Hola a todos! Esta es la versión B (O el fic del fanfic) ¿Qué es el amor? Antes de que se animen a continuar leyendo les digo desde ya que hay cosas que reconocerán de la historia original y otras que no, algunas les gustarán y otras puede que no… si sienten curiosidad anímense… pero recuerden lo que dice el refrán del gato XDDDD.
LEAN SIN PREJUICIOS
En fin, todo queda a responsabilidad de ustedes y cualquier amenaza de muerte o improperios los acepto solo por inbox, jajajajajaja en los reviews públicos no me dejen cosas muy feas o Mr. Fanfiction se va a enojar XD.
Esta versión remasterizada y 2.0 cuenta con la maravillosa colaboración de Cilenita79 y Krimhild como editoras (y colaboradoras en materia gris) Así que si nos quieren odiar… que sea a las tres por igual XD… todas metimos la cuchara a la sopa XD.
(La historia original y los personajes son de propiedad de Riyoko Ikeda)
Versalles, 1783(*)
—Fersen me tomó en sus brazos, Fersen me miró a los ojos y sus labios me dijeron lo que pensaba. Ya puedo renunciar a él, lo haré, esta noche me ha dado la fuerza para hacerlo... – murmuró para sí misma mientras lloraba frente a la fuente del patio principal del palacio de Versalles. Enfundada en un vestido que resaltaba su femineidad pero ocultaba completamente su personalidad había conseguido llamar la atención de todos los asistentes.
Después de unos minutos, Óscar se irguió con decisión y recobrando la templanza de siempre secó sus lágrimas con determinación, enderezó su espalda y se dirigió al carruaje que la esperaba para llevarla de regreso a la mansión Jarjayes.
—o—
André se asomó una vez más a la puerta de la caballeriza. Estaba impaciente, era cerca de media noche y en cualquier momento el carruaje cruzaría las verjas de la propiedad. Desde que la vio salir rumbo a Versalles tenía el presentimiento de que algo no saldría bien. Conocía a Óscar y estaba seguro de que la repentina decisión de vestirse con ropajes femeninos no era por una razón tan simple como trató de hacer creer a todo el mundo. Sí, la conocía demasiado bien, tan bien que sabía que luchaba día a día con un nuevo sentimiento en su interior; estaba enamorada de Fersen y eso era un puñal que se clavaba en su pecho cada vez que notaba como sus maravillosos ojos azules brillaban frente al conde extranjero.
—o—
—¿Qué haces aquí?— Óscar espetó al ver que André salía de la caballeriza —Es muy tarde— agregó mientras trataba de descender del carruaje, quería evitar a toda costa enredarse nuevamente en las enaguas y ruedo del vestido.
—Esperaba que llegaras en caso de que necesitaras algo.
—No era necesario, gracias– tomó el ruedo de su vestido para comenzar a caminar, al ver la cara de preocupación de su valet se detuvo unos segundos y añadió —Por ahora sólo quiero descansar... usar vestido no es lo mío… estoy agotada— intentó sonreír despreocupada.
—Óscar, no tienes que fingir conmigo— la tomó de un brazo —¿Estás bien?
—No insistas, sólo bailé demasiado— contestó. Se soltó de André y comenzó a caminar con paso firme hacia la entrada principal de la mansión. En cuanto le dio la espalda al joven de ojos verdes lamentó haber sido tan dura con él por lo que sin voltear ni detener su paso agregó —Agradezco tu preocupación, pero no era necesaria.
En cuanto cerró la puerta de su habitación comenzó a quitarse con esfuerzo el vestido y accesorios. Su orgullo la hizo desechar la idea de pedir ayuda, no estaba de humor para hablar con nadie acerca de la fallida noche.
Apenas estuvo vestida con un cómodo camisón se sentó frente al tocador y comenzó a cepillar su cabello con energía, tratando de borrar todo vestigio del elaborado peinado que había usado. Cuando finalmente se vio desprovista de todo accesorio femenino finalmente pudo respirar tranquila a pesar del dolor que oprimía su pecho. No tenía duda alguna, había sido la mujer más hermosa del baile, incluso más que la propia reina, pero eso no bastó, no era cuestión de apariencias… Fersen amaba a María Antonieta y jamás tendría ojos para otra mujer, ni siquiera para ella. Sus palabras habían sido claras, ella sólo era su más querida amiga.
Después de un par de horas, aún inquieta y asumiendo que sería imposible conciliar el sueño, se dirigió a la cocina a buscar una copa de vino. Al llegar vio que André estaba exactamente en la misma situación.
—Parece que no soy la única que no puede dormir— sonrió.
