Holaaaa, les traemos esta nueva historia. Es un Vicxi que esta planeado hace un buen rato. Basado en los eventos que ocurrieron en una historia de Sixi llamada Pasta con Sabor a Vodka que tambien esta en fanfiction pueden buscarla ya que es imposible buscar el link. (No es necesario leerla pero si quieres entender un poco mas las cosas pues es bueno )
sin más preambulos nuestra primera historia.
En una tarde de febrero, no muy fría para los italianos, Romano estaba relajado en el sillón la sala de su casa, con los pies montados en la mesa, sus botas tiradas desordenadamente a un lado, su corbata un poco floja, su chaqueta sobre el mismo sillón, los botones de los puños y en el cuello de su camisa los había desabrochado, hasta su cabello lo tenía desordenado por causa de la posición tan cómoda que tenía; el chico de ojos verdes hacía tiempo que no se relajaba de esa manera, pero esta vez dejó todo el trabajo a su hermano menor Veneciano. Bueno, quizás no se sentía tan relajado, más bien estaba de mal humor y nervioso, se sentía muy angustiado, sabía que estaba muy próxima esa fecha.
—¡TSK! ¡Maldición! ¿Por qué San Valentín es tan importante para ese bastardo? —lo murmura mientras con el brazo se tapaba el rostro por un momento.
Él estaba más que seguro que en España esa fecha no era importante, pero sabía que, si no le daba algo al español, se iba a poner caprichoso e infantil; aunque el sólo pensar en darle un regalo y comportarse amorosamente, lo ponía con la piel de gallina (trauma de los Tsunderes). Su cabeza estaba llena de asuntos problemáticos y cada vez se sentía más agotado, comenzaba a pestañear, así que decidió dejarse llevar por el sueño, cerró sus ojos pensando que después de esa merecida sienta, tendría más en claro lo que le daría al moreno. Mientras su mente se perdía en el mundo de las fantasías, sintió la sensación de ser observado, así que, con mucho esfuerzo, abrió un poco el ojo derecho, como su vista estaba borrosa por el estado de trance en que estaba no visualizo nada, nuevamente cerró el ojo, pero esa maldita sensación continuaba allí, se sentía asustado y prefirió verificar con ambos ojos y de repente…
—Chigiiiiiiiiiiii! —pegó un salto como gato asustado, cayendo de espaldas detrás del sofá, este tiembla como un pequeño chiguagua, trata de levantarse del suelo apoyando sus manos en el sillón, aunque lo hace muy lentamente, aquella persona quien lo había asustado, sólo podría ver sus cabellos, sus ojos y sus pequeños dedos. Romano toma un poco de valor y le pregunta —. ¿T TT TÚ qué haces aquí? -gaguea por el asombro.
—Privet brat Italiya (hola hermano de Italia) —el gran chico con voz algo infantil lo mira sonriendo, se notaba que estaba disfrutando de aquella peculiar reacción.
—¿Vienes a matarme?... Bastardo~ —lo dice algo susurrado, el de ojos verdes estaba enojado, pero era más grande su temor que creía que su corazón se iba a salir.
—¿A matarte? —el chico de la bufanda está algo confundido y le responde muy sonriente —. Niet; será en otra ocasión, esta vez necesito que me enseñes hacer algo.
Romano le pareció haber escuchado que el intruso había afirmado que quería matarlo, pero antes de darse cuenta, este estaba junto a él, tomándolo del brazo y le dice.
—Vamos a mi casa, en el camino compraremos lo necesario.
Rusia arrastraba fácilmente a Romano y este seguía en shock, cayó en cuenta de la situación en que estaba sólo cuando escuchó cerrar la puerta del auto, ni siquiera sabía en qué momento lo había sacado de la casa donde hacía unos minutos estaba durmiendo plácidamente. Romano se arrincona en lo más profundo del asiento del copiloto del auto de Rusia, pensando en lo peor, quizás lo utilizaría para extorsionar a su fratello, o quería comenzar una guerra con España, o quizás en verdad lo iba a matar o peor aún sólo quería torturarlo para satisfacción propia. Mientras tanto, Rusia estaba feliz, porque el primer paso de su plan ya estaba realizado, aunque gozaba de aquella fluidez de emociones que aquel pequeño chico de ofrecía, pero si quería que Romano le ayudara lamentablemente tendría que hacerlo calmar, comienza una pequeña conversación.
