Disclaimer: Durante el transcurso de esta historia, cuyos personajes pertenecen enteramente a la señora Meyer, según el espiritu de Felix Rodriguez de la Fuente, ningun lobo saldrá herido; ningun vampiro sera descuartizado; y ningun humano(salvo Bella pero eso no sera culpa mía) no sufrirá ningun daño; y toda violencia será cosas de ficción. En toda la medida de lo posible, por supuesto.
Advertencia: Si no has leido Love asks blood at first, deberías hacerlo. Esto es la segunda parte de Haunting shadows y sin leer la primera parte, dudo que os entereis de algo.
Agradecimientos: Debería haber subido esta historia una semana después, pero, sinceramente, mi paciencia no es la gran virtud que debo poseer. Por lo tanto, lo he adelantado una semana antes. Solo me queda decir que espero que esta segunda parte os guste tanto como la primera, y aunque no sea una gran maga con las palabras, espero que la magia de la historia os llegue a impregnar como la primera parte. Por ello quiero agradecer a todo el mundo que la leyó y dejó un rr para opinar o la puso entre sus favoritos. Sois muchisimas y solo quiero que sepais que cada comentario que me habeis dejado el love asks love at first me han hecho sonreir como una tonta y que a la larga, esta segunda parte sea posible. Muchas gracias a todas vosotras. Si me lo permitis, voy a nombrar a una persona, aunque habeis sido muchisimas, por las circustancias. Este fic va dedicado, además de muchas personas, pero con un cariño especial a Cristina aeridanus. Ahora mismo, no está presente "fisicamente" por lo que sea, pero siempre he contado con su apoyo cuando más lo he necesitado, y ahora que ella necesita un poco de apoyo, solo decir que de alguna manera estoy con ella. No sé si es suficiente pero espero que el mensaje se entienda.
Solo queda deciros que, espero que este fic os guste tanto como la primera parte, y que aunque sea un Jacob/Bella al principio (Sé que esto me va a hacer perder puntos) y Edward no salga hasta medidados del fic, no os influya mucho esto. Yo intentaré actualizar cada dos o tres semanas.
De nuevo; muchas gracias y bienvenidas a House of wolves.
El arte de perder no cuesta tanto
irlo aprendiendo (insisten las cosas
hasta tal punto en perderse, que el llanto por ellas dura poco).
Y el espanto
por perder algo cada día, rosas
que se deshojan, horas, llaves, cuanto
pueda ocurrírsele a uno, no es tanto.
Practica entonces perder más, y goza
el ritmo de la pérdida, su encanto:
pierde ciudades, nombres, y en Lepanto
pierde una mano, un destino, una moza:
nada de esto será para tanto.
Perdí el reloj de mi madre, y el manto
con que cubría mis hombros, la loza
en que tomaba el té, pero igual canto.
Perdí mi tierra, mi rumbo y aguanto
de lo más bien tanta pérdida. Es cosa
de acostumbrarse: no, no es para tanto.
Perderte a ti, por ejemplo, tu encanto
y tu cariño perder, dolorosa
prueba sería, pero nunca tanto
(aunque parezca condena espantosa).
Elizabeth Bishop—El arte de perder.
Chicago, 1901
Ya no me asusto cuando sueño con ella. Será que me he acostumbrado a que todas las noches aparezca en mis sueños.
Su extraño atuendo; su largo pelo ondeándose por la agitación de su carrera; su pálido rostro tiñéndose de un suave rojizo perturbado por lo irracional; su respiración frenética.
En medio de la oscuridad, corre como si se tratase de Alicia en busca del conejo blanco. Solo que no se encuentra en el país de las maravillas.
Desde el balancín del jardín, percibo lo asustada y perdida que está.
Sus enormes ojos marrones están abiertos de par en par y su cuerpo rígido parece estar siempre en alerta, como si de un momento a otro fuese a sucumbir.
Sus piernas se tambalean y su cuerpo tiembla, pero no acaba de desfallecer del todo, sacando fuerzas de flaqueza.
No creo que ella sea mucho más joven que yo—a lo sumo tendrá uno o dos años menos que yo—, pero se siente tan sola que extrañamente, en mi pecho se empiezan a generar un sentimiento maternal que me hace acudir hacia ella y abrazarla para protegerla.
Y cuando, por fin acaba cayéndose al suelo, sin posibilidad de volver a levantarse, acurrucándose sobre ella misma juntando sus rodillas a la barbilla para protegerse del viento, decido ir en su auxilio.
