Prólogo
¿Qué es la felicidad?
¿Cómo explicarle a un niño de 8 años que es la felicidad?
¿Cómo explicárselo cuando él lleva desde que tiene memoria siendo maltratado y casi esclavizado por sus tíos?
¿Cómo explicárselo cuando él no conoce otra cosa?
Érase una vez es como empiezan la mayoría de las historias, pero esta historia no es como las demás. Esta historia empieza con un niño, un niño al que nunca le leyeron un cuento, al que nunca le mostraron más que desprecio. Un niño, que al mismo tiempo y sin saberlo, era alabado por muchos. Muchos nombres le ponían a este niño: El "niño-que vivió", "caída del que-no-debe-ser-nombrado", "salvador del mundo mágico", etc, etc.
Y aún así él estaba acostumbrado a otro tipo de nombres, nombres como "mocoso", "estúpido", "niñato desagradecido", "tú"… Nombres a los que estaba acostumbrado.
Y esta ha sido la historia del gran Harry Potter, el famoso chico de pelo negro azabache igualito a su padre excepto por sus ojos, unos preciosos ojos de color verde esmeralda iguales a los de su madre.
Muchas historias se han escrito sobre este chico. Quién sabe cuáles son reales y cuáles no, más en mi humilde opinión, existen infinitas realidades, infinitos mundos con los mismos personajes y distintas historias, pues algunos han dicho que el tiempo es como una cuerda. Cambia una sola hebra en un momento elegido al azar y cambiarás todo. Yo, en esta historia, he elegido cambiar un solo aspecto, una única hebra de esta cuerda pero que a mi opinión cambia muchas cosas.
Todos sabemos que pasó aquella fatídica noche, la noche de la muerte de James y Lily Potter, la noche de la caída del Señor Oscuro. Aquella noche Harry James Potter fue marcado, y esa maldición tuvo efectos secundarios que nadie esperaba. En esta historia, esa maldición tuvo un efecto más; algo de lo que ni siquiera Albus Dumbledore, el director del colegio de magia y hechicería llamado Hogwarts y designado como "líder de la luz" sabrá hasta que Harry cumpla los 11 años.
¿Cuál es ese efecto? Se preguntarán algunos. Algo muy común, algo que le ha pasado a otros personajes en otras historias, pero que por desgracia ahora le ha ocurrido a nuestro joven protagonista: Harry Potter era mudo.
Cualquier familia normal habría llevado a Harry a un médico, a alguien que le enseñara el lenguaje de los sordomudos; pero por desgracia Dumbledore decidió dejarlo con sus tíos. La hermana de su madre, su marido y su hijo, muggles odiosos que odiaban la magia. ¿Qué hicieron ellos? Aprovecharse de la situación. ¿Qué más daba, si por muchas palizas que le diera su tío por la simple necesidad de desahogarse, por muchos trabajos que le obligaran a hacer, por mucho que fuera perseguido por su primo, por mucho que lo mataran de hambre, el niño no se iba a quejar?
Pobre niño dirán algunos. Qué cruel, dirán otros. Pero por desgracia, existe gente así, y peor; pero eso no viene a cuento.
Harry Potter era un muchachito de 8 años que no iba a la escuela. Sus tíos apenas le dejaban salir de casa, cuanta menos gente conociera de su existencia mejor. ¿Para qué? Él era un bicho raro que además no podía hablar.
Aunque esto no era del todo cierto. Es cierto que Harry no podía hablar, pero hacía 3 años había descubierto algo sorprendente. Un día mientras recortaba el césped en el jardín se encontró con una serpiente que emitía una especie de silbidos. Harry casi se cae de espaldas de la sorpresa al entender esos silbidos, eran parte de una canción, y no una cualquiera: ¡la serpiente estaba cantando "we are living in a yellow submarine!
Harry se vio atrapado por el ritmo de la canción y sin darse cuenta se unió a los silbidos de la serpiente. La serpiente siguió su camino sin darse cuenta de este hecho, pero Harry al poco rato se dio cuenta de que estaba cantando, ¡y en el mismo idioma que la serpiente! Se emocionó ante la idea de poder por fin hablar, aunque fueran con aquellos extraños silbidos.
Aunque entendía perfectamente a los demás, no era capaz de pronunciar palabra alguna por mucho que lo había intentado, y ser capaz de hablar aunque fuera de aquella extraña manera lo alegró mucho. Intentó hablar así a sus tíos, pero ellos no lo entendía y lo único que hacían era pegarle para que dejara de hacer esos silbidos y chasqueos con la lengua.
Harry se dio cuenta de que nadie le entendía sí, por lo que dejó de intentar hablar con ese lenguaje. El creía que ese lenguaje era la lengua de las serpientes, pero como no había vuelto a ver a otra serpiente no estaba seguro. Cuando estaba solo encerrado en su alacena bajo la escaleras practicaba ese idioma, pero no lo volvió a utilizar delante de otra persona.
Desde aquello ya habían pasado 3 años, Harry contaba con 8 y él seguía intentando sobrevivir como podía.
