Disclaimer: Dragon Ball Z y sus personajes pertenecen a Akira Toriyama.
hola! como un gran fan de las pelis de terror y a la vez de fenómenos paranormales me picó el bichito de escribir algo distinto sobre Dragon Ball así que a ver como sale este curioso experimento :P Será un fic largo creo, así que este será un capítulo de introducción para el horror que pretendo que venga después. Por supuesto no sé si logre producir miedo ya que en mi opinión es algo difícil de conseguir, debe ser el genero más complicado de escribir así que no se si lo logre, pero al menos pondré todo mi empeño en crear una buena historia, eso si que lo puedo asegurar :)
Por último quiero dedicarle este fic a mi buena amiga y tb ficker Tu Catalana Agent Peridot, ojalá te guste este humilde obsequio :)
Y por supuesto desde ya muchas gracias a todos por leer ^^ Ojala les guste ;D
Infierno de Sangre
Un nuevo amanecer se colaba entre las corridas cortinas acariciando con ternura la bella faz de una joven de dieciséis años, quien dormía plácidamente en su cuarto sin sospechar que muy pronto tendría que abandonar el mundo de los sueños para cumplir la odiosa rutina matinal de ir a la escuela.
Un minuto después el fuerte sonido del despertador la trajó de vuelta al mundo real. Como respuesta, se colocó una almohada en la cabeza intentando tapar sus oídos, pero no dio resultado alguno. ¿Por qué su madre tenía que dejar despertadores tan ruidosos?
De un sólo golpe aplastó el molesto reloj, convirtiéndolo prácticamente en cenizas. De paso, también destrozó el velador que lo sostenía. Su heredada fuerza saiyajin no le era fácil de controlar estando adormilada.
Dio repetidos bostezos, pues el peso del sueño seguía intentando dominar su cuerpo. Para impedirlo, sacudió su cabeza tal como lo hace un perro mojado. Acto seguido, se dirigió al cuarto de baño para tomar una ducha y así poder desayunar tranquilamente después. La rutina de la semana comenzaba con un "glorioso" día lunes.
Terminados todos sus arreglos matinales, la jovencita se dirigió a la mesa para desayunar. Allí la esperaba su atenta madre y también su siempre arisco padre. Además, de bonus track, también tenía la fortuna de que Trunks había ido a visitarlos el fin de semana así que tomaría desayuno junto a ellos, como cuando vivía todavía allí.
— Mami, papi, ¡hola! — saludó a cada uno con efusividad, dándoles un beso en la mejilla — Hola Trunks — añadió el nombre de su hermano mientras le sacaba la lengua.
— ¡Hermanita! — la saludó con total entusiasmo —. Supongo que ya te maquillaste para disimular tu fealdad.
— Tan simpático como siempre — arrugó su nariz para mostrar su descontento con tal comentario.
Sin perder tiempo, la doncella Briefs tomó asiento con una sonrisa radiante en su faz.
— Vaya, hija, estás muy contenta para ser día lunes — comentó su madre muy asombrada con aquella sonrisa que traía, pues en el primer día de la semana su carácter era incluso peor que el de su padre.
— La vida es linda, por eso estoy feliz — dijo ella haciendo crecer todavía más esa gran sonrisa en su faz, mientras recibía la chocolatada caliente de manos de su madre.
— Esa sonrisa no es normal — gruñó Vegeta a la vez que fruncía su ceño, sospechando algo.
— Pequeña picarona, ¡tienes novio! ¡Por eso estás tan feliz! — dedujo Trunks con el abierto ánimo de molestarla.
Bra iba a reaccionar, pero su padre se le adelantó. De hecho se levantó de la silla como si de un león se tratara.
— ¿Es eso cierto Bra? ¡Responde inmediatamente! — exigió a la vez que profundas ganas de estrangular al supuesto novio surgieron de sus manos, dientes apretados mediante.
— No papá, ¡por supuesto que no! — se apresuró a negar su hija, intentando darle convicción a sus palabras.
— Sabes muy bien que si quieres un maldito insecto como novio primero tiene que pelear conmigo cinco minutos y salir vivo — advirtió muy seriamente el príncipe para luego cruzar sus brazos.
