Título: Mi mundo.
Fandom: Canaan.
Claim: Canaan x María.
Tipo de hsitoria: Drabble.
Disclaimer: Los personajes usados en esta historia pertenecen a Kinoko Nasu y Takeshi Takeuchi. Esta historia ha sido creada sin ánimos de lucro.
Advertencia: Historia con contenido de Shojo Ai (relaciones mujerxmujer). Si no te gusta, por favor no leer, evita malos ratos.
Notas: Es una historia realmente corta, algo express, no pensaba publicarla, pero cambie de opinión debido a que habían muy pocas historias sobre este fandom. Espero que les guste ;D
Era una noche fresca, nos encontrábamos en una azotea de un gran edificio, apreciábamos la iluminada imagen de la ciudad, mientras el viento jugaba con nuestros cabellos, podía detallar todo su perfil, su rostro, sus expresiones, sus ojos. Canaan lo era todo para mí, siempre me protegía, me entendía. Creía tener todas las respuestas respecto a ella, creía conocerla totalmente, pero en pocas ocasiones, llegaba a tener realmente miedo.
En toda ocasión salvaba mi vida de grandes aprietos, con su gran fuerza y inteligencia, lograba ser una heroína, a pesar de que sus manos se encontraban manchadas de sangre, al igual que yo, al igual que nuestro pasado. Pasado que nunca olvidaría, porque fue ella quién me salvo de aquel vacio que me encontraba, fue ella quien me dio esperanzas.
Era capaz de asesinar a alguien sin piedad, no titubeaba, ella siempre era firme, no era capaz de comprender su determinación en ese tipo de situaciones.
Sin embargo seguía queriéndola, y nunca podría borrarla de mi vida, ella siempre estaba ahí, era mi norte fijo:
—Caanan.. —la llamé con voz distante.
—¿hmm? —Volteo su mirada de manera interrogativa, mientras mechones de cabellos rebeldes tapaban gran parte de su semblante.
—Te amo Canaan. —pude ver como su rostro se iluminaba de manera extraña, y como se asomaba una tierna sonrisa.
—Rojo, rojo intenso —comenzó a decir mientras tomaba mi rostro con una de sus suaves manos— es el color es el que logro ver.
—Es un color realmente hermoso. —sonreí, mientras acercamos nuestros labios para unirlos con un rose.
—Yo también te amo, María.
No sé qué extrañas y peligrosas situaciones nos depararía el futuro, no sé cuantas veces vería a Canaan con miedo, o con amor, lo que realmente sé, es que nunca me alejaría de ella, porque ella era sencillamente MI mundo.