Me levanto del columpio sin ponerme la bata siquiera, exponiéndome al viento, y mis pies se empiezan a entumecer debido al frío. Pero eso no me impide caminar hacia donde ella se encuentra y, a pesar de lo abultado de mi vientre, logro agacharme hasta llegar a su altura.
Al acariciarla la mejilla con mis dedos, comprendo lo helada que debe estar. Sin embargo, aquello es lo que menos le preocupa.
La siento tan perdida y desvalida.
"¿Dónde vas en medio de la noche, muchacha?", le pregunto tenuemente como si temiese despertarla.
Ella, sin responderme, suspira y se agarrota más.
"¿A dónde vas?", insisto.
"No lo sé", me contesta en un susurro que apenas oigo. "Ni siquiera sé de donde vengo, por lo que me es imposible responder a algo que no tengo ni idea."
"Entonces, ¿por qué crees que estás aquí?"
Empieza a temblar con más fuerza y la oigo sollozar:
"Me he perdido", llora. "He intentado coger un camino y creo que es una bifurcación."
Sonrío para tranquilizarla:
"Si has cogido una bifurcación no es nada malo", me mira interrogante secándose las lágrimas. "Porque si es una bifurcación, tarde o temprano, te conducirá al camino correcto."
Se agita levemente, sorbiendo los mocos, y después de varios sofocos ahogados, termina por tranquilizarse.
"Además", añado, "no podrás ver las cosas claras, si caminas de noche. Deberías esperar a que salga el sol".
Acaba por calmarse y, por fin, sus labios se curvan en una preciosa sonrisa dedicada a mí; acaba enterneciéndose cuando se fija en mi vientre redondeado.
Con timidez, acerca su mano hacia allí, y siento unas punzadas dentro de él. Es como si mi bebé intuyese quien le va tocar.
Al sentir su tacto sobre mi piel, tenuemente cubierta por la tela de mi camisón, los latidos de mi bebé se acompasan con mi respiración y una sensación de calor me invade todo el cuerpo.
Ella cierra los ojos y se concentra en los pequeños movimientos procedentes de mi interior. Incluso permite que se le escape una pequeña carcajada.
Pero, entonces, abre los ojos de par en par y adquiere una expresión aterrada, apartándose de mí.
"¿Qué ocurre?", la pregunto extrañada.
En lugar de responderme, lentamente me muestra la mano, y, para horror mío, está cubierta de sangre.
Y cuando sus ojos empiezan a bajar hasta fijarse en mi vientre, yo la imito hasta descubrir, aterrada, que mi camisón blanco se ha teñido de un escarlata intenso y húmedo…
Lo primero que hago, tras despertarme con un grito ahogado, es echar mis manos hacia mi vientre.
Noto una fuerte patada, por lo que me quedo más tranquila. Mi bebé está bien.
Aunque faltan poco más de dos meses para que nazca, el tiempo se pasa increíblemente lento para mi gusto. Estoy deseando acunarle entre mis brazos mientras estudio, maravillada, como van cambiando sus rasgos cada minuto.
Estoy tan feliz porque venga a este mundo que no me importa su sexo. Cualquiera de los dos será muy bien recibido por mi parte.
Al tener el beneficio de la duda, me he permitido comprar una cuna y un moisés, a juego, de color blanco, al igual que todo los contenidos de las canastillas: Sabanas, mantitas, primeras ropas, chupete y un largo etc.…
Aun así, y como mi padre me dijo sobre la veracidad de los sueños, tengo la intuición de que es una niña.
Y yo ya he visto su rostro.
Castaña muy oscura, con grandes ojos marrones, piel muy blanca y labios rojizos.
No la saco demasiado parecido conmigo, pero puede ser que haya heredado los rasgos de mi otra rama de la familia, como mi hermana Elianor. Yo tengo más características de mis antepasados irlandeses, ya que mi pelo es de un extraño castaño broncíneo y mis ojos son verdes.
No me importa en absoluto. La siento tan profundamente unida a mí, de todas las maneras, que la quiero con toda mi alma. Mi hija.
Mi pequeña revoltosa que no deja de darme patadas y de moverse dentro de mí.
He dormido más tiempo del debido, pero aun, me encuentro somnolienta.
Miro por la ventana y veo que es noche cerrada. Por la oscuridad de ésta, debe tratarse de luna nueva. Ese pensamiento me hace temblar. Hay algo malo que ocurre en esa fase de la luna pero que no logro recordar ahora.
Elianor, que se encuentra a mi lado, empieza a hablar en sueños. Eso significa lo profundamente dormida que se encuentra.
No quiero despertarla, por lo que enciendo una cerilla y ajusto la luz de la lámpara con la suficiente luz para poder leer y que no le moleste a ella.