—Perdona, ya me retiraba— el alto hombre de cabello negro caminó hacia la puerta de la cocina.
—No, por favor— lo tomó de la mano para detenerlo —Acompáñame con una copa…— se sentó en una de las sillas del comedor de servicio sin esperar su respuesta, sabía que él la acompañaría.
André cedió una vez más frente a una solicitud de la mujer que conoce como a la palma de su mano. Haciendo a un lado su orgullo y dolor sirvió vino para ambos y la acompañó sin decir nada demasiado importante, sólo estando a su disposición, tal como lo había estado prácticamente toda su vida.
Los días transcurrieron transformándose es semanas. Óscar, como siempre, se refugió en su mutismo habitual y se esforzó en no coincidir ni encontrarse con Fersen en Versalles, pues aún no se sentía capaz de enfrentarlo. Contradiciendo su espíritu siempre activo e impetuoso, se limitó a cumplir únicamente sus funciones en la Guardia Imperial tratando de estar el menor tiempo posible en el palacio.
Después de un par de meses de seguir esa estricta y acotada rutina llegó un nuevo caso a sus manos. Las mansiones y palacios más lujosos de Versalles estaban siendo saqueados por un sofisticado ladrón, lleno de atrevimiento. El delincuente no se amedrentaba aparentemente con nada, incluso había saqueado palacetes durante fastuosos bailes custodiados por guardias y soldados. El misterioso personaje ya era portada de periódicos, pasquines y panfletos subversivos, la ciudad completa se había rendido ante él apodándolo el "Caballero Negro". En poco tiempo se había transformado en un héroe para el pueblo debido a que todo lo usurpado a la clase privilegiada terminaba siendo entregado a los desposeídos.
Un caso así era justo lo que Óscar necesitaba para distraer su mente y cumplir con su propósito, debía olvidar a Fersen. Necesitaba olvidar esos brazos que la habían sostenido con hidalguía mientras sus labios le decían lo que aún hería su corazón: ella era sólo una amiga. La joven comandante de la Guardia Imperial se empeñó en dedicar todo su tiempo libre a perseguir al misterioso malhechor que burlaba una y otra vez a la policía, trabajar era la única forma de no pensar.
Tras de semanas de buscar, sin éxito, al Caballero Negro ideó una nueva estrategia, estaba segura de que esta vez no fallaría. Con ese pensamiento en su mente abrió la caja que contenía el vestuario que había encargado al sastre de su familia. Sonrió al sostener entre sus manos el negro antifaz, se paró frente al espejo y trató de ajustarlo sobre su delicado rostro, cuando levantó la mirada vio a través del reflejo que la puerta de su habitación se abría.
—Con tu cabello no engañarás a nadie, quieres hacerte pasar por el Caballero Negro para tenderle una trampa al verdadero... no es una mala idea— André sonrió mientras la miraba y entraba a la recamara —Pero te será difícil lograrlo con ese cuerpo tan delgado y tu rubia cabellera. En cambio yo… — tomó un puñal que estaba sobre una de las mesas y cortó su cabello sobre el lazo que lo sostenía — ...Lo interpretaría de maravilla– caminó hasta posicionarse al lado de ella y sonrió al mirar en el espejo el resultado de lo que acababa de hacer. Sostuvo con mano firme el cabello que acaba de cortar y lo dejó en el tocador.
Óscar rozó con la punta de los dedos la mata de el cabello que estaba sobre su peinador, aún permanecía pulcramente atado. Un sentimiento de angustia se asentó en su pecho, se esforzó en desestimarlo y esperó con paciencia que André saliera de atrás del biombo de su habitación vestido a imagen y semejanza del famoso delincuente. Cuando lo vio frente a ella sintió que el aire se quedaba atascado en su pecho, era prácticamente un desconocido. Agradeció haber pedido una camisa y chaleco un par de medidas más grandes que la suya, ilusamente había tenido la la idea original de ocultar su delgado talle.
—Creo que tendremos que pedir ropa un poco más grande— bromeó André mientras tironeaba los botones del chaleco tratando de ajustarlo a su cuerpo —Apenas puedo respirar.
Óscar lo miró divertida y sonrió, no podía hablar. Cuando vio a André ceñirse el antifaz frente al espejo, sus ojos azules se abrieron impactados, se detuvo a admirar su ancha espalda y su cabello desordenado sobre los hombros. Le costó reconocer la nueva persona que estaba frente a ella, ya no era el travieso y amable chiquillo con el que había crecido, quien estaba frente a ella era un hombre completamente arrebatador. Con esfuerzo aclaró su garganta y musitó —Deja de quejarte, ahora mismo pediré ropa que sea de tu medida— dio media vuelta y salió de la habitación sin esperar respuesta.
