Hola a todxs!
Sé que llevo tiempo sin colgar nada, pero con las otras historias estoy sufriendo un bloqueo, aunque intentaré actualizar pronto.
De todas formas esta mini historia ha tomado forma en mi mete casi sin darme cuenta y tenía que escribirla. En principio estaba pensada como un one-shot, pero es posible que me anime a escribir un poco más, aunque no planeo hacerla demasiado larga.
Espero que os guste!
Besos- B
Él la observaba desde una esquina de la biblioteca. Ella estaba tan concentrada en lo que fuera que estaba haciendo que no se daba cuenta. Era en momentos como ese en los que él podía pararse y estudiarla sin que nadie lo advirtiera, pues era peligroso tanto para ella como para él.
Desde la distancia podía apreciar la forma en la que fruncía el ceño hasta que conseguía dar con la solución al problema que estaba ocupando su tiempo, los tres toquecitos que daba siempre en el tintero para no derramar la tinta sobre el pergamino y los mechones revueltos de aquel cabello encrespado que podría pasar por la melena de un león, sin duda alguna la chica hacía honor a las características de su casa.
Le recordaba a una leona, siempre cuidando de Potter y Weasley como si fueran sus cachorros desvalidos que la necesitaban hasta para atarse los zapatos. Era leal y le gustaba demasiado respetar las normas pero al mismo tiempo era fiera y valiente, e inteligente como nadie más lo había sido desde la propia Rowena Ravenclaw.
Si, era una gryffindor de pies a cabeza. Y eso era un problema, uno de tantos. Ella era una gryffindor, hija de muggles y la mejor amiga del niño que vivió. Ella era la representación del bien mientras que él era el niño mimado del lado oscuro, y eso le impedía acercarse a ella, a pesar de que el sabía que si las cosas fueran diferentes ellos dos juntos podrían llegar a lo más alto. Pero el destino, una vez más, había decidido gastarle lo que parecía una broma macabra al situarlos a cada uno a un lado de la guerra.
Él sabía que para ella, y para todos los que la rodeaban, él siempre sería el enemigo. Y ella no sería más que una criatura, como si de un elfo doméstico se tratara, para su familia y allegados. No, nunca podría acercarse a ella. Solo podía contentarse con observarla desde una esquina de la biblioteca e imaginar que la vida le daba una oportunidad para que las cosas fueran diferentes.
En ese momento, ella levantó la mirada y sus ojos se encontraron. Por un ínfimo segundo fue como si el mundo hubiera dejado de girar, él se olvidó de respirar, no parecía tan importante comparado con perderse en aquellos ojos del color del chocolate más puro, tan sinceros que podías leer su alma con solo mirarlos. Aquel momento sólo duró un segundo; o quizás toda una vida. Pero al apartar los ojos, Draco volvió a maldecir al universo entero por condenarlo a una vida de sufrimiento amándola desde la distancia.