Cojo el libro que he estado leyendo esta mañana y me fijo en la portada:
—El cuervo de Edgard Allan Poe—leo en un susurro.
No es lo más apropiado para esta clase de noche, pero estoy demasiado cansada para levantarme a coger un libro de la biblioteca. Mis hinchados pies me dicen que no ande más de lo necesario.
Por lo tanto, abro el libro y empiezo a leer:
—… Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado, aún sigue posado en el pálido busto de Palas…
Me sobresalto al oír un ruido seco y me llevo la mano al corazón. Me rio de lo tonta que puedo ser al girarme hacia la ventana.
Solo se trata del efecto del viento sobre las viejas maderas de la ventana. Chicago es la ciudad del viento, por lo que debería acostumbrarme a aquel espectáculo todas las noches.
Sin hacer caso del ruido, vuelvo a reiniciar la lectura:
—… En el dintel de la puerta de mi cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando…—el cansancio empieza a hacer mella en mí y los ojos empiezan a cerrarse—… Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama tiende en el suelo su sombra. Y mi alma, del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no podrá liberarse. ¡Nunca más!...
Antes de caer en los brazos de Morfeo, oigo al libro colisionar contra el suelo de forma violenta.
"Elizabeth, ven a mí".
Ahora me viene a mi memoria el porqué temo tanto a las noches de luna nueva. Aquella pesadilla siempre aparece en aquellas noches. Pesadillas fantasmagóricas con brumas de realidad. Por eso la tengo más pavor que a ninguna.
Me agarroto y hago de mis sabanas una tenue barrera.
Pero nada de eso me sirve contra lo imperativo de su voz dentro de mi cabeza:
"Ven al jardín, ahora".
Aun opongo resistencia, pero sé que no será por mucho tiempo más.
"¿No querrás que le pase nada malo a tu hermana?"
Con terror, me vuelvo hacia Elianor, que sin sospechar nada, se empieza a remover en la cama hasta que adquiere la postura más cómoda y continua durmiendo.
Meneo la cabeza insistentemente. No dejaré que la toque.
Aun mi espíritu se resiste, pero mi cuerpo toma control, y como si se tratase de una entidad independiente de mí, se levanta de la cama y va caminando, lentamente, hasta fundirse en la confusa oscuridad entre la casa y el jardín.
El frío del suelo se me cala en los pies y el viento me pone la piel de gallina, pero estoy exenta a todo eso.
Mis pupilas se empiezan a dilatar cuando empiezo a distinguir, negro sobre negro donde solo resalta mi camisón, su estática figura sentada en nuestro balancín.
El viento, que azota las ramas de los arboles y revuelve mis cabellos, no mueve ningún pliegue de su capa. Lo que da la sensación de encontrarte ante un dios surgido del inframundo.
Cuando sus ojos negros se encuentran con los míos, me quedo tan quieta como si una Gorgona me mirase.
El tiempo parece congelarse hasta que él se levanta de su asiento y se dirige hacia mí hasta quedar enfrentados a escasos centímetros.
No tengo control de los movimientos que hago, porque me siento fuera de mi misma, pero giro la cabeza en señal de rechazo cuando él intenta agarrarme la cara, aunque sí consigue atrapar mi mano y estrecharla con la suya.
Noto cierta suavización en sus rasgos cuando sus dedos exploran los míos, pero pronto se vuelven a congelar y en sus ojos se enciende un fuego alimentado por el carbón.
—No llevas el anillo que te regalé—me dice gélidamente.
—No—me limito a contestarle de manera neutra.
Me presiona la muñeca hasta que el dolor aparece en esa zona y empieza a zarandearme.
—Espero, Elizabeth, que recuerdes a quien debes tus votos—la amenaza vela su voz.
Solo cuando un sabor salado llega a mi boca, noto mis lágrimas surcando mi rostro.
—No lo olvido—le susurro. —Y si lo hago, tú estarás aquí todas las lunas para recordármelo—hay cierto reproche en mi voz. Mi única defensa con él.
Me estremezco cuando me acaricia la línea de mi mentón y repasa cada uno de mis rasgos con tortuosa lentitud.
—Te has tomado más libertades que cualquier persona que haya conocido—cuando su mano se posa en su vientre, un escalofrío recorre mi cuerpo y ahogo un grito. —Si no fuese porque te amo tanto, querida mía, no te lo hubiese perdonado jamás. De todo lo que yo te podía haber dado, tú elegiste lo único que no podía, y por ello me rechazaste—suelta un suspiro haciendo círculos en mi vientre con su mano. Después se ríe siniestramente. —No hay mal que por bien no venga.
