste por haber terminado hace poco con Natsuki y por eso no había ido a la escuela, estando solo por toda esa semana en que su madre había vuelto a sus viajes de negocios podía llevarlo a cometer una locura. Por su cabeza pasaron imágenes del chico bebiendo a destajo, o demacrado por no comer, o incluso… atentando contra su propia vida.

—¡Hoe, tengo que hacer algo!-se desesperó, tomando aire y mirando hacia la ventana del segundo piso que estaba abierta; ahí era su habitación—¡Li! ¡Li, ábreme por favor! ¡Li, no hagas algo estúpido, aún eres muy joven!

No había respuesta. Quizá era demasiado tarde…

Sakura empujó el pequeño portón, corrió hasta el patio trasero donde sabía y estaba la puerta que comunicaba con la cocina; Ieran Li dejaba una llave oculta bajo la regadera desde que eran unos niños.

Abrió, sin perder detalle su alrededor. No parecía haber nada extraño en el orden de la cocina al menos.

—¡Li!-gritó mientras subía las escaleras, con el corazón apretado de angustia. Si algo le había pasado, no se lo perdonaría jamás… —¡Li!-fue el último grito antes de abrir de par en par la puerta de su cuarto.

Sakura lo vio recostado en la cama, los ojos cerrados y los audífonos del Ipod en sus oídos. Absolutamente ajeno a todo.

Sus brazos cayeron inertes a un costado, resbalando su bolso del hombro y cayendo al piso.

—¡Serás idiota!-exclamó, sin poder acumular más de esas sensaciones en el pecho. Por poco la mataba haciéndole creer lo peor.

Él reaccionó por fin, incorporándose con sorpresa, algo adormilado.

—¿Qué demonios haces acá?-preguntó, lo que ya parecía ser un dialogo conocido para ambos.

—¡Pudiste haber respondido cuando te llamaba!-le reprochó, furiosa de lo poco que parecía importarle el haberle causado tamaño susto. Recogió su bolso y se lo aventó, pero él logró esquivarlo con algo de dificultad—¡Estaba preocupada allá abajo creyendo que tú…!

—¿Preocupada?-la interrumpió él sarcástico, hablando sobre su voz—Hace menos de dos días me has dicho que siempre te ha dado igual lo que pase conmigo. ¿Por qué tendrías que haberte preocupado si no te oía?

No tuvo palabras para responder.

Todas aquellas frases ensayadas, memorizadas y repetidas incansablemente se extinguieron de su mente. Hubo un momento demasiado largo en que ambos guardaron silencio; ella con la mirada clavada en sus pies, él mirándola con hostilidad, probablemente.

—¿Cómo has logrado entrar?-preguntó nuevamente, aplastándose los cabellos hechos un desastre al estar recostado. Sakura levantó la mirada con algo de temor—¿Otra vez has venido con tu madre?

—No… sólo he venido yo-murmuró, a lo que él alzó una ceja mientras se cruzaba de brazos. Bueno, era momento de comenzar—Quería… esto… me enteré que terminaste con Natsuki.

Estudió su expresión, esperando ver el más mínimo signo de dolor para aferrarse a él y brindarle su apoyo.

—Con que eso era…-dijo con un tono amargo que Sakura no logró reconocer como dolor o irritación—¿Te preocupa que el plan no haya funcionado? ¿O has venido a sacarme en cara todo tu sermón de que era una chica mayor y…?

—¡No!-exclamó ella de inmediato, dispuesta a reivindicarse de una vez por todas—Yo… Lo que dije….-titubeó, en tanto apretaba y aflojaba sus dedos—Tú tienes derecho a salir con quien quieras, no importa si ella es mayor o lo que sea… si a ti te gusta y te hace feliz, entonces está bien.

—¿A qué viene esto?-soltó él, con una sonrisita mordaz—¿Por qué has cambiado de opinión?

No quiere decírselo. Todavía le queda un poquito de orgullo, pero cuando voltea para rehuir su escudriñadora mirada, él se acerca dos pasos, repitiendo la pregunta, marcando territorio porque están en su habitación, que a todo esto, de pronto se ha vuelto demasiado estrecha.

—¿Qué importa el porqué?-masculla, tratando de sonar segura, pero las mejillas le arden al sentir que está a punto de ser descubierta.