Bulma miró a su saiyajin con reprobación, dando un suspiro resignado.
— Vegeta, la niña ya está en edad de tener novios. Si se lo prohibes, más tentación tendrá de tener uno. La prohibición es el camino más a fácil a la tentación — dijo con tono firme.
— ¡Bah! Nadie merece una hija mía. No tendrás novio hasta que tengas setenta años, que te quede claro jovencita — le advirtió a su retoño mientras endurecía su mirada.
Entretanto, Trunks hacía esfuerzos sobrehumanos para aguantar la risa que deseaba poseerlo.
— Pero papá, tu hijita merece ser feliz — se tomó de un brazo de él y lo miró con ojos que destellaban ternura a través de cada célula que los componía.
— No me comprarás con tu mirada de gato con botas, pequeña sabandija — señaló tranquilamente mientras le quitaba su mirada, dando prueba de su seguridad.
Bra suspiró invocando paciencia, pues su padre era muy celoso con ella. La amaba más que a todo en el mundo pero para su pesar, no aceptaría nunca que ya había iniciado el camino de convertirse en toda una mujer. Para él siempre sería su niña-bebé.
— Bueno, en todo caso no importa, tener un novio es algo que no me interesa en nada por ahora — que gran mentirosa era. Se moría de ganas por tener uno, tal como su madre cuando tenía la misma edad de ella. Tanto así que años atrás salió en busca de las esferas del dragón para cumplir su sueño.
— Por cierto hermano... — recordó a quien provocó todo este enredo — ¡te voy a manchar tu traje por hablar cosas que no son! — de un bolsillo cogió su lápiz labial con todas las intenciones de dibujar lindos trazos rojos en su traje.
— ¡No Bra! — dijo a la vez que se levantaba de su silla —. Todo menos eso, si me manchas tendré que cambiarme y llegaré atrasado a una importante reunión.
— ¡Pues te aguantas por cabrón!
Sin opciones, Trunks no tuvo más remedio que correr por todo el comedor para esquivar la rojiza mancha que quería imponerse en su costoso traje. Lo peor es que Bra cada vez se acercaba más.
— ¡Papá! ¡Dile que se detenga! — suplicó Trunks ayuda a su progenitor.
— Un hombre de treinta años pidiendo ayuda ante una niña, ¡debería darte vergüenza! Si entrenaras como es debido ni siquiera se te acercaría.
— Exactamente, papá — exclamó Bra disfrutando infinitamente la persecución.
— ¡Si sigues Bra le voy a decir a Goten que te venga a molestar!
— ¡Ay no! ¡Todo menos eso!
Y es que Goten era el troll más grande del mundo si de molestar a Bra o Pan se trataba. De hecho a Pan siempre le decía Pan con queso, con jamón, con mermelada y un gran etcétera. A Bra, por el otro lado, le encantaba decirle brasita de carbón.
Y así, con una persecución de por medio, el movido desayuno terminó en el hogar de los Briefs.
El cielo era grisáceo por las nubes que descargaban su moderada lluvia por toda la ciudad. Personas con ropa adecuada para enfrentarla, transitaban con abrigos impermeables y paraguas por las afueras de la prestigiosa secundaria de Bra.
Allí, ella era de las más populares e inteligentes; sus altas calificaciones, su belleza y ser la heredera femenina de la millonaria Capsule Corp le habían acarreado una gran dosis de fama. Y a pesar de ser superficial en variadas ocasiones, la inteligencia de su madre brillaba a través de ella.
Esa popularidad, como también su personalidad orgullosa, le había generado muchas rivales y también declaradas enemigas. Pero de entre todas había una que destacaba. Se trataba de Vanina, la única que la superaba en calificaciones y quizás también en belleza. Rubia, de ojos verdes y dueña de una figura que una top model se la envidiaría, ella se había convertido en la más acérrima enemiga de la semisaiya.