Se lleva su muñeca a su boca, mordisqueándosela con fruición hasta que un brote de sangre embadurna su pálido brazo. Oigo como las gotas caen al suelo, cubriendo los pétalos de las margaritas.
Mi tortura ha llegado y la única resistencia que ofrezco es ignorar toda la rabia que me hace arder el estómago, y cerrar los ojos para que la pesadilla se acabe cuanto antes.
Con más violencia de lo previsto, agarra mis cabellos por la nuca y me empuja mi cabeza hasta su muñeca sangrante.
El olor a oxido y sal me marea, pero saco todas las fuerzas para no mostrarme débil ante él.
Entonces me hace probar su sangre y el sabor amargo en mi boca se convierte en ríos de fuego al llegar a mi garganta.
Su voz resuena atronadora a través del pitido de mis oídos:
—Es obvio que tu criatura no es el fruto de mi semilla; ni la carne de mi carne; pero, a partir de este bautismo, será sangre de mi sangre y eso lo convertirá en mi hijo. Con todos los derechos que la sangre me da. Muchos más que los de aquel desconocido y débil mortal que has debido elegir. No te preocupes por él, amor mío, el tiempo está conmigo, y antes de que vuelva a pestañear, nuestro hijo crecerá y lo reclamaré a mi lado para que tenga el destino propio de los de mi sangre. Aquel que tú lo has intentado privar. ¡Que ingenua eres, querida mía! Tarde o temprano, yo recupero lo que es mío.
"Eso ya lo veremos", lo único que soy capaz es de retarle mentalmente.
El tiempo que tengo en mi contra me ayudará a pensar más rápido y yo encontraré la manera de destruirle, aunque eso me arrastre al abismo con él.
El futuro de mi pequeña lo justifica todo…
…—Elizabeth—la voz de Elianor suena lejana en una niebla de sueños inconexos entre sí. —Elizabeth, lo has vuelto hacer…
Me agita hasta que ve una reacción en mí; eso me ayuda a despejarme.
Pero al intentar abrir los ojos, la luz intensa me obliga a cerrarlos de nuevo.
Sol. Calidez en mi piel. Tal vez sea cierto eso de que después de una larga noche, siempre hay un amanecer.
Cuando termino de acostumbrarme a los rayos de sol, me descubro completamente tumbada en la hierba del jardín con, tan solo, el camisón para cubrirme.
Pronto me dirijo a mi hermana, que muy preocupada, me echa una bata para taparme, y se me escapa una sonrisa.
— ¿Qué haría yo sin ti?—la estrecho las manos y, por la diferencia de temperaturas, compruebo lo helada que estoy.
— ¡Liz, estás helada!—Su queja me lo confirma.
Después, me mira y en sus ojos marrones se pinta la preocupación.
—Has vuelto a caminar dormida, Lizzie—me informa. —Sé que cuando se está embarazada, hay factores que se pueden activar y hacernos malas pasadas,…pero esto ya es muy extraño. Solo lo haces una vez al mes y siempre sigues el mismo patrón. ¿Qué está pasando?
Me niego a recordar algo tan desagradable como mi borrosa pesadilla de anoche, y fingiendo despreocupación, la tranquilizo.
—Todo se debe al embarazo, Lynn. Solo es eso. Hay mujeres que les dan por llorar y a mí me ha dado por caminar dormida—me rio simulando indiferencia. —Estoy bien—la aseguro mientras le froto el brazo con cariño para borrar sus arrugas de incredulidad en su cara. —Gracias a los cuidados de mi hermana pequeña.
Aquello le permite esbozar una pequeña sonrisa, y, pacientemente, me ayuda a levantarme.
No merece la pena hablar de mis pesadillas. Mi deber es protegerla como protejo a mi pequeña guerrera no nata.
Nos metemos en la casa, y yo me cubro con la bata para que Lynn no descubra una pequeña mancha roja en el escote de mi camisón.
¿RRs?
Por si teneis alguna duda de éste o algunos de mis fics, o sencillamente quereis preguntarme algo de mis fics, podeis hacerlo aqui. Creo que es más comodo que hacerlo por rrs. Ask me anything: http : / www . formspring . me / Bloodymaggie (todo junto o si no ir a mi profile)
Y tambien un poco de propaganda:
-Regalo para Elianna Cullen: Blood, sinners and lambs (OS de Jasper/Alice): http : / www . fanfiction . net /s/ 5968253 /1/ Blood _ Sinners _ and _ Lambs (Todo junto o ir a mi profile en las historias)
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