A pesar de que era invierno y de que en las noticias habían dicho que en breve comenzaría a nevar, aquel día el sol brillaba como si fuera primavera. En la casa de los Dunphy todos se preparaban su inminente viaje a Wyoming. Y no eran los únicos, pues el resto de la familia también iba a ir, incluidos Dylan, Beth y Andy.
Al principio Phil y Claire no estaban muy seguros de si era buena idea que los acompañaran, por todo el tema de Haley y Andy. Sin embargo, los tres eran ya como de la familia, así que finalmente decidieron invitarlos.
Mientras Haley se duchaba, Alex echaba un último vistazo a su pequeña bolsa de equipaje. Ropa, cepillo de dientes, peine, un par de libros... tenía todo lo necesario. Su móvil sonó desde la mesita de noche, había recibido un mensaje. Era de Maisie, su compeñera de cuarto de la Universidad. Le deseaba felices fiestas con un montón de caritas sonrientes. Alex sonrió y le envió un mensaje en el que también le desaba felices fiestas. Aunque su primera impresión de esa chica no fue buena precisamente, al pasar más tiempo con ella le había caído bien y se habían hecho amigas. Además, Maisie estaba siempre de buen humor y la había animado mucho después de su ruptura con Sanjay. "Sanjay..." - dijo en voz baja. Todavía le echaba de menos.
En el piso de abajo, Claire miraba algo nerviosa el reloj. Era casi la hora de salir y nadie estaba listo aún. Ni siquiera ella, que llevaba una cesta con ropa sucia. Cuando regresaran pondría la lavadora, ya no había tiempo ese día. Al pasar junto a las escaleras escuchó un ruido procedente del baño, era un secador de pelo, lo que significaba que su hija mayor aún estaba en el baño.
— Haley, ¡date prisa o nos iremos sin ti! — gritó Claire desde las escaleras.
— ¡Que sí, ya bajo! — la voz de Haley se escuchó desde el baño.
— Cariño… — ese era Phil — ¿Has visto mi gorrito de Santa Claus? Ese que tiene lucecitas de colores y estrellas amarillas…
Phil hablando a la cámara...
— Este año un amigo de Jay, que es dueño de un hotel en Wyoming, nos ha invitado a pasar ahí las vacaciones de Navidad. Estoy muy emocionado porque me he enterado de que cerca del hotel se celebrará un concurso de Santa Claus. Sí, habrá un montón de tíos disfrazados de Santa Claus, y los mejores tendrán recompensa. El primer premio son cincuenta dólares y un trineo, veinte dólares y unos guantes para el que quede segundo, y un vale para un chocolate caliente para el tercero. — de repente se pone serio. — El dinero me da igual, pero quiero ese trineo.
— No, no he visto ningún gorro. ¿Tú has visto a Luke? Llevo un rato buscándole y no le encuentro por ningún lado.
— Creo que estaba en el garaje. Oh, ya sé dónde puede estar ese gorro. — dijo y acto seguido salió de la casa.
— Mamá, yo ya estoy lista. — murmuró Alex mientras bajaba las escaleras con una pequeña bolsa.
— Cielo, ¿estás bien? Te veo algo triste.
— Bueno, la verdad es que…
— ¡Mamá! — chilló Haley. — ¡Ven rápido, hay un bicho en la puerta y no puedo salir! ¡Ahh, es enorme!
— Lo siento Alex, luego hablamos. ¿Vale?
Alex sólo suspiró, rodó los ojos y no dijo nada más. Dejó la bolsa junto a la puerta y fue a sentarse al sofá. En ese momento la puerta se abrió y entraron Beth y Andy, quien llevaba una bolsa de equipaje en una mano y con la otra tiraba de una maleta de color rosa.
— Hola Alex. ¿Dónde están los demás? — preguntó Andy al no ver a nadie más por allí.
— Mamá ha ido al baño a rescatar a Haley de un bicho, papá está por ahí buscando un gorrito navideño, Luke debe estar en el garaje y Dylan llegará en cualquier momento.
— Estupendo, ¿ves cómo no llegamos tarde, cariño? — comentó Beth con una dulce sonrisa.
— Hola. — saludó Claire bajando las escaleras. — Llegáis justo a tiempo, estamos a punto de irnos.
La puerta se abrió de golpe y Phil apareció con una enorme sonrisa y un gorro brillante puesto. — ¡Lo he encontrado!
— Y yo he encontrado esto. — añadió Luke entrando después de su padre, y enseñó una caja llena de petardos.
En casa de los Pritchett, Manny tomaba un café mientras leía un folleto donde venían explicadas las actividades que se realizarían en el hotel y alrededores por Navidad. Villancicos, actos benéficos, recitales... todo le parecía interesante. Esas vacaciones prometían.