—Bueno, lo que vamos a hacer… Tú tienes que ayudarme, da? Es algo muy importante y yo no sé hacerlo, quizás haga malas combinaciones y no puedo pedirle ayuda a mi hermana Ucrania porque la Unión Europea y USA vendrían a decir estoy tramando el fin del mundo. Además de todos los demás, creo que eres el único que sabe hacerlo, Da! —decía el ruso mientras maneja felizmente el auto, Romano aun con pánico, sólo mira por la ventana, no entendía muy bien qué era lo que quería decir su secuestrador, pero rogaba que sólo fuera un sueño, sabía que no era así, pero anhelaba que su maldito amando, bastardo español lo salvara, aunque miserablemente se sentía orgulloso porque supuestamente "era algo que sólo él podía realizar", sin embargo no tenía ni las puta idea de qué era.
—Così… (Así que) —dice Romano con voz temblorosa, pero Rusia no le mira y prosigue —. ¿Qué es lo que tengo que ayudarte? —no sabe cómo le salieron las palabras tan fluidas y se preguntaba así mismo ¿Por qué a su idiota fratello no sentía miedo de este hombre?
—¡AH! ¿No te lo dije? —se ríe infantilmente y prosigue —. Vamos a preparar un shokolad (chocolate) para San Valentín —un tenue color rosa rodea sus blancas mejillas.
La mandíbula de Romano cae por el asombro de lo que había escuchado salir de la boca del ruso, estaba en shock, tanto que su boca le dolió de abrirla intencionalmente y encima se sonrojó, no lo podía creer.
—Debo de estar soñando, esto es una pesadilla, seguro que sí, esa bestia gigante no puede hacer esta clase de cosas tan ridículas ¿No? —pensó Romano, el trauma que el chico estaba teniendo lo absorbió tanto en sus pensamientos que ni siquiera se daba cuenta que Rusia lo estaba escuchando ya que el idiota pensaba en voz alta, aunque el ruso no le importó mucho porque sabía que su querido cuñado no le haría un atentado, además si lo pensara no sería capaz de hacerle daño con el nivel de fuerza tan lamentable que poseía, aunque estaba disfrutando de aquellos caóticos pensamientos, Romano continúa murmurando —, debo despertarme —se pellizca con mucha fuerza y eso lo obliga a cerrar los ojos del dolor —. ¡TSK! ¡MALDICIÓN! Eso no funciona, mmm… ¡YA SÉ! —comenzó a remangarse la camisa y se muerde con ganas el brazo —. ¡AAAAAH! MALDITA SEA, ESO DOLIÓ.
—¿Tienes hambre? —preguntó Rusia inocentemente satisfecho.
—¡AAAAAAH! —Romano grita asustado, se dio cuenta que ningún método iba a funcionar, el pobre no sabía que todo lo que pensaba salía con gran sonar.
—En el mercado podemos comprar algo para que comas, me imagino que no has cenado ya que tú generosamente decidiste ayudarme.
—¡TÚ ME SECUESTRASTE!
El chico de la bufanda se hace el de los oídos sordos y prosigue.
—Aunque no sé si te gustará la comida que se prepara en mi país.
Los oídos de romano resonaron al escuchar "comida", él y su fratello tienen paladares muy exclusivos y les encanta probar comidas exóticas, pensó que esa una de las razones de que su idiota fratello no le tuviera miedo. Se calma un poco y pregunta con curiosidad.
—¿En Rusia?
Cuando Romano terminó su pregunta, Rusia lo mira con una sonrisa y le dice
—DAAA! Ya llegamos- dice mientras buscaba en la parte trasera del auto, en un instante Romano tenía un abrigo en sus manos que seguramente usaba mucho Italia cuando le visitaba, así que se lo coloca ya que siente frío, Rusia se baja del vehículo para ir al supermercado, al ver que su querido acompañante no bajaba del carro se devuelve y le dice —. Cuídate mucho ya que en estos lugares existe un grupo de lobos y osos hambrientos, así que asegura muy bien el auto —le sonríe y se dirige al almacén.