—o—
Durante los siguientes días simularon robos y vivieron aventuras en el anonimato. Óscar disfrutó ver esta nueva faceta de André, admiró la agilidad con que su amigo escalaba altos muros y como se deslizaba sin dificultad en los distintos escenarios. Cada vez adoptando un papel tan diferente a su personalidad. A pesar de conocerlo desde los seis años, nunca había percibido en él ese temperamento intrépido, pues el joven, siempre solícito a sus órdenes, se había limitado durante toda su vida a acatar exclusivamente lo que ella pedía. En más de una ocasión, se había sorprendido a si misma observando con admiración su atlética figura desplazándose entre las sombras, esperando ansiosa cada noche que él regresara a su lado sano y salvo. Pese a que su papel se había limitado a sólo estar cerca, y atenta a la aparición del fugitivo, no podía evitar sentirse nerviosa debido al peligro al que André se exponía. Entregarle la responsabilidad de todo era algo que no le gustaba.
—¿Hasta cuándo seguiremos con este plan?, llevamos días y el Caballero Negro no ha aparecido— André se dejó caer agotado en una silla.
—No seas impaciente...— Óscar lo miró seria —En cuanto concluya esta misión podrás seguir asistiendo a tus reuniones o donde más te plazca— tomó un sorbo de té –Sé muy bien que te estoy quitando el tiempo que dedicabas a asistir a tertulias liberales— fijó la vista en sus ojos esperando su reacción. Óscar se había dado cuenta de que antes de comenzar a suplantar al Caballero Negro, André desaparecía durante las noches, y que cada vez que se ausentaba de la mansión cambiaba sus siempre elegantes trajes por modestos atuendos.
Debo encontrar la forma de demostrarle que no todo está bien como ella cree, tengo que conseguir llevarla conmigo a alguna reunión, estoy seguro de que apenas vea las condiciones en que vive la gente fuera de Versalles me entenderá, sé que en ese momento dejará de pensar que lo que hago es un fútil pasatiempo. Oscar, es preciso que me entiendas, esa es la única forma de que llegues a comprender la real magnitud de lo que está pasando.
—Tengo la impresión que la situación no es muy halagadora para los nobles…— contestó haciendo caso omiso al ácido comentario de la rubia y tratando de encontrar la forma de interesarla en el trasfondo de la situación, no le gustaba discutir con ella y sabía que con seguridad, Óscar no estaría de acuerdo con su asistencia a reuniones de carácter subversivo si no entendía la real motivación que lo llevaba a esos lugares.
— Ya que, como me has dicho tantas veces, tú no eres noble, me parece que eso no es algo que te concierna— contestó ella con una sonrisa sarcástica.
—Oscar…– André suspiró —Si supones que soy tan egoísta como para dejarte sola en esto te equivocas— la miró con algo de tristeza—A pesar de que nuestras ideas sean opuestas en cuanto a lo que concierne a nuestro país, soy incapaz de hacerme a un lado.
—Tienes razón... perdona— contestó tratando de sonreír. Tras la ventana de su habitación vio a un ave de negro plumaje estaba posada en la rama de un árbol mirándola fijamente, sin saber por qué se sintió nerviosa. Miró a André, que continuaba sentado despreocupadamente, respiró profundo y habló nuevamente —Se está haciendo tarde, debemos prepararnos– cambió bruscamente de tema tratando de olvidar la extraña sensación que había anidado en su pecho.
Esa misma noche, cuando perdió de vista a André todos sus sentidos se alertaron. Habían decidido separarse para emboscar al Caballero Negro en caso de que éste apareciera mientras cruzaban el espeso bosque que los distanciaba de una de las pocas mansiones que quedaban por saquear. Detuvo a César y se concentró en aguzar su oído, después de segundos que le parecieron eternos escuchó el sonido de espadas chocando entre sí. Rápidamente se bajó del caballo y corrió en dirección al claro del bosque. Cuando llegó al lugar encontró a dos hombres prácticamente idénticos batiéndose en un duelo a muerte. Con frialdad apuntó con su arma, maldiciendo al no lograr diferenciar cuál de los dos hombres vestidos de negro era el delincuente.
–¡Maldición…!— exclamó de forma involuntaria, esa sola palabra provocó que por una fracción de segundo uno de los hombres desviara levemente la vista hacia ella desatendiendo su defensa. Ese pequeño error fue aprovechado cruelmente por su oponente, con un rápido movimiento el Caballero Negro rasgó el antifaz de André sobre su ojo izquierdo. Llena de pánico vio como André caía herido al suelo.