Mientras tanto, Jay veía la tele junto a Joe.
— ¿Creéis que allá hará mucho frío? — preguntó Gloria desde la habitación mientras metía ropa en su maleta.
— Más o menos el mismo que aquí. — respondió Jay sin pensárselo mucho. — Coge el primer abrigo que pilles y vámonos, el avión sale dentro de tres horas.
— Ay, tranquilízate Jay, llegaremos a tiempo.
— Lo ves, esa es la tranquilidad que nos hará llegar tarde.
Jay y Gloria hablando a la cámara...
— La razón por la que Jay está tan entusiasmado con este viaje es que… — Jay la interrumpe.
— Veré a un buen amigo mío después de casi cinco años. De hecho el hotel al que vamos es suyo, nos ha invitado, nos ha hecho un descuento y…
— Y el SPA será totalmente gratis para nosotros. — esta vez Gloria le interrumpe. — ¡Qué ganas tengo de que lleguemos!
— Y luego soy yo el que está entusiasmado.
En casa de Mitch y Cam comenzó a sonar el teléfono y fue Lily quien contestó.
— ¿Diga?... Sí, espera.
— ¿Quién es, cielo? — preguntó Cam mientras cogía el teléfono.
— Es Sal.
— ¡Sal, hola! ¿Cómo estás?... Sí, sí nos encantaría pero estamos a punto de irnos de viaje… De acuerdo.
— ¿Quién llama? — preguntó también Mitch entrando en el comedor.
— Es Sal. — susurró Cam.
— Salúdala de mi parte.
— Mitchell te manda recuerdos. Sí, vale… Nos vemos. ¡Feliz Navidad a ti también! — dijo antes de colgar.
— ¿Qué ha dicho?
— Quería venir hoy a vernos pero le he dicho que nos vamos de viaje. Hemos quedado en que nos veremos cuando volvamos.
— Tenemos que traerle un regalo de Wyoming.
— Tienes razón. Por cierto, no olvides el regalo de John y Robert.
Mitch y Cam hablando a la cámara...
— Hace unos meses unos amigos nuestros se mudaron a Wyoming y aprovecharemos este viaje para ir a verlos. — explicó el pelirrojo.
— Lo malo es que su casa está un poco lejos del hotel, así que tendremos que alquilar un coche para ir hasta ahí.
— En principio no se espera que haya nevadas fuertes...
— Pero por si acaso dejaremos a Lily en el hotel.
Unas horas más tarde, estaban todos en el avión. Faltaba apenas un cuarto de hora para el aterrizaje y Claire, como siempre, estaba muy nerviosa. Phil estaba sentado a su lado junto a la ventana e intentaba tranquilizarla sin mucho éxito. A su izquierda estaba Alex leyendo un libro. Detrás de ellos, Cam, Lily y Mitch. Delante estaban Dylan, Haley y Luke. En la fila de al lado, al otro lado del pequeño pasillo, estaban Gloria, Jay y Joe en el medio. Detrás de ellos, Manny, Beth y Andy.
Dylan no paraba de hacerle cosquillas a Haley, que aunque lo intentaba, apenas podía aguantarse la risa. Mientras su prometida se estaba echando una siesta sobre su hombro, Andy los observaba disimuladamente y no podía evitar sentirse un poco celoso. Estaba furioso consigo mismo por no haber luchado en su momento por el amor de aquella chica. Ese podía ser él, él la hacía reír más, y sin la necesidad de hacerle cosquillas. Si tan sólo hubiera dicho lo que sentía... pero tenía miedo. Miedo al rechazo de aquella joven que en un principio parecía estar fuera de su alcance.
Miró a Beth, que dormía plácidamente apoyada en su hombro. ¿Qué pasaría después de la boda? Él no podía olvidarse de Haley, sobre todo después de enterarse de que, en algún momento, sus sentimientos hacia ella habían sido correspondidos. Miró también a Haley. Parecía feliz con Dylan. Se preguntó si ella todavía sentiría algo por él. Aunque qué sentido tenía pensar ya en eso... era tarde. No quería hacer daño a Beth, a ella también la quería, mas no igual que a Haley. Lo que sentía por la hija grande de los Dunphy era algo totalmente distinto; más fuerte, más profundo, más especial...
Tras el aterrizaje, todos se dirigieron hacia la puerta. Jay iba delante seguido por toda la familia. Recogieron su equipaje y fueron a la salida, donde los esperaba un coche para llevarlos directamente al hotel.
En Wyoming hacía más frío del que esperaban. Unas nubes grises cubrían todo el cielo, parecía que se iba a poner a llover en cualquier momento. Además, a ratos el viento era bastante fuerte.