—Me importa. Si no me lo dices te vas-así de tajante la sigue observando con sus ojos penetrantes, como si tratara de leerla por dentro.

Muy bien, se lo dirá para que le regrese su metro cuadrado que tanto está necesitando para mantener la compostura.

—Es… No quiero que estés triste-dice finalmente, aunque siente que él ya lo sabe y sólo quería oírlo de sus labios.

Shaoran voltea casi de inmediato, tan rápido que Sakura no logra ver cómo ha reaccionado.

¿Ha dicho algo malo?

—Y no quiero cargar con el peso de una muerte, por si se te ha ocurrido hacer alguna tontería-agregó después medio en broma, para cambiar la extraña atmósfera.

—Claro que no-dice él, con una mano en el cuello. Sakura se asombra, y algo extraño le baila en el estómago, porque ese gesto lo conoce. Y conoce también porqué las orejan le brillan en un rojo furioso. —No estoy triste por eso… Si le pedí a Natsuki terminar fue porque… no sentía lo mismo por ella…

Está tremendamente avergonzado, y sin bien eso podría inspirarle una inmensa ternura, hay otro sentimiento que le aprieta de la nada el corazón.

—Hay otra chica… -susurró para sí misma, recordando lo que Tomoyo había sugerido.

Él se sorprendió, volteando a verla.

—De acuerdo-dice de prisa y sonríe, aunque no sabe porqué se le hace más difícil que de costumbre. Quizás es porque es demasiado raro estar hablando de ese tipo de cosas con él—No tienes porqué hablarme de ella. Supongo que no podías hacer otra cosa.

—No quería que lo pasara mal con esto. Nunca fue mi intención herirla-dijo él tras un silencio, con una sensatez y honestidad brillando en la mirada, que le hacían parecer muchos años mayor. Adulto y atractivo.

"¡Eso no lo he pensado yo!", se sobresaltó, desviando la mirada desesperada hacia otro lado. De seguro sólo lo imaginó porque le daba un poco de pena.

—Ahora puedes tener tu conciencia tranquila-concluyó él al final, levantando despreocupado sus hombros. Se puso los audífonos otra vez, y se recostó de regreso en la cama.

Debió haberlo previsto: no la escucharía por mucho tiempo. Tenía sus razones para seguir molesto.

—Uhm, también vine a… a-Sakura cerró los ojos, concentrándose en sus palabras y no en el calorcito que comenzaba a expandirse en sus mejillas de la vergüenza. No tenía porqué hacérsele tan difícil, si él ya había cumplido con contarle algo tan privado; lo mínimo era excusarse como era debido—…vine a pedirte disculpas por como te traté ese día. No merecías todo lo que te dije. No sabía que estabas pasándolo mal. De verdad, lo siento.

—Mh.

Fue todo lo que él contestó. Parecía que de verdad no estaba escuchándola, y si lo hacía, le importaba muy poco.

Sakura frunció el ceño, algo molesta. Decidió hablar más fuerte.

—Y gracias por los aretes-eso funcionó. Shaoran la miró desde su cama, lo que la animó a seguir hablando. Animada de obtener su atención, Sakura continuó:—¿Los escogiste tú?

Él se quitó los audífonos, y la miró por un momento que se le hizo eterno. ¿Desde cuándo es tan difícil mirar en los ojos cobrizos de Shaoran Li? Es decir, son los mismos ojos de siempre, sólo que ahora parecen más… más con un nosequé que la pone tensa.

—No-dijo finalmente el chico—Creo que los escogió un tal Eriol…

Sakura parpadeó.

—¿Eso fue lo que le dijiste a mi madre, verdad?-preguntó él, con una mueca parecida a una sonrisa.

—Lo dije porque no iba a creer que tú habías sido…-intentó explicar, sintiéndose tonta y culpable.

—Claro-soltó Shaoran, y lo vio levantarse otra vez para caminar gesticulando hacia la ventana—Es mucho más probable que te los de el tal Eriol, porque es educado, viene de Inglaterra, y no es un inmaduro como yo.

—¿Cómo sabes que Eriol viene de Inglaterra?-preguntó con curiosidad.