De hecho, precisamente esa rivalidad hacía recordar mucho a la que Vegeta tenía con Kakarotto. Aunque esta vez no se trataba de una encarnizada lucha como la de ellos, no por eso dejaba de tener ribetes graves. La competencia era malsana, dañina y claramente enfermiza. La superación de la otra en todo ámbito de la vida ponía una fuerte presión extra a cada una de ellas.
No obstante, Bra se había incrustado un talón de Aquiles que Vanina no tardó en descubrir. La joven Brief estaba a un tris de estar enamorada y por lo tanto, su némesis sacaría provecho de ello.
Las clases transcurrieron sin novedad hasta que el timbre de salida resonó por toda la escuela. La hermana de Trunks se quedó al alero de la cornisa del edificio principal. Allí contempló como la lluvía incrementaba su fuerza, así que decidió esperar a que amainara un poco antes de proseguir su trayecto. Curiosa, alzó su vista al cielo y vio como las oscuras nubes volvían el día muy sombrío, más de lo normal incluso para un día lluvioso.
Con su vista perdida en las nubes, pensaba en la importante fiesta que se realizaría el fin de semana por la comunidad estudiantil. No podía evitar sonreír al imaginar que muy pronto el chico que tanto le gustaba la invitaría a la importante parranda. Los rumores de sus amigas le habían informado que Joan, el muchacho que tanto le atraía, la invitaría en breve. Realmente estaba ilusionada, pero, para su desgracia, muy pronto se llevaría una desagradable sorpresa.
Fue entonces que la figura de cabellos dorados que tanto detestaba hizo acto de aparición. Aquella chica ya le había quitado un pretendiente sólo para saciar sus ganas de humillarla, pues el muchacho ni siquiera le gustaba realmente. Y ahora, una vez más, demostraría todo lo rastrera que podía llegar a ser.
— Oh, pero si es la segundo lugar, ¿qué tal perdedora? — sonrió con suma petulancia, tanta que llegaba a indignar.
— Oh, pero si es la envidiosa número uno de la escuela — saludó ella con una actitud que no sería menos — ¿vienes a arrodillarme ante mí? — preguntó usando esa soberbia que había aprendido a la perfección de su padre.
— Al contrario, la arrodillada serás tú — le guiñó un ojo a la vez que hacía gala de una sonrisa que mostraba la más absoluta confianza.
Bra frunció el ceño, pues su sexto sentido le advirtió que esa confianza desmedida significaba que algo malo sucedería muy pronto.
La rubia la rodeó y se puso a su espalda, acercándose como una felina al oído de la semisaiya.
— ¿A qué no sabes quien es la nueva novia de Joan? — susurró mientras una sonrisa llena de ironía resplandecía en su rostro.
Aunque no quería hacerlo, la hija de Vegeta no pudo evitar voltear instantáneamente mientras hacía una mueca de abierta preocupación en su cara.
— Sí linda, me encanta que pongas esa cara llena de decepción, es apropiada para una perdedora como tú — se burló sin miramientos —. Joan y yo somos novios ahora — amplió su sonrisa todavía más.
Tanta fue la sorpresa de Bra, que sus labios se separaron uno del otro para formar la penúltima vocal.
— No puede ser... — tras unos eternos segundos, su boca no pudo reprimir sus palabras.
— Pues si lo es — hizo destellar su soberbia a través de esa ofensiva sonrisa — ¿Qué se siente ser una fracasada? ¿Qué se siente que yo sea mejor que tú en todo?
— Él ni siquiera te gusta, lo haces sólo para molestarme a mí. No puedo creer que seas tan canalla — la frustración hizo presa de ella a través de sus puños fieramente cerrados.
— Es el segundo chico que te quito. ¿No te indica eso quién es mejor? — se rió llevando una palma a su mano.
La semisaiya apretó todavía más sus ya cerrados puños, los cuales tenían abiertas ansias de dar una golpiza.
— Eres una rastrera... malnacida — dejó salir todo el odio que sentía por ella.
Cierto era que Bra también pecaba de soberbia en muchas ocasiones, pero esa chica la dejaba a la altura de una alpargata. Podía ser muy desagradable cuando se lo proponía.
— Y bien Bra Briefs, ¿quien ganó? — hizo destellar una sonrisa triunfante como prueba de su victoria.