—¡Mi ojo!— gritó mientras se cubría el rostro con las manos y un fino hilo de sangre se deslizaba entre sus dedos.
—¡Noooooo…. André!…— corrió desesperada hacia el cuerpo que se retorcía de dolor frente a ella –André ¡Háblame!— gritó mientras lo abrazaba tratando de levantarlo del suelo.
—Ve por él... no dejes que escape…— ordenó André jadeando de dolor.
—No, no te dejaré, por favor resiste… necesitamos ayuda– miró a su alrededor desesperada y perdiendo toda compostura, olvidándose por completo del Caballero Negro tomó una de las manos de André tratando de hacer que se levantara del suelo —No puedo levantarte sola, mi caballo está cerca, debes ayudarme a levantarte… por favor no pierdas la consciencia…— insistió mientras trataba de ayudarlo a ponerse de pie.
Oculto tras un árbol, el misterioso hombre observó durante unos segundos la escena, en cuanto constató que la mujer uniformada perdía todo su interés en él huyó rápidamente del lugar refugiándose en las sombras.
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—Doctor Lassons ¿Cómo se encuentra mi nieto?— preguntó ansiosa la anciana Nana de Óscar.
—Es una herida de cuidado— el médico movió la cabeza preocupado —Tuvo suerte de que la lesión fuera únicamente sobre el párpado— abrió su maletín y comenzó a ordenar sus pertenencias —Debe permanecer vendado hasta que se descarte algún tipo de infección, es un hombre afortunado, podría haber perdido el ojo— miró inquieto a la rubia joven que permanecía apoyada en la puerta de la habitación.
—Gracias doctor, ha sido usted muy gentil al acudir a estas horas de la noche– contestó Óscar con una compostura que contradecía el huracán que se desarrollaba en su interior —Nana por favor acompaña al doctor a la salida.
Cuando el médico y la Nana salieron de la habitación y se acercó a la cama donde yacía André aún semidormido debido a los calmantes suministrados.
—André, perdóname por favor– murmuró mientras tomaba una de sus grandes manos, pesadas lágrimas comenzaron a deslizarse sobre sus mejillas —Juro que te vengaré... lo haré pagar lo que te hizo con la misma moneda.
—Oscar... No te preocupes más– André apretó sus delicadas manos tratando de infundirle tranquilidad y abrió el ojo que no había sido herido —Ya estoy bien— intentó sonreír.
Ella observó el profundo verde de sus ojos y asintió mientras secaba sus lágrimas. Sostuvo en silencio su mano hasta que estuvo segura de que su valet dormía profundamente.
Durante las siguientes semanas, los ataques del Caballero Negro cesaron misteriosamente. Óscar aprovechó esta relativa calma para concentrarse en sus deberes en palacio y en vigilar atentamente que el ojo de André se recuperara por completo. No podía dejar de sentirse culpable de la lesión que por poco había hecho perder la vista a su querido amigo.
Fue en uno de estos días que, mientras André se alistaba para retomar sus labores en el palacete Jarjayes que su abuela lo reprendió.
—André... ¿Estás seguro de que ya puedes quitarte la venda?— dijo preocupada.
—Sí abuela, el doctor Lassons me acaba de dar autorización… además ya estoy cansado de no hacer nada— estiró los brazos y rió —Necesitaba un descanso ¡Pero esto es excesivo!— bromeó mientras se miraba atentamente al espejo, una delgada y roja cicatriz cruzaba verticalmente el párpado de su ojo izquierdo.
—En realidad, casi no se nota la herida– dijo Óscar entrando a la habitación.
—Así es… agradezco que me haya pasado a mí y no a ti. No soportaría ver tu rostro con una marca como esta– sus ojos verdes brillaron cuando la miró a través del reflejo del espejo.
—¡Pero qué estás diciendo André!– contestó incómoda —Ahora que estás bien vamos a practicar, debes haber perdido agilidad con tanto descanso– añadió con una sonrisa nerviosa.
—Sí... como tú digas.
Durante un par de horas practicaron esgrima sin esforzarse demasiado. Óscar se concentró en moderar sus movimientos de ataque con tal de no exigirle demasiado a André.
—¡¿Por qué me atacas tan débilmente?!, ¡¿Qué es lo que te pasa?!... no estoy lisiado— la miró con reproche mientras clavaba su sable en el suelo.