—¡Eso da igual!-exclamó él, algo azorado. Sakura entonces recordó que habían hablado en su cumpleaños; probablemente, Eriol había mencionado Inglaterra entre toda la charla. De todas formas, por cómo se había referido a su amigo inglés, cualquiera diría que no le había simpatizado mucho—Está claro que no te ha gustado… -oyó rematar bajito al muchacho, que se ha cruzado de brazos y mira obstinadamente un cuadro en la pared.

—¡Sí me han gustado!-replica con tal ahínco, que se sonroja después. Cuando vuelve a hablar, se asegura de bajar un poco la voz—Si no me gustasen no los usaría.

Shaoran le ha dado una mirada apagada, y sonríe de esa manera forzada y triste que la convence de que puede estar muy alto, su voz muy ronca y sus ojos mirar diferente, pero sigue siendo el niño sensible que se convirtió en su mejor amigo.

—No… no te ha gustado que yo te los regalara.

Y esto termina por convencerla.

Sakura siente por un minuto la necesidad de acercarse y abrazarlo con fuerza, porque enfurruñado como está, le despierta un inmenso cariño, tal como cuando niños.

—No es que no me hayan gustado-dice con suavidad—Sólo… me has sorprendido y… no lo sé, me dio pena contárselo a tu madre.

Esa era la verdad. Aunque también podía haber agregado que le gustaba saber que ambos podían compartirlo como secreto. Sakura se sonrojó al notar que estaba sonriendo sin poder evitarlo. ¿Tanto le gustaba esa idea para sonreír como estúpida? Quiso golpearse con el puño, porque ese día estaba pensando cosas demasiado raras.

—¿Fue extraño el que te los regalara?-preguntó de pronto la voz de él, causándole un respingo. Sakura asintió, dubitativa—No estaba seguro de hacerlo. El último regalo de cumpleaños que te di pareció no gustarte mucho.

¿Hubo un último regalo de cumpleaños que él dio? Sakura no lograba deducir de qué estaba hablando.

—Cuando cumpliste doce-le recordó él, ante su confusa expresión. Sus ojos se clavaron en la lámpara que colgaba del techo mientras recordaba—Tus amigas te perforaron las orejas, porque te regalaron pendientes. Chillaste mucho.

—¡¿Eh? ¿Cómo que chillé?-protestó, confusa. No podía igualar los vívidos recuerdos que él comenzaba a formarse.

—Ese día… creí que no te conocía-siguió diciendo, nostálgico—Habías cambiado demasiado. Supongo que con el paso del tiempo es natural cambiar.

Sakura sintió algo tibio bajarle por el pecho hasta su estómago. La imagen de un Shaoran más pequeño sentado, aburrido en un rincón de la mesa, la regresó a ese día y la hizo comprender que había sido el momento exacto en que su relación de amistad pareció perderse.

—No creo que hemos cambiado tanto-murmuró, buscando en los ojos almendras los resquicios de tantas risas y tristezas, recuerdos que quedan grabados en una simple mirada—Por dentro seguimos siendo los mismos.

—¿Cómo lo sabes?-gruñó él desconfiado.

—Digamos que puedo comprobarlo ahora mismo-le asegura, como que su nombre es Sakura Kinomoto.

Shaoran lució inquieto por el brillo perverso que vio en su mirada. Cuando Sakura dio un paso hacia donde estaba, invadiendo su espacio personal, el corazón comenzó a latirle de la anticipación, y una sonrisa se expandió en sus labios al oírlo decir:

—¿No estarás pensando en…?

—Sí… -sonrió ella malévolamente—¡Hacerte cosquillas!

Se abalanzó a su vientre, comenzando a sacarle ruidosas carcajadas. Sabía perfectamente cuál era su debilidad; la encontró desde que eran pequeños, y desde ahí supo sacarle partido para vencerlo en cualquier disputa. Y esta vez no sería la excepción.

—¡Basta, no sigas!-apenas hablaba él, retorciéndose de la risa. Estaba tan débil que cuando tropezó con la cama cayó sin notarlo—¡Jajaja, ya es suficiente!

—El mismo chico con cosquillas de siempre-decía ella, quien tampoco tenía noción de estar sobre él, concentrada en causarle el ataque de risa más largo en la historia de sus juegos.

Era demasiado gracioso, pensaba, riendo casi tanto como él sólo de ver su expresión.