La aludida apretó sus labios el uno contra el otro a la vez que sus dientes hacían lo mismo. No le gustaba demostrar cuan irritada lograba ponerla esa chica, pues eso era precisamente lo que ella buscaba, pero esta vez no logró reprimir su verdadero sentir. El único muchacho que en verdad le había gustado, su rival se lo había quitado sólo para humillarla.
Así, mientras Bra intentaba dominar sus inquietas emociones, la rubia se acercó a su oído para susurrarle con toda malicia:
— Eres una perdedora. Soy más inteligente que tú, más linda y más popular. Y como si eso fuera poco, me quedo con el chico que tanto te gusta. Es el segundo que te robo— una sonrisa llena de triunfo se dibujó en sus labios —. Adiós, perdedora — terminó dando una carcajada llena de la más ofensiva burla.
Bra apretó dientes y puños con furia, apenas conteniéndose de darle la paliza que se merecía. Pero como saiyajin que era no podía arriesgarse a matarla. No tenía pleno control de su fuerza como el resto de sus congéneres y sabía que en una situación de descontrol podía ir demasiado lejos. No podía darle la golpiza que ansiaba, pero eso sí, cuanto deseaba hacerlo. Tener sangre saiya, lamentablemente, también significaba una responsabilidad para no terminar dañando a personas mucho más débiles que ella.
Formó una mueca en su boca producto de la frustración, cosa que su enemiga notó haciendo aún más pronunciada su sonrisa cínica. Pero aunque Bra no podía golpearla, por lo menos si podría agredirla verbalmente.
— Ojalá te atropellen y te mueras por maldita.
— Jajaja —rió disfrutando su triunfo— que divertida eres, sólo eso puedes hacer ante alguien muy superior a ti. Nos vemos fracasada.
La chica se sacudió el pelo con aires de evidente superioridad, mientras su mirada menospreciativa se hacía más profunda de lo que ya era. Segundos después se giró para quitarle la faz, haciendo uso de toda la soberbia que podía expulsar.
Bra miró su espalda desatando toda la inquina que esa desgraciada le provocaba. Que ganas de darle una paliza allí mismo, de usar su herencia saiyajin para pulverizarla en cuestión de segundos. Pero debía reprimirse, aunque le costó mucho más de la cuenta hacerlo. Tragándose su ira, se giró en dirección opuesta a su enemiga. Aún no podía digerir el reciente mal momento, así que se quedó en el sitio masticando toda su frustración.
Entretanto, la de cabellos rubios se aprestó a cruzar la calle para dirigirse al restaurant donde su nuevo novio la esperaría. Fijó su mirada hacia el local que la cobijaría en breves instantes.
Lo que ella no sabía es que el destino puede cambiar totalmente en cuestión de un par de segundos.
Así, comenzó a cruzar la calle sin imaginar lo que pronto sucedería, pues justo en ese instante algo terrible sucedió...
La lluvia había convertido el camino en una pista de hielo resbaladizo. Por lo mismo la chica trastabilló, cayendo de rodillas en medio de la avenida.
Enseguida, el chirrido de unos neumáticos tratando de frenar su excesiva velocidad se escuchó por todo el lugar. Un par de segundos después, la espantosa colisión restalló en los oídos de quienes por allí transitaban.
El automóvil hizo volar a la muchacha, quien dio unas terroríficas volteretas en pleno aire. Todos quienes giraron lo suficientemente rápido pudieron ver como la adolescente en su terrible trayecto por los aires esparcía sangre por toda la calle. En un abrir y cerrar de ojos, se hizo audible en todo el sector el segundo estruendo, esta vez del impacto de su cuerpo contra el fiero asfalto.
Ese terrible segundo golpe hizo un atronador eco, exponiendo con perversión la fragilidad del cuerpo humano.
Ante tamaña crueldad del destino lo preferible hubiese sido una muerte instantánea para ahorrarle el sufrimiento a la víctima...
Pero la vida, lamentablemente, no se caracterizaba por ser justa.