Todo es mi culpa, aunque trate de disimular es mi culpa… lo sé. Él solo se limitó a hacer lo que yo quería. Si no fuera por mi nada de esto habría pasado, si él no me hubiera reemplazado no estaría herido ya que yo jamás habría perdido en un duelo con ese delincuente… Si no fuera por mí, su rostro no estaría marcado para siempre…
—André perdóname– Óscar murmuró dejando caer su arma para acercarse a él —Todo esto es mi culpa, yo… yo te obligué a vestirte como el Caballero Negro, te distraje mientras te enfrentabas a él…. ¡Perdóname!— suplicó mientras se lanzaba a sus brazos, esos brazos que sabía que siempre la recibirían. Un angustiado sollozo escapó de su garganta, llevaba días acongojada y ya no podía aguantar más.
—Oscar, nada de esto es tu culpa… mírame– le dijo suavemente mientras la obligaba a mirarlo tomándola con delicadeza de la barbilla —Estoy bien, no me obligaste a nada. Aunque no lo creas ya soy un adulto capaz de tomar mis propias decisiones– sonrió tratando de tranquilizarla –No olvides que ya tengo veintiocho años y hace tiempo comencé a actuar por mi cuenta a pesar de ser tu valet.
–Juro que lo haré pagar...– se limpió las lágrimas con una mano y se apartó un poco de sus brazos —Le haré lo mismo que te hizo, lo juro— se empinó y rozó con la punta de sus dedos la cicatriz que cruzaba el ojo de André.
—No, no lo harás…— él contestó tranquilamente, mientras le tomaba la mano que aún tocaba su cicatriz y la acercó a su pecho —Él es un héroe para el pueblo— contestó con una seguridad que ella nunca había visto.
—¡Es un ladrón!— Óscar se removió incómoda soltándose de su agarre mientras sus azules ojos brillaban molestos.
—Es un ladrón, es cierto... pero de cierta forma somos parecidos— insistió.
¿Cómo es posible que se esté comparando con alguien de esa calaña? Yo lo conozco, he compartido mi vida con él desde niños… desde que apenas podíamos sostenernos solos sobre un caballo… No, no es posible que se compare con un delincuente...
—¡No tienes nada que ver con él... ambos son completamente diferentes!— contestó furiosa y expresando de la mejor forma todo lo que se agolpaba en su cabeza
—Somos diferentes pero compartimos los mismos ideales... Hazlo por mí... No lo persigas más— le suplicó.
—No puedo creer que me pidas que pase por alto lo que te hizo...— lo miró incrédula.
—Nunca te he pedido nada… Por favor hazlo por mí– la tomó de la mano nuevamente –Prométeme que no lo perseguirás.
Óscar permaneció en silencio durante unos minutos. —Está bien. No lo perseguiré a menos que vuelva a atacar, pero, si lo hace no tendré consideración— soltó incómoda su mano y comenzó a caminar –Vamos, quiero descansar... ya es tarde y hemos practicado mucho por hoy.
Al día siguiente, a pesar de ser su día de descanso, un lacayo real le entrega un mensaje de la reina solicitando su presencia en palacio de forma urgente. Oscar, preocupada por tan inusual solicitud, corre a las caballerizas en busca de su valet.
—¡André! ¡¿Dónde estás?!— la rubia entró de forma impetuosa —Necesito que me acompañes a Versalles, la Reina me ha mandado a llamar de forma urgente.
—Aquí estoy, dame un minuto para asearme y te acompaño de inmediato– contestó él mientras caminaba hacia ella, se había quitado la camisa, la cual sostenía en una de sus manos –Perdona, por accidente me he ensuciado mientras terminaba de atender a los caballos– trató de justificar su escasa vestimenta.
—¿Estás seguro de que fue un accidente y no un problema con tu ojo?— preguntó preocupada mientras evitaba mirarlo directamente y trataba de disimular sus mejillas sonrojadas.
—¡Pero qué dices!— dijo tomándola de los hombros para obligarla a mirarlo y así ella pudiera constatar que estaba totalmente recuperado —¿Seguirás insistiendo en eso?, ya te dije, estoy perfectamente bien.
—Déjame revisarte…— dada la diferencia de estatura tuvo que apoyarse en su pecho para poder mirar su ojo más de cerca, un escalofrío recorrió su espalda cuando sintió la piel de André bajo sus dedos —Parece que tienes razón... tu ojo se ve bien— pronunció cada palabra con una imprevista dificultad, desde que se habían convertido en adolescentes, y la Nana les había prohibido bañarse juntos, no tocaba su piel desnuda ni lo había visto sin camisa.
André cerró los ojos por unos instantes esforzándose en no tomar en cuenta lo que le provocaba la cercanía de la rubia. Tragó fuerte y habló.
—No insistas más…. Estoy perfectamente bien– se apartó rápido de ella y caminó rumbo a la mansión para alistarse.