— Ay, ¡tengo los oídos taponados otra vez! — gritó Gloria.
— No te preocupes, se te pasará antes de que te des cuenta. — le dijo Jay. — Vamos, que pronto se hará de noche.
Por otro lado, Mitch estaba preocupado por el pequeño viaje del hotel hasta la casa de sus amigos. Viendo el cielo tan nublado, creyó que era mejor posponer la visita.
— Oye Cam, ¿crees que con este tiempo es buena idea que...?
— Mitchell, ya hemos hablado de esto. — le interrumpió Cameron. — Por favor, estamos en pleno invierno, ¿qué esperabas?
— Que al menos el cielo estuviera un poco más despejado. Mira, propongo que vayamos mañana por la mañana.
— ¡¿Mañana por la mañana?! — exclamó. — Van a hacer una fiesta esta noche, ¿se te ha olvidado?
— No, pero...
— Nada de peros. Ellos nos están esperando, así que esta noche tú y yo vamos. Y mañana por la mañana, nos levantamos, y volvemos.
— Papis, ¿me vais a llevar a esa pista de hielo que salía en el folleto? — preguntó la pequeña Lily.
— Claro que sí, cielo. — respondió el pelirrojo. — Mañana iremos, ¿vale?
— Vale, pero que no se os olvide.
A pocos pasos de ellos, Dylan ayudaba a meter las maletas y bolsas en el coche, mientras Haley miraba algo en su teléfono. En ese instante, una voz muy familiar llamó su atención.
— ¡Hola de nuevo, Haley! ¿Qué tal?
— Oh, hola Beth. Estoy bien, gracias.
— Me alegro. Oye, me parece que ha habido malentendidos entre nosotras y me gustaría arreglar las cosas.
— ¿A qué te refieres?
— Cuando te quemaste el pelo y todo lo que pasó aquel día... no sé, tal vez hayas pensado que lo hice a propósito y no fue así. — explicó.
— No, por supuesto que no. Aquello fue un accidente, en ningún momento he pensado que quisieras matarme o algo por el estilo.
— Qué bien. Ya sabes que Andy y yo pronto nos casamos y estoy algo nerviosa.
— Suele pasar, de hecho a todas las novias les pasa.
— Supongo que a ti te pasará lo mismo cuando vayas a casarte con Dylan.
— Sí... — la respuesta le salió sin pensar, y la acompañó una risa muy nerviosa. — Espera, ¿qué di..?
— ¡Chicas! — Phil se acercó a ellas. — ¡Al coche! Ya nos vamos.
El viaje en el coche hasta el hotel no fue para nada aburrido, pero no todos lo disfrutaron por igual. A Phil y Gloria les había dado por cantar villancicos, y al final Andy, Beth, Alex y Manny se unieron al pequeño "concierto" navideño. El que peor lo pasó fue Jay, que estaba justo al lado de Gloria. Aquello no hubiera sido tan malo de no ser porque ella tenía los oídos taponados y gritaba el doble que los demás. Jay amaba a su mujer, pero cantar no era lo suyo y por un momento pensó que le iba a dejar sordo.
Cuando llegaron y bajaron del coche observaron el hotel. Tenía cinco plantas y había dos árboles decorados con luces a los dos lados de la entrada, donde con letras amarillas y brillantes ponía The Golden Hotel. A la derecha había un parque con columpios y un tobogán para los niños.
— Todos los armarios que veáis ahí dentro se los he vendido yo. — dijo Jay orgulloso.
— Vaya, así que se trataba de un cliente. — comentó Claire.
— No es sólo un cliente, conozco a este tío desde antes de que nacieras... Ya veréis, os caerá bien.
— Jay Pritchett, ¡pero cuánto tiempo!
Los dos se abrazaron y se dieron unas palmadas en la espalda. El amigo de Jay aparentaba más o menos su edad, tal vez unos un par de años más. Tenía más pelo y un poco de barba, ya casi toda de color grisáceo. Llevaba una camisa negra, un pantalón tejano, zapatillas de deporte y una chaqueta de cuero.
— Me alegro de verte, Anthony. Te presento a mi familia. Gloria, mi mujer. Estos son mis hijos, Claire, Mitchell, Manny y Joe. — explicó mientras cogía al más pequeño en brazos. — Ellos son mis yernos, Cameron y Phil, y estos son mis nietos; Alex, Haley, Lily y Luke. Y ellos son Dylan, Beth y Andy, unos amigos de la familia.
— Vaya, encantado de conoceros al fin. — estrechó la mano de cada uno. — Claire y Mitchell, la última vez que os vi eráis unos renacuajos y miraos ahora.
— Hemos crecido un poco, sí... — murmuró Mitchell.