La atropellada comenzó a dar hórridas convulsiones, dignas de una feroz epilepsia. Pasaron unos segundos hasta que el ataque cesó. Su deshecho cuerpo se detuvo, pero la sangre que escurría no hizo lo mismo, pues avanzaba como un mar que lo teñía todo de rojo. Ni siquiera la lluvia lograba difuminar todo ese líquido vital.
La malograda víctima no escupía sangre, la vomitaba como si fuera un caudaloso río. De sus ojos manaba el rojo a través de crueles borbotones, mientras su faz, contorsionada hasta el extremo, reflejaba un dolor inimaginable.
Pero a pesar de lo horrible que era la escena, sus ojos aún distaban de volverse inertes. Un brillo de vida todavía lucía a través de ellos. Por eso fueron capaces de expresar algo claramente identificable...
Terror.
El más absoluto terror brillaba a través de sus retinas.
Ese intenso miedo era el evidente temor a la muerte. Ella había llegado a buscarla cuando todavía tenía toda una vida por delante, cuando aún tenía muchos sueños y proyectos por cumplir. Así de injusta era la maldita y cruel muerte.
Vanina lo supo con certeza en ese momento, allí moriría. Si hubiera podido llorar lo habría hecho, pero ya ni siquiera sentía que tuviera una conexión con su cuerpo.
El dolor se fue apagando poco a poco, paulatinamente, hasta llegar al adormecimiento que se caracterizaba por ser letal. Los funestos brazos de la muerte muy pronto la cobijarían en su terrible seno.
¿Qué pensaría antes de morir? ¿Qué recuerdos invocaría su mente? Lo supo cuando miles de imágenes azotaron su cerebro una otras otra. Sus padres, sus hermanos y amigos se hicieron presentes a través de una triste visión. Toda su vida pasaba a través de sus ojos como si se tratara de un rollo fotográfico. Los lindos recuerdos eclipsaron a los dolorosos, pero aún así, un terrible pesar sintió su corazón al comprender todo el dolor que le causaría a sus seres queridos. Ellos serían los que tendrían que sufrir su muerte fulminante.
Su alma se volvió sufrimiento. Dolor. Terror.
Mientras se preparaba a recibir los brazos de la trágica muerte, quiso pensar en su familia. Quería verlos a ellos. Sólo a ellos.
Pero hubo algo que, lamentablemente para ella, sería lo último que vería en su vida. Una chica la miraba con absoluta sorpresa. Pero apenas unos segundos después, esgrimida entre las sombras, una pequeña y genuina sonrisa apareció en esa faz.
Y así, con esa horrible sonrisa como despedida final, su cuerpo terminó abandonando la vida para siempre.
Personas se giraron para ver el lugar de donde provino ese terrible ruido y quienes fueron lo suficientemente rápidos pudieron ver como la chica saltaba por los aires esparciendo su sangre por toda la vereda.
Gritos de horror siguieron; algunos huyeron del sitio asustados ante tan macabra imagen y otros corrieron hacia la accidentada. Unos para ayudar, otros para saciar el morbo.
La hija de Vegeta quedó paralizada, había visto a su rival saltar por los aires como si fuera una muñeca de trapo. Cuando la víctima chocó contra el suelo los dos pares de ojos hicieron contacto. Después de tan violento golpe, era casi espeluznante que la chica hubiera caído precisamente en la dirección donde ella estaba en ese preciso momento.
Tragó saliva y cerró sus ojos sin querer mirarla, deseando en su mente que todo fuera producto de una pesadilla de la cual pronto despertaría. Su cerebro no podía asimilar ni creer lo que estaba sucediendo. Estaba conmocionada. No supo cuanto tiempo pasó hasta que pudo reaccionar y abrir sus párpados nuevamente, pero cuando lo hizo ya no podía ver a la chica que era su enemiga. La gente había rodeado el lugar tapándole la visión. Sirenas de ambulancia podían escucharse muy a lo lejos, como si provinieran de otra dimensión.