Mientras él se alejaba, Óscar trató de controlar el hormigueo que aún la recorría y se preguntó cuándo André había dejado de ser el muchacho desgarbado que parecía su sombra. El hombre que estaba a metros de distancia ya no era un jovenzuelo, era un hombre y uno muy atractivo.
—o—
—Gracias por vuestra comprensión su majestad– dijo Oscar, inclinándose para besar la mano de la reina.
—No tienes nada que agradecer mi querida Oscar, sé muy bien que de haber estado en tus manos el Caballero Negro jamás hubiera escapado– contestó con dulce sinceridad la soberana –Perdóname, por favor, por haberte hecho venir de forma tan abrupta, pero preferí hablar contigo en lugar de dar oídos a las habladurías del palacio— sonrió —Además, tenía un tiempo disponible antes la mi próxima audiencia– se puso de pie y comenzó a caminar nerviosa por la habitación —Hoy después de cuatro meses el conde Von Fersen regresa a Versalles, estuvo en Suecia solucionando unos asuntos familiares... es más, en unos minutos estará aquí– confesó sin atreverse a mirarla, consideraba a Óscar una persona discreta además de su amiga.
—Su majestad os ruego tenga cuidado, sé que existe un cariño sincero de vuestra parte hacia el conde y que él es un súbdito devoto... Pero por favor no se arriesgue a habladurías sin sentido– habló sin ser capaz de levantar la vista, con esfuerzo controló el temblor de su voz –Su majestad, debo marcharme— se puso de pie dispuesta a salir lo antes posible de la habitación privada de la reina —Me gustaría revisar que los guardias encomendados a la seguridad de palacio estén efectuando todas mis instrucciones.
—¿No os quedareis a saludar al conde? Tengo entendido que ambos sois muy amigos– sus claros ojos azules la miraron anhelantes en una muda súplica.
Aún no se ha dado cuenta, gracias a Dios aún no se ha dado cuenta que el mismo hombre nos quita el sueño a ambas. Pensó
—Tendremos que dejarlo para otra ocasión su majestad— miró nerviosa la puerta de la habitación, temía que en cualquier momento se abriera —Por favor entréguele mis saludos... le ruego me autorice para retirarme– insistió.
—Sí mi querida Oscar, no os preocupéis— contestó resignada —Siempre agradeceré vuestra preocupación por mi seguridad— extendió la mano para despedirse —Espero veros pronto en algún baile.
Óscar tomó su mano mientras hacía una reverencia y salió de la habitación privada de la Reina con prontitud. Su cuerpo temblaba ante la anticipación de encontrarse con Fersen, no quería verlo, aún no se sentía preparada.
—André vamos a casa... Ya he terminado por hoy– Ordenó mientras subía rápido a su caballo.
—Como tú digas…– apuró su montura para alcanzarla, le dio la impresión de que trataba de huir del lugar –¿Viste a Fersen? Escuché que hoy había llegado a Versalles– comentó mientras miraba su rostro tratando de buscar indicio de alguna emoción, al no encontrar respuesta cambió el tema de conversación —Al parecer lloverá— miró el cielo —Que bueno que tu audiencia terminó pronto, eso nos permitirá llegar a casa antes de la tormenta... Muero por una taza de chocolate caliente.
—Sí, así parece... Sólo quiero llegar a casa…– lo miró con tristeza.
—¡Vamos! ¡Veamos quien llega primero!– rió mientras fustigaba su caballo.
Óscar vio cómo André tomaba la delantera alejándose de ella, agradeció el apoyo de su amigo… ese apoyo que siempre estaba aunque ella no lo pidiera.
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Mientras subía la escalera principal del palacio Jarjayes su corazón latía con desasosiego, la posibilidad de encontrarse con Fersen en Versalles la había sumido en un estado de agitación que apenas lograba controlar. Consciente de que le sería imposible conciliar el sueño decidió ir a la biblioteca, quería leer un rato antes de dormir.
—Lady Oscar, el conde Fersen está aquí para verla– la voz de la abuela la sacó de sus pensamientos.
—¿Pero qué dices Nana? ¿A esta hora?– alcanzó a decir antes de ver aparecer tras la anciana al apuesto aristócrata —¡¿Qué haces aquí Fersen?!— contestó sin pensar mientras lo miraba nerviosa —¡Que sorpresa!— trató de disimular —Hoy me enteré que habías estado fuera del país. Parece muy particular enterarme de tu ausencia justo el día que regresas– habló atropelladamente mientras se aferraba al pasamanos de la escalera, necesitaba dominar sus manos temblorosas.
—Perdóname Óscar por presentarme sin previo aviso, quería hablar contigo y no me fue posible encontrarte en Versalles— la miró atentamente.