—Hubiese sido tan divertido tener un hermanito pequeño como tú-dijo, entre todas las carcajadas, comprendiendo el afán de Touya de molestarla. El sólo saber que se tenía cierto poder por el hecho de ser mayor unos años se le hacía agradable.

Sakura abrió los ojos de golpe, las risas cesaron y de pronto sintió que su espalda chocaba contra el colchón. Sorprendida, abrió más los ojos.

—Yo no soy un niño pequeño-dijo él, con la voz más profunda de lo que Sakura nunca le hubiera escuchado. Fue en ese momento cuando percibió que los papeles se habían intercambiado, y ahora era él quien estaba sobre ella, inmovilizándole las manos para que se detuviera, con una expresión demasiado distinta a la de segundos atrás.

Y estaba claro que un niño pequeño no podría haber hecho movimiento tan rápido, ni tenía la capacidad de crear una especie de prisión sólo con su cuerpo; un niño pequeño no podía paralizarla con unas manos tan grandes, no tenía una presencia tan intensa que formaba una sensación extraña en su estómago y le llena el corazón de un temor que no sabe exactamente qué es.

—Sal-balbucea una orden, pero no puede mirarlo a la cara, porque algo en los ojos de él no se lo permite.

—Quizás tengas razón-dice pensativo, sin escucharla. —Quizás… no hemos cambiado mucho.

Ella ya no está tan segura. Años atrás esto no estaría pasando, y sería la única triunfadora. Ahora, con dieciocho años cumplidos lo único que puede pensar es que comienza a hacer demasiado calor bajo ese cuerpo y quiere escapar. Correr. Si Ieran Li o cualquier otra persona entrase, podía malinterpretar las cosas, y se metería en graves problemas… ¡Él es un menor de edad!

—¿Sabes qué voy a hacer ahora?

Sakura creyó que el corazón le había explotado al oír un ruido sordo dentro de su pecho. Sus mejillas hirvieron cuando sintió que las manos de él la soltaban lánguidamente, y su rostro serio se acercaba al suyo como si estuviera en cámara lenta. Distinguió con exactitud el color de sus ojos y hasta percibió el calor húmedo de su aliento chocando contra su nariz, mezcla de vainilla y café.

Se quedó quieta, congelada como una fotografía, sin poder mover un solo músculo para alejarse e impedir que él siguiera acercándose.

¿Cómo sabrá su boca? ¿Va a rozarle los labios, o va a meter su lengua? ¿Va a ser lento, o muy rápido que no tendrá tiempo de responderle? ¿Se sentirá raro, o muy bien? Son demasiadas preguntas. Es demasiado el calor que siente en su rostro, y en todo el cuerpo. Es nula la razón para detenerse a considerar la diferencia de edades, lo mucho que ha dicho que lo detesta, lo nerviosa que se siente, lo mucho que le arden los ojos, lo asustada que está de hacerlo mal….

Sakura ha sentido algo blando chocar sobre su cara. Sobre toda su cara, y no se ha sentido como una boca precisamente.

—¡Guerra de almohadas!-gritó de repente el chico, saltando bajo la cama.

Él se ha ido corriendo por el pasillo, y junto a él ha salido corriendo su corazón, dejándola muerta en vida sobre el colchón.

No sabe exactamente qué fue lo que pasó, pero una cosa es segura, cuando levanta la almohada donde han quedado estampados sus labios:

—¡Juro que me las vas a pagar, niño inmaduro!-bramó tan fuerte que de seguro los vecinos y transeúntes también escucharon. —¡Voy a patearte el trasero!

Agarra uno de los cojines y lo alcanza en el pasillo. Da dos golpes certeros en la cabeza, otro por su brazo, lo escucha riéndose y pese a que suena a una risa de hombre, Sakura sabe que es la manera en que Shaoran-kun reía en esos tiempos cuando no había de qué preocuparse, cuando todo era fácil, cuando no existían sensaciones extrañas al estar tan cerca, ni pensamientos raros que le han hecho creer que la iba a besar.

Se avergüenza profundamente. Por eso no puede mirarlo a la cara y sigue repartiendo cojinazos a diestra y siniestra, con rabia, como si fuera ella misma la que los recibiese y estuviera castigándose de pensar tantas tonterías.

¡Es un niño, por el amor de Dios!