Las rodillas de Romano comenzaron a temblar y no era por el frío que hacía en ese lugar, abrió rápidamente la puerta y se echa a correr tras de su secuestrador, de antemano sabía que era imposible huir de allí ya que estaba en un país que no era el suyo así que era una muerte segura, se resigna y sigue al grandote.
—¿Estás asustado? —dice alegremente.
—N-no, NO… claro que no —lo dice dudosamente —. Sólo me aseguro de que compres los ingredientes correctos para cocinar.
—¡Ohh! Eso me alegra, Gracias por acompañarme y por guiarme —el ruso sabía que no era verdad así que sonríe satisfecho.
Romano aunque tenía mucho miedo era muy orgulloso cuando se trataba de cocina, se le adelantó y entró primero al súper y él mismo se encargó de escoger los mejores, caros y refinados ingredientes para el chocolate. No había vivido junto a Bélgica por nada. Después de salir del supermercado y que Rusia le embutiera comida a Romano (como a Estonia en la serie) llegaron a la casa majestuosa del rey de la nieve. Era la primera vez que Romano estaba allí y dijo:
—¡¿Helado?! ¿Tú casa es un helado gigante? —preguntó Romano mientras miraba a lo alto asombrado y maravillado.
—Tal para cual —contestó Rusia sonriente mientras abría la puerta.
Romano no entendió muy bien, pero lo que quería decir el ruso era que se definitivamente era el hermano mayor de su novio, los dos habían dicho casi lo mismo al ver su casa.
El italiano sentía curiosidad de entrar a esa extraña y esplendorosa casa, así que con miedo dio el primer paso y decidió entraba a ese lugar, aunque por dentro tenía muchas curiosidades rusas: Matryoskas… adornos coloridos, unos particulares objetos brillosos en forma de huevos y una pequeña réplica del kremlin, que sin lugar a duda era nueva ya que resaltaba más que las otros adornos, aunque sintió una maligna presencia asesina que se le aproximaba, su miedo volvió y estaba a punto de salir corriendo, cuando el ruso se acercó a él y le dijo:
—Debes quitarte el abrigo o te será pesado cocinar —le dijo mostrándole el perchero —. Espero que mi cocina tenga todo lo que necesitas, si no es así, sólo dime qué hace falta y lo consigo de inmediato.
Romano se queda allí parado maldiciendo con gran rencor, aunque sólo piensa, ya que no se atreve a decirlo, estaba más que seguro que quería engatusar a su idiota hermano pequeño, haciéndose uno con el norte de Italia (aunque ese uno lo veo muy distinto a lo que romano lo ve jajajaja) y después apoderarse del resto del mundo.
Rusia guía su nuevo jugue… a su nuevo invitado a conocer la humilde cocina, cuando llegan allí, el chico de ojos verdes queda helado al verla, no era ni la mitad de lo que podía ser la que tenían en Italia, donde se hacían las pizzas, lasañas y mucha pasta, pensó que sería magnífica y gigante como la propia casa, lo bueno es que no se necesita mucho para hacer unos chocolates así que no tuvo problema con el lugar, comienza a organizar los utensilios para preparar el chocolate.
—Bien, comencemos —dijo mientras se remangaba su camisa, mete las manos en las bolsas para sacar los ingredientes que habían comprado. Pero se detuvo súbitamente, se sentía incómodo debido a que el chico de la bufando no cesaba de mirarlo, como pidiéndole algo, así que con vacilación y sin voltear a mirarlo le dice —. Los chocolates son más especiales si los hace con sus propias manos la persona que los está regalando, así que por favor ¿quieres venir a ayudarme?
Rusia al escuchar eso se pone tan pero tan feliz, que inconscientemente le da un abrazo rompe huesos a Romano como agradecimiento. El pobre chico ante aquella presión perdió la conciencia. Unos minutos después pidiendo una disculpa por su comportamiento, el pequeñín se recuperó y no le quedó más de otra que aceptarla. Romano comenzó a inspeccionar la cocina para saber dónde estaban las ollas y cómo funcionaba el fogón, que temperaturas tenía, y el espacio en la nevera. Rusia tenía un hermoso y rosa delantal, con un divino corazón que cubría todo su pecho, al verlo así, comenzó hasta pensar que en verdad no era tan malo, pero agitó su cabeza de un lado al otro en negación de aceptar a su secuestrador, enemigo y maligno hombre.