—No te preocupes... Nana, ¿Puedes pedir que André nos lleve una botella de vino y copas al estudio por favor?, Fersen acompáñame– hizo un gesto indicando que la siguiera.
—o—
—¡Ese conde!… presentarse a estas hora a hablar con la niña… ¡¿Qué se ha imaginado?! ¡Ella es una dama, no uno de sus amigos!– refunfuñó la nana mientras preparaba una bandeja.
—¿Qué dices abuela? ¿Qué conde?
—¡Ese sueco! ¡El conde Fersen! ¡A estas horas se presenta... y sin invitación! ¡Y la niña Óscar lo recibe! ¡¿Qué diría la gente si esto se supiera?!– continuó gritando escandalizada.
—Abuela calma, Fersen es un amigo cercano de Oscar. Deja que lleve yo las cosas… si sigues así de enfadada te va a dar un infarto– tomó la bandeja – ¿Dónde están?
—La niña lo ha recibido en la biblioteca.
Esto parece una cruel broma del destino, pensó, Fersen no es capaz de ver el amor que Óscar siente por él y ella tampoco es capaz de notar lo que yo siento. La puerta estaba cerrada, dio dos suaves golpes.
—Adelante.
Lo tranquilizó escuchar la serena voz de Óscar. Abrió la puerta.
—¡André! ¿Cómo estás mi buen amigo?— Fersen se puso de pie para saludarlo afectuosamente —Que gusto verte bien de salud, supe del accidente que tuviste con el Caballero Negro.
—Gracias por tu preocupación– respondió su saludo y comenzó a servir las copas de vino —Como puedes ver, estoy perfectamente— sonrió tranquilo.
—Gracias André– lo interrumpió suavemente Óscar–¿Podrías dejarnos solos?
—Sí...– dejó las cosas de forma reticente sobre la mesa —Fersen ha sido un gusto volver a verte— estrechó su mano — Buenas noches— miró por última vez la escena antes de salir.
—Luces muy bien y se ha hablado mucho de ti, sobre todo por tu intervención en el caso del Caballero Negro– Fersen levantó su copa sin dejar de mirarla.
—Fue un error imperdonable— Óscar sostuvo su mirada —Fue imposible dar con el líder de ese grupo subversivo.
—Bueno, supongo que en el mundo existen muchas cosas que quedan sin solución– murmuró con seriedad.
—Fersen, háblame un poco de ti ¿Cómo has estado?
—Pues bien... No tengo nada interesante que contarte, nada que haya sido feliz, nada que haya sido triste… Pero tuve una experiencia muy emocionante en un baile al que asistí hace unos meses… Conocí a una mujer que tiene un gran parecido contigo— la miró fijamente —Se me informó que era condesa en un país extranjero, sólo la vi una vez en ese baile y desde entonces la he buscado en todas las fiestas a las que he asistido sin poder encontrarla, nadie parece conocerla…— notó como un leve rubor teñía sus pálidas mejillas traicionándola, era su primer paso en falso, después de un segundo bajó la vista nerviosa, fue su segunda falla —Oscar… ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que nos vimos?— preguntó sin rodeos.
—No estoy muy segura...– trató de sostener su mirada luchando por parecer calmada.
Incapaz de levantar la vista nuevamente, Óscar bebió un sorbo de vino, al dejar la copa en la mesa Fersen tomó repentinamente su muñeca, presa del pánico trató de soltarse de su mano. El conde se puso de pie y la afirmó con fuerza mientras se acercaba.
—Me lo imaginaba, tú eres la condesa. Aún cuando trates de ocultar que eres una mujer existen actitudes que no son tan fáciles de disfrazar— la miró a los ojos.
Aterrada, forcejeó por unos segundos hasta que Fersen soltó la presión con que afirmaba su mano, en cuanto logró zafarse se puso de pie volcando la mesa que estaba frente a ella junto a todo su contenido. Salió de la habitación y bajó corriendo las escaleras. Cuando logró salir de la casa ni siquiera reparó en la lluvia que ya comenzaba a caer.
Fersen espero unos minutos antes de salir a buscarla.
—Óscar… si yo hubiera sabido desde el primer momento en que te vi que eras una mujer…— trató de acercarse a ella.
—Fersen, no digas nada, te lo suplico, ya no tiene objeto…– habló tratando de controlar sus sollozos mientras giraba para que no la viera llorar —En este mundo existen dos tipos de amor… un amor lleno de felicidad y uno de angustia… el mío siempre estuvo condenado a la desesperación— su voz se quebró.
—Escucha, solamente existe un tipo de amor… el amor lleno de angustia– el sueco dio un paso más hacia ella.