Lo que él no sabía era que desde que había cumplido 6 años una persona lo vigilaba entre las sombras. Alguien al que le dolía ver al pequeño ser tratado de esa manera, pero que no podía hacer nada por evitarlo por mucho que quisiera. Había intentado en un par de ocasiones llamar a los servicios sociales muggles, pero simplemente Dumbledore se encargaba de borrarles la memoria sin enterarse de mucho más, ni de quién ni de por qué los habían llamado. Para él Harry tenía que estar con sus tíos para estar lo más seguro posible y nadie haría nada por evitarlo.
El observador no era otro que Sirius Black, el prófugo de la justicia, el primero en haber conseguido escapar de Azkaban, pero por desgracia no podía llevarse a Harry de allí. Dumbledore se había asegurado de ello. Con magia había hechizado la casa para que la única manera de que se fuera Harry era yéndose él solo.
Sirius hacía todo lo posible por ayudar a Harry en su día a día, a escondidas le llevaba comida, y en su forma animaga se la llevaba por las noches. Harry había aprendido a escaparse y todas las noches que no llovía salía a fuera a observar las estrellas. Sirius en forma de perro se le acercaba (no podía hacerlo de otra forma sin activar las barreras de la casa), le llevaba algo de comida y jugaba con él. Era lo único que podía hacer por el pobre niño.
A Harry la compañía del perro era lo mejor del día. Esperaba ansioso a que llegara la noche para poder jugar con su amigo. Había intentado hablarle con los silbidos, pero el perro no le había entendido. Sirius se había alegrado al ver que era capaz de emitir algún sonido, pero no tenía ni idea de que se trataba.
Así fue pasando el tiempo, y poco después de que Harry cumpliera los 8 años llegó el día en que todo cambió.
Ese día, como siempre, había empezado con una paliza de su tío, sin motivo alguno, sencillamente su tío se había acostumbrado a pegarle y para él era una buena forma de empezar el día. Después hizo el desayuno, todas su tareas, fue perseguido por su primo… Pero al llegar la hora de la cena, cuando estaba sirviendo la cena, su primo le puso la zancadilla. Harry, al tropezar tiró toda la comida encima de su tío, provocando una gran carcajada por parte de su primo y un enorme enfado en su tío. Su tío se levantó, cogió a Harry de un brazo y lo llevó al salón, donde le dio la paliza más bestial de su vida. Y a pesar de ya estar acostumbrado a los golpes y a haberse hecho algo resistente a ellos, no pudo hacer nada más que llorar del dolor; ya que ni siquiera podía gritar, por mucho que lo intentara, ningún sonido salía de su boca.
Cuando su tío acabó, Harry estaba peor que nunca: Todo el cuerpo lleno de sangre y heridas. La peor de todas era la de su frente, de su cicatriz manaba mucha sangre que le cubría la cara.
A pesar de su aspecto, su tío no se inmuto y lo arrojó a la alacena donde lo encerró.
Harry en su alacena tenía escondido para esos casos algo de papel higiénico, y con él se limpió un poco la sangre y con una vieja camiseta intentó cubrirse la herida de la frente.
Cuando se hizo de noche, Harry tomó una decisión. Estaba cansado del dolor y había decidido escaparse. Ya le daba igual todo, que si allí tenía un techo, algo de comida… Quería irse de allí. Así que en una vieja mochila de su primo guardó las pocas cosas que tenía (más bien algo de ropa vieja de su primo) y salió de allí, como todas las noches, pero esta vez para no volver.
Fuera le esperaba aquel perro, como siempre, y con una pequeña cesta con comida. Harry fue a junto de él y le sonrió. El perro se dio cuenta de las heridas de Harry y gruñó. Harry simplemente se encogió de hombros. Cogió la cesta de comida que le traía el perro y con la mano le hizo el gesto de despedida.
El perro vio asombrado como Harry se iba, pero él, contento se apresuró en seguirle. Por fin el chico se iba de esa casa y una vez que se fuera él se aseguraría de que no tuviera que volver nunca.
Y así, el pequeño Harry Potter seguido de Sirius Black se iba de la casa donde había vivido desde que tenía memoria. Daba igual lo que le pasara mientras no tuviera que volver a esa casa nunca más. Y estaba feliz porque el perro le acompañaba, aunque una parte de él pensaba que se iría por la mañana, como todos los días. Pero por ahora, todo estaba bien. Se sentía en calma y para él, la perspectiva de no volver a ver a sus tíos le hacía sentir bien. Si alguien le preguntara, él podría decir que eso era la felicidad.
Pero por desgracia esa burbuja en la que estaba se rompió cuando escuchó un grito…
Este es el prólogo de la otra historia de la que hablé.
Sé que es triste, pero todo va a mejorar pronto para Harry.
Como dije, subo esto como premio por los 50 reviews de la otra historia. Si queréis saber la continuación, bueno, como ya dije en el capítulo 8 de "Harry Potter y el descendiente de Lylian" subiré un par de capítulos por cada 50 reviews que me dejeis en esta o en la otra historia.
Si nos gusta el prólogo, lo entiendo, es algo dramático, pero sólo el prólogo es así, por ahora.