—Bueno, debemos poner una olla en baño María, para derretir el chocolate —dijo mientras sacaba una olla de la estantería de abajo.
—¿Baño María? ¡¿Hay que bañar a las ollas?! —le dice Rusia de manera inocente y sin ningún tono de broma.
Romano lo mira incrédulo, pero inmediatamente al mirarlo se da cuenta en hablaba en serio, pero no podía saber si bromeaba o no, siempre tenía esa cara aterradora le respondió.
—No, es cuando llenas una olla con agua y colocas otra encima para que el vapor que expulsa el agua caliente la olla que está encima de esta y así derrita el chocolate.
—Aaaaa ya, ponimayu (entiendo) —le dijo con una sonrisa según él muy bonita, pero según Romano aterradora. El chico de ojos verdes no veía la hora de terminar, debido a que el ruso estaba amenazadoramente muy cerca de él.
—Luego pones el chocolate en el recipiente y esperas a que se derrita, inmediatamente hay que revolverlo con esta espátula de plástico para que no se queme ya que el chocolate se quema muy fácil —dice Romano recordando las palabras casi exactas cuando Bélgica le explicaba.
Rusia miraba curioso, acercándose más y más, sin ninguna otra intención, Romano sabía eso, pero su mera presencia lo hacía sudar a borbotones a pesar que su cocina se sentía fría. Pasó un tiempo y el chocolate no estaba derritiendo, era difícil teniendo en cuenta que afuera estaban como a menos 10 grados Celsius.
—¡Tengo una idea! —dijo el ruso, tomó un poco de agua y lo iba a agregar inocentemente al chocolate.
—¡NOOO! ¡¿Qué haces stronzo di mierda?! ¡Arruinarás el chocolate si le echas agua! —Lo dijo Romano sin darse cuenta de que lo que dijo era sentenciar a muerte, cuando se percata —. Glup —suena su garganta y comienza a temblar.
Rusia se sobresalta porque nadie en el mundo se atrevía a gritarle, se siente de nuevo como un niño indefenso cuando su hermana lo protegía de Mongolia y los nórdicos.
—Pero he visto que hacen esto con el caramelo —le dijo haciendo un puchero que Romano no noto por estar en un ataque de y miedo, pero al escuchar eso se le olvida y de nuevo se vuelve histérico y le respondo con un tono algo subido.
—Sí, eso se hace con el puto caramelo, pero no con el chocolate, bastardo ¿acaso nunca has estado en una cocina o qué? —Rusia agacha la mirada y toma una pose algo infantil.
Romano continúa reprendiéndolo porque su amor por la cocina es más grande que su miedo.
—Si al chocolate se le echa agua se pondrá duro como el caramelo y luego no se podrá moldear y se quemará más rápido, ¿por qué mierdas crees que se hace en un absurdo baño María? ¡Bastardo! —le dijo Romano moviendo sus manos como un italiano de la mafia, así como era en su interior.
Rusia puso cara de niño regañado y dejó el agua a un lado de la mesa de la cocina y se sentó en una silla que había al rincón, para dejar que su sádico cuñado hiciera el chocolate, en el rincón en que se encontraba el chico de ojos violeta se veía oscuro y la temperatura era más helada. Jamás imaginó que alguien le alzara la voz de esa manera le parecía muy interesante, Romano no era para nada parecido a su hermano a pesar de que por fuera eran casi iguales.
Cuando a Romano se le pasó el enojo (que en Rusia se le pasaba muy rápido porque moría de nervios) bajó la olla porque el chocolate ya se derritió. Se quería morir, minutos antes le había gritado a ese atemorizante hombre que ahora lo estaba mirando tan fijamente que podría rebanarlo con la mirada, un poco pálido se atrevió a quebrar el mal ambiente con cualquier cosa.
—Mmm Rusia; ¿Puedo preguntarte algo? ¿Por qué tu interés en hacer chocolates en San Valentín?
—Ah, ¿no es obvio? —cambió su expresión —. Es para regalárselos a Italya.