—Oye, ya… ya está bien-dice él vencido en una de las esquinas del pasillo—Tienes mucha fuerza-comenta cuando la chica se detiene, pero no logra tapar un sorpresivo último ataque en la cara—Ouch, mi nariz.

—Sí. Creo que ya está bien-dijo ella, respirando fuerte. Tiró el cojín al suelo, y se dio la media vuelta.

—¿Te vas?

—Tengo cosas que hacer.

—Ah.

Se arregló el cabello, peinándolo con los dedos antes de bajar.

—No comentes con tu madre que he venido.

—¿Por qué no?

Es exasperante. Cuando habla, cuando la mira con su rostro de no comprender nada en absoluto, cuando esconde las manos en los bolsillos. Sakura se atreve a mirarlo por unos segundos, pero aparta la cara al darse cuenta que tiene que alzar el mentón para poder verlo; nunca le había frustrado tanto ser pequeña como ahora.

—No quiero que malentienda-contestó con suficiencia, porque ella es la mayor y la que sabe de qué habla—Ni que mi madre se entere. Ya sabes cómo son las dos.

—Claro…-él sonrió levemente, y es increíble cómo se endulza su rostro cuando lo hace—Pueden creer que has venido a consolarme.

Sakura abrió y cerró los ojos, aturdida más por la sonrisa que por sus palabras.

—¿Eh?

—Te has aprovechado de que estoy solo sufriendo, y has venido a consolarme ofreciéndote a reemplazar el lugar de Natsuki-dice el chico, arrastrando teatralmente cada palabra. Después la ha mirado con una exagerada expresión de abandono, que terminó por hacerla estallar. Es una provocación tan infantil… pero pese a ello le revienta los nervios.

—¡Sabes muy bien que no he venido a eso!-rugió roja por la furia al ver que él no tomaba sus palabras en serio.

Cuando suelta una risa espontánea, se detesta de sentir un calorcito en el estómago que le hace olvidar esa repentina ira.

—Más suerte para la próxima, Sakura-ha dicho como despedida, antes de encerrarse en su cuarto. Y cuando ha pronunciado su nombre, Sakura jura que ha sentido algo trepándole por la espalda.

—¿Cómo que más suerte? ¡Hey, no te sobrevalores sólo porque has salido con una chica, niño!-gritó, porque no quería dejarlo con la última palabra—¡Aún te falta muchísimo por crecer y descubrir del mundo de nosotros los adultos!

Es absurdo estar vociferándole a la puerta. Y es más absurdo aún pretender hablar como si perteneciera a ese "mundo de adultos", como ella le llama. Si compara lo que ha sido su vida con la de él, está más que claro que Shaoran lleva la ventaja; ya tuvo su primera novia, citas, recibió su primer beso y tuvo su primera vez.

¿A quién quiere engañar? La única niña es ella, que ni siquiera ha logrado enamorarse de verdad todos esos años; que nunca ha tenido una cita; que interrumpió asqueada su único beso cuando sintió que él intentaba meter su lengua, hacía un año atrás, con un chico mayor en una fiesta de Chiharu.

La puerta se abre repentinamente, y justo cuando Sakura cree que oirá de su parte una acongojada disculpa por su actitud, él ha estirado su bolso asomando apenas su brazo, cerrándole otra vez la puerta en la nariz.

—Vete a la mierda, Shaoran-masculló fastidiada.

No entiende cómo su madre piensa que ese niño podría convertirse en algo más para ella…

Notas: Hola gente :D hay lectores de mi otro fic por aquí? Antes de que apunten sus armas hacia mí, permítanme excusarme por la tardanza! De verdad, últimamente he estado muy ocupada, pero hago un esfuerzo por avanzar en mis ratos libres, que a estas alturas de la vida son pocos. Este fic tiene bastaaaante tiempo. Al principio era un proyecto de la otra cuenta que comparto con Lady-chan (Fujiwara Inc y donde olvidé la contraseña xD) así que va dedicado a ella si me está leyendo en algún rincón del planeta :3 suerte en toodo miguis!

El fic está terminado, así que no tendrán que soportar meses por saber cómo continúa, como en mis otros fics cof cof xD La próxima semana subiré el próximo capítulo, con el punto de vista de Shaoran.

En fin, muchas gracias por leer y que tengan un gran día! :)