— Bueno, a qué esperamos. En seguida vendrán a coger vuestro equipaje y lo subirán a vuestras habitaciones. Espero que disfrutéis de vuestra estancia aquí.
— Por supuesto que lo haremos. — respondió Gloria, pensando en el SPA.
La familia entró al hotel acompañada por el dueño. Por dentro era bastante acogedor. Había una sala muy amplia. Por un lado, junto a la entrada, estaba la recepción. Un poco más adentro, había una chimenea, junto a ella un enorme árbol de Navidad, varios sofás de color rojo, butacas... era como una enorme sala de estar, llena de adornos navideños. Había también dos ascensores. El ambiente era inmejorable.
Mientras llevan sus cosas a sus respectivas habitaciones, todos se dispersaron por el enorme salón. Haley y Dylan fueron con Andy y Beth por unos chocolates calientes, Jay se quedó hablando con su viejo amigo Anthony, y los demás subieron a sus habitaciones.
Alex, que había cogido ella misma su bolsa, la tiró al suelo y se tumbó en la cama. Iba a compartir habitación con Haley, pero ella al parecer no tenía intención de subir pronto. Se sintió sola de nuevo, y volvió a pensar en Sanjay, lo que la puso más triste aún. Alguien llamó a la puerta. Al abrir, vio que era su madre.
— ¿Puedo pasar?
— Ya lo has hecho.
— Tenemos una conversación pendiente. ¿Te acuerdas? — Alex se encogió de hombros. — Sigues triste por lo de Sanjay, ¿verdad?
— Pensé que me quería... — murmuró y sus ojos se llenaron de lágrimas.
— Cariño, olvídalo. — Claire la abrazó con ternura. — Creí que ya lo habías superado. Es sólo un chico, conocerás a muchos a lo largo de tu vida, y alguno de ellos será el amor de tu vida. Si Sanjay se fue, es porque no era bueno para ti.
— Lo dices para que no me sienta mal.
— Claro que no, te digo las cosas tal como las veo. Ahí fuera habrá un hombre que te valorará y te dará el amor que te mereces. Y cuando le encuentres, te darás cuenta de que yo tenía razón. Sanjay no sabe lo que se pierde.
— Gracias mamá, en serio. Gracias.
— ¿Lo tienes todo? — preguntó Cam desde el baño mientras se peinaba. — No olvides las llaves del coche.
— Las llevo en el bolsillo y sí, lo tengo todo.
— ¿Dónde voy a dormir si vosotros os vais? No quiero dormir sola.
— Claro que no, Lily, esta noche te quedarás con Haley y Alex. Nosotros mañana al mediodía ya estaremos aquí y te llevaremos a la pista de hielo.
— ¡Bien! Qué ganas tengo.
— Uy, mira, son casi las siete y media. ¡Cam date prisa!
Cam y Mitch dejaron a Lily con Alex y salieron del hotel hacia el coche que habían alquilado. Dejaron las dos bolsas que iban a llevar en el asiento trasero, subieron y partieron. Mientras tanto, Phil andaba buscando el lugar donde se celebraría el concurso de Santa Claus, y no tardó en encontrarlo. Estaba a diez minutos del hotel. Había un gran escenario, pero estaba vacío. Aún no habían llevado focos, luces, nada. Habría que esperar, y prepararse para ganar.
Lily estaba aburrida y por eso había insistido a Alex para que bajara con ella al pequeño parque junto al hotel. Tenía muchas ganas de columpiarse. Al bajar del ascensor vieron a Haley y Andy hablando animadamente, mientras Beth y Dylan los miraban en silencio. Los saludaron con la mano y salieron.
Fuera ya estaba casi oscuro, pero los árboles y algunas farolas iluminaban el parque. Lily corrió hasta el columpio y se sentó, pero se quedó quieta.
— Colúmpiame.
— ¿No puedes hacerlo sola? — preguntó Alex algo sorprendida.
— Sí pero necesito un empujoncito.
— De acuerdo.
Alex se puso detrás de la pequeña y le dio un pequeño empujón. Era lo que Lily necesitaba, y comenzó a columpiarse sola. Alex miró el otro columpio, que estaba vacío, y decidió sentarse ahí hasta que su primita se hartara de columpiarse.
Se agarró a las dos cadenas que sostenían el columpio y se sentó, pero no se columpió. Se quedó con la mirada perdida, escuchando la risa de Lily y pensando en la conversación que había tenido con su madre. Sí, había muchos chicos, pero ella no podía olvidar el dolor que le causó ese chico al dejarla. Le había roto el corazón. Se había sentido humillada, abandonada... tal vez no estaba hecha para el amor.
De repente, se sobresaltó y soltó un gritito al sentir presión en su espalda. Alguien la estaba empujando... alguien la estaba columpiando.
