2:37 a.m, Kiku Honda
"El amor consiste en sentir que el ser sagrado late dentro del ser querido."
Platón.
Hacía frío... Demasiado.
El clima en Grecia generalmente era cálido y vivaracho; más, sin embargo, este día… Hacía un particular frío.
Mi mente se nublaba por las caricias que mi tierno esposo griego me brindaba.
Hacía unos cuantos siglos que me había unido a Heracles… Él me hacía feliz como ninguna otra persona lo habría hecho.
Él me había ayudado a ver el sexo de una manera espléndida…
Temía por mi sexualidad, temía el cómo una persona me fuera a tocar… Temía en mi cuerpo.
Pero gracias a él… Ya no temo.
— Kiku…— Me miró a los ojos, sin dejar de embestirme con suavidad y profundidad. —
— ¿Heracles? — Como pude mantuve contacto visual con él; a pesar de llevar muchísimo tiempo juntos, el mirarlo mientras hacíamos el amor… Me resultaba algo imposible.
— Está lloviendo, Kiku…— Inclinó su cabeza, lamiendo mi cuello, haciéndome estremecer.
— Heracles…— Jadeé. — -No es normal que en tu país llueva, ¿Verdad?
Asintió.
Observé que, de su frente, comenzaban a brotar pequeñas gotas de sudor, producto del calor que, a pesar de estar haciendo frío allá afuera y con una notable lluvia, esa sensación de calorina crecía en la habitación cada vez más… Era algo increíble.
Era como si todo el calor que se encontraba en nuestros cuerpos, se escapara de nuestro interior para envolvernos en esa sofocante pero agradable canícula.
— K-Kiku…— Me miró nuevamente a los ojos, diciéndome con la mirada "Kiku, te amo, gracias por ser parte de mi vida…" No dijo palabra alguna, pero con solo ver sus preciosos ojos esmeralda, podría entenderle una biblia completa.
— Heracles. — Sonreí con las mejillas ruborizadas por el bochorno y la pena, combinadas por el calor creciente de aquella habitación.
Un trueno se escuchó.
Me alteré, pero enseguida él me abrazo.
— No temas, estoy contigo. — Murmuró, embistiéndome con cariño y suavidad.
— H-Heracles, y-yo…— Mis músculos se tensaron, mi cabeza se fue a otra dimensión junto con mi autocontrol sexual. Había tenido un orgasmo. Uno de los tantos orgasmos que mi esposo me regalaba al hacerme el amor con tanta dulzura.
— Kiku…— Jadeó en mi oído, terminando dentro mío… Me llenaba, tanto física como mentalmente.
Respiré agitado, relajado por consecuencia de la anterior sensación orgásmica… Además del tranquilizante sonido de las gotas caer al son de la noche.
Se separó de mi hombro, tomándome del rostro para mirarme a los ojos, de nuevo, hablándome con la mirada.
— Te amo, Kiku… — Sus ojos brillaron. —Mucho.
Me ruboricé, esta vez, por la vergüenza solamente.
— También te amo, Heracles. — Suspiré, cerrando mis ojos.
La lluvia no cesó en toda la madrugada.
Al igual que los tiernos abrazos de mi griego al dormir.
¡Por fin vuelvo después de siglos sin escribir!
Ya extrañaba hacerlo... Aunque creo que a partir de ahora me dedicaré a escribir exclusivamente sobre Hetalia.
Espero esta historia haya sido de su agrado.
¡Dejen review~!