Bra, a duras penas logró vencer su aturdimiento; caminó hacia el lugar para obtener un lugar entre los espectadores y allí vio a su enemiga, con sus verdosos ojos intentando aferrarse a la vida. Sin embargo, a cada segundo que pasaba, la vacuidad de la muerte se apoderaba más y más de ella. Su mirada realmente daba escalofríos; de las orillas de los globos oculares sangre comenzó a viajar a través de sus mejillas, formando sanguinolentas burbujas al ser azotadas por la lluvia.
Un siniestro escalofrío se deslizó lentamente por la espalda de la semisaiya; parecía querer imitar a una vil serpiente que se paseaba por toda su médula espinal. Tragó saliva nuevamente, llena de horror al ver esa mirada que muy pronto perdería la vida. Esos ojos ensangrentados, de alguna inexplicable manera, la seguían viendo a ella.
Bra quiso esquivar la mirada pero no lo logró, estremeciéndose entera al sentir el sombrío halo de la muerte. Nunca había tenido una experiencia tan cercana con la muerte como ahora.
Pero a pesar del temor, al ver como la vida se extinguía en ese herido cuerpo, de improviso una macabra sonrisa se esbozó en su faz. Diabólica, satánica, maquiavélica...
Endiabladamente lúgubre.
No intentó reprimirla pues ni siquiera se percató de que estaba sonriendo. Por suerte para ella nadie la vio, pues todos los ojos estaban puestos en la futura muerta.
Sí, una extraña efervescencia en su propia sangre le indicaba que comenzaba a disfrutar esa visión. La herencia saiyajin hirvió sin tapujos ante esa escena tan alucinante. Realmente estaba ardiendo al ver todo ese infierno de sangre, que avanzaba como una marejada intentando internarse más en la costa. La diferencia radicaba en que el mar no lo lograba, en cambio toda esa sangre si.
Algo despertó en ella. No pudo deducir qué, pero el murmullo de todas sus células le avisaba que, de alguna manera indescifrable, esto ya lo había vivido antes. Entornó sus ojos, dejándose llevar por una pasión desconocida que su cuerpo añoraba salvajemente.
Extrañas y confusas visiones la hicieron vibrar, evocando en el interior de su alma una multitud de vagos deseos e inquietudes. Su erizada piel se estremecía en oleadas sucesivas de tensión.
Bra recordaba, con esa memoria propia del instinto, haber visto antes un infierno de sangre como ese... ¿pero cuando? ¿dónde?
¿Era solamente una fantasía o una pesadilla? ¿O ambas cosas a la vez?
Lo que ella todavía no sospechaba es que incontables muertes heredadas a través de sus genes no podían olvidarse tan fácilmente. La bestialidad de su raza no podía borrarse de un plumazo. Definitivamente el instinto asesino no se podía extinguir así como así.
Para su pesar, la prueba de ello era cuanto estaba disfrutando este espectáculo.
La sonrisa en su rostro no podía morir. Pero cuando fue capaz de percatarse de lo que sus labios formaban, se descolocó incluso más que con el accidente ocurrido.
Fue entonces, en ese preciso momento, que recordó las palabras que segundos antes le había dicho a la desdichada víctima:
"Ojalá te atropellen y te mueras por maldita"
Otro escalofrío la recorrió de pies a cabeza, ahora a mayor velocidad que antes. Sintió como si alguien hubiera puesto un hielo en su nuca y otro bajo sus pies. Esas palabras no las podría olvidar nunca más en su vida.
Cuando reaccionó, cuando por fin su conciencia tomó pleno control de su cuerpo nuevamente, se tapó la boca con ambas manos, verdaderamente espantada de lo que sus labios habían expresado. No podía creer que estuviera sonriendo por una tragedia así.
¿Cómo se podía estar alegrando de una muerte?
Conmocionada con su reacción, se sintió mal por la sonrisa esgrimida. ¡No era correcto disfrutar la muerte de alguien! Era asqueroso, indignante y repulsivo. Una bajeza sólo digna de un ser ruin. Su reprochable y abominable sentir le quemó su corazón como si de crueles brasas se trataran.
Era realmente espantoso en todas sus letras.
Pero a la vez también era, de alguna retorcida manera... satisfactorio.
Muy satisfactorio.
Continuará.