Romano se queda estupefacto y se le agrandaron los ojos. Rusia continúa diciéndole alegremente.
—Esta fiesta existe desde hace poco en Rusia, así que estuve leyendo y vi que se regalan chocolates —dijo con su sonrisa infantil —. ¿Acaso está mal? —le pregunto a Romano, que esta vez sí le cayó la boca al piso al escuchar todo eso.
-Che cazzo che vuoi con mio fratello? (¿qué coño quieres con mi hermano?) —no pudo evitar decirlo, Rusia lo miró muy serio —. Es que, es que essss muuy extraño que tú hagas estas cosas —terminó tartamudeante y nerviosamente (casi como Lituania.)
—Почему, не делайте этого на Валентинов? (¿por qué, no se hace eso en San Valentín?) —le mira Rusia extrañado, pensando que había malentendido las cosas para esa fiesta.
—No, pero eso lo hacen sólo los enamorados.
—¡Aaah! Entonces no le veo problema —se sonroja otra vez (al parecer hablar con su querido cuñado de su amado Italia le genera sonrojos seguidos) —, porque YA lyublyu Italiyu.
Romano casi cae al piso de un desmayo, es que porque esa aterradora persona tenía que enamorarse de su idiota hermanito, y lo peor era que su Veneciano también le amaba, él prefería al odioso macho patatero que a este monstruo, sádico y secuestrador de hombres, pero luego recordó todo lo que pasó antes y bueno… Romano trata de recuperar la cordura aspira profundo y con sus manos cruzadas y con un tono de voz algo calmado le dice.
—Está bien que hagas chocolates, es algo tradicional en Italia, pero necesitamos algo para hacer envolturas. En nuestro país existe algo llamado Baci Perugina, son chocolates envueltos en palabras… —se corta y mira a Rusia y se sonroja él solo.
—¿Chocolates en palabras? –le dice Rusia sin entendiendo para nada qué es eso.
—En palabras di amore —dijo Romano súper rápido como peleando con las palabras, en ese mismo instante se le encendió el bombillo, podía usar de estos chocolates para darle al bastardo español y por fin salir de ese lío, hasta estaba pensando que su secuestro no era tan malo, claro está si es que salía vivo de allí.
Rusia le entregó los moldes para darle forma a los chocolates que había comprado de manera dificultosa porque no tenía la más mínima idea de estas cosas eran muy variados, había corazones, ositos, flores, círculos, ángeles e incluso conchas de mar para que los chocolates expresaran su amor hacia Italia.
Romano al verlos comprendió que ese hombre en verdad amaba al idiota de su gemelo, se siente un poco feliz de saber que había alguien que lo apreciaba de corazón, así fuera un maldito matón. Echó el chocolate derretido allí y luego los metió a la nevera para que se endurecerlos, aunque con el frío que estaba haciendo no era necesario meterlos a la nevera. Luego de eso fueron a comprar los papeles para envolver los chocolates y hacer los Baci Perugin, increíblemente en Rusia había una tienda que vendían productos importados especialmente de Italia, no lo podía creer, él pensó que tendrían que ir a su país o que les daría mucha dificultad conseguirlos.
Al volver a casa, a Rusia le tocó darle chocolate caliente a Romano porque se estaba congelando, no se habían ni demorada media hora (eso de ser de las cálidas tierras del sur). Luego de eso desmoldaron los chocolates que hasta escarcha tenían. Romano dejó que Rusia lo hiciera, se desmoronaron algunos, pero los demás salieron completos. Luego de eso cada uno tomó algunos chocolates y comenzó a envolverlos poniendo sus propios mensajes, Rusia estaba tan pero tan feliz que tarareaba canciones, flores le salían de su cabeza hasta la misma cocina extrañamente se sentía más cálida. Romano se tranquiliza un poco se da un poco de dificultad copiarte un mensaje al bastardo de España.
Cuando terminaron, Rusia decide liberar a Romano, lo lleva hasta los límites de la casa de su hermana Ucrania, ya que este no dejó que lo llevará hasta la puerta de su casa porque se sentía más seguro yendo por sí mismo y no quería que nadie lo viera al lado de él. (Estaba aterrado y apenado el pobre).
*****************Fin Capítulo 1*********************
