El último sobre la tierra

Tabris extiende los brazos y se queda quieto, con la lejana esperanza de que vuelva la brisa. Pero no lo hace y este es, después de todo, el mundo después del tercer impacto; la promesa de vida eterna que le ha jurado su padre. Recorre el mundo con el pasar de los días, caminando sobre tierra y océanos. Este es el mundo: vacío y vivo a la vez. La tierra prometida, hermosa, los humanos exterminados como precio por sus pecados.

Esto es eternidad y Tabris, de una manera u otra, es el dios de esta nueva tierra. Pero todo dios sabe cuán difícil es la vida cuando se han experimentado los placeres de la mortalidad. Mirar el azul del mar o sentir el calor del sol traen demasiados recuerdos. Placenteros sí, pero dolorosos ante la noción de no poder volver a experimentarlos.

A veces, cuando caen esas noches sin estrellas, piensa en Shinji. Su muerte le pesa en el pecho y le duele más de lo que cree. Es dios y a la vez no lo es; ningún dios puede vencer a la muerte. Nunca tuvieron oportunidad de todos modos.

O eso fue lo que Él le dijo.

"Es por su bien, un bien superior" le dijo, un día en que Tabris se sentía particularmente aburrido en su tierra vacía y fría. La respuesta le hace pensar en Shinji, implorándole por salvación y se guarda para sí mismo el pensamiento de que, probablemente, no hay ningún bien superior.

¿Y de qué sirve un mundo así?

Extraña el murmullo de las multitudes, el ruido de las comunicaciones a través de pretenciosos artefactos, a las cigarras por la mañana, el canto de las aves, el reír de los niños… pero, por sobretodo, extraña el sonido de las cuerdas del violín, las teclas del piano y la esporádica y suave risa de Shinji.

¿Y de qué te sirve ser dios?

Una canción alegre el alma, él mismo dijo una vez. Pero no puede recordar ninguna y el constante silencio muerto del ambiente no hace más que deprimirlo. Cada día es un comienza muerto, una condena: está solo, solo, solo. Solo con sus recuerdos.

Solo con una tierra vacía y un corazón adolorido.

Quizás, sólo quizás, si lo reiniciase todo, podría crear un mundo en el que pudiesen existir los dos. Otra realidad, un mundo más feliz para ambos. Él se compadece y le da una nueva oportunidad.

Tus errores serán los errores de tus hijos y los errores de tus hijos serán tus errores.

Cierra los ojos y deja que todo a su alrededor comience de nuevo, en un remolino de colores y recuerdos. No puede evitar sonreír cuando es llamado Kaworu una vez más.