—Sabía que algún día iba a llegar este momento… nuestra amistad debe llegar a su fin, despidámonos por favor– seguía sin poder controlar el llanto.
—Óscar te suplico por lo que más quieras, nunca olvides que tú has sido la mejor amiga que he tenido y yo he tratado de ser lo mismo para ti, no solo un amigo, sino que además un apoyo en todo momento– se acercó y posó una mano en su delicado hombro, sintió como temblaba bajo la fina camisa mojada. Ella permaneció en silencio. Apesadumbrado y sin saber qué más decir dejó caer su mano mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, le dolía haber lastimado a su querida amiga. –Por favor… no quisiera que nos alejemos.
Esperó largos minutos a que ella volteara a mirarlo o al menos le dijera algo, cualquier cosa. Al no encontrar respuesta finalmente se alejó en silencio.
Cuando se atrevió a voltear se dio cuenta que estaba sola, se concentró en respirar profundo para para tranquilizarse, secándose las lágrimas regresó a la mansión. Con calma se dirigió al estudio a reparar todo el desorden que había ocasionado en su rápida y descontrolada huida, lentamente recogió uno a uno los cristales del suelo, pensó que parecía una cruel metáfora a su corazón roto.
—¿Me permites ayudarte?– André se acercó a ella.
—No…— susurró con los ojos llenos de lágrimas —Esto es algo que debo hacer sola.
Se sentía alterada, finalmente había enfrentado a Fersen y se había despedido de él… Sin importar la lluvia salió de la casa, fue al establo y preparó a César, necesitaba galopar sin rumbo, respirar libremente y fatigarse hasta no poder pensar. Después de horas regresó, mojada hasta los huesos y con su caballo extenuado. Encontró a André esperándola en la caballeriza con una capa en la mano.
—¿Qué haces aquí?– desmontó y desensilló a su caballo.
—Te estaba esperando— respondió él, apoyando la capa en su hombro y recibió la silla que ella sostenía en sus manos.
—Quería estar sola– guió a su caballo hasta el redil.
—Lo sé– se acercó a ella —Ven… estas mojada y hace mucho frío— la envolvió con la capa que tenía en sus manos. Cuando ajustó el broche a su cuello sin pedir permiso la abrazó contra su pecho, ella trató de soltarse pero él no lo permitió. —No tienes necesidad de fingir conmigo– le susurró al oído sosteniéndola firmemente en sus brazos.
—Oh… André….— finalmente cedió. Lo abrazó y permitió que los sollozos brotaran sin tapujos, carente de voluntad dejó que su amigo la acunara mientras lloraba, por un momento se permitió no contener ni ocultar sus lágrimas. Lloró sin control mientras él apoyaba el mentón sobre su cabello mojado y la mecía como a una niña mientras la abrazaba tratando de traspasarle su calor. Cuando dejó de llorar sus piernas cansadas cedieron incapaces de sostenerla, estaba realmente extenuada, André reaccionó rápido y la tomó en sus brazos para llevarla a su cuarto.
Le entregó ropa seca para que se cambiara mientras él avivaba el fuego de la chimenea de la antecámara de la habitación.
—Siéntate aquí o terminarás con pulmonía– la invitó a sentarse en la alfombra frente al fuego mientras le extendía una copa con vino.
Ella no contestó, sólo se sentó junto a él y aceptó la copa.
—Acércate, aún estas muy helada– pasó uno de sus brazos sobre sus hombros y la abrazó sin esperar su aprobación. Después de un rato en silencio Óscar comenzó a dormitar, levantándola en sus brazos la llevó a la cama y la arropó como si fuera una chiquilla, se separó de ella para salir de la habitación.
–André… no me dejes sola por favor— habló en apenas un murmullo —Acompáñame como cuando éramos niños y había tormenta... ¿Lo recuerdas?
Como única respuesta se tendió junto a ella y la abrazó nuevamente. Óscar sintió la tranquila y tibia respiración de André junto a su mejilla y agradeció el calor del amplio pecho que se apoyaba suavemente en su espalda, después de unos minutos el sueño la venció. Durmió como no lo había hecho en meses.
(*) Pese a que en la obra de Ikeda se indica que Fersen estuvo 7 años en América, los datos históricos indican que sólo estuvo desde 1780 hasta 1783, después de eso, el Conde sueco viaja a Italia por un corto periodo y retorna a Versalles en 1784. A partir de esa fecha continúa en Francia (a excepción de cortos viajes a Suecia principalmente) hasta 1789.— Es por esto que mi historia debiera empezar con los protagonistas con 26 años de edad, próximos a cumplir 27 (A excepción de André que estaría por cumplir 28 años a esa fecha).
